Creo que no esta mal perder la salud alguna vez que otra por un breve espacio de tiempo para que la persona aprenda a valorar el inmenso tesoro que tiene en su poder cuando goza de buena salud, y no es un tópico, es la realidad. Aconsejo encarecidamente a todas las personas que se sientan deprimidas que se pasen por la Planta de Cirugía de cualquier hospital, y observen un buen rato. Sacaran buenas conclusiones, como me ha pasado a mí.
Nos quejamos de muchas tonterias, pero no nos damos cuenta de que la vida es un regalo, un maravilloso e inmenso regalo que se nos ha hecho a todos. Tenemos vida, respiramos, andamos, saltamos, comemos, dormimos, hacemos el amor, estamos aquí, gozamos de ese inmenso regalo que se nos ha hecho a todos, y se nos ha dado gratis, pero muchas veces no somos conscientes de ello, pues no lo valoramos nada mas que cuando nos falta la salud.
La rutina de un Hospital es triste. Los enfermos están en sus habitaciones, con el suero conectado a la vena, unos pendientes de la operación, y convalecientes los otros. Pero, con diferencia, el espectáculo que más tristeza me daba era la madrugada, pues a esas horas no hay trasiego de médicos, enfermeras o visitas de familiares, y uno se encuentra cara a cara con el silencio y con el dolor.
Como en la habitación se duerme poco y mal (pues la cama es estrecha y no puedes cambiar de lado -la herida me lo impedía-) casi todas las noches el sueño huía de mí, me levantaba de madrugada (3-4 de la mañana) y paseaba tranquilamente por los pasillos hasta que me volvía el sueño. Oyes muchas cosas: el dolor de los intervenidos, los tristes lamentos de aquel, los chillidos de éste, y, en general, el malestar de todos. He pasado bastantes ratos nocturnos en la escalera de incendios (fumadero extraoficial permitido de enfermos y demas personal), sentado, fumando algun que otro esporádico cigarro, y con la incertidumbre de cómo me iria al dia siguiente.
Cuando en la madrugada del segundo dia ya me encontraba mejor, vi amanecer. Jamás olvidaré aquel momento. Yo me encontraba sentado en la escalerilla de la salida de incendios. No habia nadie. El paisaje no era muy bucólico ni muy inspirador que digamos, pero cuando yo me sentí más fuerte, más entero, y gocé de la dicha de poder ver salir el sol un dia más, con su bello color anaranjado; cuando presencié los primeros cantos de los pajaros, aspiré el suave aroma de la hierba y del campo y vi que amanecia el dia y que fuera y dentro de mí la vida se abria paso me emocioné y se me escapó una lágrima solitaria. Me pareció el más precioso y bello amanecer que habia presenciado en toda mi vida. Jamás me había emocionado tanto un simple gorrión volando o un rayo de sol como aquel día.
Nos quejamos de muchas tonterias, pero no nos damos cuenta de que la vida es un regalo, un maravilloso e inmenso regalo que se nos ha hecho a todos. Tenemos vida, respiramos, andamos, saltamos, comemos, dormimos, hacemos el amor, estamos aquí, gozamos de ese inmenso regalo que se nos ha hecho a todos, y se nos ha dado gratis, pero muchas veces no somos conscientes de ello, pues no lo valoramos nada mas que cuando nos falta la salud.
La rutina de un Hospital es triste. Los enfermos están en sus habitaciones, con el suero conectado a la vena, unos pendientes de la operación, y convalecientes los otros. Pero, con diferencia, el espectáculo que más tristeza me daba era la madrugada, pues a esas horas no hay trasiego de médicos, enfermeras o visitas de familiares, y uno se encuentra cara a cara con el silencio y con el dolor.
