(Viene de la Parte V)
"Aun no había salido el sol, aunque ya clareaba la aurora, cuando nuestros dos viejos soldados se dirigieron al bosque, en el cual habían previsto encontrarse con Póstumo y con sus compañeros. La mañana era algo fría, y el cielo amenazaba lluvia; y asi fue, porque al poco de salir las primeras gotas de agua empezaron a caer, perfumando la atmósfera con un agradable olor a tierra mojada. Llegaron al punto convenido, y ambos sonrieron: Postumo los estaba esperando, y además estaba montado a caballo, tenia su gladius y un par de pilum. Estaba radiante y parecia ágil y dispuesto a una buena jornada de caza.
"Aun no había salido el sol, aunque ya clareaba la aurora, cuando nuestros dos viejos soldados se dirigieron al bosque, en el cual habían previsto encontrarse con Póstumo y con sus compañeros. La mañana era algo fría, y el cielo amenazaba lluvia; y asi fue, porque al poco de salir las primeras gotas de agua empezaron a caer, perfumando la atmósfera con un agradable olor a tierra mojada. Llegaron al punto convenido, y ambos sonrieron: Postumo los estaba esperando, y además estaba montado a caballo, tenia su gladius y un par de pilum. Estaba radiante y parecia ágil y dispuesto a una buena jornada de caza.
-¡Ea, mis bravos cachorros, buenos días! Llegais tarde, sin duda esas dos bellezas de mujeres os entusiasmaron anoche…! Ja, ja, ja…
Justo en ese momento observaron varias monturas más, que se acercaban a ellos. Eran sus otros compañeros, y todos iban provistos de sus gladius y de dos pilum cada uno, además de arcos y fechas. Todos se saludaron al estilo militar, con el brazo en alto.
-Bueno, -dijo Postumo-, nos vamos a dirigir al arroyo, está a tres leguas de aquí. Alli los venados van por la mañana temprano a beber agua. No nos costará trabajo divisarlos pronto; pero hemos de apresurarnos. Por cierto, buscamos solo machos.
Alli se encaminaron. Publio y Lucio se asombraron extraordinariamente de la agilidad de miembros de Postumo y de su soltura cabalgando, no había duda, era el típico estilo militar romano. Postumo parecía haber rejuvenecido aquella noche veinte años.
-Ya hemos llegado –advirtió Marcelo, otro de los compañeros, tras bajarse rapidamente del caballo y reconocer el terreno-, este es el remanso. Además, mirad, hay mas huellas que en el mes pasado: se conoce que las hembras han parido.
-Bien, ocultémonos –indicó Postumo-. Hagamoslo como siempre: Marcelo, Tito, Quinto y Mucio cruzad el rio y ocultaros en la otra orilla; Publio, Lucio y yo nos quedaremos aquí. Los cercaremos.
Comenzó a llover copiosamente, lo cual para nuestros viejos soldados no fue ningún inconveniente, estaban tan acostumbrados a la dureza del ejército que casi no se dieron cuenta. El arroyo apenas tendría medio metro de profundidad, pero en aquel punto hacia un remanso al cual los animales acudían a beber. Ocultados debajo de las mantas, y esperando que los animales llegasen, se sentían como en su época militar. Asi permanecieron por espacio de casi una hora, en completo silencio, y escondidos detrás de unos matorrales. La lluvia persistente era el único sonido que se escuchaba. Hasta que, al cabo de ese tiempo, Póstumo, hablando a media voz y casi susurrando, para no ser oído por los animales, dijo:
-Hermanos ¡cuantas veces habremos hecho esto! Y no con venados, sino con nuestros enemigos. ¡Como añoro mi vida militar! Hace ya tanto que me licencié, y sin embargo aún lanzo la jabalina casi tan bien como en mis mejores tiempos.
-El que nace soldado muere soldado, morirás siendo hijo de Marte, verdad Postumo? –le preguntó Publio, sonriéndole complacido-.
