Hoy he estado repasando vuestros comentarios a mi entrada de ayer, “De amicitia”, todos estupendos y que agradezco enormemente como siempre. La amistad es uno de los valores humanos más importantes y, hablando en general, estamos muy huérfanos de ellos. El estrés de nuestro ritmo de vida, la estúpida competitividad, la sociedad de brutal e inmisericorde capitalismo y consumismo en que vivimos, y fundamentalmente nuestro egoísmo o falta de compromiso hace que tengamos cierto bienestar material, pero muy poco bienestar emocional y una gran orfandad de valores humanos. En mi opinión, esas son dos de las grandes asignaturas pendientes del Siglo XXI: la paz interior (o paz emocional del ser humano) y el cultivo de los valores humanos, como la amistad. Ya habréis advertido fácilmente que muchos de mis posts late o subyace por mi parte una incesante búsqueda de la felicidad, y el primer peldaño de la escalera que conduce a la misma, en mi opinión, consiste en intentar encontrar la estabilidad o tranquilidad del ánimo y el cultivo de los valores humanos.
Pero hay varios obstáculos para ello, como nuestra falta de compromiso, como decia Umma1 en su magnifico comentario, es decir, nuestro egocentrismo y el no ver mas allá de nuestras narices; ese “salvese quien pueda” y “a quien Dios se la de S. Pedro se la bendiga”, que con gran acierto sugería Fernando Manero; en definitiva, e insisto, nuestro egoísmo. No me extraña que Luz de Gas y Manuel de la Rosa y algunos mas manifestéis vuestro escepticismo y vuestras claras dudas de que sea posible aplicar las tesis de Cicerón sobre la amistad en el Siglo XXI, y os comprendo perfectamente.
Por si fuera poco tenemos miedo a expresar nuestra opinión, y yo pregunto: pero ¿a qué tenemos miedo? Porque por fortuna la hoguera desapareció como pena capital hace siglos, tenemos derecho a opinar libremente, la libertad de expresión es un sacrosanto y magnifico logro constitucional de nuestro estado de derecho; y tenemos derecho a opinar libremente, le moleste a quien le moleste, siempre por supuesto con respeto a la idea del prójimo. Pero es que tampoco nos atrevemos a aconsejar (de nuevo tienes razón, Umma1), lo cual también es un error, producto quizás de un exagerado miedo a errar o a inducir a error al otro.
Es una actitud cómoda y pasiva que no sé como calificar, quizás “conservadurismo egoísta”, o un “cómodo inmovilismo”, que me parece equivocada.
Por si fuera poco, luego hay mas miedos aún: no exteriorizamos muchas veces nuestros sentimientos por miedo a parecer débiles. Y yo creo que no seremos débiles por eso, estamos completamente equivocados; mas bien es todo lo contrario. A mi siempre me ha parecido completamente falso el aforismo de que “el que muestra sus sentimientos es débil”, porque conduce a la anulación de toda nuestra humanidad y a convertirnos en estatuas de pedernal. Menuda y soberbia idiotez integral la frasecita, pues nos lleva a hacernos fuertes pero con un concepto totalmente equivocado de lo que es “fortaleza”, que no es tal, sino simple deshumanización. No es mas fuerte quien mas grita, o quien es admirado o llega mas lejos que los demás, ni muchisimo menos. Esto no es una carrera, aunque el mundo quiera hacérnoslo creer, y no debemos caer en ese falso espejismo. El hombre o la mujer que muestran sus sentimientos (¡que para eso los tenemos!), son precisamente eso, un hombre o una mujer en el mejor, más noble y más humano sentido de las palabras, que no teme esconderse, que se muestra tal cual es, que es auténtico, que es sincero: que abre su corazón. Y me parece fenomenal.
Si luego la sociedad en que vivimos está "enferma" o si el mundo nos critica porque ha perdido de tal modo la brújula que se confunde y malinterpreta nuestro mensaje, o incluso si después nos traiciona, cosa que será probable, el problema lo tiene el mundo o la sociedad, NO nosotros.
Y no creo que debamos perder nuestra capacidad de amar por el miedo a ser traicionados o al sufrimiento, no me parece una actitud correcta; porque el que sufre una injuria podrá olvidarla: pero jamás el que la ha causado. Si como consecuencia de una injuria o de una puñalada por la espalda sufro, eso es normal, soy de carne y hueso y tengo derecho a sentirme: pero si me vuelvo insensible y ya no me fio de nadie, entonces es ese agresor el que me ha vencido a mi; el que ha anulado mi capacidad de amar a los demás… ¡y no creo que debamos de darle a nuestro agresor el placer de convertirnos en un desconfiado como ellos!. Además, estaré agradecido a mi agresor: me ha abierto los ojos, y ha demostrado que no conoce la palabra amistad, como bien decia Hiperión. Pero no hemos de consentir que nos cierre el corazón. Porque muchas veces la sociedad nos condiciona y no nos deja ser seres humanos, no nos permite irradiar a los demas nuestra humanidad.
