"Cree a aquellos que buscan la verdad, duda de los que la han encontrado" (André Gide)
"No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defendería con mi vida tu derecho a expresarlo" (Voltaire)

"La religión es algo verdadero para los pobres, falso para los sabios y útil para los dirigentes" (Lucio Anneo Séneca)
"Cualquier hombre puede caer en un error, pero solo los necios perseveran en él" (Marco Tulio Cicerón)
"Quien no haya sufrido como yo, que no me de consejos" (Sófocles)
"No juzguéis y no sereis juzgados" (Jesús de Nazaret)
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26/10/2025

Aún estamos a tiempo, antes de que todo calle

 

Con esta entrada cierro una pequeña trilogía nacida del dolor, la búsqueda y la reflexión. Si “Tristeza” fue el desahogo, y “Cuando ser bueno parece una locura…” la esperanza, esta última es una mirada al alma,  porque aún estamos aquí, aún respiramos; es una invitación a pensar en lo que de verdad importa, cuando aún estamos a tiempo, antes de que todo calle.

Piensa en esto un momento. Llegará un dia, antes o después, en que la vida nos detenga. Ya no habrá metas que correr, ni relojes que apremien, ni multitudes que aplaudan. Solo quedarás tú, contigo mismo, y el eco de lo que fuiste. Entonces surgirá, inevitable, una pregunta: ¿Ha merecido la pena vivir como hemos vivido?

En ese instante, las máscaras caen. El que fue soberbio ya no podrá esconderse tras su orgullo; el avaricioso no podrá abrazar su oro; el lujurioso y el glotón descubrirán que el deseo y el placer no llenó su alma; el iracundo se quedará solo con su fuego apagado; el envidioso se consumirá al ver que nada de lo ajeno era suyo; y quizás el perezoso comprenderá, demasiado tarde, todo lo que pudo haber sido y no fue. Todos, absolutamente todos, quedaremos desnudos ante la verdad de lo que fuimos.

Y tal vez entonces comprendamos que lo importante no fue cuánto tuvimos, sino cómo amamos.  Que la medida de una vida no se toma en posesiones, sino en paz interior.  Porque el que vivió mintiendo a los demás también se mintió a sí mismo; y el que vivió con bondad -aunque sufriera, aunque perdiera- se lleva consigo una serenidad que nadie puede arrebatarle.

No sé si hay un cielo o un infierno, pero sí sé que existe un lugar donde nadie puede mentir: la conciencia propia. Allí no valen excusas, ni títulos, ni apariencias. Allí solo hablan los actos, los gestos, las miradas, las veces que elegimos el bien, aunque doliera.  Y quizá el juicio final no sea más que eso: el momento en que nos miramos por última vez al alma y entendemos quién fuimos de verdad. No hay jueces ni castigos: solo la claridad, absoluta y sencilla, de vernos tal cual somos:

El soberbio verá lo que perdió por no escuchar.  El avaricioso, lo que dejó de dar y jamás disfrutó. El lujurioso y el glotón,  el vacío tras el deseo y la saciedad que nunca llegó. El iracundo, el daño que pudo evitar. El envidioso, la tristeza de no haber amado su propia vida. Y el perezoso, el peso de los sueños que no se atrevió a cumplir.

Pero también…

El humilde sentirá paz por haber sabido aprender. El generoso, gratitud por lo compartido. El casto o fiel, serenidad por haber amado con verdad. El paciente, la dicha de no haber herido. El templado, equilibrio en el alma. El agradecido, alegría sin medida. Y el diligente, satisfacción por haber vivido con propósito.

Y entre todos ellos, tal vez comprendamos al fin una antigua verdad, que Marco Aurelio y Séneca ya sabían: que a los astutos y poderosos se les teme y se les respeta, pero no se les quiere.  Porque el poder, la astucia o la apariencia solo imponen respeto momentáneo; pero la bondad, la honestidad y la paz interior despiertan amor verdadero, y ese amor —no el miedo— es lo único que permanece cuando todo lo demás se apaga.

Y entonces, al final de la vida, cuando ya todo haya pasado,  quizás nos hagamos la pregunta que de verdad importa: ¿Te lo has pasado bien de verdad? ¿De veras fue tan grande tu triunfo, tan sólida tu fortuna, tan útil tu poder o el respeto que inspiraste en los demás…  si a cambio viviste sin ser amado?

Tal vez -solo tal vez- habríamos sido más felices con menos cosas y más afecto, menos victorias y más abrazos, menos apariencias y más paz. Porque todo lo que acumulamos  se quedará aquí, pero el amor que dimos y recibimos, ese, nos acompañará hasta el final.

Porque, cuando todo calla, nadie se lleva nada salvo su conciencia. Y estoy convencido de que quien llega a ese momento con el alma limpia no muere del todo: se queda en la memoria de los que amó, en la serenidad que transmitió, en la luz que dejó encendida en los demás.

Tal vez ese sea el verdadero sentido de vivir: no ganar, sino comprender; no poseer, sino compartir; no imponerse, sino amar.

Y vaya por  delante que no pretendo dar lecciones a nadie con estas palabras. Ni muchísimo menos.  Mi única intención es compartir con vosotros una reflexión que también me alcanza a mí, porque todos caminamos hacia el mismo silencio.  Trato con esto de que todo el que lea estas líneas haga una breve reflexión, empezando por el que os escribe. El final llegará, pero afortunadamente aun no. Tenemos tiempo.  Por eso, quizá —solo quizá— lo más valioso de pensar en ese hipotético final no sea temerlo, sino aprender de él, de ese posible final antes de llegar allí, antes de que sea demasiado tarde.

Aún estamos vivos, aún respiramos, aún podemos cambiar el rumbo, enmendar nuestros errores, reajustar nuestros objetivos. La vida, siempre generosa con nosotros, nos da, dia tras dia, una nueva oportunidad. Aun estamos a tiempo. Aun podemos valorar lo que tenemos, cuidar a quienes nos aman, y empezar a vivir con más verdad y menos apariencia, con más gratitud y menos orgullo.

Recordar que todo acaba no es tristeza, es una llamada a vivir con plenitud ahora, a no esperar al último suspiro para descubrir qué era lo importante. Porque cada día es una nueva oportunidad para elegir el bien, para sembrar paz, para ser —por fin— la mejor versión de nosotros mismos.

