Que viene el lobo...

Como no me gusta la politica, en este post voy a ejercer de simple observador de la sociedad. En la imagen de la izquierda (que he tomado prestada de ABC, la viñeta de Martin Morales), se ve a Solbes arreglando, o intentando arreglar, el carrito de la compra de una señora que acude a un sumermercado.

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Librenme los Dioses de proclamar verdades absolutas en este tema; pero "parece" que no me gusta demasiado el ambiente que percibo en la calle. "Parece" que estamos en crisis y que ésta afecta a varios sectores: la crisis financiera, de carácter mundial, que ha convertido el dinero en un bien escaso y miedoso; la crisis producida por la escalada del precio del crudo, también mundial, que dispara la inflación y sofoca los transportes; la crisis inmobiliaria, producida por el estallido de la burbuja del ladrillo, internacional pero especialmente virulenta en España, un país que había crecido gracias a su impresionante desarrollo urbanístico e inmobiliario; crisis laboral, producida por la corriente de protestas y huelgas que atraviesa e impregna a la sociedad española, que se siente frustrada y manipulada, cuyas primeras manifestaciones son las muy recientes huelgas de camioneros y de pescadores, pero a las que seguramente sucederán capítulos sucesivos de ciudadanos cabreados e indignados por el mal gobierno, la corrupción, la tiranía de los partidos políticos y el abuso del poder político; y la crisis de confianza, tanto en el gobierno como en las instituciones y en el sistema que afecta no sólo a la economía, sino a toda la sociedad.

"Parece" que “el personal” está, por fin, tomando conciencia de la realidad de la crisis, por mas que el gobierno se empeñe en enmascararla y en acudir al diccionario de sinónimos para no llamar crisis a lo que si es crisis. Todo el mundo ve por fin venir "el lobo de la crisis", menos el gobierno. Bueno, no, menos mal que el gobierno ha tardado casi cinco años en reconocer que hay crisis. Pues ya era hora, ya que dicen que el primer requisito para solucionar un problema es conocer exactamente cual es el problema. En fin, mas vale tarde que nunca.
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"Parece" que hay muchos sectores sociales que piensan que si a estas crisis simultáneas añadimos un mal gobierno, inepto y frívolo, con una desconcertante confianza en su suerte, incapaz de tomar medidas para frenar el declive económico, ineficaz a la hora de enfrentarse a las fuerzas nacionalistas, sin la suficiente valentía para defender ideas y principios frente a las bandas terroristas, impotente para garantizar la seguridad a sus ciudadanos, sin coraje para acabar con la corrupción política, sin la solvencia necesaria para generar confianza, únicamente preocupado por la imagen, acobardado e incapaz de tomar medidas impopulares pero necesarias, concluyen diciendo que el futuro se nos presenta muy negro.

Tambien "parece" que otros muchos sectores sociales se quejan de la "receta" del gobierno, que consiste en su sonrisa apática y en pensar que vamos a salir de la crisis solo con decirlo, y algunas pequeñas recetitas, tales como: reducir el sueldo a los altos cargos (no a los funcionarios), e intentar ahorrar, bueno, siempre y cuando sea posible ahorrar con las hipotecas asesinas.

Solbes diciendo que si no podemos comer pollo, que comamos conejo. Y encima, tal y como está el patio con las electricas, muchos ya se ven comprando leña para calentarse en invierno.

"Parece" que muchas personas se sienten engañadas y estafadas, como si fueran objeto de una burla por parte de los politicos; se sienten victimas de lo que ellas llaman “socarronería” del gobierno. El término “socarronería” se define como astucia o disimulo acompañados de burla encubierta.

No sé si esta comparación será muy afortunada, pero a mi esta situación me recuerda un pasaje del Lazarillo que siempre me ha parecido el máximo exponente de la socarronería, esa facultad humana, entre la maldad y la “coña” marinera, que disfraza la bellaquería de burla. Para poder catar el vino de la jarra de su amo ciego, Lázaro urde una ingeniosa industria: primero le hace un «agujero sutil» al suelo del jarro, que tapa muy delicadamente con «una muy delgada tortilla de cera»; a la hora de comer, cuando el ciego se arrima a la lumbre, Lázaro se mete entre sus piernas, esperando que la cera que cubre el orificio se derrita, para beber de aquella «fuentecilla» que empieza a destilar. El ciego, espantado de que su provisión de vino se agote tan pronto, no tarda en dar con la industria de Lázaro, «mas así lo disimuló como si no lo hubiese sentido». Al otro día, mientras el desprevenido muchacho se entrega a sus tragos clandestinos, «un poco cerrados los ojos por mejor gustar el sabroso licor», el ciego le estampa en los morros el jarro con todas sus fuerzas; de resultas del golpe, el vapuleado Lázaro pierde el sentido, la cara (muchos pedazos del jarro se le quedan ensartados en la piel) y también algunos dientes. Luego, el socarrón del ciego, mientras le lava con vino las heridas, sonriéndose le dice: «¿Qué te parece, Lázaro? Lo que te enfermó te sana y da salud».

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Vamos, me "parece" a mi...

Saludos.