Domingo. 8,30 de la mañana. Me levanto temprano. Tengo ganas de dar un paseo en moto. Me asomo a la ventana y observo con placer que hace un dia esplendido para darse una vuelta. Y emulando a los antiguos romanos, que iban a la guerra armados con su armadura, sus caligas, sus calzones su cota de malla, su casco y su espada, con el mismo espiritu de aventura me calzo mis botas, mis pantalones mi chaqueta, y mi casco, me ciño bien el talle con el fajin que me regaló mi buen easycure, me monto en mi caballo de hierro, y me voy a galopar a galope tendido.
Para mi es una terapia. Necesito evadirme, aunque sea un ratito, de los problemas cotidianos y del estres de toda la semana de trabajo.
Siempre los primeros kilometros para mi son los más complicados, puesto que tienes que acostumbrarte a estar encima de la moto y coger la postura. Pero cuando llevas 15 o 20 km, y te acoplas bien, empiezas a disfrutar de lo lindo, y comienzas a soltar el estress acumulado durante toda la semana.
Nunca voy muy deprisa, me tomo mi tiempo. Observo los paisajes, las colinas, los verdes valles, en primavera verdes y con su infinita gama de colores, y en verano con el color ocre tostado del sol de Julio; muchos castillos, los imponentes toros de osborne; rios, prados y mil cosas mas.
Cuando diviso algun sitio pintoresco, detengo la maquina, apago el motor, y me siento a fumar tranquilamente un cigarrillo, contemplando el paisaje. Es muy dificil explicar la sensación de libertad, de placer, y de paz interior que te invade en esos momentos. Estas solo, completamente solo, en contacto con la naturaleza. Tienes tiempo para pensar y para meditar, o, simplemente, para recrearte la vista con algun paisaje espléndido y disfrutar de su contemplación.
Hay muchos lugares que he recorrido con mi moto: Puerto de la Mora, Malaga, Almeria, Jerez, Córdoba, la bella y romántica Granada (o "Garnata", como la llamaban los moros) etc. Algunos de mis preferidos son Despeñaperros, en plena Sierra Morena, donde D. Quijote, imitando a Beltenebros, realizó su famosa penitencia para merecer los favores de Dulcinea y en una de cuyas ventas mantearon, y bien, a Sancho; el puerto del Suspiro del Moro, pasada ya Granada y camino del mar, donde lloró Boabdil; y, por último, Tiscar, antiguo emplazamiento árabe, donde los arboles cubren completamente la carretera en muchos tramos; Santiago de la Espada (donde una vez, vaya susto, estuve a punto de no poder volver por la nieve) y otros numerosos. En Tiscar, si uno escoge un buen sitio, no pasarán ni cinco minutos sin que vea una alegre ardilla en la copa de los árboles.
Y el corazón de expande. De pronto me siento como un nuevo correo del emperador, portando las noticias de tal o cual batalla en su caballo de hierro.
Tras el placentero cigarrillo y el ratito de relax, monto otra vez, y me dirijo a algún restaurante que diviso. Me tomo un café que me sienta de maravilla, y procuro sentarme en algun sitio que tenga buenas vistas. Algunas veces hay otros moteros con los cuales entablar una breve conversación. Sigo con esa misma sensación de autonomía, de libertad, de novedad, y esos pequeños gramos de adrenalina que no dejan de recordarme que, casi sin darme cuenta, estoy a 175 km. de mi pueblo.
Algo más tranquilo, y reconfortado con el café, y con un nuevo cigarrillo, voy de vuelta para casa, muchas veces por la misma ruta, aunque otras veces tambien recorro otra ruta distinta para volver. El viaje sigue siendo extraordinario, y el dia sigue igual de radiante y de luminoso, tanto, que disminuyo la velocidad y me alzo la visera, para que el aire me dé en la cara. Al pasar por Cambil me detengo otra vez, diviso los cerros y me imagino la escena en la que los Reyes Catolicos, en plena conquista de Granada, bombardearon inmisericordemente los Castillos de Cambil y Albahar, hasta que se rindieron. Y es que siempre trato de rememorar sucesos historicos. Esta misma mañana, al pasar por Martos, y divisar su famosa Peña, mi recuerdo se dirige a los Hnos. Carvajal, Señores de nuestra ciudad, en pleno siglo XIV, despeñados por orden del Rey desde la cima de dicha colina, causa probable (segun el antiguo Cronista ya fallecido D. Narciso Mesa Fernandez) del blasón negro que porta nuestro Escudo.
Para mi es una terapia. Necesito evadirme, aunque sea un ratito, de los problemas cotidianos y del estres de toda la semana de trabajo.
Siempre los primeros kilometros para mi son los más complicados, puesto que tienes que acostumbrarte a estar encima de la moto y coger la postura. Pero cuando llevas 15 o 20 km, y te acoplas bien, empiezas a disfrutar de lo lindo, y comienzas a soltar el estress acumulado durante toda la semana.
Nunca voy muy deprisa, me tomo mi tiempo. Observo los paisajes, las colinas, los verdes valles, en primavera verdes y con su infinita gama de colores, y en verano con el color ocre tostado del sol de Julio; muchos castillos, los imponentes toros de osborne; rios, prados y mil cosas mas.
