"Cree a aquellos que buscan la verdad, duda de los que la han encontrado" (André Gide)
"No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defendería con mi vida tu derecho a expresarlo" (Voltaire)

"La religión es algo verdadero para los pobres, falso para los sabios y útil para los dirigentes" (Lucio Anneo Séneca)
"Cualquier hombre puede caer en un error, pero solo los necios perseveran en él" (Marco Tulio Cicerón)
"Quien no haya sufrido como yo, que no me de consejos" (Sófocles)
"No juzguéis y no sereis juzgados" (Jesús de Nazaret)
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03/06/2014

Monarquía y Constitución

Voy a reflexionar en voz alta a la luz de los últimos acontecimientos que se han desencadenado como consecuencia de la abdicación del Rey Juan Carlos I, y  el debate que se ha suscitado por enésima vez sobre el mantenimiento de la Monarquía como forma de gobierno en una Europa en la que la Monarquía es una institución minoritaria: la mayoría de los países que conforman la Unión Europea son Repúblicas.  Veo los periódicos y los telediarios, y contemplo manifestaciones en muchas calles de nuestro país, pidiendo república,  y/o  solicitando un referéndum sobre tal cuestión;  y también escenas más esperpénticas, como la de  algún dirigente político despistado pidiendo que elijamos entre “democracia o Monarquía”,  ú otros  pidiendo que determinados partidos apoyen o dejen de apoyar la sucesión (sin dar motivos ni explicaciones para ello), y otros dislates semejantes.
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Y yo creo que se impone hacer una reflexión serena.
La Monarquía prestó en su día un gran servicio a este país, liderando la transición, y colaborando de modo muy principal al establecimiento de la democracia y de la libertad en nuestro país. España salía de una dictadura, y la reconciliación de las dos Españas, bajo la batuta de Juan Carlos I y Adolfo Suarez, y la magnífica energía, fortaleza y determinación del Rey frente a los golpistas el 23 F, fue el logro que, definitivamente en mi opinión, consagró la Monarquía en España, y la hizo venerable y respetada dentro y fuera de nuestras fronteras, y se gano el aprecio y el cariño de mucha gente.   Y  hay que ser agradecido, pues de ser bien nacido es ser agradecido, como suele decirse; de modo que a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César.
No obstante, el tiempo no se detiene, todo evoluciona, la sociedad ha cambiado muchísimo, la España de la transición queda ya muy atrás, y afortunadamente este país se ha acostumbrado a vivir en libertad, y quieran los dioses que siga siempre así.  Pero la juventud del siglo XXI no comprende muy bien el ius sanguinis y todo lo que ello representa. Los jóvenes viven en democracia porque han nacido en democracia,   y así  desean seguir, lo cual me parece lógico y natural. La generación que vivió su juventud bajo el “Rey que trajo la democracia” ha dado paso a otra generación distinta, de una España muy distinta: la generación que siempre ha vivido en democracia porque no ha conocido otra forma de gobierno, la generación  que vive bajo una crisis terrible, en una España que parece disgregarse territorialmente, y en la cual no parece estar muy claro el papel de la Monarquía, ni la posible modificación o reforma de nuestra Carta Magna.
Yo creo que no se puede vivir de las rentas, el papel  (importantísimo, encomiable y digno de alabanza, insisto) que el Rey protagonizó en nuestra transición, su valor y determinación cuando se enfrentó al golpe del 23 F, siendo un magnifico activo para la Monarquía, no puede convertirse en caudal  inagotable que legitime dicha institución en el tiempo: las cosas han cambiado, España es otra sociedad distinta, la sociedad evoluciona, y sociedades diferentes reclaman respuestas y soluciones también diferentes. Y con el paso de los años, la Monarquía, en mi opinión, se ha ido desinflando, como la rueda de una bicicleta que pierde aire, poquito a poco. 
