-Si, no habrá otro como él, -dijo entonces Lucio-. Las legiones tardamos una hora en cruzar el Rubicón. Cuando estuvimos en el otro lado, Cesar parecía transfigurado: todas las dudas desaparecieron. Volvia a ser el mismo Cesar de siempre, amable y tranquilo. Ya no habia marcha atrás. Envió a nuestros exploradores para que reconocieran el terreno, pero como ninguno antes que él habia cruzado el Rubicón, nadie se esperaba esta reacción de Cesar. Todo estaba tranquilo.
-Lo recuerdo bien. Pompeyo huyó al Sur –aclaró Publio- y luego embarcó para Grecia, no vió mas solución que la desesperada; ceder y huir. Pompeyo estaba trastornado; salió de Roma dejando el tesoro publico, no pudo detener a Cesar, abandonó a una parte de sus tropas y pasó al mar. Muchos dijeron que Cesar había tenido suerte; pero nuestro Cesar era un hombre tan extraordinario y tenia tantas cualidades, y tan pocos defectos, aunque si muchos vicios, que todo ejercito que hubiese mandado él tenia que vencer.
-Si. Pero tras algunos relativos fracasos en Grecia -matizó Lucio-, en Hispania vencimos nosotros a los lugartenientes de Pompeyo. Recordad que estuvimos a punto de ser aniquilados por Afranio en Ilerda (Lérida), y conseguimos eludir la tenaza de 70.000 hombres y rodearlos en un recodo del Ebro. ¡Como rugia Cesar aquel dia…! Y por si fuera poco, mas adelante vimos claro que ganariamos, porque si bien Pompeyo era dueño de la costa y de fuerzas muy superiores, y estuvo a punto de vernos destruidos por el hambre más de una vez, no obstante tenia un gran defecto: la debilidad de pretender el aplauso de los demás. Solo se dedicaba a oir las palabras idiotas de su gente, que se burlaban de el, o lo acusaban una y otra vez.
Todos los demas veteranos asintieron.
-¿Recordais lo que decian? –recordó Postumo, con evidente guasa- “Quiere perpetuarse en el mando y ser como Agamenón, Rey de Reyes”. “Os advierto que este año no comeremos higos de Tusculo”. El caso es que algunos éxitos parciales que obtuvo acabaron de hacer perder la cabeza a los senadores, y a Pompeyo con ellos. Y debido a ello, para no ser censurado entonces, Pompeyo mismo cavó su fosa de muerte: sacrificó a todas sus ventajas para ir, con tropas nuevas, a presentarnos batalla a nosotros. ¡A nosotros, los de Cesar, tantas veces vencedores!”. Cesar no se lo podia creer. Recordad lo que nos dijo: “!Hermanos, Pompeyo viene a enfrentarse a nosotros con tropas nuevas!” ¡Que aullido se escuchó en todas las legiones aquel dia...!
-Asi paso lo que pasó en Farsalia. Tu fuiste ahí el heroe, Publio.
-Si –admitió Publio, con evidente muestras de orgullo-; lo di todo en la batalla, los dioses me sonrieron, y Marte me besó en la frente.
-Cuéntanos como lo viviste tu –preguntó Marcelo.
-Estaría encantado; pero será en otro momento. Que no se nos pase la carne. Esto ya está. Mirad.
Y asi era: comprobado por los hombres que las piezas ya estaban listas, las sacaron de los asadores y las llevaron a donde estaban las mujeres y los niños. Todo fue regado con el buen vino que Postumo habia comprado en la Taberna. La comida fue muy abundante y el ambiente agradable. Los hombres comieron rapido, y mirando a un lado y a otro, como si algún enemigo los estuviera acechando: habian sido muchos años de continua vigilancia en el ejército. Lo detectaban todo: cualquier ruido que se producia en la naturaleza era interpretado correctamente por los veteranos.
Tras la comida, las mujeres portaron un recipiente de grandes dimensiones, ovalado, de madera. Al abrirlo un agradable olor se esparció por el ambiente: eran frambuesas y moras de zarza maceradas en vino. Otro detalle del buen Póstumo.
Terminada la comida, levantaron los manteles y los niños se fueron a jugar. Las mujeres se dirigieron al interior de la casa, concretamente al Triclinium, y los hombres se quedaron fuera, como de guardia. Publio no perdía de vista a Isania.