Tal vez ese sea el verdadero sentido de vivir: no ganar, sino comprender; no poseer, sino compartir; no imponerse, sino amar. Y cuando llegue ese último amanecer —porque llegará— que podamos decir sin miedo:


“Sí, ha merecido la pena.
Fui bueno, a mi manera.
No perfecto, pero sincero
He llorado, he reido,
Me he caido,  me he levantado.
Amé, perdoné, y no guardé rencor.
Y eso, al final, fue suficiente.”

  Saludos

23/10/2025

Cuando ser bueno parece una locura...y no lo es, sino todo lo contrario (Tristeza, 2ª Parte)


"No actues como si fueras a vivir mil años. La muerte te acecha. Mientras vivas, mientras te sea posible, se bueno" (Marco Aurelio).

Muchos nos hemos preguntado  si vale la pena seguir intentando ser buena persona en un mundo tan pérfido, tan lleno de máscaras, intereses y fingimientos y que parece girar al revés, parece que ser bueno se ha convertido en una especie de locura.  Y sin embargo… no es asi. ¡Todo lo contrario! Porque, por mucho que duela, algo dentro de mí se niega a renunciar a la bondad. Puede que el mundo se haya vuelto cínico, pero no quiero que ese cinismo me arrebate lo mejor que tengo: la capacidad de mirar al otro sin odio, de sentir compasión, de mantenerme limpio por dentro.

Quizá ser bueno a algunos les parezca extraño, pasado de moda, y quizas otros lo confundan con un ingenuo "buenismo".  Y no se trata de nada de eso. Al contrario,  ser BUENO, con mayusculas, es, mas que nunca, una urgencia inaplazable Ser bueno se ha convertido en una necesidad, en un modo de actuar  que te deja en paz, mientras tantos otros -los aparentemente más listos, más fríos o más duros- viven en guerra consigo mismos.

Aparentemente parece poco sensato ser bueno o intentarlo, porque en muchas ocasiones quien actúa con nobleza es confundido con un ingenuo; quien ofrece la mano recibe la herida; quien confía, es traicionado.  Y sin embargo… algo dentro de mí se resiste a endurecerse del todo. Hay una tristeza, sí, una tristeza serena y lúcida, que nace de ver cómo el egoísmo se confunde con astucia y la compasión con debilidad, cuando son cosas completamente distintas. Pero junto a esa tristeza, hay también una certeza que no se apaga: ser bueno sigue teniendo sentido: todo el sentido del mundo. Y si, merece la pena. Tenemos que volver a poner en alza este valor humano tan olvidado: la bondad.

Lo que todo el mundo suele hacer es lo fácil: pensar que ser oveja en medio de lobos es un mal negocio. Y nos apresuramos a desechar la idea, sin mas,  y nos volvemos desconfiados,  tanto que a veces no nos fiamos ni de nuestra sombra. Y eso es una gran pena, porque si nadie se fia de nadie...eso si que es un mal negocio.  ¿Adonde va el mundo?  ¿Tenemos que engañar al vecino antes de que el nos engañe a nosotros? ¿Pero esto que es, la  ley de la selva? ¡¡¡No, me niego a aceptarlo!!! Cometemos tres  errores  de principio:  primero, un injustificable exceso de autoproteccion; segundo, no confiamos en la humanidad de los demas, que son seres humanos igual que nosotros; y tercer  error, olvidar que ser bueno no es ser tonto, ni muchisimo menos.  El cínico parece más listo, el que engaña parece más hábil, el que no siente parece más fuerte.  Parece. Pero, como "oro parece y plata no es", la conclusion es que ser bueno -de verdad, no de palabra-, tal y como estan las cosas del mundo,  no es cosa propia de débiles  o de tontos, sino de gente fuerte y valiente: es cosa propia de quienes pueden hacer daño y sin embargo eligen no hacerlo. Y si queremos cambiar el mundo...empecemos por nosotros mismos.

El mal actúa siempre por impulso; el bien,  por convicción,  y eso requiere una fuerza y una valentía que no siempre se ve.  Decía Marco Aurelio: “El mejor modo de vengarte de un enemigo es no parecerte a él.”  Y ser bueno no es permitirlo todo. No es callar ante la injusticia ni aceptar el abuso. Es, más bien, conservar la templanza cuando todo empuja al odio; mantener el alma limpia cuando alrededor todo se ensucia. Ser bueno no es ser un cordero en medio de lobos, sino ser pastor de uno mismo.

La bondad como refugio interior. He llegado a comprender que la mayor recompensa de la bondad no está fuera, sino dentro. Ser justo, honesto, compasivo, no garantiza aplausos ni gratitud, pero deja algo muchisimo más valioso: la paz interior.

"La conciencia tranquila no necesita testigos. El alma que actúa conforme a su verdad no teme juicios" (Séneca) “El mal que haces te hiere antes a ti mismo”, decía el Buda.  “Bienaventurados los limpios de corazón”, añadió Jesús.

El rencor, la venganza, el engaño… quizá dan una victoria efímera, porque el ego se hincha, pero se pierde la paz interior, son victorias amargas porque te quitan  serenidad. 

En cambio, quien elige obrar bien, aunque pierda algo externo, gana algo mucho más profundo: la armonía consigo mismo y la paz interior. ¿Os parece poco premio ese?

La bondad lúcida. La vida me ha enseñado que la bondad necesita ojos abiertos.  Ser bueno no es dejarse pisar; es no perder el alma cuando te pisan. Se puede perdonar sin volver a caer. Se puede ayudar sin dejarse manipular. Se puede amar sin entregarse al abuso. Recordad a Jesús, que conocia el mundo como nadie: “Sed astutos como serpientes y sencillos como palomas.” (Evangelio según Mateo, 10:16).  Y eso es lo difícil: mantener la inocencia sin perder la sabiduría ni la prudencia, mantener la pureza sin perder la ingenuidad. Y la bondad no es ceguera; es elección consciente y valiente. Es decir: “sé lo que haces, sé cómo eres, pero aun así no dejaré que me conviertas en ti”.   

¿Por qué no nos atrevemos a seguir esa  senda?  Lo facil, lo usual (por desgracia)  es desconfiar e ir a lo tuyo, asi triunfa el ego. Lo dificil, lo verdaderamente valioso y valiente,  es ser bueno a pesar de que el mundo sea como es: eso es el triunfo del alma.

La paz como victoria.  En un mundo donde todo se compra y se vende, la bondad no siempre es rentable. Pero es una forma de libertad, y para mi de las mas valiosas. El que no traiciona sus valores, aunque lo pierda todo, sigue siendo dueño de sí mismo. El que actúa con rectitud, aunque nadie lo vea, se acuesta en paz. Y eso, créeme, vale más que cualquier triunfo y que todo el oro del mundo.

