Anoche el trabajo me dió un poco de respiro; y tras la cena, me dirigí a escribir mi post. Mi Diario de Cornelivs me habló. Notó que yo no iba a pasar esta vez de puntillas, agobiado y con prisa, como los dias pasados, sino que venia a quedarme un largo rato con él. Y asi fue. Me sonrió y me susurró al oido, de forma muy tenue, las siguientes razones:
-¡Cornelivs! ¿No eras tú un enamorado de la Antigua Roma? Entonces, ¿Por qué no te atreves a publicar de nuevo algún post sobre el tema? Antes, de vez en cuando colgabas alguna entrada, y la verdad es que me apetece oirte contar algo nuevo sobre ello.
Vi que mi Diario llevaba razón, y pensé obserquiarlo con otra entrada. Y no se por qué, me acordé del cruce del Rubicón. Todos sabemos que cuando Cesar cruza aquel famoso rio, pronuncia la frase "Alea Iacta est".
¿Pero que mas sabemos?A poco que veamos lo sucedido, comprenderemos que el mundo ha cambiado menos de lo que parece: el egoismo, la envidia y los celos ante el éxito ajeno, acompleja a los envidiosos, que se vuelven maquiavélicos y desagradecidos.
Y todo tiene su explicación. Lo que si esta claro es que Roma no hubiera llegado nunca a ser lo que fue, de no haber sido por Julio Cesar, un hombre extraordinario. Consultemos las fuentes. Historia del Lago, o la propia Wikipedia, nos informan de que durante casi diez años, César había combatido ininterrumpidamente contra más de tres millones de guerreros helvecios, galos, germanos y britanos. Un millon de ellos murieron. Otro millón más fueron hechos esclavos. Ochocientas ciudades fueron conquistadas, y trescientas naciones sometidas. Por el contrario, los romanos nunca fueron más de cincuenta mil soldados.
Alejandro Magno sorprende por el gigantesco territorio conquistado, pero Cesar llama la atención por las increíbles cifras antes expuestas y por las enormes consecuencias que para la cultura occidental tuvo la conquista y romanización de los territorios de las Galias y las Islas Británicas. Jamás en la Historia un general había conseguido un triunfo de tal magnitud.
Pero hoy es dia 13 de Enero del año 49 antes de Cristo. Es de noche y hace mucho frio. Nos encontramos en la húmeda orilla de un pequeño rio de Italia. Un general romano, Julio Cesar, cambiará esta noche el curso de la historia cruzando este pequeño rio; el Rubicón.
Habia causas para ello. El primer Triunvirato de Pompeyo, Craso y César, que eran entonces los tres hombres mas poderosos de Roma, no duró mucho porque después de conquistar la Galia, Julia, hija de Cesar, falleció de parto y Craso también había fallecido en su campaña contra Persia, perdiéndose dos legiones enteras, diez mil hombres, de las cuales jamás se supo nada.
Al disolverse el triunvirato, negros vientos de guerra comenzaron a soplar en el horizonte, pues ya solo quedaban César y Pompeyo. Los conservadores eran contrarios a César, por eso se aliaron con Pompeyo, que siempre fue envidioso y receloso de la gloria de César. La causa fue que el soberbio éxito de Cesar disparó todas las envidias y rencores de la aristocracia dominante en Roma. Las conspiraciones de sus enemigos conservadores le cerraron todos los caminos posibles, llegando a acusarle de traición y pidiendo públicamente su condena al exilio; y Pompeyo, irritado por la creciente gloria militar de César, se pasó al bando aristocrático que pretendía acabar con César por medios completamente ilegales.