-No me digas que te has enamorado, Publio, eso es imposible. ¿Tu precisamente, viejo fornicador empedernido? –le preguntó Lucio.
-Es preciosa, hermano…no me importaría acabar mi vida junto a ella.
Ya anochecía. Los hombres volvieron adentro, y siguieron charlando de unas cosas y de otras, especialmente de su pasado militar. Publio era el alegre del grupo, siempre pendiente de Isania y bromeando sin parar. Lucio, eternamente enamorado de Iulia y deseoso de encontrarla, junto a sus dos hijos, era un veterano glorioso de guerra, que no presumía de ello, cosa que desorientaba enormemente a Póstumo, viejo experimentado, listo y ágil, que presentía algo que ni siquiera podía sospechar entonces Lucio.
Tras despedirse todos, quedaron solos en la casa Póstumo, Lucio y Publio. Lucio guardó silencio. Volvió a acordarse de Iulia y de sus hijos. Y comenzó a beber otra vez, a grandes sorbos, sumiendose de nuevo en sus pensamientos. Postumo lo detectó, porque al poco le dijo:
-Si, Lucio: búscala, encuéntrala. Mañana podréis partir. Pero escúchame: cuando lleguéis a Massalia, no os dirijáis al barrio de la arena, donde ella vivía, porque nadie os dará razón alguna: id a casa de Scila, la vieja. Aun vive, y apostaría el único ojo sano que tengo a que os dirá donde está.
-Gracias, viejo Póstumo –dijo Lucio, mientras notaba que los ojos se le llenaban de agua-, los dioses te tendrán todo esto en cuenta.
-¡Cuadrate! ¡Recuerda que eres un soldado! –le gritó Postumo
-¡Por todos los dioses Póstumo! ¡Lo he sido durante veinticinco años! ¡A ti te hubiera gustado realistarte, pero no a mi, terminé asqueado y cansado de todo, tu me conoces..! Jamas le he tenido miedo a nada.
-Por eso te lo digo. ¡Cuadrate ante la vida! ¡Que no te vuelva yo a ver asi…! A veces las heridas de la vida duelen mucho más que las heridas que recibimos en el frente –le espetó Postumo, cogiendolo de los hombros y hablandole a un palmo de la cara-, y tenemos que ser fuertes. Un tajo con una gladius lo puede coser un medico, pero una herida de la vida, invisible, ¡no hay quien la suture! Debes de mantenerte firme, hermano.
Lucio recuperó casi inmediatamente la compostura. Era evidente que Póstumo llevaba razón y así lo reconoció interiormente Lucio, que guardó silencio y tomó muy buena nota del consejo que le dio Póstumo en cuanto a la vieja Scila. Y no dijo nada, pero le dirigió una intensa mirada a Póstumo. Fue la única vez que la petrea mirada de Póstumo brilló. Ambos se entendieron perfectamente sin decir nada más. Conmovido tambien, Póstumo le dijo:
-Anda, ve a dormir, hijo.
Publio cogió por los hombros a Lucio.
-Si, vamos a dormir, hermano, mañana partiremos para Massalia.
-Si. Pero tras algunos relativos fracasos en Grecia -matizó Lucio-, en Hispania vencimos nosotros a los lugartenientes de Pompeyo. Recordad que estuvimos a punto de ser aniquilados por Afranio en Ilerda (Lérida), y conseguimos eludir la tenaza de 70.000 hombres y rodearlos en un recodo del Ebro. ¡Como rugia Cesar aquel dia…! Y por si fuera poco, mas adelante vimos claro que ganariamos, porque si bien Pompeyo era dueño de la costa y de fuerzas muy superiores, y estuvo a punto de vernos destruidos por el hambre más de una vez, no obstante tenia un gran defecto: la debilidad de pretender el aplauso de los demás. Solo se dedicaba a oir las palabras idiotas de su gente, que se burlaban de el, o lo acusaban una y otra vez.
Todos los demas veteranos asintieron.
-¿Recordais lo que decian? –recordó Postumo, con evidente guasa- “Quiere perpetuarse en el mando y ser como Agamenón, Rey de Reyes”. “Os advierto que este año no comeremos higos de Tusculo”. El caso es que algunos éxitos parciales que obtuvo acabaron de hacer perder la cabeza a los senadores, y a Pompeyo con ellos. Y debido a ello, para no ser censurado entonces, Pompeyo mismo cavó su fosa de muerte: sacrificó a todas sus ventajas para ir, con tropas nuevas, a presentarnos batalla a nosotros. ¡A nosotros, los de Cesar, tantas veces vencedores!”. Cesar no se lo podia creer. Recordad lo que nos dijo: “!Hermanos, Pompeyo viene a enfrentarse a nosotros con tropas nuevas!” ¡Que aullido se escuchó en todas las legiones aquel dia...!
