Tengo muchos compañeros y amigos moteros: Javi, Miguel, Enrique (Cantos), José, Diego, Manolo, Cueva, Carabinas, Miguel Angel, Andrés, y muchos más, y que me perdonen los no nombrados, pero me refiero a todos ellos también. Tenemos profesiones muy variopintas. Cuando se tercia nos juntamos en el “Chocolat” (es nuestro sitio de “quedada”, sobre todo los domingos), y cabalgamos con nuestros caballos de hierro por esas rutas, nos hacemos unos 250-350 Km aproximados (algunas veces hasta más). Casi siempre a la hora de comer estamos aquí.
Sin embargo, las rutas más largas las he hecho con mi amigo Casimiro. “Casi” para los amigos. Profesión: construcción y albañilería. Edad: rondando los 50. Estatura mediana, complexión fuerte pero delgada. Pelo algo canoso. Casado con Isabel, tiene dos hijos, ya mayores. Buena pareja y buena gente. Buenos amigos.
Un universo cultural y profesional nos separa, y cada uno tenemos nuestra manera de ser, pensar y actuar; pero compartimos nuestra afición a la moto y a la carretera, y hay entre los dos un buen sentimiento de amistad y aprecio mutuo. Es lo hermoso que tiene el motociclismo: todos somos compañeros. Hay pintores, ingenieros, electricistas, abogados, agricultores, médicos, albañiles, etc. No hay diferencias y eso me parece muy bello. Hay en este ambiente algo mágico que me atrae, que me endulza los fines de semana, y esas sensaciones de libertad, de camaradería, de paz, de sosiego y de aventura que se mezclan cuando estamos encima de nuestras máquinas es inexplicable, pero gratificante y placentera. Es una sensación maravillosa.
Casi es sencillo, sensato y muy buena gente. Sabe vivir, no se complica la vida, y me parece fantástico. A mi me gusta más darle vueltas “al tarro”, pensar las cosas, reflexionar; el es hombre de arranques, de instinto. Para Casi no hay distancias. Me explico. A mí siempre me habian gustado las rutas “largas”. Me aburria hacerme 100 Km. Pero cuando empecé a conocerlo, comprobé con satisfacción que lo que verdaderamente le atraía eran las “muy largas”, y lo comprendi: es que le gusta la moto. Es muy capaz de estar aquí, y decirte: “¿Oye, vamos a tomarnos un café a Cordoba?” (a 175 Km de aquí). Como si Cordoba estuviera al lado. Al principio cuando yo era un motero novato, pensaba: “…¡pero bueno! ¿será que aquí se han agotado las reservas de café y tenemos que ir a Cordoba?”. Ahora ya nos conocemos bien y me encanta cuando algunas veces tiene esos arranques. El no busca el café; busca el kilometro, la ruta, la aventura de la carretera. Como es lógico, yo no tardo ni décimas de segundo en responderle: ”¡De acuerdo, un café en la Mezquita!". Y nos vamos tan tranquilamente. Y ojo, la vuelta posiblemente la hagamos por otro sitio, porque el camino es más largo. Lo hacemos con premeditación y alevosía. Cuando lo veo encima de su motocicleta, con esa cúpula grande (el cristal delantero), su casco y su chaqueta liberto me recuerda a un policía motorizado de la 5ª Avenida de Nueva York.
Hemos recorrido muchas rutas con nuestros restantes compañeros, todos son estupendos y les mando un afectuoso saludo. Pero hoy me toca hablar de Casi. Y las rutas que hemos realizado él y yo, los dos solos, creo que han sido de antología, ...¡y las que nos quedan si los Dioses no lo impiden!. Contra lo que pudiera pensarse, el frío es nuestro amigo. Recuerdo el invierno pasado, y os hablo del invierno, imaginaros el frio de Enero, cuando salimos los dos a las 8 de la mañana, en dirección a Córdoba. Un manto blanco de rocio cubria el campo. Tuvimos que detenernos en Montoro, nos dolian los dedos de las manos, casi congelados. El iba pertrechado por completo; pero yo entonces, aunque tenia chaqueta, guantes y botas, aun no me habia comprado los pantalones especiales con doble forro que hacen que vayas tan calentito, (¡iba en vaqueros!) y creo que propiné a mis dos piernas una buena cura de frio. En realidad, todas las rutas de aquel invierno las realicé en vaqueros.
Sin embargo, las rutas más largas las he hecho con mi amigo Casimiro. “Casi” para los amigos. Profesión: construcción y albañilería. Edad: rondando los 50. Estatura mediana, complexión fuerte pero delgada. Pelo algo canoso. Casado con Isabel, tiene dos hijos, ya mayores. Buena pareja y buena gente. Buenos amigos.
Un universo cultural y profesional nos separa, y cada uno tenemos nuestra manera de ser, pensar y actuar; pero compartimos nuestra afición a la moto y a la carretera, y hay entre los dos un buen sentimiento de amistad y aprecio mutuo. Es lo hermoso que tiene el motociclismo: todos somos compañeros. Hay pintores, ingenieros, electricistas, abogados, agricultores, médicos, albañiles, etc. No hay diferencias y eso me parece muy bello. Hay en este ambiente algo mágico que me atrae, que me endulza los fines de semana, y esas sensaciones de libertad, de camaradería, de paz, de sosiego y de aventura que se mezclan cuando estamos encima de nuestras máquinas es inexplicable, pero gratificante y placentera. Es una sensación maravillosa.