-El dia que me licenciaron –le contestó Postumo- fue el dia más triste de toda mi vida, lo juro por los dioses. Si hubiera tenido dos años menos, me hubiera realistado, pero no me dejaron. ¿Sabeis lo que me dijeron? ¡Que era viejo! ¡Yo, Postumo, maestro de soldados y niñera de cachorros de león, como vosotros, amigo del divino Cesar…! ¡Que humillación! El dia en que muera, seguro que será mucho más dulce que…
De pronto Póstumo guardó silencio, y miró a su izquierda, indicándole a sus dos compañeros que hicieran lo mismo. Divisaron claramente a una cria con su madre, apenas tendría veinticuatro horas de vida, que venían a beber. Estaban solo a unos treinta metros. Los animales estaban empezando a asomarse. Pero ellos no querían a las crias ni a las hembras, sino a los machos.
-Haz la señal, Lucio –dijo Póstumo.
Lucio, que parecia inquieto y estaba deseoso de interrogar a Póstumo, imitó el sonido del búho dos veces, que inmediatamente fue contestado desde el otro lado del arroyo con dos tonos, y al instante con otros dos tonos mas, lo cual significaba que los otros veteranos estaban en sus puestos y que habian divisado varios venados que se dirigían hacia su posición. La lluvia seguía cayendo, incesante y copiosamente.
-Veo en tus ojos que lo que te dije anoche te ronda por la cabeza, hijo, y no te ofenda que te llame hijo, te lo digo con corazón y además porque te llevo quince años y casi podría ser tu padre. Sabes que os quise a Publio y a ti como al hijo que nunca tuve, Lucio. Si no fuera porque te conozco, a mi también me habrías engañado. Excúsame si soy tan directo, pero veo en tus ojos la misma pena que hace tantos años.
-¿Qué pena? ¿Qué quieres decir, Póstumo? –le preguntó Lucio, sorprendido.
-No te hagas el tonto Lucio. Publio y tu sois los mejores soldados que he conocido en toda mi vida, no ha habido nadie como vosotros, de hecho habéis sido los dos unicos que me han vencido en los entrenamientos. Ya sabéis que os lo enseñé todo. Pero hay algo que no os enseñé: no solo a mirar, sino también a ver y a comprender. Cuando os alistasteis tan jovencitos, yo ya estaba harto de guerrear y de matar a enemigos de Roma por toda Europa. Soy más viejo que vosotros, debía de vigilar a los jóvenes, asi se me encomendó y asi lo hice con vosotros. Cuando vosotros ibais, yo ya venía, ¿entendéis? Los mas veteranos seguíamos los movimientos de los más jóvenes, yo os estudié desde el primer momento y os consideré como mis propios hijos, los que yo nunca tuve. Os conozco bien. Os he visto reir y luchar como titanes en el frente de batalla; pero también os he oído llorar y suspirar por las noches, cuando pensabais que nadie os oia. Yo sí. Publio era amigo de la noche en todos los pueblos por los que pasábamos. Tu no, Lucio, tu solo te ausentabas del campamento cada vez que pasábamos por Massalia.
Póstumo le guiñó un ojo y lo cogió del hombro.
-A un zorro viejo es muy difícil engañarlo Lucio... Te repito que has sido uno de los mejores soldados, pero tu vida ha sido una continua lucha. Todos hemos cometido faltas Lucio; tu solo una, que yo recuerde, llegar tarde al relevo de guardia, la noche de la gran nevada en Massalia, y solo te arrestaron quince días porque yo intervine por ti, te ahorré el castigo de los latigazos. Es la única vez que te he visto con el rostro descompuesto.
-Ahora lo comprendo…entonces, lo sabes todo –le preguntó Lucio, recordando aquella noche, y comprendiendo ahora la sorpresiva liviandad del castigo que tanto le había sorprendido en aquel tiempo-.
-Sigue contándole, Postumo –intervino entonces Publio-.
-Sí. Solo los suboficiales y yo lo sabíamos –prosiguió Postumo, cogiendo muy suavemente una de las pilum que tenia a su lado y mirando con precaución al remanso-. Y Publio, por supuesto. Pero nadie más. Al principio alguno de ellos se reía de ti, decía que enamorarse de una sola mujer no era propio de un soldado valiente, y menos de un hombre de verdad. Pero luego combatiendo como combatiste, los callaste a todos, que en vez de reírse, empezaron a admirarte. Yo también te he admirado siempre Lucio…tu no eres como los soldados normales, has sido un bravo soldado y has amado a muchas mujeres, pero solo has estado enamorado de una sola, y eso no suele abundar en las Legiones de Roma, y en las de Cesar, menos. Sabes como hemos sido todos: bebedores y vividores en nuestros ratos libres, hemos gozado de buenas mujeres por docenas, pero no por unidades; y nos hemos casado de viejos porque no nos ha quedado más remedio. Pero tu no. Algunas veces no parecías un soldado de Roma; y el caso es que has llegado a ser de los mejores, hasta Augusto te besó en Actium, y pocos pueden presumir de eso. He intentado muchas veces comprenderte, hermano, y te juro que me costó mucho trabajo. En los primeros años te observaba, siempre serio, con el rostro imperturbable como una roca, y cuando estábamos en guerra tu rostro resplandecía de placer y de ardor patrio: gozabas luchando por tu país, eras un legionario fiel a la madre Roma, y no hubieras dudado ni por un momento en dar tu vida por ella.