Cuando el Senado ordenó a Cesar devolver la legión que Pompeyo le había prestado y enviarla junto con otra de las suyas a Italia, César obedeció, desprendiéndose de dos legiones completas. Pero pidió garantías al Senado, y el Senado respondió anulando todas las leyes de César. Los tribunos de la plebe, que eran intocables por Ley, vetaron la orden y por tal motivo estuvieron a punto de ser linchados por los senadores. Huyeron a la Galia y se presentaron ante César con los vestidos rasgados y llenos de magulladuras; seria destacable el rostro de sorpresa e incredulidad de César, que trató de llegar a un acuerdo con Pompeyo, pero éste se negó a dialogar. Entonces el Senado, envalentonado, ordenó que los legionarios galos fueran expulsados de las legiones de Roma y todo el ejército se volvió hacia César, su general, que estaba atónito, esperando una respuesta de su Jefe.
César, no queriendo abusar de la situación, en un último intento por seguir contando con el apoyo de Pompeyo y prevenir una guerra civil, le ofreció la mano de una de sus sobrinas, pero Pompeyo se casó con Cornelia Metella, hija de Metellus Scipio, uno de los peores enemigos de César.
Feas se ponian las cosas para Cesar, que se enfureció; y el Senado al final tomó la decisión: exigió a César deponer su ejército, licenciar a las tropas y entrar en Roma como simple ciudadano, o bien declararse enemigo de Roma. ¡Que desagradecidos! ¡Brava manera de recompensar al hombre que, tres años antes, en Alesia, habia conquistado a toda la Galia, para Roma…!
Aquella noche hacia un frio terrible, cuentan los historiadores, con la humedad del Rubicón, que se pegaba hasta en los huesos de los soldados. Pero ningun soldado se movió de allí.
Cuando Cesar vio el Senatus consulto que estaba grabado en piedra, en el camino de Rimini a Cesena, según el cual “se entregaba a los dioses infernales y se declaraba sacrilego y parricida a cualquiera que con un ejercito, con una legión, o simplemente con una cohorte, cruzase el Rubicón”, Cesar se detuvo en seco, y toda la Décima y las otras legiones hicieron lo propio; se quedó montado en su caballo, quieto, inmóvil, mirando al suelo. Los soldados estaban en silencio. No se oía ni el aleteo de un pajarillo. Y es que el río tenía especial importancia en el derecho romano porque a ningún general le estaba permitido cruzarlo con su ejército en armas. A partir del año 59 a.C, sirvió de frontera entre las provincias romanas y la Galia Cisalpina, para que así Roma quedara protegida de amenazas militares internas.
César siempre tuvo un temperamento tranquilo, sosegado, educado y era muy reflexivo, aunque cuando tomaba una determinación era muy rapido en ejecutarla. Pero aquella noche, a orillas del rio Rubicón, Cesar estaba preocupado, irascible, y por si fuera poco la tarde anterior había sufrido otro ataque del mal de los dioses (epilepsia). Aquello no era propio de César. Sus tropas lo contemplaban, a la orilla del rio, mirando al cielo y gritando:
“¡Oh, Dioses! ¿Que he de hacer? ¡Decídmelo!
Le tuvo que costar mucho trabajo aventurarse a cruzar el rio, porque nadie antes de él lo había hecho, y a ningún general le estaba permitido cruzarlo con su ejército en armas. Además, cruzarlo significaba cometer una manifiesta ilegalidad y un sacrilegio, convertirse en enemigo de la República e iniciar la guerra civil. El rio era el limite del poder de César, que era el amo de toda la Galia. Cesar indicó a sus hombres como estaba la situación y las consecuencias que tendría cruzar el rio, y les dijo que si bien hasta ahora les habia ordenado y mandado como a soldados, ahora les hablaba como hermanos.
Pero tras las dudas, César se decide a cruzar el rio. No obligó a nadie a seguirle, pero sus hombres respondieron como uno solo y fueron con él. A los soldados les importaba un rábano el cumplimiento de la Ley: adoraban a su jefe. Era el aristócrata de más alta cuna que había en Roma, pero siempre defendía al pueblo, y lloraba ante los cadáveres de sus compañeros de armas. ¡Cuantas veces lo vieron llorar derramando lágrimas cuando uno de los suyos caia! Siempre ensalzaba a sus soldados. No obstante ser Cesar el mas grande general que dió Roma, sin embargo dormía en el suelo, al raso, con sus soldados, y comía el mismo rancho frio que ellos. ¡Hablaba siempre con ellos como si fuéran sus iguales! No es de extrañar que los soldados de Cesar lo amaran hasta el paroxismo, no teniendo más voluntad que la de Cesar.