-Asi paso lo que pasó en Farsalia. Tu fuiste ahí el heroe, Publio.
-Si –admitió Publio, con evidente muestras de orgullo-; lo di todo en la batalla, los dioses me sonrieron, y Marte me besó en la frente.
-Cuéntanos como lo viviste tu –preguntó Marcelo.
-Estaría encantado; pero será en otro momento. Que no se nos pase la carne. Esto ya está. Mirad.
Y asi era: comprobado por los hombres que las piezas ya estaban listas, las sacaron de los asadores y las llevaron a donde estaban las mujeres y los niños. Todo fue regado con el buen vino que Postumo habia comprado en la Taberna. La comida fue muy abundante y el ambiente agradable. Los hombres comieron rapido, y mirando a un lado y a otro, como si algún enemigo los estuviera acechando: habian sido muchos años de continua vigilancia en el ejército. Lo detectaban todo: cualquier ruido que se producia en la naturaleza era interpretado correctamente por los veteranos.
Tras la comida, las mujeres portaron un recipiente de grandes dimensiones, ovalado, de madera. Al abrirlo un agradable olor se esparció por el ambiente: eran frambuesas y moras de zarza maceradas en vino. Otro detalle del buen Póstumo.
Terminada la comida, levantaron los manteles y los niños se fueron a jugar. Las mujeres se dirigieron al interior de la casa, concretamente al Triclinium, y los hombres se quedaron fuera, como de guardia. Publio no perdía de vista a Isania.
-No me digas que te has enamorado, Publio, eso es imposible. ¿Tu precisamente, viejo fornicador empedernido? –le preguntó Lucio.
-Es preciosa, hermano…no me importaría acabar mi vida junto a ella.
Ya anochecía. Los hombres volvieron adentro, y siguieron charlando de unas cosas y de otras, especialmente de su pasado militar. Publio era el alegre del grupo, siempre pendiente de Isania y bromeando sin parar. Lucio, eternamente enamorado de Iulia y deseoso de encontrarla, junto a sus dos hijos, era un veterano glorioso de guerra, que no presumía de ello, cosa que desorientaba enormemente a Póstumo, viejo experimentado, listo y ágil, que presentía algo que ni siquiera podía sospechar entonces Lucio.
Tras despedirse todos, quedaron solos en la casa Póstumo, Lucio y Publio. Lucio guardó silencio. Volvió a acordarse de Iulia y de sus hijos. Y comenzó a beber otra vez, a grandes sorbos, sumiendose de nuevo en sus pensamientos. Postumo lo detectó, porque al poco le dijo:
-Si, Lucio: búscala, encuéntrala. Mañana podréis partir. Pero escúchame: cuando lleguéis a Massalia, no os dirijáis al barrio de la arena, donde ella vivía, porque nadie os dará razón alguna: id a casa de Scila, la vieja. Aun vive, y apostaría el único ojo sano que tengo a que os dirá donde está.
-Gracias, viejo Póstumo –dijo Lucio, mientras notaba que los ojos se le llenaban de agua-, los dioses te tendrán todo esto en cuenta.
-¡Cuadrate! ¡Recuerda que eres un soldado! –le gritó Postumo
-¡Por todos los dioses Póstumo! ¡Lo he sido durante veinticinco años! ¡A ti te hubiera gustado realistarte, pero no a mi, terminé asqueado y cansado de todo, tu me conoces..! Jamas le he tenido miedo a nada.
-Por eso te lo digo. ¡Cuadrate ante la vida! ¡Que no te vuelva yo a ver asi…! A veces las heridas de la vida duelen mucho más que las heridas que recibimos en el frente –le espetó Postumo, cogiendolo de los hombros y hablandole a un palmo de la cara-, y tenemos que ser fuertes. Un tajo con una gladius lo puede coser un medico, pero una herida de la vida, invisible, ¡no hay quien la suture! Debes de mantenerte firme, hermano.