Decía Séneca: “El premio de una buena acción está en haberla hecho.”  Y yo añado: el precio de una mala acción está en tener que vivir contigo después. ¿Merece la pena? Yo creo que no.  Recordemos de nuevo las palabras de  Jesus: "¿De que le vale al hombre ganar el mundo, si pierde su alma?".  

Como epilogo, quiero añadir una ultima reflexión.  No sé si este mundo cambiará. Tal vez no. Pero sí sé que no quiero que el mundo me cambie a mí, ni debemos de dejar que nos cambie,  ni que apague nuestra luz interior.  Prefiero que me tomen por ingenuo antes que por cínico; prefiero perder antes que endurecerme; prefiero sentir antes que fingir.  Al final, la verdadera pregunta no solo es si vale la pena seguir siendo bueno (que por supuestisimo que SI),  sino cómo quieres vivir tu¿en paz contigo mismo, o en guerra interior? Nada de lo que acumules -ni poder, ni dinero, ni prestigio- podrás llevarte contigo.  Pero la serenidad que dejas en tu alma, esa sí te acompaña mientras existes.

Si eliges la bondad, si eliges la paz… ya has triunfado.  

Porque, al final, la bondad no es estrategia: es identidad. Y cuando todo se apaga —cuando las luces del ego y la soberbia se extinguen— lo único que queda encendido en el alma es esa pequeña llama interior que nunca negocia su luz.  Y esa llama, aunque tiemble, sigue valiendo la pena.  

Si el mundo consigue apagar tu luz interior...ha triunfado el mundo. Pero si el mundo no consigue apagar tu luz interior de bondad, de fe y de esperanza...¡entonces eres tu, es tu alma quien ha triunfado!

Saludos. 


13/10/2025

Tristeza...

Hay días en que el alma se despierta con una tristeza serena, distinta de la melancolía común: nace de ver el mundo tal como es, y de  comprender cuánto se ha alejado del Espíritu.  Siento —como si lo viera desde fuera— que el hombre moderno vive extraviado entre cosas perecederas, como las llamaba Seneca:  corremos detrás del brillo, del éxito, del dinero,  del placer inmediato, y olvidamos lo único imperecedero que no muere jamas. Algunas veces  me invade la sensación de estar rodeado por una humanidad que ha olvidado mirar hacia arriba, o lo que es lo mismo:  hacia dentro de nosotros, hacia el fondo de sí misma.

Jesús lo dijo con una claridad eterna: “No sólo de pan vive el hombre.” Pero parece que no escuchamos, todo el mundo busca solo ese pan que se pudre al poco tiempo, el alimento del cuerpo, olvidando el pan del alma, que es el amor, la compasión y la paz interior.

Buda enseñó que “la raíz del sufrimiento es el deseo”, y basta con mirar alrededor nuestro para entender que vivimos presos de ese mal. Queremos más, siempre más: más dinero, más poder, más reconocimiento, mas control de todo. No hay reposo en ese querer, solo una sed que se multiplica. Y el otro mal que señalaba Buda es el apego: cuando tenemos algo...¡cuanto trabajo nos cuesta soltar, y cuanto miedo tenemos a perderlo...! Como si fueramos a vivir mil años...que equivocados estamos.

Y recuerdo, como no, a Séneca, con su sabiduría eterna: “No es pobre quien tiene poco, sino quien desea más”.  O como también decía él: “No te prohíbo la posesión de los bienes, quiero que poseas las cosas, pero sin temor, y esto lo conseguiras únicamente si te persuades de que aún sin ellas puedes vivir feliz, si las contemplas siempre como lo que son: cosas perecederas.  

 Ahí está una de las muchas claves que unen a los tres: cada uno, desde su tiempo y su voz,  nos indica claramente que la paz no se encuentra fuera, sino dentro; que no hay salvación en lo material, sino en el espíritu.

Quizás porque uno va aprendiendo con los años “de que va esta película” en la que todos estamos inmersos,  tengo ya una edad en la que, a veces,  esa comprensión me duele. No por mí, sino por el mundo. Me entristece ver tanto ruido, tanto egoísmo, tanto miedo, tanta ceguera voluntaria. Pero no puedo quedarme en esa pena: sé que también hay luz, que todavía hay muchas almas que buscan, corazones que sienten, personas que aman sin medida, y que estan en el camino. 

Esa tristeza espiritual, si se acepta con humildad, puede ser maestra. Nos recuerda que el alma despierta no sufre por desesperanza, sino por amor: quien ve la verdad no se lamenta por haberla visto, sino por los ojos que aún duermen y que no han despertado: no se dan cuenta de que se están perdiendo lo mejor.

Y escribo esto no desde la queja, sino desde la gratitud. Porque incluso esta tristeza es una bendición: me mantiene despierto, humano, sensible. Y si alguna palabra mía sirve, aunque sea un instante, para que alguien mire hacia dentro y encuentre su propio centro, entonces habrá valido la pena escribir.

Termino con otras dos frases:  “Vive conforme a la naturaleza, y nunca serás pobre; vive conforme a la opinión, y nunca serás rico.” "El que tiene en paz su conciencia, no necesita testigos."  No os sera dificil adivinar quien las dijo. Y si, cada dia estoy mas convencido de que ahi esta  la verdadera riqueza: tener paz en medio del ruido, fe en medio de la duda, y amor en medio del miedo.

Y surge la inevitable pregunta: ¿mientras tanto, que podemos hacer?  Cada uno, dentro de su pequeño ambito, lo que buenamente pueda y se me ocurre que lo primero es: mirar a los demas como a nosotros mismos. El budismo, luego Jesus ("Ama al projimo como a ti mismo", y si el lo dijo ¿por que no lo hacemos?) y tambien el estoicismo  llevan miles de años incidiendo en esa  misma idea.  El mundo cambiara cuando consigamos meternos de una vez en la cabeza una idea sencillisima: ver a los demas no como competidores o adversarios, sino como lo que son: nuestros hermanos.  

Teresa de Calcuta lo tenia clarisimo, decia: "no tenemos en nuestras manos la solucion de los problemas del mundo, pero ante los problemas del mundo...tenemos nuestras manos".

 Saludos

02/10/2025

Abogacia y felicidad: ¿eres feliz con lo que haces?


Con afecto, para todos mis compañeros y compañeras de profesion: que nunca nos falte la pasión por la Justicia, ni la alegría de servir a los demás. Recordemos siempre que nuestra profesión es camino, no destino,  que en ella también se esconde la oportunidad de ser felices, y que la verdadera victoria no es solo ganar un pleito, sino conservar la alegría y la pasión por lo que hacemos.

