Este es uno de los grandes temas de controversia actualmente en España, pero también en Europa, el de la paridad entre hombres y mujeres en el ámbito económico y del trabajo, controversia, por cierto, un tanto anacrónica en los albores del siglo XXI en que estamos. Y me parece anacrónico forzar la igualdad por ley, además de injusto, porque debería ya de ser así, debería de ser algo natural. Es como si obligamos a una persona a ser buena, debería de salir de ella misma.
Personalmente, pienso que el hombre y la mujer son absolutamente iguales en derechos y deberes, y lo digo en todos los aspectos y en todos, absolutamente, todos los sentidos. Nuestra propia Constitución así lo promulga y sanciona. Estamos en el Siglo XXI, y deberíamos, ya, de estar mentalizados en esa cuestión. A mi me parece básico, tendríamos que tenerlo ya asumido.
Ahora hemos pasado de un extremo a otro, cual de si una ley del péndulo se tratase: de la discriminación a la mujer, a la discriminación al varón. A ello ha contribuido, no cabe duda, la actitud de algunos sectores empresariales, cafres y machistas por naturaleza, e indignos por tanto de ser llamados ciudadanos, que aun tienen la fea e indigna costumbre de despedir a una mujer por un hecho tan natural y tan bello como quedarse ésta embarazada. Dice el legislador: "¿Si? Pues nada, se acabó". Ahora, por ley, se trata de que el 50 % de los puestos los tengan las mujeres, y el 50 % los varones. A la fuerza. Hay que imponer la igualdad de sexos a la fuerza, como sea. Se conoce que el burro solo aprende a palos, ¿no? Y tan injusto era lo de antes como lo de ahora, porque, así, la igualdad se desnaturaliza, en vez de ser una cuestión elemental y normal, pasa a ser una imposición legal.
Me explico. En vez de acudir al criterio beligerante de la igualdad, deberíamos de acudir al criterio de la capacidad. Los franceses, más evolucionados que nosotros, a través de su máximo organo consultivo (el equivalente al Tribunal Supremo de aquí), parece que ya se han dado cuenta del error que supone convertir la igualdad en una mera cuestión de porcentajes o numeros.
Porque si, por seguir el ejemplo, resulta que ese año, para ocupar las diez plazas, los mas capaces son 7 varones y 3 mujeres, como por Ley han de ser 5 y 5, estamos sacrificando a 2 varones capaces, que no cubrirán las plazas, y estamos concediendo 2 plazas a mujeres que no son lo capaces que se requiere. Y viceversa.
En definitiva: plena igualdad para ambos sexos, igualdad de oportunidades, y luego que lleguen los mejores, sin distinción de sexo. Olvidémonos de los criterios puramente numéricos o porcentuales, que no responden a la realidad y pueden ocasionar situaciones no deseables. Que lleguen los más capaces, sean hombres o mujeres. Los mas capaces.
1 comentario:
Siento tenerte tan abandonado amigo cornelivs, pero ando demasiado liado. Eso no quiere decir que no siga con espectación tus escritos.
Levas razón en todo tus comentarios.
Pienso que la igualdad en número de puestos o plazas tanto en oposiciones como en otras cuestiones de nuestra sociedad no se puede legislar, pero si se debe de garantizar la igualdad de oportunidades, ya no solo entre hombres y mujeres sino tambien entre aquellos que no disponen de medios suficientes para poder tener la posibilidad de ser IGUAL a los demas.
Saludos y seguimos en conacto.
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