Lucio recuperó casi inmediatamente la compostura. Era evidente que Póstumo llevaba razón y así lo reconoció interiormente Lucio, que guardó silencio y tomó muy buena nota del consejo que le dio Póstumo en cuanto a la vieja Scila. Y no dijo nada, pero le dirigió una intensa mirada a Póstumo. Fue la única vez que la petrea mirada de Póstumo brilló. Ambos se entendieron perfectamente sin decir nada más. Conmovido tambien, Póstumo le dijo:
-Anda, ve a dormir, hijo.
Publio cogió por los hombros a Lucio.
-Si, vamos a dormir, hermano, mañana partiremos para Massalia.
(CONTINUARÁ).
Saludos.
20 comentarios:
Y lo dejas en continuación?? ahh jajaja
un beso grande
lo imprimiré cuando llegue a casa y lo añadiré a mi novela particular ;)
besos
En Massalia ;-)los esperamos.. y Iulia y sus hijos también supongo, espero...
Oscula multa, O Cornelivs Amicus!
Interesante relato, pero debo empezar por el principio para darle continuidad. Veo que disfrutas con la antigua Roma.
Un cariñoso saludo amigo
un estupendo relax para mi mente después de estar estudiando psicología....genial..gracias por este maravilloso blog que tienes..un beso desde canarias
Sabes lo que más me gusta de estos escritos, es todo esos detalles que tu dominas, nombres de la época, las comidas y frutas que se servían, los gustos de los hombres y mujeres. Además de como desarrollas detalles de guerras, batallas y estrategias, así como el ambiente en que lo desarrollas, lo lleva a uno a la época.
Como siempre muy bueno esta otra parte, esperare la continuación.
Saludos
Ya sabes que esta serie me encanta. Y en este caso, me gustaría destacar el modo en el que has terminado el capítulo... parece una verónica.
un abrazo solidario.
Hasta Plubio tiene derecho al amor...verdadero...con la entrega y el riesgo que lleva aparejado, creo!
Y ojalá Lucio sane la heridas de la vida, tal parece que Póstumo, como buen amigo, lo acompaña en el proceso!
Te sigo, abrazos!
aggg pero sigue sigue no me dejes asi jejejeje
besitosssss
Me ha impresionado esa separación entre las heridas del frente y aquellas de la vida ¿por qué separar ambas cosas? todo es vida al fin y al cabo, incluso la misma muerte.
Gracias por tu visita, nos seguiremos leyendo. Un abrazo
He tenido que releer algo del anterior para situarme, pero me ha encantado hacerlo. Y me alegro de que decidieras continuar de una vez, y sin perder ni un ápice de interés ni de buena narración.
Sólo una cosa:
"...no obstante tenía un gran defecto, que era que tenía la debilidad..."
Quedaría mejor: ..."no obstante tenía un gran defecto: tenía la debilidad...".
No lo dejes amigo, esto promete.
Un abrazo.
Alli te espero Cornelivs... en Massalia!!!
Que grande eres!!!!
Un abrazo
saludos de jueves! el día atravesado...... besos!
Como siempre gracias!
Un beso
Noe
... Seguimos de fiesta ... espero que los encuentre ...muy bueno...Besistos.Silvi.
La vida nos proporciona heridas màs grandes que las que recibimos en las batallas.
Gran verdad es èsto, querido amigo Cornelivs.
Què grandes maestros los clàsicos latinos, sin desmejorar a los griegos.
Abrazos
Wenas!! No he leido el resto de las partes, pero esta me ha gustado mucho, me encantan las historias ambientadas en la antigua Roma.
Saludos y que sigas escribiendo cosas tan fantásticas.
Me fui al anterior para tomar "el hilo"...;-)
Personalmente me encanta tu relato. Es tanto el amor que tienes a la historia que lo que transmites te siento como uno mas de la historia.
La "puesta en escena" es magistral...
Un gran abrazo con admiración y respeto mi querido Cornelivs,
Ali
Mañana partiremos a Massalia... qué evocación de futuro.
Me sigue gustando.
Precisamente, Isaac Asimov comenta, y sabes que se trata de un pensador ateo, que la estrella de Pompeyo comenzó a caer, luego de haber entrado al lugar santísimo del Templo de Jerusalem. Cuando se le ocurrió la idea, los judíos creyeron que sería fulminado por un rayo, pero no, salió de lo más campante...Pero su estrella exitosa lo abandonó para siempre.
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