Postumo hizo un silencio. Otra hembra se acercó al remanso, pero no vio ningun macho. Cuando el animal se fue, siguió hablandole a Lucio.
-Pero luego por las noches alguna vez que otra te notaba esa chispa de tristeza y melancolia, y tu lo achacabas al dolor de tus heridas, pero yo sé que estabas pensando en ella. Esa mezcla de sentimientos era muy extraña, hermano, e incluso pensábamos que podrías desertar; pero nunca lo hiciste, fuiste fiel. Por eso un soldado de Roma no se puede casar, la ley es la ley, y cuando uno se alista casado su matrimonio queda legalmente anulado, no necesito repetírtelo porque lo sabes de sobra. Roma no quiere compartir con nadie el corazón de sus bravos soldados, y con una mujer menos, es un enemigo demasiado peligroso. Aunque con el tiempo comprendí dos cosas: que eras un autentico patriota, y uno de los mejores soldados que he conocido que jamás traicionaría a lo suyos; pero, al mismo tiempo, que jamás olvidarías a Iulia, fijate como conozco su nombre. Yo la conoci, y no te reprocho que te enamoraras de ella: es la mujer más bella que he visto en todos los días de mi vida. Los diez primeros años de tu vida militar estuviste conmigo, en la Décima; luego el destino nos separó. Pero ayer, cuando os vi en la Taberna y mi corazón brincó de gozo, solo con miraros a los ojos supe como veníais, os lei la mente. A Publio y a ti. Y veo claro que desde que nos separamos hasta ahora tu vida ha sido una continua guerra dentro de ti, y que ha habido en tu corazón una eterna lucha entre el amor a tu país y el amor a una mujer. Eso sucede muy pocas veces, Lucio, pocos soldados caen en ese error; la naturaleza no perdona el instinto, ni el corazón a los sentimientos, pero Roma tampoco perdona el incumplimiento de la Ley por parte de sus soldados. Y has estado con esa lucha dentro de ti durante veinticinco años, ¡oh, dioses, veinticinco años Lucio! Y ahora que puedes regularizar tu situación con ella, resulta que hace tres años que no está en Massalia. Porque vienes a buscarla, ¿verdad?
Lucio, nuestro viejo Centurión, estaba completamente asombrado. Publio, mirando fijamente a Postumo, asintió con la cabeza.
-¿Como sabes todo eso? –le preguntó Lucio-.
-Massalia –contestó Póstumo-, solo esta a tres días de camino, dos si fuerzas al caballo, y yo llevo aquí quince años. No se explica tu presencia aquí como no sea con esa finalidad. Ademas, se oyen muchas noticias, de las que van y vienen por los caminos.
En ese momento Póstumo guardó silencio. Un enorme venado macho se acercó a beber..." (continuará)
Saludos.Justo en ese momento observaron varias monturas más, que se acercaban a ellos. Eran sus otros compañeros, y todos iban provistos de sus gladius y de dos pilum cada uno, además de arcos y fechas. Todos se saludaron al estilo militar, con el brazo en alto.
-Bueno, -dijo Postumo-, nos vamos a dirigir al arroyo, está a tres leguas de aquí. Alli los venados van por la mañana temprano a beber agua. No nos costará trabajo divisarlos pronto; pero hemos de apresurarnos. Por cierto, buscamos solo machos.
Alli se encaminaron. Publio y Lucio se asombraron extraordinariamente de la agilidad de miembros de Postumo y de su soltura cabalgando, no había duda, era el típico estilo militar romano. Postumo parecía haber rejuvenecido aquella noche veinte años.