Entonces César pronunció la frase que cambió la historia:
"¡Vayamos allá donde nos llaman los dioses y la injusticia de los hombres! ¡Alea iacta est! ¡La Suerte está echada!"
Todas las legiones estallaron en gritos de júbilo. Era lo que estaban esperando. El cruce del Rubicón cambiaria el curso de la historia.
Saludos.
Vi que mi Diario llevaba razón, y pensé obserquiarlo con otra entrada. Y no se por qué, me acordé del cruce del Rubicón. Todos sabemos que cuando Cesar cruza aquel famoso rio, pronuncia la frase "Alea Iacta est".
¿Pero que mas sabemos?A poco que veamos lo sucedido, comprenderemos que el mundo ha cambiado menos de lo que parece: el egoismo, la envidia y los celos ante el éxito ajeno, acompleja a los envidiosos, que se vuelven maquiavélicos y desagradecidos.
Y todo tiene su explicación. Lo que si esta claro es que Roma no hubiera llegado nunca a ser lo que fue, de no haber sido por Julio Cesar, un hombre extraordinario. Consultemos las fuentes. Historia del Lago, o la propia Wikipedia, nos informan de que durante casi diez años, César había combatido ininterrumpidamente contra más de tres millones de guerreros helvecios, galos, germanos y britanos. Un millon de ellos murieron. Otro millón más fueron hechos esclavos. Ochocientas ciudades fueron conquistadas, y trescientas naciones sometidas. Por el contrario, los romanos nunca fueron más de cincuenta mil soldados.
Alejandro Magno sorprende por el gigantesco territorio conquistado, pero Cesar llama la atención por las increíbles cifras antes expuestas y por las enormes consecuencias que para la cultura occidental tuvo la conquista y romanización de los territorios de las Galias y las Islas Británicas. Jamás en la Historia un general había conseguido un triunfo de tal magnitud.
Pero hoy es dia 13 de Enero del año 49 antes de Cristo. Es de noche y hace mucho frio. Nos encontramos en la húmeda orilla de un pequeño rio de Italia. Un general romano, Julio Cesar, cambiará esta noche el curso de la historia cruzando este pequeño rio; el Rubicón.
Habia causas para ello. El primer Triunvirato de Pompeyo, Craso y César, que eran entonces los tres hombres mas poderosos de Roma, no duró mucho porque después de conquistar la Galia, Julia, hija de Cesar, falleció de parto y Craso también había fallecido en su campaña contra Persia, perdiéndose dos legiones enteras, diez mil hombres, de las cuales jamás se supo nada.
Al disolverse el triunvirato, negros vientos de guerra comenzaron a soplar en el horizonte, pues ya solo quedaban César y Pompeyo. Los conservadores eran contrarios a César, por eso se aliaron con Pompeyo, que siempre fue envidioso y receloso de la gloria de César. La causa fue que el soberbio éxito de Cesar disparó todas las envidias y rencores de la aristocracia dominante en Roma. Las conspiraciones de sus enemigos conservadores le cerraron todos los caminos posibles, llegando a acusarle de traición y pidiendo públicamente su condena al exilio; y Pompeyo, irritado por la creciente gloria militar de César, se pasó al bando aristocrático que pretendía acabar con César por medios completamente ilegales.