Y en cuanto al prestigio social,   la mujer de Cesar deber de ser buena, y parecerlo”, dicen que dijo Cesar; de modo que resulta obvio que la Monarquía, en consecuencia,  que se dice tuteladora de los altos  valores,  tenia que haber tenido una honorabilidad fuera de toda duda, y liderar la nobleza y altura de miras que la institución dice representar.  Pero, humano al fin y al cabo, el Rey ha cometido varios errores (elefantes en Botswana y otros) al tiempo que miembros de su familia han sido salpicados por problemas con la Justicia. Cierto que pidió perdón, y eso le honra; pero ahí están esos errores,  la sociedad los detecta y no olvida,  y no han ayudado a la Institucion precisamente, antes al contrario:  han contribuido, en mi opinión a azuzar el debate sobre Monarquia si o no.  En todo caso, tales defectos NO se pueden consentir, y la Institucion Monarquica, si desea prolongarse en el tiempo, ha de ser buena, y parecerlo tambien, ha de dar ejemplo a todos los españoles, ha de ser mejor que todos y dar ejemplo de integridad moral, insisto.   Y estos escándalos, intolerables, han dañado muy seriamente la imagen de la Corona.
Al mismo tiempo, la Monarquía  no es un elemento o requisito sine qua non para vivir en democracia,  es manifiestamente prescindible y sustituible; véase caso de Estados Unidos, Francia, Italia, Alemania, Portugal, Irlanda,  y la inmensa mayoría de los países democráticos de la Union Europea: todos son repúblicas y son estados democráticos avanzados.
Pero si es asi, ¿Que opción tenemos? Decía antes que la sociedad evoluciona, y que sociedades diferentes reclaman respuestas diferentes. La Constitución de 1.978 yo la llamo la Constitución de la transición y del consenso, por lo que antes he expuesto: había que apaciguar a las dos Españas, y acostumbrarnos a vivir en libertad. Cumplió su papel, un gran papel, por supuesto; pero no olvidemos que la Constitución no es inmutable.  Recordemos todos que la Constitución fue redactada por seres humanos, no dioses; por la misma razón, hemos de tener la flexibilidad mental de poder y saber reformarla cuando sea necesario. Y sentirnos capaces para ello. Y no pasaría nada. Absolutamente nada. En España la palabra “reformista” causa temor, pánico irracional y no puedo comprenderlo: si los legisladores de 1.978 fueron inteligentes y sabios para solucionar los problemas de la España de la época, ¿Por qué no vamos a ser capaces nosotros, bueno, nuestros políticos, de reformar la Constitución para intentar solucionar los problemas de hoy, a saber, una posible redefinición de los papeles de la Monarquia, y la organización territorial del Estado, entre otros?
A enfermedad vieja, medicina vieja; pero  a enfermedad nueva, medicina nueva. En definitiva: soluciones nuevas para problemas nuevos. Lo que no es admisible es lo que parecen hacer los políticos actuales, salvese el que pueda, insisto;  intentar solucionar un problema actual con recetas que funcionaron hace 40 años, o con un texto que es hijo de una época pretérita,  eso demuestra una miopía política más que preocupante: Estados Unidos, Inglaterra y otros países, han  sido inteligentes y han sabido reformar y modificar sus Constituciones, adaptándolas a los tiempos, a medida que pasaban las décadas, y ahí están.
Si se modifica la Constitución no pasa nada. La Constitución no es algo divino ni inmutable: fue redactada por personas, no por dioses. De modo que, de miedo nada. Aunque, país de contradicciones al fin y al cabo, en España por el contrario no las modificamos: las tiramos a la basura y hacemos una nueva.  Vease el historial constitucional de España en el siglo XIX.
En consecuencia, reclamo un debate, serio, abierto y honesto, y repito las tres palabras, serio, abierto y honesto, sobre el papel de la Monarquía en el Siglo XXI, hacia una posible redefinición de sus funciones a la vista de la sociedad actual,  y sobre la (en mi opinión) necesaria modificación de la Constitución,  pues me parece llegado el momento para ello y son problemas que están, en mi opinión, íntimamente entrelazados, porque no debemos de olvidar que la Constitución  regula la organización territorial del Estado, esto es,  el Estado de las Autonomias, y las reivindicaciones territoriales de alguna que otra Comunidad Autónoma  constituyen un  nuevo dilema que merece una solución nueva; al mismo tiempo, la Constitución proclama a la Monarquía como forma de gobierno, en un momento histórico (1978) determinado, y es preciso ver si esa institución ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos, y si es o no es necesario, que yo creo que si, promover un debate sobre su mantenimiento, y en caso afirmativo, indagar si seria preciso una posible redefinición de sus funciones.
Si la soberanía emana del pueblo, el pueblo debe de decidir como solucionar un problema de hoy, que no estaba en 1978.  Ahora bien, ¿tienen nuestros políticos la altura de miras, sagacidad, inteligencia y valentía  suficiente para ello, como la que  tuvo el legislador de 1978?