-Ya hemos llegado –advirtió Marcelo, otro de los compañeros, tras bajarse rapidamente del caballo y reconocer el terreno-, este es el remanso. Además, mirad, hay mas huellas que en el mes pasado: se conoce que las hembras han parido.
-Bien, ocultémonos –indicó Postumo-. Hagamoslo como siempre: Marcelo, Tito, Quinto y Mucio cruzad el rio y ocultaros en la otra orilla; Publio, Lucio y yo nos quedaremos aquí. Los cercaremos.
Comenzó a llover copiosamente, lo cual para nuestros viejos soldados no fue ningún inconveniente, estaban tan acostumbrados a la dureza del ejército que casi no se dieron cuenta. El arroyo apenas tendría medio metro de profundidad, pero en aquel punto hacia un remanso al cual los animales acudían a beber. Ocultados debajo de las mantas, y esperando que los animales llegasen, se sentían como en su época militar. Asi permanecieron por espacio de casi una hora, en completo silencio, y escondidos detrás de unos matorrales. La lluvia persistente era el único sonido que se escuchaba. Hasta que, al cabo de ese tiempo, Póstumo, hablando a media voz y casi susurrando, para no ser oído por los animales, dijo:
-Hermanos ¡cuantas veces habremos hecho esto! Y no con venados, sino con nuestros enemigos. ¡Como añoro mi vida militar! Hace ya tanto que me licencié, y sin embargo aún lanzo la jabalina casi tan bien como en mis mejores tiempos.
-El que nace soldado muere soldado, morirás siendo hijo de Marte, verdad Postumo? –le preguntó Publio, sonriéndole complacido-.
-El dia que me licenciaron –le contestó Postumo- fue el dia más triste de toda mi vida, lo juro por los dioses. Si hubiera tenido dos años menos, me hubiera realistado, pero no me dejaron. ¿Sabeis lo que me dijeron? ¡Que era viejo! ¡Yo, Postumo, maestro de soldados y niñera de cachorros de león, como vosotros, amigo del divino Cesar…! ¡Que humillación! El dia en que muera, seguro que será mucho más dulce que…
De pronto Póstumo guardó silencio, y miró a su izquierda, indicándole a sus dos compañeros que hicieran lo mismo. Divisaron claramente a una cria con su madre, apenas tendría veinticuatro horas de vida, que venían a beber. Estaban solo a unos treinta metros. Los animales estaban empezando a asomarse. Pero ellos no querían a las crias ni a las hembras, sino a los machos.
-Haz la señal, Lucio –dijo Póstumo.
Lucio, que parecia inquieto y estaba deseoso de interrogar a Póstumo, imitó el sonido del búho dos veces, que inmediatamente fue contestado desde el otro lado del arroyo con dos tonos, y al instante con otros dos tonos mas, lo cual significaba que los otros veteranos estaban en sus puestos y que habian divisado varios venados que se dirigían hacia su posición. La lluvia seguía cayendo, incesante y copiosamente.
-Veo en tus ojos que lo que te dije anoche te ronda por la cabeza, hijo, y no te ofenda que te llame hijo, te lo digo con corazón y además porque te llevo quince años y casi podría ser tu padre. Sabes que os quise a Publio y a ti como al hijo que nunca tuve, Lucio. Si no fuera porque te conozco, a mi también me habrías engañado. Excúsame si soy tan directo, pero veo en tus ojos la misma pena que hace tantos años.
-¿Qué pena? ¿Qué quieres decir, Póstumo? –le preguntó Lucio, sorprendido.
-No te hagas el tonto Lucio. Publio y tu sois los mejores soldados que he conocido en toda mi vida, no ha habido nadie como vosotros, de hecho habéis sido los dos unicos que me han vencido en los entrenamientos. Ya sabéis que os lo enseñé todo. Pero hay algo que no os enseñé: no solo a mirar, sino también a ver y a comprender. Cuando os alistasteis tan jovencitos, yo ya estaba harto de guerrear y de matar a enemigos de Roma por toda Europa. Soy más viejo que vosotros, debía de vigilar a los jóvenes, asi se me encomendó y asi lo hice con vosotros. Cuando vosotros ibais, yo ya venía, ¿entendéis? Los mas veteranos seguíamos los movimientos de los más jóvenes, yo os estudié desde el primer momento y os consideré como mis propios hijos, los que yo nunca tuve. Os conozco bien. Os he visto reir y luchar como titanes en el frente de batalla; pero también os he oído llorar y suspirar por las noches, cuando pensabais que nadie os oia. Yo sí. Publio era amigo de la noche en todos los pueblos por los que pasábamos. Tu no, Lucio, tu solo te ausentabas del campamento cada vez que pasábamos por Massalia.