Yo estoy total y absolutamente convencido de que ni el mundo ni la sociedad tienen derecho ninguno a condicionar nuestro comportamiento, ni a obligarnos a vivir cerrados en nosotros mismos, ni a adobar nuestro egoismo ú orgullo, ni puede obligarnos tampoco a hacer todo lo que todo el mundo hace “a ir donde va Vicente, que va donde va la gente”, por seguir el tipico refrán. No.
Y tampoco puede obligarnos nadie, repito, nadie, a mantener una postura beligerantemente defensiva, o ciego orgullo, como bien decia Izara: “Yo soy asi y el que no me acepte tal cual, alla el”, pues en el "yo soy asi" va una vanagloria aplaudida de los defectos propios” y estoy totalmente de acuerdo contigo, Izara. Y no solo que es una vanagloria de los defectos propios, sino que además constituye un clarisimo error de principiante, pues nadie tiene la verdad absoluta de todo, todos estamos sujetos al error; y esa defensa a ultranza de nuestra idiosincrasia no solo que cierra nuestro corazón a los demás, sino que es muy perniciosa porque encima nos esta privando de la oportunidad de conocer otros puntos de vista, que a lo mejor son mejores que los nuestros. Debemos abrir nuestra mente.
Un ejemplo: ¿por qué Roma llegó tan lejos? Según Montesquieu y Mommsen, que los estudiaron mejor que nadie, porque pusieron especial atención en fijarse en qué eran superiores los enemigos ¡y se mostraron siempre dispuestos a adoptar las costumbres ajenas cuando vieron que eran mejores que las suyas! ¡Fueron muy inteligentes! Su inicial espada era corta y mala; cuando conocieron la espada española (gladius hispanicus), abandonaron la suya y cogieron la nuestra; incorporaron a sus ejercito honderos baleares, barcos rodios, caballeria numida; lo mejor de los demás lo adoptaron como propio para ellos. ¡Los galos jamas abandonaron su espada y su escudo: por eso fueron vencidos!
Seamos valientes; atrevámonos a seguir nuestro propio criterio y no el del mundo; atrevámonos a comunicarnos con los demas, a intercambiar experiencias y enriquecernos mutuamente, y por qué no, comunicar nuestros sentimientos con nuestros amigos/as, que son un consuelo cuanto tenemos un problema, porque nos ayudan. Brindémonos siempre a dar una mano amiga, a ofrecer un consejo al que lo necesite. Por ejemplo: cuando alguien verdaderamente necesitado pida un consejo, creo que hemos de procurar dar el mejor posible y buscar dentro de nuestro repertorio el que con buena fe y con toda la buena intención del mundo consideremos el mejor. Luego, si nos hemos equivocado… ¡pues nos hemos equivocado y punto!, como seres humanos falibles e imperfectos que somos; pero al menos, habremos intentado ayudar con buena intención. No hay hombres perfectos, sino intenciones perfectas.
Y por supuesto, salvaguardar nuestra intimidad es necesario; pero se trata de tener equilibrio y no tocar los extremos: ni una exaltación exacerbada (que conduzca a que tengamos los ojos en blanco las veinticuatro horas del dia o que tengamos que ir contando nuestras interioridades al primero que pase), pero tampoco el otro extremo: no fiarnos ni de nuestra sombra, siendo piedras insensibles.
Ese respeto o salvaguarda de lo intimo NO tiene por qué privarnos de nuestra facultad y de nuestra capacidad de relacionarnos y contactar con los demás, ni tiene por qué impedirnos conservar los amigos viejos y hacer nuevos amigos, amarlos, brindarnos a ellos, asumir compromisos, ser generosos. Podemos tener a salvo nuestra intimidad, y al mismo tiempo tener amigos/as de verdad, e incluso compartir nuestras intimidades con quien a nosotros nos de la real gana desahogándonos con ese amigo/a con el que sabemos que podemos contar, diciendo las cosas de modo honesto y sincero, como las sintamos, con valentia y sin complejos, con una sinceridad espontánea y auténtica. Abrámonos a los demás, que para eso están los amigos/as, los que lo son de verdad, nuestro apoyo.