Cuando el Senado ordenó a Cesar devolver la legión que Pompeyo le había prestado y enviarla junto con otra de las suyas a Italia, César obedeció, desprendiéndose de dos legiones completas. Pero pidió garantías al Senado, y el Senado respondió anulando todas las leyes de César. Los tribunos de la plebe, que eran intocables por Ley, vetaron la orden y por tal motivo estuvieron a punto de ser linchados por los senadores. Huyeron a la Galia y se presentaron ante César con los vestidos rasgados y llenos de magulladuras; seria destacable el rostro de sorpresa e incredulidad de César, que trató de llegar a un acuerdo con Pompeyo, pero éste se negó a dialogar. Entonces el Senado, envalentonado, ordenó que los legionarios galos fueran expulsados de las legiones de Roma y todo el ejército se volvió hacia César, su general, que estaba atónito, esperando una respuesta de su Jefe.
César, no queriendo abusar de la situación, en un último intento por seguir contando con el apoyo de Pompeyo y prevenir una guerra civil, le ofreció la mano de una de sus sobrinas, pero Pompeyo se casó con Cornelia Metella, hija de Metellus Scipio, uno de los peores enemigos de César.
Feas se ponian las cosas para Cesar, que se enfureció; y el Senado al final tomó la decisión: exigió a César deponer su ejército, licenciar a las tropas y entrar en Roma como simple ciudadano, o bien declararse enemigo de Roma. ¡Que desagradecidos! ¡Brava manera de recompensar al hombre que, tres años antes, en Alesia, habia conquistado a toda la Galia, para Roma…!
Aquella noche hacia un frio terrible, cuentan los historiadores, con la humedad del Rubicón, que se pegaba hasta en los huesos de los soldados. Pero ningun soldado se movió de allí.
Cuando Cesar vio el Senatus consulto que estaba grabado en piedra, en el camino de Rimini a Cesena, según el cual “se entregaba a los dioses infernales y se declaraba sacrilego y parricida a cualquiera que con un ejercito, con una legión, o simplemente con una cohorte, cruzase el Rubicón”, Cesar se detuvo en seco, y toda la Décima y las otras legiones hicieron lo propio; se quedó montado en su caballo, quieto, inmóvil, mirando al suelo. Los soldados estaban en silencio. No se oía ni el aleteo de un pajarillo. Y es que el río tenía especial importancia en el derecho romano porque a ningún general le estaba permitido cruzarlo con su ejército en armas. A partir del año 59 a.C, sirvió de frontera entre las provincias romanas y la Galia Cisalpina, para que así Roma quedara protegida de amenazas militares internas.
César siempre tuvo un temperamento tranquilo, sosegado, educado y era muy reflexivo, aunque cuando tomaba una determinación era muy rapido en ejecutarla. Pero aquella noche, a orillas del rio Rubicón, Cesar estaba preocupado, irascible, y por si fuera poco la tarde anterior había sufrido otro ataque del mal de los dioses (epilepsia). Aquello no era propio de César. Sus tropas lo contemplaban, a la orilla del rio, mirando al cielo y gritando:
“¡Oh, Dioses! ¿Que he de hacer? ¡Decídmelo!
Le tuvo que costar mucho trabajo aventurarse a cruzar el rio, porque nadie antes de él lo había hecho, y a ningún general le estaba permitido cruzarlo con su ejército en armas. Además, cruzarlo significaba cometer una manifiesta ilegalidad y un sacrilegio, convertirse en enemigo de la República e iniciar la guerra civil. El rio era el limite del poder de César, que era el amo de toda la Galia. Cesar indicó a sus hombres como estaba la situación y las consecuencias que tendría cruzar el rio, y les dijo que si bien hasta ahora les habia ordenado y mandado como a soldados, ahora les hablaba como hermanos.