¿Nos gusta lo que hacemos?

Ya llevaba mucho tiempo con estrés. Plazos, imprevistos, resultados no calculados, el calvario de las minutas… Recuerdo perfectamente aquella mañana, hace ya algunos años. Había dormido fatal, dándole vueltas a diversos asuntos, y a eso de las 8:30 me fui al Despacho. Me senté en mi mesa para repasar varios expedientes, y no llevaba ni media hora cuando, de pronto, me asaltó una pregunta que iluminó mi mente: “¿Pero ¿qué estoy haciendo?” Me quedé paralizado. No tenía ningún plazo urgente, así que cerré el Despacho y me fui a dar un largo paseo, tan largo que no volví hasta la tarde. Esa pregunta fue un punto de inflexión: ¿soy feliz con mi trabajo?

Para mí, el Despacho lo era todo. Me centré tanto en él que cometí un error común: perder la perspectiva de la vida. Muchas veces los árboles no nos dejan ver el bosque; estamos tan concentrados en un aspecto concreto que olvidamos lo esencial.  Y la sociedad consumista en la que vivimos no ayuda tampoco. Percibo en la Abogacía una peligrosa deriva: tendemos a fijarnos demasiado en objetivos económicos (ganar dinero, prestigio, reconocimiento), respetables, pero forzosamente incompletos porque se nos olvida hacernos una pregunta fundamental: ¿somos felices con lo que hacemos?

Tenemos que ser mas felices con lo que hacemos, y hay muchas cosas que podemos mejorar afrontando eficazmente las dificultades del dia a dia.  Por ejemplo, una de ellas es que con los años, los que tenemos experiencia a veces nos dejamos arrastrar por la inercia, e inconscientemente vamos perdiendo la chispa, la frescura y la ilusión del principio: esa alegría de ejercer con entusiasmo y de ir al Despacho con ganas.   Otra cosa mas: sabemos que nuestra obligación es de medios, no de resultados: “Gana el pleito como propio y piérdelo como ajeno”. Si; pero ¿de verdad lo asumimos en nuestro fuero interno? Esa dependencia de la decisión del Tribunal para muchos de nosotros es una losa que condiciona nuestro trabajo, incluso tras muchos años de ejercicio.  Otra cosa mas:  la ingratitud -muchas veces del propio cliente-  es nuestra permanente compañera de viaje, pues no siempre se reconoce el trabajo, a veces de muchas horas; y si las cosas salen bien, estupendo (aunque alguno insinúe “…es que el juicio estaba ganado”); pero si la Sentencia es desfavorable: “…vaya abogado que me he buscado”. Y por cierto, no olvidemos la terrible soledad —la “soledad del corredor de fondo”, la llamo yo— en la que nos encontramos los abogados en tantas y tantas ocasiones.  Por si fuera poco, a ello se suma el miedo a perder, o más bien,  y/o a las consecuencias que imaginamos antes de dicha presunta perdida que aún no ha acontecido.  No conozco a ningún compañero a quien le guste perder un pleito.

Echo de menos un poco más de alegría en la profesión. En el mundo de la Justicia se habla de muchas cosas, pero no solemos hablar de lo más importante: si somos felices o no.  En mi caso, uno de mis grandes errores fue agobiarme siempre por el resultado final, lo cual no tiene sentido, porque al final será lo que tenga que ser.  Afortunadamente, con los años uno aprende a relajarse, y a centrarse en el presente.  He redescubierto así el encanto de esta profesión: defender al cliente colaborando en la noble misión de dar a cada uno lo suyo y no perjudicar a nadie, como decía Ulpiano. Lo más bonito es el día a día, y la atención plena al momento presente:

  • estudiando los fundamentos legales de un asunto complicado,
  • diseñando la estrategia procesal adecuada,
  • revisando todos los flecos posibles del asunto y la posible defensa del contrario,
  • intentando  en su caso un acuerdo amistoso que evite el pleito,
  • asesorando y ayudando de mil maneras a quien lo necesita,
  • estudiando y actualizandote a las novedades legales,  y de doctrina y jurisprudencia,
  • revisando asuntos atrasados con escritos de impulso procesal, o de otra forma posible
  • o mil cosas mas, p. ej., teniendo la mente siempre dispuesta y atenta cuando se te ocurre algo.

Y es que muchas veces la inspiración te llega en los momentos mas insospechados. A veces, fijaros que cosas, en mitad de una carrera o de un entrenamiento (los que me conocéis sabéis que me gusta correr) se me enciende la bombilla con ideas para un asunto. O de noche me despierto con inspiración e ideas para otro asunto, por ello tengo en mi mesilla una libreta y bolígrafo, lo apunto y sigo durmiendo tranquilo.

Y asi, poco a poco, con los años, se van alejando los agobios y va llegando la calma, se va atemperando el ego y vamos comprendiendo que la verdadera riqueza está en ayudar a los demás; que estamos aquí de paso como manifiesta la doctrina budista de la impermanencia de todas las cosas, y recordaba  Teresa de Ávila en esta conocida poesía suya:   “Nada te turbe / Nada te espante / Todo se pasa…”

 En la Universidad nos enseñan muchas cosas, pero no a vivir con la profesión a cuestas, y echo de menos algunas técnicas psicológicas, o de apoyo o ayuda, orientadas al ejercicio de la profesión, que dé herramientas a las nuevas generaciones de Abogados -y a las no tan jovenes tambien- para evitarles sufrimiento inútil; herramientas que muchos de nosotros solo hemos  aprendido con la experiencia de años, en el día a día, en el campo de batalla (en mi caso, además, con la inestimable ayuda de la doctrina estoica y budista que me ha dado herramientas muy valiosas para salir adelante en los momentos difíciles, de hecho hago mindfulness a diario).  Independientemente de ello, creo que es bueno practicar frecuentemente un ejercicio de meditación, y uno de ellos, fundamental es este: que  de veras asumamos internamente de una vez  una idea  que ya conocemos todos: haber realizado nuestro trabajo lo mejor posible debe ser, por sí mismo, motivo de íntimo orgullo, aunque el Tribunal no comparta nuestra posición.  Nuestra autoestima no debería depender de los resultados, sino de nosotros mismos y del esfuerzo honesto. ¡Si sabes que te has dejado la piel en el pleito, ya has triunfado! Y afortunadamente nuestro inmortal Cervantes nos dejó una frase que a mí siempre me ha motivado y dado ánimo en los momentos de baja moral: “…el soldado más bien parece muerto en la batalla, que vivo en la fuga”.  ¡Si! ¡Fuerza y honor!