¿Qué si es posible la amistad en el Siglo XXI? Estoy convencido de que sí. "Haberlos haylos", claro que si, amigos; pero puede que tengamos que empezar a sembrar, dando nosotros, para luego recoger. Cuando yo tenia doce años una vez me quejé a mi añorado y difunto padre de que tenia pocos amigos. No olvidaré jamás su respuesta: hay que sembrar primero para recoger después.
Pero hay varios obstáculos para ello, como nuestra falta de compromiso, como decia Umma1 en su magnifico comentario, es decir, nuestro egocentrismo y el no ver mas allá de nuestras narices; ese “salvese quien pueda” y “a quien Dios se la de S. Pedro se la bendiga”, que con gran acierto sugería Fernando Manero; en definitiva, e insisto, nuestro egoísmo. No me extraña que Luz de Gas y Manuel de la Rosa y algunos mas manifestéis vuestro escepticismo y vuestras claras dudas de que sea posible aplicar las tesis de Cicerón sobre la amistad en el Siglo XXI, y os comprendo perfectamente.
Por si fuera poco tenemos miedo a expresar nuestra opinión, y yo pregunto: pero ¿a qué tenemos miedo? Porque por fortuna la hoguera desapareció como pena capital hace siglos, tenemos derecho a opinar libremente, la libertad de expresión es un sacrosanto y magnifico logro constitucional de nuestro estado de derecho; y tenemos derecho a opinar libremente, le moleste a quien le moleste, siempre por supuesto con respeto a la idea del prójimo. Pero es que tampoco nos atrevemos a aconsejar (de nuevo tienes razón, Umma1), lo cual también es un error, producto quizás de un exagerado miedo a errar o a inducir a error al otro.
Es una actitud cómoda y pasiva que no sé como calificar, quizás “conservadurismo egoísta”, o un “cómodo inmovilismo”, que me parece equivocada.
Por si fuera poco, luego hay mas miedos aún: no exteriorizamos muchas veces nuestros sentimientos por miedo a parecer débiles. Y yo creo que no seremos débiles por eso, estamos completamente equivocados; mas bien es todo lo contrario. A mi siempre me ha parecido completamente falso el aforismo de que “el que muestra sus sentimientos es débil”, porque conduce a la anulación de toda nuestra humanidad y a convertirnos en estatuas de pedernal. Menuda y soberbia idiotez integral la frasecita, pues nos lleva a hacernos fuertes pero con un concepto totalmente equivocado de lo que es “fortaleza”, que no es tal, sino simple deshumanización. No es mas fuerte quien mas grita, o quien es admirado o llega mas lejos que los demás, ni muchisimo menos. Esto no es una carrera, aunque el mundo quiera hacérnoslo creer, y no debemos caer en ese falso espejismo. El hombre o la mujer que muestran sus sentimientos (¡que para eso los tenemos!), son precisamente eso, un hombre o una mujer en el mejor, más noble y más humano sentido de las palabras, que no teme esconderse, que se muestra tal cual es, que es auténtico, que es sincero: que abre su corazón. Y me parece fenomenal.
Si luego la sociedad en que vivimos está "enferma" o si el mundo nos critica porque ha perdido de tal modo la brújula que se confunde y malinterpreta nuestro mensaje, o incluso si después nos traiciona, cosa que será probable, el problema lo tiene el mundo o la sociedad, NO nosotros.
Y no creo que debamos perder nuestra capacidad de amar por el miedo a ser traicionados o al sufrimiento, no me parece una actitud correcta; porque el que sufre una injuria podrá olvidarla: pero jamás el que la ha causado. Si como consecuencia de una injuria o de una puñalada por la espalda sufro, eso es normal, soy de carne y hueso y tengo derecho a sentirme: pero si me vuelvo insensible y ya no me fio de nadie, entonces es ese agresor el que me ha vencido a mi; el que ha anulado mi capacidad de amar a los demás… ¡y no creo que debamos de darle a nuestro agresor el placer de convertirnos en un desconfiado como ellos!. Además, estaré agradecido a mi agresor: me ha abierto los ojos, y ha demostrado que no conoce la palabra amistad, como bien decia Hiperión. Pero no hemos de consentir que nos cierre el corazón. Porque muchas veces la sociedad nos condiciona y no nos deja ser seres humanos, no nos permite irradiar a los demas nuestra humanidad.