Póstumo le guiñó un ojo y lo cogió del hombro.
-A un zorro viejo es muy difícil engañarlo Lucio... Te repito que has sido uno de los mejores soldados, pero tu vida ha sido una continua lucha. Todos hemos cometido faltas Lucio; tu solo una, que yo recuerde, llegar tarde al relevo de guardia, la noche de la gran nevada en Massalia, y solo te arrestaron quince días porque yo intervine por ti, te ahorré el castigo de los latigazos. Es la única vez que te he visto con el rostro descompuesto.
-Ahora lo comprendo…entonces, lo sabes todo –le preguntó Lucio, recordando aquella noche, y comprendiendo ahora la sorpresiva liviandad del castigo que tanto le había sorprendido en aquel tiempo-.
-Sigue contándole, Postumo –intervino entonces Publio-.
-Sí. Solo los suboficiales y yo lo sabíamos –prosiguió Postumo, cogiendo muy suavemente una de las pilum que tenia a su lado y mirando con precaución al remanso-. Y Publio, por supuesto. Pero nadie más. Al principio alguno de ellos se reía de ti, decía que enamorarse de una sola mujer no era propio de un soldado valiente, y menos de un hombre de verdad. Pero luego combatiendo como combatiste, los callaste a todos, que en vez de reírse, empezaron a admirarte. Yo también te he admirado siempre Lucio…tu no eres como los soldados normales, has sido un bravo soldado y has amado a muchas mujeres, pero solo has estado enamorado de una sola, y eso no suele abundar en las Legiones de Roma, y en las de Cesar, menos. Sabes como hemos sido todos: bebedores y vividores en nuestros ratos libres, hemos gozado de buenas mujeres por docenas, pero no por unidades; y nos hemos casado de viejos porque no nos ha quedado más remedio. Pero tu no. Algunas veces no parecías un soldado de Roma; y el caso es que has llegado a ser de los mejores, hasta Augusto te besó en Actium, y pocos pueden presumir de eso. He intentado muchas veces comprenderte, hermano, y te juro que me costó mucho trabajo. En los primeros años te observaba, siempre serio, con el rostro imperturbable como una roca, y cuando estábamos en guerra tu rostro resplandecía de placer y de ardor patrio: gozabas luchando por tu país, eras un legionario fiel a la madre Roma, y no hubieras dudado ni por un momento en dar tu vida por ella.
Postumo hizo un silencio. Otra hembra se acercó al remanso, pero no vio ningun macho. Cuando el animal se fue, siguió hablandole a Lucio.
-Pero luego por las noches alguna vez que otra te notaba esa chispa de tristeza y melancolia, y tu lo achacabas al dolor de tus heridas, pero yo sé que estabas pensando en ella. Esa mezcla de sentimientos era muy extraña, hermano, e incluso pensábamos que podrías desertar; pero nunca lo hiciste, fuiste fiel. Por eso un soldado de Roma no se puede casar, la ley es la ley, y cuando uno se alista casado su matrimonio queda legalmente anulado, no necesito repetírtelo porque lo sabes de sobra. Roma no quiere compartir con nadie el corazón de sus bravos soldados, y con una mujer menos, es un enemigo demasiado peligroso. Aunque con el tiempo comprendí dos cosas: que eras un autentico patriota, y uno de los mejores soldados que he conocido que jamás traicionaría a lo suyos; pero, al mismo tiempo, que jamás olvidarías a Iulia, fijate como conozco su nombre. Yo la conoci, y no te reprocho que te enamoraras de ella: es la mujer más bella que he visto en todos los días de mi vida. Los diez primeros años de tu vida militar estuviste conmigo, en la Décima; luego el destino nos separó. Pero ayer, cuando os vi en la Taberna y mi corazón brincó de gozo, solo con miraros a los ojos supe como veníais, os lei la mente. A Publio y a ti. Y veo claro que desde que nos separamos hasta ahora tu vida ha sido una continua guerra dentro de ti, y que ha habido en tu corazón una eterna lucha entre el amor a tu país y el amor a una mujer. Eso sucede muy pocas veces, Lucio, pocos soldados caen en ese error; la naturaleza no perdona el instinto, ni el corazón a los sentimientos, pero Roma tampoco perdona el incumplimiento de la Ley por parte de sus soldados. Y has estado con esa lucha dentro de ti durante veinticinco años, ¡oh, dioses, veinticinco años Lucio! Y ahora que puedes regularizar tu situación con ella, resulta que hace tres años que no está en Massalia. Porque vienes a buscarla, ¿verdad?