Pero tras las dudas, César se decide a cruzar el rio. No obligó a nadie a seguirle, pero sus hombres respondieron como uno solo y fueron con él. A los soldados les importaba un rábano el cumplimiento de la Ley: adoraban a su jefe. Era el aristócrata de más alta cuna que había en Roma, pero siempre defendía al pueblo, y lloraba ante los cadáveres de sus compañeros de armas. ¡Cuantas veces lo vieron llorar derramando lágrimas cuando uno de los suyos caia! Siempre ensalzaba a sus soldados. No obstante ser Cesar el mas grande general que dió Roma, sin embargo dormía en el suelo, al raso, con sus soldados, y comía el mismo rancho frio que ellos. ¡Hablaba siempre con ellos como si fuéran sus iguales! No es de extrañar que los soldados de Cesar lo amaran hasta el paroxismo, no teniendo más voluntad que la de Cesar.
Entonces César pronunció la frase que cambió la historia:
"¡Vayamos allá donde nos llaman los dioses y la injusticia de los hombres! ¡Alea iacta est! ¡La Suerte está echada!"
Todas las legiones estallaron en gritos de júbilo. Era lo que estaban esperando. El cruce del Rubicón cambiaria el curso de la historia.
Saludos.
26 comentarios:
Así son los que cambian la historia, en efecto. A veces hay que dar ese paso. Eso sí, ahora debemos compartir la gloria con los que lo pasen con nosotros.
Me alegro de tu vuelta a Roma, querido amigo.
Ave Cornelivs... me encantan estos paseos tuyos por la Historia romana... A VECES HAY QUE DAR EL PASO... SI O SI...
UN ABRAZO AMIGO!!!
Cornelivs... Cuando,volveras a la vieja historia¿??.Besitos.Silvi. Si el triunfo de Alejandro Magno impresiona por el gigantesco territorio conquistado, el de César lo hace por las increíbles cifras antes expuestas y por las enormes consecuencias que para la cultura occidental tuvo la conquista y romanización de los territorios de las Galias y las Islas Británicas.Jamás en la Historia un general había conseguido un triunfo de tal magnitud.Sin embargo, este soberbio éxito, disparó todas las envidias y rencores de la aristocracia dominante en Roma. Las conspiraciones de sus enemigos conservadores le cerraron todos los caminos posibles, llegando a acusarle de traición y pidiendo públicamente su condena exilio. Muerto Craso en el desastre de Carras, Pompeyo, irritado por la creciente gloria militar de César, se pasó al bando aristocrático que pretendía acabar con César por medios completamente ilegales, obligando a César a marchar sobre Roma al frente de las legiones a las que durante ocho años había conducido, de victoria en victoria por toda la Galia. El 13 de enero de 49 a.C. César cruzó el río Rubicón (frontera entre su provincia e Italia). No obligó a nadie a seguirle, pero sus hombres respondieron como un bloque y secundaron a su general. "¡Vayamos allá donde nos llaman los dioses y la injusticia de los hombres! ¡La Suerte está echada!" fue el grito de guerra de César, al que sus legionarios contestaron con el celebérrimo de ¡O CÉSAR O NADA!
Con unos amigos, acabo de terminar una conversación sobre la "Crónica de la guerra de las Galias", así que tu post ha completado nuestra sobremesa ;-)
No quiero abusar de tu hospitalidad, pero hubo quien con menos de 600 hombres bajo su mando conquistó un imperio. Lamentablemente era español, así que es políticamente incorrecto citarlo sin ofender a los sacerdotes del buenismo que nos invade. No tentaré a la bicha.
Tus historias sobre roma son instructivs elegantes y muy bien detalladas..da gusto leerte amigo mio...un abrazo enorme...
Gracias por este recorrido histórico.
salgo de Vacaiones. Mañana ya, rumbo a Sudamérica. Besos e igualmente seguiré conectada.
PD Sobrevolaré el Rubicón.
Dios, cómo me conmueve leerte...
Siempre me gustó la historia romana y tú la escribes tán vívida, en primera persona...si hasta pareciera que estuviera ahí a tu lado ´viviéndola!
Te abrazo y te admiro por eso...
Buen finde, Ave Cornelivs!!
Ali
Qué placerrrrrr, Pablo!!!!
¿Hace falta que te diga que me fascinó tu artículo?