Como en la habitación se duerme poco y mal (pues la cama es estrecha y no puedes cambiar de lado -la herida me lo impedía-) casi todas las noches el sueño huía de mí, me levantaba de madrugada (3-4 de la mañana) y paseaba tranquilamente por los pasillos hasta que me volvía el sueño. Oyes muchas cosas: el dolor de los intervenidos, los tristes lamentos de aquel, los chillidos de éste, y, en general, el malestar de todos. He pasado bastantes ratos nocturnos en la escalera de incendios (fumadero extraoficial permitido de enfermos y demas personal), sentado, fumando algun que otro esporádico cigarro, y con la incertidumbre de cómo me iria al dia siguiente.
Cuando en la madrugada del segundo dia ya me encontraba mejor, vi amanecer. Jamás olvidaré aquel momento. Yo me encontraba sentado en la escalerilla de la salida de incendios. No habia nadie. El paisaje no era muy bucólico ni muy inspirador que digamos, pero cuando yo me sentí más fuerte, más entero, y gocé de la dicha de poder ver salir el sol un dia más, con su bello color anaranjado; cuando presencié los primeros cantos de los pajaros, aspiré el suave aroma de la hierba y del campo y vi que amanecia el dia y que fuera y dentro de mí la vida se abria paso me emocioné y se me escapó una lágrima solitaria. Me pareció el más precioso y bello amanecer que habia presenciado en toda mi vida. Jamás me había emocionado tanto un simple gorrión volando o un rayo de sol como aquel día.
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Os juro que me sentí el hombre más rico y más feliz del mundo.
Saludos.
Saludos.
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7 comentarios:
Manifestándome alegrérrimo/a de tu mejoría te voy a contar un secretillo. No he podido evitar recordar que ese pajarito cantarín que te alegró el día fue el mismo, (o tal vez su puñetera ascendencia, por supuesto, asexual) que hace muchos años a mi me mostró la cara más triste de un amanecer, la del día después de la muerte de mi padre. Aquel pajarillo sabio y algo cabrón me dijo que esto seguía, que el cielo es azul, el agua moja y que yo no importaba.
Bueno, "the show must go on", lo importante es que seamos capaces de sentarnos y pensar un rato.
Amigo, SALUD (y república)
Gracias, amigo. Pero te equivocas en una cosa: tu si que importas, cada persona es un mundo irrepetible para los suyos, para tu esposa, hija y amigos si que importas, ya lo creo, y mucho. Salud y republica.
Eso lo sé, pero como siempre digo, casi nada es lo que parece, siguiendo con el mismo grupo "it´s a kind of magic". jajaja
Pienso que siempre que se recobra la salud, todos tenemos la misma sensación... Y porque, cuanto más jodidos estamos, más nos damos cuenta de la gente que nos quiere. Pero estoy de acuerdo en que "the show must go on", yo cuando menos no me pienso quedar aquií de muestra. vamos, que me quiero morir como todo el mundo (cuando llegue la hora que aunque he pagado los muertos, prisa no tengo, jajajaja)
me has enternecido con esta historia ,en una ocasión me paso igual que a ti ,me di cuenta de lo que representaba esta bien y desde ese día vivo mi vida igual que si fuera el ultimo ,procuro que mi día a día sea lo mas intenso posible
besos amigo ,te dejo mis mimitos
Para mí, lo mejor fue poder ducharme, aunque fuera con ayuda de mi madre porque estaba aún débil y tenía todos los vendajes en el abdomen. Desde el techo
Por desgracia es así, necesitamos perderla para darnos cuenta de lo valiosa que es. Y lo peor de todo es que la salud la traemos de fábrica, al nacer, el cuerpo humano es una máquina casi perfecta, capaz de recuperarse por sí misma de la mayoría de enfermedades, siempre que sean naturales. Somos nosotros mismos los que lo echamos a perder de tal manera que se ve incapaz de volver a su naturaleza, creando enfermedades nuevas a cambio de un bienestar y una comodidad supuestos, que a la larga es más fácil que nos conduzcan a una habitación de hospital que a otra cosa.
Pero en fin, no me quiero poner negativo. Me alegro de tu recuperación y de tu aprendizaje de la experiencia.
Un abrazo.
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