No se si a vosotros os sucederá lo mismo que a mí, pero cuando yo era pequeño el tiempo era increíblemente lento; quería cumplir años rápidamente, ser mayor para poder fumar, para salir después de cenar y beber cerveza por ahí. Me molestaba terriblemente que mis padres me mandaran a la cama a las diez de la noche. Ahora el tiempo corre increíblemente rápido, noto su vertiginoso paso, el rapido devenir de los dias, de las semanas y de los meses, y muchas veces tengo la sensación de que estoy viviendo como en un sueño, creo que de pronto me voy a despertar y me voy a encontrar otra vez en el patio del colegio, con mis 8 años recien cumplidos, saltando, jugando, estudiando de vez en cuando para no perder la costumbre, y sobre todo, sin preocupación alguna, durmiendo por las noches con una pierna en Cadiz y la otra en Valencia.
Pero no, no es un sueño: estoy aquí, en mi tiempo real, con mi trabajo, mi familia, mis tres hijos, y mi querida hipoteca que me quiere tantísimo que no me deja ni al sol ni a la sombra. Con mis lógicas preocupaciones con mi trabajo, con las sorpresas que te llevas de vez en cuando (todavía no he perdido mi capacidad de asombro); con la incertidumbre del ganarás o perderás. Soy feliz con lo que hago y me gusta mi trabajo; pero os juro que algunas veces me gustaría volver a ser un niño pequeño, volver a empezar de nuevo, y dormir tranquilo. Ahora también duermo tranquilo, y sobre todo con mi conciencia; pero tengo las preocupaciones propias de un padre de familia que antes no tenia.
Recuerdo mi niñez, y prescindiendo de ciertas vivencias la recuerdo con mucho agrado; me levantaba por la mañana, desayunaba y al colegio. Volvia sobre las dos de la tarde, almorzábamos (mejor, “comiamos”, es más castizo) y luego clase otra vez, de cuatro a seis. Vuelta a casa. Como uno era bueno con los libros, y lo digo con toda la modestia del mundo, pronto terminaba los deberes, y entonces a la calle, a jugar; a la pelota (nada de fútbol) al burro, a la chapa, a las bolas, (que no “canicas”, “primera, segunda, tercera, pie, matute y olla”, ¿te acuerdas Miguel?), a las “trompas” (de “peonzas” nada!) al escondite, a pedradas con los niños de otros barrios (los teníamos “señalados” a todos, pero a los de barranco-hondo no, con esos no nos metíamos) o con la bicicleta. La televisión empezaba a las 5 de la tarde, y apenas nos interesaba. Solo veiamos la media hora de dibujos animados del hiperfamoso Mazinger Z, o a Marco. A Heidi menos, eso era para las niñas.
Para nosotros cualquier cosa era un descubrimiento: un simple palo de madera podía ser una escopeta, una espada láser, un catalejo y mil cosas más, aunque en la mayoría de las ocasiones era el causante ultimo y directo de los cardenales que nos adornaban por todo el cuerpo cuando el grandullón nos perseguía furibundamente con él en la mano. Con el hueso de un albaricoque, sacándole la parte de dentro, y frotándolo con paciencia en el escalón de la acera ¡nos fabricábamos silbatos! (hace poco fabriqué uno, de dicha guisa, y mis hijas no se lo podían creer, y encima funciona perfectamente) quemábamos hormigas con las lupas que comprábamos en las tiendas de chucherias. Teníamos mas imaginación que los niños de ahora, que solo saben divertirse con el circulo vicioso de televisión-ordenador-play-nintendo. Y jugábamos con toda nuestra furia, como si fuera la ultima vez, y la cara se nos ponía colorada, de los propios bríos. Y cuando llegaban las vacaciones, entonces se desataba la locura (“arriba los mantecados, abajo los polvorones, y viva Doña Filo que nos da las vacaciones”) veía a mis padres solo “de vez en cuando”, estábamos siempre en la calle, pantalon corto y los codos y las rodillas adornados con sempiternas cicatrices que nunca se iban. Regaños todos los dias (¡¿pero niño, que horas son estas de venir?!), cara circunspecta durante 5 o 10 minutos, hasta que se calmaba el enojo, y cuando todo estaba tranquilo y veíamos la mas mínima oportunidad a la calle otra vez.