Repito: ¡Fuerza y honor!  Y si, podemos disfrutar de la profesión, pero sin tomar la parte por el todo, y sin perder de vista la perspectiva vital: el Despacho solo es un medio de vida, no nuestra vida entera. Somos abogados, sí, pero nacimos como personas, seres humanos. Y muchos, como yo, hemos cometido el error de llevarnos al abogado a casa, a la cama, de vacaciones. Mi consejo es claro, querido/a compañero/a que me lees: intenta dejar al abogado/a que eres en el Bufete, porque tú también mereces disfrutar de tranquilidad en tus ratos libres.

Además, hay que relativizar las cosas. Séneca ya hablaba de la brevedad de la vida:  No se nos da una vida corta, sino que la hacemos corta; no carecemos de tiempo, sino que lo malgastamos.” Y Marco Aurelio decía: “¿Es tu reputación lo que te preocupa? ¡Mira lo rápido que somos olvidados! El abismo del tiempo eterno se lo traga todo.”

Al final de nuestra vida, nadie nos preguntará cuánto dinero ganamos o qué prestigio alcanzamos. Todo se quedará aquí. Pero sí es muy posible que nos pregunten: “¿Has sido feliz con tu trabajo? ¿Te lo has pasado bien?”  ¿Qué responderemos?  Mientras tanto, mucho ánimo y adelante;  porque como decían los antiguos romanos, “Dum vita est, spes est.” (“Mientras hay vida, hay esperanza”).

Compañeros de toga, seamos felices en el camino, no solo en el resultado.

Saludos cordiales.

30/09/2025

Perlas (3ª Parte)

De vez en cuando me gusta leer   frases motivacionales,  y meditar su enseñanza.  En este caso, os traigo una tercera parte (Perlas del Pensamiento), como continuación a la que publique hace ya algunos años  Haced click aqui, Perlas 2ª Parte.  Creo que merecen la pena.  

Las he localizado en Internet, y si bien esta vez no he encontrado autor conocido,  me han gustado mucho. 

 Aqui estan:

No preguntes como iniciar. Inicia y luego pregunta cómo mejorar.

La felicidad no es un vaso que se llena, sino una fuente que brota desde tu interior.

La felicidad tiene menos que ver con el placer y mas con el propósito.

Siempre tendrás problemas. Aprende a disfrutar de la vida mientras los resuelves.

Las personas no deciden su futuro, deciden sus hábitos, y sus hábitos deciden su futuro.

En la vida solo puedes controlar dos cosas: tu esfuerzo y tu actitud.

La vida es más dura cuando esperas mucho del mundo y poco de ti mismo.

La vida es mas fácil cuando esperas mucho de ti mismo y poco del mundo. Altos estándares, bajas expectativas.

La mitad de tus problemas son simplemente tu mente haciendo de cosas menores parecer cosas mayores.

No busques secretos cuando lo que necesitas son repeticiones.

No te dejes controlar por tres cosas: la gente, el dinero o las experiencias pasadas.

En cada reto, o incluso tragedia, hay una oportunidad. Y si te entrenas para buscar la oportunidad, podrás tomar el control de la situación e incluso convertirla en algo positivo, o, si no se puede convertir en algo bueno, al menos algo bueno podría salir de ella.

Da las gracias todos los días, porque aunque creas no tener motivos para agradecer, tu día “normal” es el sueño de alguien más.

 Saludos

24/09/2025

Entre la toga y el alma

 

“El hombre sabio no se mide por el resultado de la fortuna, sino por la constancia de su ánimo.” (Séneca, Cartas a Lucilio, 76, 18)

En todas las profesiones, por muchos años que uno lleve en ellas, la preocupación por el resultado nunca desaparece. Es un signo de respeto al oficio y de responsabilidad hacia quienes confían en nuestro trabajo. Estoy convencido de que esa inquietud no es debilidad, sino prueba de que uno se toma en serio lo que hace. Y en mi caso, como abogado, esa tensión diaria adquiere un matiz muy particular...

Llevo más de treinta años en la abogacía, y gracias a la vida no me puedo quejar, he vivido muy dignamente de mi profesión, la cual me ha dado y me sigue dando muchas alegrías, junto con algún que otro disgusto, justo es reconocerlo. Por eso, se supone que a estas alturas debería estar ya uno curtido, como el cuero, inmune ya al temor de perder un juicio, a la presión del resultado, o a la inquietud del qué dirán. Sin embargo, no es así. Sigo sintiendo esa punzada en el alma cada vez que se acerca un caso difícil, y esto es algo común en muchos compañeros de mi edad.  

He leído y releído a Séneca y a Marco Aurelio; me he adentrado profundamente en el budismo tibetano, con la serenidad de sus monjes y sus meditaciones.  Y conozco la teoría: que la virtud está en el dominio interior, que el sufrimiento nace del apego, que nada externo debería turbar mi espíritu. Pero la práctica… ¡ah, la práctica! Eso es otra cosa.

Séneca me recuerda que el conocimiento no aplicado es como un remedio olvidado en el botiquín: no cura. Hay que ejercitarse cada día en la calma, como quien entrena un músculo, primero con lo pequeño, para estar preparado en lo grande.

Marco Aurelio me susurra que no son las cosas externas las que me hieren, sino el juicio que yo hago sobre ellas ("Si te aflige alguna cosa externa, no es ella la que te perturba, sino tu juicio sobre ella. Y está en tu poder borrar ese juicio ahora." Meditaciones, VI, 30).  Y lo repito como un mantra: “Esto no me define. Mi valor no depende del resultado.”

El budismo tibetano enseña que el sufrimiento nace del apego: apego al éxito, a la imagen, apego al imposible control de todas las circunstancias, al resultado. Y el consejo es claro: haz tu trabajo con rectitud y entrega, pero suelta el resultado, como quien deja caer una hoja al río. Haz tu trabajo lo mejor que puedas, y despreocúpate del resto que no depende de ti: quien decide es el Juez.

Como, a día de hoy, el balance general es muy favorable, tengo claro que, si volviera a ser joven, volvería a ser Abogado. Eso si: me llevaría conmigo desde el inicio la enseñanza de Seneca, de Marco Aurelio y de mis monjes budistas; quizás me hubiera ahorrado más de un disgusto de los que he tenido, aunque comprendo que sin dichos tropiezos no tendría mi grado de experiencia actual.