En la actualidad, "cruzar el Rubicón" también es dar un paso importantísimo en nuestra vida, es dejar atrás una etapa y tener el coraje de aventurarse por lo que queremos. Me gusta mucho esa frase!
Mi enorme Abrazo Querido Amigo!
Bueno, esperemos que el diario te hable más a menudo para poder seguir sorprendiéndonos con texztos como éste.
Un abrazo,
José María
Que interesante es leerte, Cornelivs, ya echaba yo de menos estas entradas tuyas. Ave, gran defensor de Roma.
Un abrazo, gran post
Me ha encantado la crónica de la historia... ¡gracias! Un abrazo
Bueno...pero yo me alegro enormemente porque no me tocó vivir aquellos tiempos de guerras constantes y de soliloquios de conquistadores y esclavos. Hoy, por lo menos, las conquistas no son tan cruentas (en su mayoría) y nuestra esclavitud es más consumista, cultural y política que física jejejee Algo hemos avanzado! jejeje
Tu post, como siempre, un aprendizaje.
Saludos!
Me alegro que el ordenador te avisara que hacía tiempo no nos adentrabas nuevamente en esos caminos románicos.
Y como siempre "La suerte está echada"
Buen fin de semana
Noe
Esos son los seres que a fuerza de carácter y con agallas han escrito la historia.
Han quedado grabados para siempre,ellos y sus avatares.
Reconozco,que la historia siempre me ha gustado y si está bien contada es todo un placer adentrarse en ella.
Tú,eres maestro en ello.
Un beso grande.
Hola amigo Cornelivs, me alegro de que tus ocupaciones te den un respiro, y me alegro de poder leer estas historias de Roma de la cual estoy muy enamorada, al igual que del resto de "tutta l'Italia", un abrazo y feliz fin de semana
Un gusto que vuelvas a reemprender el camino de la Historia, la de todos..
Un abrazo.
Esta narración hubiese sido un capítulo excelente en la historia de nuestro viejo centurión (aunque espero que aún lo siga siendo).
Me ha encantado, y lo he sentido como si lo hubiese escuchado de tu propia voz.
No lo olvidaré cuando me tope con algún Rubicón de los muchos que nos pone la vida por delante.
Un abrazo.
Me encanta que de vez en cuando nos des estos ramalazos de historia que nos dejan a todos embobados jajaja
saludos y un abrazo!
Hola Cornelius:
Sospecho que algo he tenido que ver en que te acordaras del Rubicón. Me ha gustado mucho la nota. Para mí, la expresión siempre ha tenido el sentido de tomar una decisión importante, sin posibilidad de vuelta atrás. Como hizo César.
Un abrazo
querido amigo CORNELIVS: Roma, ejemplo de cultura y transgresiones... cuando crees que todo sucederá según planeado, descubres que "algo" que habías omitido pero que generará una nueva y distinta realidad. Sí: alea jacta est... sit tibi terra levis caro amigo. Siempre genial. Un abrazo andino. Víctor
Qué cosas... apenas entré al Blog y leí la cabecera pensé lo mismo... ¡Cuanto hace que no nos habla de historia!... Empiezo a leer el post y no lo podía creer!!!
Me encantó el relato e inevitablemente relacioné muchos pasajes con nuestra historia Argentina... siempre es así... "la suerte está echada".
Besotes mi querido amigo!
GRACIAS A TODOS.
CORNELIVS OS QUIERE.
hola!este relato me encanto...Cesár fue un Grande....y solo ellos son capces de cambiar la historia...
ojalá nosotros nos atrevieramos a cruzar los ríos que nos permitirían cambiar el rumbo de nuestras vidas...
besos.
silvia cloud
hola cielo!!!...un post genial!!!..me encanta la historia...y cierto!!!...hay que dar el paso, nunca hay que quedarse quieto, esperando....es mejor dar esa zancada...un besote amigo mio...y no dejes de "publicar" la historia...
Amo esta tu forma de adentrarme a la historia de la vida misma...
un beso gigante!!
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