Teníamos mucho contacto con la naturaleza, hacíamos excursiones tanto andando como en bicicleta y, sobre todo, nos apañábamos con cualquier cosa, no éramos muy exigentes, aunque, eso si, muy traviesos. Hacíamos las cosas un pelin a lo loco, sin saber las consecuencias. Pero éramos felices así. Y por las noches, en verano, al fresquito, nos sentábamos en la puerta de la calle y hablábamos con nuestros vecinos, o íbamos a comprar un helado, o a dar un paseo; no teníamos reloj, no nos perseguía ni el minutero ni el secundero; apenas pasaba un vehiculo por la carretera cada media hora; el teléfono móvil aún estaba en el limbo; y nos íbamos a la cama cuando nos llamaban. Parece que fue ayer.
Esta fue mi niñez hasta que cumplí los 14 años, a partir de entonces todo tomó un rumbo distinto… pero eso será materia de otro post.
Salu2.
.
Pero no, no es un sueño: estoy aquí, en mi tiempo real, con mi trabajo, mi familia, mis tres hijos, y mi querida hipoteca que me quiere tantísimo que no me deja ni al sol ni a la sombra. Con mis lógicas preocupaciones con mi trabajo, con las sorpresas que te llevas de vez en cuando (todavía no he perdido mi capacidad de asombro); con la incertidumbre del ganarás o perderás. Soy feliz con lo que hago y me gusta mi trabajo; pero os juro que algunas veces me gustaría volver a ser un niño pequeño, volver a empezar de nuevo, y dormir tranquilo. Ahora también duermo tranquilo, y sobre todo con mi conciencia; pero tengo las preocupaciones propias de un padre de familia que antes no tenia.
Recuerdo mi niñez, y prescindiendo de ciertas vivencias la recuerdo con mucho agrado; me levantaba por la mañana, desayunaba y al colegio. Volvia sobre las dos de la tarde, almorzábamos (mejor, “comiamos”, es más castizo) y luego clase otra vez, de cuatro a seis. Vuelta a casa. Como uno era bueno con los libros, y lo digo con toda la modestia del mundo, pronto terminaba los deberes, y entonces a la calle, a jugar; a la pelota (nada de fútbol) al burro, a la chapa, a las bolas, (que no “canicas”, “primera, segunda, tercera, pie, matute y olla”, ¿te acuerdas Miguel?), a las “trompas” (de “peonzas” nada!) al escondite, a pedradas con los niños de otros barrios (los teníamos “señalados” a todos, pero a los de barranco-hondo no, con esos no nos metíamos) o con la bicicleta. La televisión empezaba a las 5 de la tarde, y apenas nos interesaba. Solo veiamos la media hora de dibujos animados del hiperfamoso Mazinger Z, o a Marco. A Heidi menos, eso era para las niñas.
Para nosotros cualquier cosa era un descubrimiento: un simple palo de madera podía ser una escopeta, una espada láser, un catalejo y mil cosas más, aunque en la mayoría de las ocasiones era el causante ultimo y directo de los cardenales que nos adornaban por todo el cuerpo cuando el grandullón nos perseguía furibundamente con él en la mano. Con el hueso de un albaricoque, sacándole la parte de dentro, y frotándolo con paciencia en el escalón de la acera ¡nos fabricábamos silbatos! (hace poco fabriqué uno, de dicha guisa, y mis hijas no se lo podían creer, y encima funciona perfectamente) quemábamos hormigas con las lupas que comprábamos en las tiendas de chucherias. Teníamos mas imaginación que los niños de ahora, que solo saben divertirse con el circulo vicioso de televisión-ordenador-play-nintendo. Y jugábamos con toda nuestra furia, como si fuera la ultima vez, y la cara se nos ponía colorada, de los propios bríos. Y cuando llegaban las vacaciones, entonces se desataba la locura (“arriba los mantecados, abajo los polvorones, y viva Doña Filo que nos da las vacaciones”) veía a mis padres solo “de vez en cuando”, estábamos siempre en la calle, pantalon corto y los codos y las rodillas adornados con sempiternas cicatrices que nunca se iban. Regaños todos los dias (¡¿pero niño, que horas son estas de venir?!), cara circunspecta durante 5 o 10 minutos, hasta que se calmaba el enojo, y cuando todo estaba tranquilo y veíamos la mas mínima oportunidad a la calle otra vez.