Y aquí estoy, entre mi toga y mi alma, comprendiendo que la verdadera batalla no está en los tribunales, sino en mi interior. Con el tiempo he aprendido que cada día es un regalo para todos: un magnífico entrenamiento, una oportunidad de mirar de frente, cara a cara, a la preocupación y al miedo, y recordarle que no es dueño de nuestra vida.

Quizás nunca consigamos la perfección. Pero ¿acaso no es la vida precisamente eso? Caminar, caer, levantarse, aprender. Y volver a intentarlo. Al final, he descubierto que mi profesión (como todas), con todas sus exigencias y sus luchas, no está reñida con la búsqueda de la serenidad, sino que la hace más necesaria. Si la toga me exige firmeza, el alma me exige compasión. Si los juicios me ponen a prueba, también me ponen frente a mí mismo. Y en ese espejo se revela la enseñanza: el verdadero triunfo no es ganar un pleito, sino no perderme a mí mismo en el proceso.

Saludos.

(Esta entrada la publique el pasado 22.09.2025, problemas tecnicos me obligan a reeditarla de nuevo. Reitero saludos.)

27/08/2025

Reflexiones al atardecer

Este mes de Agosto he estado  en diversos sitios, fundamentalmente la playa (Roquetas y Motril), y oho dias de crucero por el mediterraneo con mi esposa, en compañia de nuestros buenos amigos Fernando y Capilla. Salimos de Valencia a bordo del barco MSC Esplendida, que nos llevó hasta Livorno (Italia); de alli hicimos sendas excursiones hacia Pisa y la preciosa Florencia. Luego tras una muy breve parada en la Ciudad Eterna (que ya visité exhaustivamente el año pasado)  nos dirigimos al norte, hacia Génova, luego Marsella, Tarragona, y vuelta a Valencia. La experiencia ha sido maravillosa e inolvidable, para repetir sin duda. Piscinas, Yacuzzis,  diversas atracciones y juegos, alegria y buen humor, y por la noche fiesta hasta que el cuerpo aguantaba.

Sin embargo, uno de  momentos mas queridos para mi era al atardecer,   me arreglaba un poco y me iba arriba, a la cubierta, para ver ponerse el  Sol. El Astro rey se ocultaba por el Oeste, anunciando el fin del dia. Me veis  en la foto que me hicieron.  En esos  momentos de soledad y silencio me sentia en una completa paz, como un niño pequeño en  el regazo de su madre, abrazado por ésta. Algo precioso e inexplicable. 

Somos una mota minuscula, en medio del inmenso mar, en un planeta  pequeño, en un sistema solar que esta dentro de la Via Lactea, que es una de los  cientos de miles  o millones de galaxias que existen. 

En esos instantes, meditando sobre la impermanencia de todas las cosas, en un primer momento se me ocurria  que los seres humanos, en nuestro necia ignorancia,  nos creemos que somos algo. Pero analizando un poco mas las cosas, me di cuenta de que tambien formamos parte de este precioso universo que nos sostiene, y precisamente por eso estamos dentro de ese Todo, y somos parte de ese Todo que, oh misterio,  tambien  esta dentro de nosotros y nos da su luz.

Saludos.

07/08/2025

Conversaciones con Séneca (Conversaciones con un buen amigo, 2ª Parte)

En alguna que otra ocasion me he imaginado a mi mismo sosteniendo imaginarias conversaciones con los grandes sabios del pasado; me veía atravesando la línea del tiempo, y conversando con muchos de esos ilustres pensadores. En Séneca, a medida que lo he leído leyendo, he encontrado respuestas a las muchas preguntas que nos formulamos hoy dia. Por eso, he construido este dialogo, como continuación al dialogo que publiqué en la PRIMERA PARTE (HAZ CLICK AQUI); un dialogo hondamente sincero, en el cual  he querido plantearle algunas preguntas que en realidad me hago a mí mismo. Aquí están, junto con las respuestas que, con total  fidelidad a su estilo y doctrina, creo que me daría.

¿Séneca,  por que a algunas personas les ofende tanto hasta la más mínima critica?

“Porque aún son esclavos de la opinión ajena. El sabio se conoce a sí mismo y, por tanto, ni se enorgullece con el elogio ni se derrumba con la crítica. Quien se perturba por palabras externas, aún no ha encontrado su centro.”  (Cartas a Lucilio)

¿Cómo superar ese malestar ante las críticas?

“Fortaleciendo el juicio interior. No permitas que otros decidan sobre tu paz. Si la crítica es justa, agradécesela; si es injusta, ignórala. Nada daña tanto como la falta de criterio propio.” (Cartas...)

Hoy me han dicho ‘viejo’. ¿Debería sentirme ofendido?

“¿Ofenderte por haber vivido? Sería tan absurdo como quejarse por haber comido. La vejez no es un insulto, sino una medalla que la vida te cuelga por haber permanecido.” (Cartas...)

¿Por qué a veces nos sentimos inseguros sin saber por qué?

“Porque no has fijado tu mirada en lo interior. El alma, cuando no se apoya en la virtud, busca siempre muletas exteriores: el aplauso, la validación, el afecto. Pero si buscas dentro, verás que ya posees lo necesario para estar en pie.” (Cartas...)

¿Cómo podemos curar las heridas de nuestro pasado?

“El pasado ya no está. El sabio no sufre por lo que ya no existe. Lo que viviste fue real, pero el dolor lo mantienes tú con tu memoria. Haz de tu presente un bálsamo, no un campo de batalla.” (Cartas...)

¿Qué opinas, maestro Séneca, sobre aprender tarde en la vida?

“Aquel que se avergüenza de haber aprendido tarde, aún no ha aprendido nada.” (Cartas...)

¿Qué me dices sobre el miedo a vivir?

“No es que nos falte valor, sino que nos sobra temor mal dirigido.” “Tememos más de lo que sufrimos.”  “No vivimos poco, sino que malgastamos mucho tiempo.” "la vida hay que vivirla con alegria y sin miedos imaginarios. Las fieras cuando no se las persigue, estan tranquilas; nosotros, sin embargo, siempre estamos preocupados por el pasado y por el futuro..." (Cartas...)

Séneca, si hacemos sin querer algo de daño a los demas y tras pedirles disculpas les cuesta trabajo olvidarlo, ¿Cómo podemos afrontar esta situación?