Lucio, nuestro viejo Centurión, estaba completamente asombrado. Publio, mirando fijamente a Postumo, asintió con la cabeza.
-¿Como sabes todo eso? –le preguntó Lucio-.
-Massalia –contestó Póstumo-, solo esta a tres días de camino, dos si fuerzas al caballo, y yo llevo aquí quince años. No se explica tu presencia aquí como no sea con esa finalidad. Ademas, se oyen muchas noticias, de las que van y vienen por los caminos.
En ese momento Póstumo guardó silencio. Un enorme venado macho se acercó a beber..." (continuará)
20 comentarios:
Ya estoy esperando el siguiente capítulo ;-)
Mi admiración por nuestro aguerrido y enamorado protagonista no hace más que aumentar.
Conduces el relato de forma magistral, mi más sincera enhorabuena.
Un abrazo.
Espero ver esto en un libro y firmado por ti, querido amigo!! sigue adelante que te sigo leyendo!!
Besos
cunado llegue a casa te voy a recomendar un librito de historia, te va a gustar. saludos
Cornelivs...no publicabas los jueves...encima que mi vista no es muy buena...a todos mis amigos se les dio por escribir lindo.Termino con el Quijote...prometo leerte antes que termine el día...Ay¡!!Besitos.Silvi.
Cornelivs, el relato me apasiona y me gusta mucho, pero, si me permites un consejo, en este capítulo hay un párrafo demasiado grande, que cansa, y es una pena, porque resta vivacidad al contenido. Por favor, no lo tomes como crítica, no soy quien, solo es un consejo de un admirador.
José María
Acogida tu sugerencia Jose Maria. Saludos.
Me parece estar viendo una película de romanos,vividores,guerreros innatos u obligados,pero que son capaces de dejarse la piel en la batalla.
Y ese enamorado incapaz de dejar de luchar por fuera, mientras se debate en una interna durante tanto tiempo...
Muy bueno,como todos.
Besos.
ESTUPENDAS ESNTRADAS!...Que vale la pena leer apenas pueda ponerme a ello,por supuesto quería decirte que escucharte en el Programa de Luz de gas FUE TODO UN PLACER y saber del destino del Manifiesto me encanto....Un saludo muy cordial.
Entradas perdón
Te iba a decir lo mismo que silvia.
Quiero libro y dedicado!
A trocitos sabe a poco...
Besos
nos dejas con un silencio....
bueno, espero el siguiente capitulo...
muy bueno
un besazo
¡Ah, qué intriga!
Cornelivs; Lo prometido es deuda,antes de salir al gym;te leo...Eso no vale;lo dejaste en lo mejor.Besitos.Silvi.
Seguro que sige siendo fascinante, me lo copio y me lo llevo para leerlo con más calma.
Un abrazo y feliz semana para todos.
Lo que es servir toda una vida a una causa, sacrificarse personalmente, recibir heridas físicas y espirituales, para que al final de la jornada sea desechado por viejo.
Y el mundo sigue su curso, solo quedan añoranzas y buenos y terribles recuerdos de guerras ganadas y perdidas, al final de la jornada, plácidamente de caza de venados y recordando lo que paso no hacía mucho tiempo, por lo menos conservaron algo muy preciado, su propia vida, algo que miles de miles nunca logran regresar a casa.
Saludos
GRACIAS Y UN ABRAZO PARA TODOS Y PARA TODAS.
Amigo mío,eres un narrador nato, y excepcional.
Me uno a cada uno que pidió el libro.
Mi admiración sincera por ti.
Un abrazo intenso de respeto y mucho cariño.
Gizz
Gracias Gizela, un abrazo...!
Hola, ahora si te lei, me alegraste el sabado a la tardecita!
Beso grande y estaré atenta a la continuación de esta bella historia, como siempre.
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