Teníamos mucho contacto con la naturaleza, hacíamos excursiones tanto andando como en bicicleta y, sobre todo, nos apañábamos con cualquier cosa, no éramos muy exigentes, aunque, eso si, muy traviesos. Hacíamos las cosas un pelin a lo loco, sin saber las consecuencias. Pero éramos felices así. Y por las noches, en verano, al fresquito, nos sentábamos en la puerta de la calle y hablábamos con nuestros vecinos, o íbamos a comprar un helado, o a dar un paseo; no teníamos reloj, no nos perseguía ni el minutero ni el secundero; apenas pasaba un vehiculo por la carretera cada media hora; el teléfono móvil aún estaba en el limbo; y nos íbamos a la cama cuando nos llamaban. Parece que fue ayer.
Esta fue mi niñez hasta que cumplí los 14 años, a partir de entonces todo tomó un rumbo distinto… pero eso será materia de otro post.
Salu2.
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12 comentarios:
quizas porque nos llevamos pocos años, tu niñez se parece tanto a la mia... y ni el hecho de estar en mundos distintos impide ese acercamiento...
Bello recuerdo...
Gracias por tu paso por el blog, espero volver a verte pronto.
Saludos!
Gracias a ti, igualmente te digo.
Salu2
yO CREO QUE A TODOS NO GUSTARIA VOLVER A LA NIÑEZ SI NO ES POR UNA RAZON O OTRA,A MI PARTICULARMENTE ME GUSTARIA SER OTRA VEZ NIÑA Y SABER LO QUE SE AHORA Y COMO ESO ES IMPOSIBLE ,PUES MIRO MI PASADO Y ME DIGO BUENO AHORA ESTOY AQUI EN MI PRESENTE Y PROCURO SER TODO LO FELIZ QUE PUEDO,BESOS BONITO BLOG TE LEERE AMENUDO
Muchas gracias, eres muy amable.
Bienvenida! Salu2.
niñez, bendito zarpullido que todos pasamos...
Casi se me escapa una lagrimita leyendo tus añoranzas y recordando.
Es verdad cómo se pasa el tiempo cada vez más deprisa, sin que apenas nos demos cuenta.
Por cierto, me han gustado tus gustos cinéfilos, las películas favoritas que aparecen en tu perfil.
Amigo cornevilvs que recuerdos me tragiste.Me volviste a transportar al patio de mi casa y a jugar al churro con los vecinos.
Sigues siendo un fenomeno. Cuidate.
A pesar de tener 19 años nada más...¿me dejas volver a ser pequeñita y minúscula?
Yo también quisiera ser niña de nuevo....aunque por lo menos me queda algo aún guardado.
Un beso
Para mis dos amigos de montilla: gracias hiperion, y bienvenido camachuelo. Ultimodelafila: animo, te echamos de menos. Miry: otro beso.
Para mis dos amigos de montilla: gracias hiperion, y bienvenido camachuelo. Ultimodelafila: animo, te echamos de menos. Miry: otro beso.
¡Ufff! ¡Cómo me recordaste a mi infancia! Y es que, sólo me llevas 8 años, somos casi de la misma quinta.
Por cierto, aquellos tiempos en que nos pegábamos pedradas y no era bullying, ni maltrato ni ná de ná, sólo cosas de niños, ¡ja,ja!
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