“El alma generosa encuentra alivio en el perdón, pero no es tu poder imponerlo en otro. Has cumplido con tu deber al reconocer el error y pedir perdón. Si el otro no quiere acogerlo, no es tu culpa. Tu conciencia debe estar tranquila. Lo que no depende de ti, no puede atormentarte.”    “No te preocupes por lo que no está en tus manos. El sabio cultiva su propia virtud, no el juicio ajeno. Aquel que ha obrado con rectitud, incluso en la reparación, ha hecho todo lo que debía.” “Persevera en tu amor, aunque no seas correspondido. Porque amar, como vivir, es un acto de virtud, no un contrato de reciprocidad.” (Cartas...)

Maestro Séneca, el mundo actual se preocupa mucho por la riqueza y la acumulación de bienes.  ¿Qué dices de esto?

“Quien vive conforme a la naturaleza jamás será pobre, y quien vive según la opinión ajena jamás será rico”   “si no puedes estar satisfecho con lo que tienes, nunca serás feliz… Si pudiésemos estar satisfechos con cualquier cosa, lo hubiéramos estado hace tiempo”  "La felicidad es disfrutar con moderación lo que se tiene y no desear lo que no se posee."   "No te prohibo la posesion de los bienes, quiero que  poseas las cosas sin temor; y esto lo conseguiras unicamente si te persuades de que aun sin ellas puedes vivir feliz, si las contemplas siempre como son: como cosas perecederas" (Cartas...)

Finalmente, Séneca nos  dejó un claro y estremecedor mensaje a los hombres de hoy:

"Me he apartado no solo de los hombres, sino de los negocios y principalmente de mis negocios; me ocupo de los hombres del futuro. Redacto algunas ideas que les puedan ser útiles; les dirijo por escrito consejos saludables, cual preparados de utiles medicinas, una vez que he comprobado que son eficaces para mis ulceras, las cuales, si bien no se han curado totalmente, han dejado de agravarse. El recto camino, que  descubrí tardiamente, cansado de mi extravio, lo muestro a los demas"... (Carta 8 a Lucilio, 2º parrafo, es cita literal).

 Saludos.


04/08/2025

Un escritor sincero: alimento para el alma en tiempos de ruido


Llevo más de 17 años escribiendo en este blog. No por vanidad,  exhibicionismo u otra razón espúrea,  sino por necesidad: una necesidad interior (humilde pero imperiosa) de poner en palabras lo que pienso, lo que siento, lo que me inquieta. A veces me pregunto por qué sigo haciéndolo. ¿Por qué escribo? ¿Por qué comunico?

Creo que lo hago porque me niego a vivir dormido. Me niego a resignarme a una vida sin reflexión, sin preguntas, sin una cierta mirada hacia lo alto. Escribo porque necesito entender, porque quiero compartir el fruto de esa búsqueda, y porque estoy firmemente convencido de que las palabras pueden  ayudar y sembrar algo valioso en otros, aunque solo sea una duda fértil, una incomodidad provechosa, una chispa de lucidez.

Pero no siempre es fácil. Hay días en que me asaltan dos dudas sutiles:  En medio del ruido y de la prisa, ¿aun tenemos tiempo de leer? ¿Y si el mundo de hoy ya no toma en serio a quien escribe con sinceridad y verdad? 

Vivimos tiempos ruidosos. Tiempos en los que parece que ya solo se escucha al que grita, al que simplifica, al que convierte cada idea en un eslogan, al que ofrece las mercancias mas perecederas e inútiles que existen pero que todo el mundo ansia: dinero, poder,  belleza, prometiendo vanamente con ellas la felicidad eterna, y nos hemos acostumbrado a actuar no por amor a la verdad sino por interés; y  por si fuera poco, buscamos la felicidad instantanea.   En este contexto, ¿Cabe aún la palabra meditada? ¿Tiene cabida el pensamiento que no busca aplauso inmediato ni consenso fácil, sino que nace de un esfuerzo sincero por comprender, y por ayudar a encontar el verdadero camino hacia la paz interior y la felicidad?

Maquiavelo decía que es mejor ser temido que amado. Quizás tuviera razón… si uno gobierna Florencia en el siglo XVI. Pero no es el camino del que busca comprender y ayudar, sino del que pretende dominar a los demas. 

Y sin embargo, escribir -de verdad- sigue siendo un acto profundamente serio. No por su pomposidad, sino por su raíz. Es serio tratar de pensar con rigor. Es serio decir lo que uno cree cierto, aunque no esté de moda. Es serio no traicionarse, aunque nadie aplauda.

Como dijo Cervantes: “La lengua es la pluma del alma.” Y como tal, lo que se escribe con sinceridad no es solo un conjunto de palabras: es la manifestación de lo que uno es, de su interior más hondo. No solo se conoce a las personas por sus hechos —como bien dijo Jesús de Nazaret: “por sus obras los conoceréis”— sino también por sus palabras, por lo que piensan y por cómo lo expresan. Por lo que escriben cuando nadie los obliga a escribir; o, como en muchas de mis entradas hago, por escribir una duda honrada: en una duda honrada hay mas verdad que en mil frases tendenciosas o malintencionadas.

Y en ese sentido, escribir no es solo un ejercicio intelectual. Es también una forma de alimento. Como dijo también Jesús: “No solo de pan vive el hombre”… Y yo, que procuro atender mis necesidades materiales con la debida responsabilidad, no olvido tampoco que el alma también tiene hambre. Y que si no se le ofrece un pan más alto —hecho de silencio, pensamiento, verdad y belleza— languidece. 

Por eso escribo: porque encuentro aquí alimento para mi espíritu. Porque me ayuda a crecer interiormente. Porque en esta búsqueda hay algo de consuelo, algo de dignidad, algo de luz.

Por eso, este blog no es solo un cuaderno de pensamientos: es también una forma de verdad. Una forma de verdad (mía, sí) pero que no se cierra sobre sí misma y que está abierta a toda luz de la verdad.

Escribir me ha servido, a lo largo de estos años, como medicina. Ha sido para mí lo que la contemplación es para el monje, lo que el silencio es para el sabio: una forma de entenderme, de aliviarme, de reconstruirme. Es un tratamiento que no me cura del todo, pero que me permite caminar con más dignidad y paz interior.

Y, al mismo tiempo, escribo también por los demás. Porque si una sola persona, en algún momento, en algún rincón del mundo, lee algo aquí y se siente comprendida, aliviada o inspirada… entonces esta tarea, silenciosa pero constante, no ha sido en vano.

Escribo con alegría. Pero no con la alegría tibia de quien pide disculpas por pensar, sino con la dicha serena de quien es feliz escribiendo y compartiendo. Porque escribir, en mi caso, es también un acto de amor. Y el amor -el verdadero, el que no tiene miedo de mostrarse tal cual es- sigue siendo el mayor enemigo del miedo.

