Comienza este
capítulo 34 con los duques llevando a nuestros protagonistas de caza mayor, pasatiempo de los grandes. Parece que inicialmente los duques agasajan bien a D. Quijote y a Sancho, desean que caballero y escudero lo pasen bien y no sosprecharan nada. Y lo consiguen: nada hace presagiar el grandioso y burlesco espectáculo que vendrá luego.
Ya sabemos que Dulcinea tendrá protagonismo en los próximos capítulos; y Sancho no sale muy bien parado de éste. Cervantes ya nos avisa:
“de lo que más la duquesa se admiraba era que la simplicidad de Sancho fuese tanta, que hubiese venido a creer ser verdad infalible que Dulcinea del Toboso estuviese encantada, habiendo sido él mesmo el encantador y el embustero de aquel negocio.”Y parece como si el destino quisiera ajustar las cuentas pendientes con Sancho, como castigo a éste por haber engañado tan delicadamente a D. Quijote encantando a Dulcinea; un destino burlón que le dice al escudero: “
tu la encantaste y tu la desencantarás”. Hasta Cervantes se muestra hostil con el poco espiritual escudero, pues parece ensañarse especialmente con el futuro gobernador, que nos ofrece muchos detalles de su villania y plebeyez. Me da en la nariz que en esta burla la victima fundamental será Sancho; D. Quijote está más prudente y comedido. Y por cierto: los duques no necesitan esforzarse mucho para reirse con el "valiente" Sancho:
•Mientras que D. Quijote, austero, rechaza el vestido que le dan, Sancho
“sí tomó el que le dieron, con intención de venderle en la primera ocasión que pudiese”, lo cual es propio de un espíritu miserable, no se le ocurre guardarla como recuerdo, solo piensa en el dinero que “sacará” por la prenda.
•Luego le ofrecen un caballo pero prefiere llevarse a su alhaja, a su rucio, no lo suelta ni al sol ni a la sombra; lo cual lo dice todo de él.
•Cuando comienza la caza, con el ruido de las bocinas y la algarabía de las voces, desmontan los duques y D. Quijote, pero Sancho continua
“sin apearse del rucio, a quien no osara desamparar, porque no le sucediese algún desmán”.•Incluso hace el ridículo más espantoso: cuando ataca el jabalí destaca el contraste entre la valentía de D. Quijote y el duque (que salen a recibir al animal) y la cobardía de Sancho, que da a correr, subiéndose a una encina, rompiéndosele el vestido
“…y comenzó a dar tantos gritos y a pedir socorro con tanto ahínco que todos los que le oían y no le veían creyeron que estaba entre los dientes de alguna fiera.” (¡Juro que hubiera dado cualquier cosa por verlo asi…!)

•A continuación una frase hilarante de Cervantes: D. Quijote, ante los gritos de Sancho, vuelve la cabeza vio a Sancho
“…pendiente de la encina y la cabeza abajo, y al rucio rucio junto a él, que no le desamparó en su calamidad, y dice Cide Hamete que pocas veces vio a Sancho Panza sin ver al rucio, ni al rucio sin ver a Sancho: tal era la amistad y buena fe (¡!) que entre los dos se guardaban”, absolutamente deliciosa esta frase llena de buen humor y que termina de confirmarnos a Sancho.
•Cuando Sancho miró lo desgarrado del sayo de monte,
“pesóle en el alma, que pensó que tenía en el vestido un mayorazgo”, otra vez la codicia y la miseria de Sancho salen a la palestra.
•Incluso luego se lamenta, y le da igual que el duque esté delante: “
Si esta caza fuera de liebres o de pajarillos, seguro estuviera mi sayo de verse en este extremo”.
•Y por si fuera poco, Sancho termina despeñándose completamente, pues vuelve a ensartar a troche y moche sus refranes, como siempre, lo cual provoca por enésima vez la lógica y justa cólera de D. Quijote (
“Vuestras grandezas dejen a este tonto, señores míos, que les molerá las almas…”). Parece como si D. Quijote se diera cuenta de que se están riendo especialmente de su escudero (¿quiere protegerlo, o solo es fastidio por tanto refrán?), y del “papelazo” que éste está haciendo.
Y llega el espectáculo, grandioso, que contrasta con lo ridiculo que Sancho se muestra. Es evidente que los duques lo prepararon todo a conciencia y se tomaron infinitas molestias, muchísimas, diria yo, para hacer que D. Quijote se sientiese como en el mundo real de sus libros de caballerías; aunque hay que reconocer que tuvieron que gastarse un pastón. El espectáculo es de auténtico lujo. Pero, ¿por qué se tomaron tantas molestias los duques? Recordemos que los duques tambien habian leido la primera parte de nuestros héroes. ¿Por que se gastaron tanto, por qué prepararon tanto detalle? ¡Da la impresion de que hasta los agasajan! No creo que lo hicieran solo para burlarse de Sancho y de D. Quijote aunque, por supuesto, ese fue uno de los móviles.
El show es fantástico, barroco, espeso y recargado: el bosque arde por los cuatro costados, infinitos ruidos, algarabía, sonidos bélicos, ruido de caballos, voces, trompetas, clarines, tambores, pifaros. y todos estos ruidos sonaban
"casi todos a un tiempo, tan contino y tan apriesa, que no tuviera sentido el que no quedara sin él al son confuso de tantos instrumentoss. Pasmóse el duque, suspendióse la duqsuesa, admiróse don Quijote, tembló Sancho Panza y finalmente, aun hasta los mesmos sabidores de la causa se espantaron".
Cuando se asoma el diablo y anuncia que detrás viene Dulcinea con Montesinos y una procesión de encantadores que mostrarán como desencantarla, D. Quijote y Sancho se quedan meditando por diferentes motivos; Sancho porque el encantador fue él y no le cuadra aquello; y D. Quijote por ver si era cierto o no lo que soñó en la cueva de Montesinos. Pero la actitud de uno y otro es diferente: D. Quijote aguarda intrépido a que todo el infierno vaya a verlo; pero Sancho está muerto de miedo.
Y mas que miedo, pánico: hasta tal punto es así que Sancho perderá el conocimiento. Dice Cervantes que
“Sancho vino a tierra y dio con él desmayado en las faldas de la duquesa la cual le recibió en ellas y a gran priesa mandó que le echasen agua en el rostro. Hízose así, y él volvió en su acuerdo”.
El capitulo termina con la procesión de encantadores que traen a Dulcinea. Cervantes lo describe de un modo maravilloso, y yo guardaré silencio aquí, para disfrutar de la lectura de esta “aventura” que continuará en el siguiente capitulo. Ahora quiero detenerme y deleitarme en esta noche cerrada y estrellada de verano, contemplando la procesión de encantadores, especialmente el sabio
Lirgandeo, que viaja en el carro tirado por los cuatro perezosos bueyes cubiertos con paños negros. ¡Fascinante...!