Yo estoy total y absolutamente convencido de que ni el mundo ni la sociedad tienen derecho ninguno a condicionar nuestro comportamiento, ni a obligarnos a vivir cerrados en nosotros mismos, ni a adobar nuestro egoismo ú orgullo, ni puede obligarnos tampoco a hacer todo lo que todo el mundo hace “a ir donde va Vicente, que va donde va la gente”, por seguir el tipico refrán. No.
Y tampoco puede obligarnos nadie, repito, nadie, a mantener una postura beligerantemente defensiva, o ciego orgullo, como bien decia Izara: “Yo soy asi y el que no me acepte tal cual, alla el”, pues en el "yo soy asi" va una vanagloria aplaudida de los defectos propios” y estoy totalmente de acuerdo contigo, Izara. Y no solo que es una vanagloria de los defectos propios, sino que además constituye un clarisimo error de principiante, pues nadie tiene la verdad absoluta de todo, todos estamos sujetos al error; y esa defensa a ultranza de nuestra idiosincrasia no solo que cierra nuestro corazón a los demás, sino que es muy perniciosa porque encima nos esta privando de la oportunidad de conocer otros puntos de vista, que a lo mejor son mejores que los nuestros. Debemos abrir nuestra mente.
Un ejemplo: ¿por qué Roma llegó tan lejos? Según Montesquieu y Mommsen, que los estudiaron mejor que nadie, porque pusieron especial atención en fijarse en qué eran superiores los enemigos ¡y se mostraron siempre dispuestos a adoptar las costumbres ajenas cuando vieron que eran mejores que las suyas! ¡Fueron muy inteligentes! Su inicial espada era corta y mala; cuando conocieron la espada española (gladius hispanicus), abandonaron la suya y cogieron la nuestra; incorporaron a sus ejercito honderos baleares, barcos rodios, caballeria numida; lo mejor de los demás lo adoptaron como propio para ellos. ¡Los galos jamas abandonaron su espada y su escudo: por eso fueron vencidos!
Seamos valientes; atrevámonos a seguir nuestro propio criterio y no el del mundo; atrevámonos a comunicarnos con los demas, a intercambiar experiencias y enriquecernos mutuamente, y por qué no, comunicar nuestros sentimientos con nuestros amigos/as, que son un consuelo cuanto tenemos un problema, porque nos ayudan. Brindémonos siempre a dar una mano amiga, a ofrecer un consejo al que lo necesite. Por ejemplo: cuando alguien verdaderamente necesitado pida un consejo, creo que hemos de procurar dar el mejor posible y buscar dentro de nuestro repertorio el que con buena fe y con toda la buena intención del mundo consideremos el mejor. Luego, si nos hemos equivocado… ¡pues nos hemos equivocado y punto!, como seres humanos falibles e imperfectos que somos; pero al menos, habremos intentado ayudar con buena intención. No hay hombres perfectos, sino intenciones perfectas.
Y por supuesto, salvaguardar nuestra intimidad es necesario; pero se trata de tener equilibrio y no tocar los extremos: ni una exaltación exacerbada (que conduzca a que tengamos los ojos en blanco las veinticuatro horas del dia o que tengamos que ir contando nuestras interioridades al primero que pase), pero tampoco el otro extremo: no fiarnos ni de nuestra sombra, siendo piedras insensibles.
Ese respeto o salvaguarda de lo intimo NO tiene por qué privarnos de nuestra facultad y de nuestra capacidad de relacionarnos y contactar con los demás, ni tiene por qué impedirnos conservar los amigos viejos y hacer nuevos amigos, amarlos, brindarnos a ellos, asumir compromisos, ser generosos. Podemos tener a salvo nuestra intimidad, y al mismo tiempo tener amigos/as de verdad, e incluso compartir nuestras intimidades con quien a nosotros nos de la real gana desahogándonos con ese amigo/a con el que sabemos que podemos contar, diciendo las cosas de modo honesto y sincero, como las sintamos, con valentia y sin complejos, con una sinceridad espontánea y auténtica. Abrámonos a los demás, que para eso están los amigos/as, los que lo son de verdad, nuestro apoyo.
¿Qué si es posible la amistad en el Siglo XXI? Estoy convencido de que sí. "Haberlos haylos", claro que si, amigos; pero puede que tengamos que empezar a sembrar, dando nosotros, para luego recoger. Cuando yo tenia doce años una vez me quejé a mi añorado y difunto padre de que tenia pocos amigos. No olvidaré jamás su respuesta: hay que sembrar primero para recoger después.
En mi humilde opinión, las ideas de Cicerón...no han muerto, ni muchisimo menos.
Saludos.