Carta a D. Quijote.

Grupo de lectura del Quijote en La Acequia.

(1ª Parte, capítulo XLIII)

""Mi querido D. Quijote.

El motivo de mi carta es comunicarte que esta noche, cuando reinaba la quietud y el silencio en ese magnifico castillo en el que te encuentras, y que los malvados encantadores que te persiguen han convertido en vulgar venta, han llegado hasta mis oidos tus dolientes y profundos suspiros, y el amoroso discurso que cuando estabas a caballo sobre Rocinante y recostado en tu lanzón, has dedicado a tu amada Dulcinea, la señora de tus pensamientos y reina universal de la hermosura.

Ese dulce y amoroso canto que has entonado con tu voz blanda, regalada y amorosa, no lo dudes, ha sido el que me ha conmovido y me ha impulsado a escribirte. Es uno de los pensamientos mas bellos que te he oido nunca. A ella la llamas “deposito de honestidad, e idea de todo lo provechoso, honesto y deleitable que hay en el mundo”. Y estás soñando con su amor: te la imaginas pensando en ti, su cautivo caballero, que a tantos peligros se ha puesto solo por servirla; y en tu imaginación la ves apoyada sobre algún balcón y considerando como, salvando su honestidad y grandeza, ha de amansar la tormenta que tu cuitado corazón padece por su amor.

No sabes como te comprendo. Solo por estas razones que has dicho, cautivo caballero, mereces aplauso y reconocimiento, pues demuestras tener un tierno y sensible corazón, lo cual es una inmensa suerte: tener capacidad de amar no suele abundar en ese mundo de malandrines y follones en el que te mueves.

Luego he visto como la doncella te ha llamado desde aquella ventana con rejas doradas -luego convertida en simple agujero de pajar por los malditos encantadores- solicitando y requiriendo tu amor. Tu le has contestado diciéndole que le tienes lástima, por haber puesto su pensamiento en ti, y le has dicho con sinceridad que no le puedes corresponder, pues tu corazón únicamente pertenece a Dulcinea. Y cuando le has dado la mano, tu mas encarnizado enemigo, el sabio Frestón -el maligno encantador- te ha vuelto a encantar y te has quedado suspendido de esa ventana.

He oido las descomunales voces que has dado, llamando a Dulcinea; a Sancho, que no hace más que dormir y que no te oye; a tu amiga Urganda la Desconocida, para que te libere del encantamiento. Pero nadie te oye.

Y asi estas ahora; solo, suspendido con el brazo desde la ventana encantada, transido de dolor, triste, desesperanzado, con conciencia de que los malandrines encantadores te persiguen una y otra vez.

Parece que nadie te comprende, pero quiero darte ánimo, porque creo que tienes suerte. Tu sabes ver las cosas; pero los encantadores nos persiguen a los demás, y nos impiden ver tu realidad: que el castillo es castillo y no venta; que la ventana es ventana con rejas doradas y no agujero. Que pena: no podemos ver lo que tu ves, quizás porque somos nosotros los encantados y los engañados; quizás porque el mundo está ciego y encantado con su materialismo y con su falta de ideales, y no tiene la suerte que tu, que sí sabes apreciar la belleza de tu mundo de ideales.

Tu aún no lo sabes pero…serás inmortal por ello, querido caballero.

Los dioses te guarden.""

Saludos.

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