Cuando diviso algun sitio pintoresco, detengo la maquina, apago el motor, y me siento a fumar tranquilamente un cigarrillo, contemplando el paisaje. Es muy dificil explicar la sensación de libertad, de placer, y de paz interior que te invade en esos momentos. Estas solo, completamente solo, en contacto con la naturaleza. Tienes tiempo para pensar y para meditar, o, simplemente, para recrearte la vista con algun paisaje espléndido y disfrutar de su contemplación.
Hay muchos lugares que he recorrido con mi moto: Puerto de la Mora, Malaga, Almeria, Jerez, Córdoba, la bella y romántica Granada (o "Garnata", como la llamaban los moros) etc. Algunos de mis preferidos son Despeñaperros, en plena Sierra Morena, donde D. Quijote, imitando a Beltenebros, realizó su famosa penitencia para merecer los favores de Dulcinea y en una de cuyas ventas mantearon, y bien, a Sancho; el puerto del Suspiro del Moro, pasada ya Granada y camino del mar, donde lloró Boabdil; y, por último, Tiscar, antiguo emplazamiento árabe, donde los arboles cubren completamente la carretera en muchos tramos; Santiago de la Espada (donde una vez, vaya susto, estuve a punto de no poder volver por la nieve) y otros numerosos. En Tiscar, si uno escoge un buen sitio, no pasarán ni cinco minutos sin que vea una alegre ardilla en la copa de los árboles.
Y el corazón de expande. De pronto me siento como un nuevo correo del emperador, portando las noticias de tal o cual batalla en su caballo de hierro.
Tras el placentero cigarrillo y el ratito de relax, monto otra vez, y me dirijo a algún restaurante que diviso. Me tomo un café que me sienta de maravilla, y procuro sentarme en algun sitio que tenga buenas vistas. Algunas veces hay otros moteros con los cuales entablar una breve conversación. Sigo con esa misma sensación de autonomía, de libertad, de novedad, y esos pequeños gramos de adrenalina que no dejan de recordarme que, casi sin darme cuenta, estoy a 175 km. de mi pueblo.
Algo más tranquilo, y reconfortado con el café, y con un nuevo cigarrillo, voy de vuelta para casa, muchas veces por la misma ruta, aunque otras veces tambien recorro otra ruta distinta para volver. El viaje sigue siendo extraordinario, y el dia sigue igual de radiante y de luminoso, tanto, que disminuyo la velocidad y me alzo la visera, para que el aire me dé en la cara. Al pasar por Cambil me detengo otra vez, diviso los cerros y me imagino la escena en la que los Reyes Catolicos, en plena conquista de Granada, bombardearon inmisericordemente los Castillos de Cambil y Albahar, hasta que se rindieron. Y es que siempre trato de rememorar sucesos historicos. Esta misma mañana, al pasar por Martos, y divisar su famosa Peña, mi recuerdo se dirige a los Hnos. Carvajal, Señores de nuestra ciudad, en pleno siglo XIV, despeñados por orden del Rey desde la cima de dicha colina, causa probable (segun el antiguo Cronista ya fallecido D. Narciso Mesa Fernandez) del blasón negro que porta nuestro Escudo.
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¡Pues qué, cuando voy en dirección a Alcalá la Real, por ejemplo, y desde lejos ya se divisa, en medio de un bellisimo paisaje, el imponente Castillo, tomado a los moros por los reyes cristianos casi sesenta años y pico antes de la caida de Boabdil, y desde donde salieron las principales incursiones que asolaron al Reino de Granada! Y, mientras mi caballo de hierro va devorando los kilometros, mi mente evoca a las bellas huríes de la Alhambra de Granada, a sus fuentes, a la Torre de la Vela, a la Puerta del Vino, a la Plaza Nueva. A Granada.
Cuando voy llegando al pueblo, casi sobre las 14,00 horas, la adrenalina ha regresado a sus niveles normales, y el cansancio empieza a hacer acto de presencia. Otra vez de vuelta a la rutina, al trabajo diario, a los ratos agridulces de mi bella y amada profesion. Fin de la aventura. Llego algo cansado, pero con energías renovadas, y con el deposito de estrés vacío. Ya queda menos para otro proximo domingo que pueda salir. Ahora, a trabajar.
Pero, para mí, ha merecido la pena, ya lo creo que sí.
Salu2.
¡Pues qué, cuando voy en dirección a Alcalá la Real, por ejemplo, y desde lejos ya se divisa, en medio de un bellisimo paisaje, el imponente Castillo, tomado a los moros por los reyes cristianos casi sesenta años y pico antes de la caida de Boabdil, y desde donde salieron las principales incursiones que asolaron al Reino de Granada! Y, mientras mi caballo de hierro va devorando los kilometros, mi mente evoca a las bellas huríes de la Alhambra de Granada, a sus fuentes, a la Torre de la Vela, a la Puerta del Vino, a la Plaza Nueva. A Granada.
Cuando voy llegando al pueblo, casi sobre las 14,00 horas, la adrenalina ha regresado a sus niveles normales, y el cansancio empieza a hacer acto de presencia. Otra vez de vuelta a la rutina, al trabajo diario, a los ratos agridulces de mi bella y amada profesion. Fin de la aventura. Llego algo cansado, pero con energías renovadas, y con el deposito de estrés vacío. Ya queda menos para otro proximo domingo que pueda salir. Ahora, a trabajar.
Pero, para mí, ha merecido la pena, ya lo creo que sí.
Salu2.
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