Y en este mundo nuestro, tan lleno de prisas, etiquetas y ruido… a veces pienso que lo que más falta hace no es talento, ni poder, ni dinero, ni éxito.

Le falta amor.

Y le sobra miedo.

Saludos.

PJGR

03/08/2025

Tatuajes con sentido. Tinta y toga.

Hoy me apetece hacer una pequeña confesion.

No hay contradicción alguna entre llevar toga y llevar tinta.  Y no lo hice en mi juventud. Ni siquiera en la madurez temprana. Me tatué ya muy entrado en los cincuenta. No fue rebeldía tardía, ni capricho impulsivo, ni una moda pasajera, sino algo más íntimo, profundo y desde luego muy meditado: un gesto de fidelidad hacia lo que más me ha sostenido en la vida. Son marcas (muy discretas pero  visibles) de lo que, desde hace décadas, llevo muy dentro.

En mi brazo derecho  justo debajo del hombro, descansa el símbolo de Roma: el águila imperial, el SPQR, y la corona de laurel.  Es el emblema que veis justo en la imagen de la derecha. No como alabanza al imperio, sino como homenaje personal al pensamiento estoico. Llevo más de treinta años leyendo y meditando a Séneca, y a Marco Aurelio. Ellos han sido, en muchos momentos de duda o de tormenta, un faro de lucidez, dignidad y serenidad que me han ayudado, y siguen ayudandome. Justo debajo del SPQR, una frase discreta pero poderosa: fortis fortuna adiuvat -la fortuna favorece a los valientes/audaces-. Es un recordatorio de que no hay que actuar con temeridad, sino con coraje sereno; no dejarse intimidar por las dificultades, sino superarlas. Que hay que avanzar siempre, aunque sea con miedo. Que hay que vivir, aún con incertidumbre. No es temeridad sino, insisto,  coraje con serenidad.

En la parte exterior del brazo derecho  también llevo tatuada una antigua advertencia: Respice post te hominem te esse memento mori. Es decir: “Mira tras de ti, recuerda que solo eres un hombre y que has de morir.” No es una sentencia sombría, sino una llamada a la lucidez. En un mundo que olvida su finitud, esta antigua fórmula romana —eco del alma estoica— me recuerda que nada es eterno; que la gloria es efímera, que la vida es un soplo y que el verdadero valor reside en vivir con dignidad, con conciencia, con amor. No soy/somos más que hombre/s, y precisamente por eso, todo en mí/nosotros es vulnerable, pero por eso mismo es valioso. No me tatué la frase por morbo ni por dramatismo, sino como brújula silenciosa: para no dormir en la soberbia, para no huir del presente, para recordar que lo esencial no se aplaza. Esta frase es uno de los mejores disolventes que conozco contra el sinsentido del orgullo humano.

En la cara interior de mi antebrazo izquierdo,  la veis al lado, una rosa de los vientos. La he personalizado, pues en sus cuatro puntos cardinales,  he colocado las iniciales de las personas que más amo: mi mujer, y mis tres hijos.  MJ, MP, RM, PJ. Ellos son mi hogar, mi brújula, mi norte en las noches oscuras.

No me tatué por estética ni por moda. Lo hice porque necesitaba llevar a flor de piel -literalmente- aquello que me sostiene por dentro. Mis pilares. El estoicismo. El amor. La memoria. La humildad ante la muerte. La gratitud por la vida. Y sencillamente porque me gusta;  estoy muy contento de llevarlos.

Si, soy Abogado, pero también soy hombre, hijo del tiempo, buscador incansable. Y en este cuerpo —que envejece, que se cansa, que se emociona— he querido dejar trazos visibles de una travesía invisible: la del alma. Cada uno lleva su historia escrita en algún lugar: en el rostro, en los silencios, en los recuerdos. Yo he elegido también llevarla en la piel. No para mostrarla, sino para recordarla. Porque a veces necesitamos signos visibles que nos devuelvan a lo invisible, y a lo esencial.

Y lo esencial, como decía Marco Aurelio, es simple: “Haz lo que debes. Di lo que piensas. Sé lo que eres.”

Saludos.

P.J.G.R.

01/08/2025

Bruma en el alma clara. Aceptar, sentir, vivir.

 

Hay días en los que uno se despierta con una tristeza que no tiene nombre. No es por algo que haya sucedido, ni por nada ni nadie en concreto. Es una bruma silenciosa, como si el alma recordara algo que la mente ha olvidado.

Hoy es, paradójicamente, mi primer día de vacaciones. En teoría, debería sentirme ligero, descansado, quizás hasta eufórico. Pero el silencio externo —al cesar el ruido del trabajo y las prisas— parece abrir la puerta a otro tipo de silencio: el que deja salir lo que llevábamos dentro y no habíamos escuchado.

En esos momentos, intento no resistirme. Dejo que la tristeza me acompañe, como quien camina con un viejo amigo que no necesita palabras; como las emociones, que fluyen naturalmente y pasan, como las olas del mar. Y he aprendido que muchas veces no es un malestar, sino una forma más profunda de estar en el mundo: una sensibilidad que percibe lo que otros ignoran.


Marco Aurelio decía: “Ama solamente lo que te ha sucedido, y lo que te sucede. ¿Qué podría ser más apropiado?” Porque todo lo que nos ocurre, incluso aquello que nos pesa o nos duele, ya estaba tejido con nosotros. No hay error ni extravío; hay camino.

Esta tristeza, entonces, no es un fallo del sistema, al contrario: es  parte de la travesía. Quizás no es más que el eco de la lucidez. O la sombra de la plenitud, que solo se revela al alma que no huye de sí misma.

Y sin embargo, en medio de la bruma, también hay luz. Tal vez no lo veamos en ese instante, pero el simple hecho de poder sentir ya es semilla de claridad. Hay en nosotros más fortaleza de la que creemos, y al otro lado del silencio, la vida nos espera, serena y fiel como la marea.

“No busques que las cosas ocurran como tú deseas, sino desea que ocurran como ocurren.” (Epicteto, Enquiridión, 8)

“Ama lo que te sucede, porque eso es lo que te fue asignado por el orden del universo.” (Marco Aurelio, Meditaciones, 7.57)

"Así como las olas vienen y van, también vienen y van nuestras emociones. Lo importante no es detenerlas, sino aprender a no aferrarse a ninguna." (Enseñanza budista tradicional)

Saludos

Pablo J. Gamez Rodriguez