Casi es sencillo, sensato y muy buena gente. Sabe vivir, no se complica la vida, y me parece fantástico. A mi me gusta más darle vueltas “al tarro”, pensar las cosas, reflexionar; el es hombre de arranques, de instinto. Para Casi no hay distancias. Me explico. A mí siempre me habian gustado las rutas “largas”. Me aburria hacerme 100 Km. Pero cuando empecé a conocerlo, comprobé con satisfacción que lo que verdaderamente le atraía eran las “muy largas”, y lo comprendi: es que le gusta la moto. Es muy capaz de estar aquí, y decirte: “¿Oye, vamos a tomarnos un café a Cordoba?” (a 175 Km de aquí). Como si Cordoba estuviera al lado. Al principio cuando yo era un motero novato, pensaba: “…¡pero bueno! ¿será que aquí se han agotado las reservas de café y tenemos que ir a Cordoba?”. Ahora ya nos conocemos bien y me encanta cuando algunas veces tiene esos arranques. El no busca el café; busca el kilometro, la ruta, la aventura de la carretera. Como es lógico, yo no tardo ni décimas de segundo en responderle: ”¡De acuerdo, un café en la Mezquita!". Y nos vamos tan tranquilamente. Y ojo, la vuelta posiblemente la hagamos por otro sitio, porque el camino es más largo. Lo hacemos con premeditación y alevosía. Cuando lo veo encima de su motocicleta, con esa cúpula grande (el cristal delantero), su casco y su chaqueta liberto me recuerda a un policía motorizado de la 5ª Avenida de Nueva York.
Hemos recorrido muchas rutas con nuestros restantes compañeros, todos son estupendos y les mando un afectuoso saludo. Pero hoy me toca hablar de Casi. Y las rutas que hemos realizado él y yo, los dos solos, creo que han sido de antología, ...¡y las que nos quedan si los Dioses no lo impiden!. Contra lo que pudiera pensarse, el frío es nuestro amigo. Recuerdo el invierno pasado, y os hablo del invierno, imaginaros el frio de Enero, cuando salimos los dos a las 8 de la mañana, en dirección a Córdoba. Un manto blanco de rocio cubria el campo. Tuvimos que detenernos en Montoro, nos dolian los dedos de las manos, casi congelados. El iba pertrechado por completo; pero yo entonces, aunque tenia chaqueta, guantes y botas, aun no me habia comprado los pantalones especiales con doble forro que hacen que vayas tan calentito, (¡iba en vaqueros!) y creo que propiné a mis dos piernas una buena cura de frio. En realidad, todas las rutas de aquel invierno las realicé en vaqueros.
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Lo propio nos pasó cuando nos fuimos a Albacete (está a 220 km de aquí), teniamos ganas de degustar el queso frito que hacian allí, y el aprovechó la ocasión para saludar a una amiga de la familia.
Otra vez, a Benalmádena, (a 260 Km.) el entrecot que nos tomamos ese dia fue gigantesco. En otra ocasión, nos fuimos a Almeria, concretamente a Ohanes (a 200 Km.), un pueblo perdido en la sierra. Pues, ¡para qué contaros aquella ocasión en la que nos dirigimos a Manzanares (a 175 Km.), porque, a sugerencia mía, queriamos probar los famosos “duelos y quebrantos” que comía D. Quijote los sábados de cada semana? Riquisimos, los recomiendo. Como el tiempo amenazaba lluvia, terminamos rápidamente de comer y nos volvimos para el Sur. Las negras nubes nos perseguían, y tuvimos suerte, llegamos secos.
En otra ocasión y esto fue hace casi un año, marchamos con otros diez o doce compañeros a la concentración nacional de motos que hubo en Madrid para protestar contra los “guardarailes asesinos” que, desde ya, deberían de eliminarse de las carreteras. Allí se reunieron moteros de toda España. De aquí a Madrid hay 350 Km de ida, y otros tantos de vuelta. Llegamos a nuestro pueblo, y recién aparcadas las motos me dice: ¿oye, quieres el último café en Granada (100 Km)? ¡Fantástico! ¿Y sabeis que estuve a punto, a puntísimo de decirle que si? Se conoce que no habiamos tenido bastante.
Otra vez, a Benalmádena, (a 260 Km.) el entrecot que nos tomamos ese dia fue gigantesco. En otra ocasión, nos fuimos a Almeria, concretamente a Ohanes (a 200 Km.), un pueblo perdido en la sierra. Pues, ¡para qué contaros aquella ocasión en la que nos dirigimos a Manzanares (a 175 Km.), porque, a sugerencia mía, queriamos probar los famosos “duelos y quebrantos” que comía D. Quijote los sábados de cada semana? Riquisimos, los recomiendo. Como el tiempo amenazaba lluvia, terminamos rápidamente de comer y nos volvimos para el Sur. Las negras nubes nos perseguían, y tuvimos suerte, llegamos secos.
En otra ocasión y esto fue hace casi un año, marchamos con otros diez o doce compañeros a la concentración nacional de motos que hubo en Madrid para protestar contra los “guardarailes asesinos” que, desde ya, deberían de eliminarse de las carreteras. Allí se reunieron moteros de toda España. De aquí a Madrid hay 350 Km de ida, y otros tantos de vuelta. Llegamos a nuestro pueblo, y recién aparcadas las motos me dice: ¿oye, quieres el último café en Granada (100 Km)? ¡Fantástico! ¿Y sabeis que estuve a punto, a puntísimo de decirle que si? Se conoce que no habiamos tenido bastante.
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Buen amigo y buen motero, por afición y por vocación. Un abrazo, Casi.
Saludos.
Saludos.
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