En este capitulo XV de la Segunda Parte de D. Quijote, observamos que ha terminado muy mal parado uno de los socarrones más famosos de la historia: Sansón Carrasco, convertido por arte de encantamento, en el Caballero de los Espejos.
Recordemos que Cervantes lo define asi: “Era el bachiller, aunque se llamaba Sansón, no muy grande de cuerpo, aunque muy gran socarrón; de color macilenta, pero de muy buen entendimiento; tendría hasta veinte y cuatro años, carirredondo, de nariz chata y de boca grande, señales todas de ser de condición maliciosa y amigo de donaires y de burlas”.
También y lo define como “…perpetuo trástulo y regocijador de los patios de las escuelas salmanticenses”.
Cervantes ya lo avisa, y dice que Carrasco es “de condición maliciosa”. Y lo demostró, cuando al principio de la segunda parte va a casa de D. Quijote, arrodillándose y empezando a decir “Deme vuestra merced las manos”, etc. Se rió a placer de D. Quijote. Sin misericordia. Y lo peor de todo es que gozaba con sus locuras.
Ya aquello me predispuso contra él, porque pensaba, y lo sigo pensando, que no es noble ni bueno reirse de nadie, y menos de un loco. Por ello, cuando lei por primera vez el Quijote (tenia 13 años, cuando lo mecanografié, abajo a la derecha una de mis ilustraciones de entonces), casi di saltos de alegría cuando el maligno Carrasco fue abatido por D. Quijote. Y ahora, con mis 44, he de confesar que sigo regocijándome aún de los palos que se ha llevado el de los Espejos: se lo tiene más que merecido.
Y Cervantes también: creo adivinarlo y hasta me imagino la sonrisa irónica de D. Miguel escribiendo el soberbio varapalo que se llevó el bachiller Carrasco, pues dice: “y si no fuera por los pensamientos extraordinarios de don Quijote, que se dio a entender que el bachiller no era el bachiller, el señor bachiller quedara imposibilitado para siempre de graduarse de licenciado, por no haber hallado nidos donde pensó hallar pájaros.” Es precisa una lectura muy meticulosa de la novela para darse cuenta: Cevantes, un genio, que lo tiene todo muy bien pensado, aqui no es padrastro, sino padre de D. Quijote, y lo defiende frente a los malandrines y follones que se rien de él, criticándolos a su vez, una y otra vez. Estoy completamente seguro de ello. Cervantes, asi, apalea y maltrata a todo socarron que se rie de un loco enfermo. Es como si le dijera a Sansón: tú te has reido tanto de D. Quijote, y ahora nosotros nos reimos de tí. El burlador...burlado. Por cierto, jamás me fié del bachiller Sansón Carrasco, pues nunca tuve fe en sus aparentemente buenas intenciones... es un malvado cínico.
Pero Carrasco solo es un instrumento: el que necesita Cervantes para trazar el hilo argumental de la novela y el final de nuestro noble caballero. Y se me antoja que Cervantes, más que criticar a Sansón -que lo hace, indudablemente-, critica a la socarronería en general: no olvidemos que Cervantes es de castilla la vieja, serio, sobrio, noble, de altas y nobles miras, y no muy amigo de tonterias ni de burlas.
La socarronería se define como burla encubierta efectuada con astucia o disimulo, es decir, con ironía. Un socarrón es, en el fondo y en la forma, una persona que se burla de los demás. Y creo que no era el único que se burlaba de D. Quijote: también el cura y el barbero lo hacían y, en general, todos los que conocían a D. Quijote. Ello llegará a su colmo con los duques.
Alonso Quijano era todo un espectáculo. Con sus locuras “grande gusto recibían” todos; y se lo pasan tan bien con él, que alguien sugiere que, “si no fuese anticristiano, que nunca sane D. Quijote, porque seria siempre mayor el gusto que recibirian con su locura que con su sanidad", que bárbaro; muchos disimulan las risas en su presencia, en fin, es objeto de burla y escarnio generalizados.
Lo que es el mundo. Me recuerda a las escenas que se daban en nuestros pueblos, con la figura del “tonto del pueblo”, y la gente riendose de él a su alrededor: bastante desgracia tenia con ser deficiente, que encima se reian del infeliz. Habia algo de animal, de instintivo y de perverso en dicha risa. Si el tonto del pueblo fuera su hijo, seguro que no les haria gracia ninguna que se mofaran de él. Y no hace falta ir tan lejos: ¡quien no se ha reido ante un mero resbalón de un peatón! Natural condición humana.
Recordemos que Cervantes lo define asi: “Era el bachiller, aunque se llamaba Sansón, no muy grande de cuerpo, aunque muy gran socarrón; de color macilenta, pero de muy buen entendimiento; tendría hasta veinte y cuatro años, carirredondo, de nariz chata y de boca grande, señales todas de ser de condición maliciosa y amigo de donaires y de burlas”.
También y lo define como “…perpetuo trástulo y regocijador de los patios de las escuelas salmanticenses”.
Cervantes ya lo avisa, y dice que Carrasco es “de condición maliciosa”. Y lo demostró, cuando al principio de la segunda parte va a casa de D. Quijote, arrodillándose y empezando a decir “Deme vuestra merced las manos”, etc. Se rió a placer de D. Quijote. Sin misericordia. Y lo peor de todo es que gozaba con sus locuras.
Ya aquello me predispuso contra él, porque pensaba, y lo sigo pensando, que no es noble ni bueno reirse de nadie, y menos de un loco. Por ello, cuando lei por primera vez el Quijote (tenia 13 años, cuando lo mecanografié, abajo a la derecha una de mis ilustraciones de entonces), casi di saltos de alegría cuando el maligno Carrasco fue abatido por D. Quijote. Y ahora, con mis 44, he de confesar que sigo regocijándome aún de los palos que se ha llevado el de los Espejos: se lo tiene más que merecido.
Y Cervantes también: creo adivinarlo y hasta me imagino la sonrisa irónica de D. Miguel escribiendo el soberbio varapalo que se llevó el bachiller Carrasco, pues dice: “y si no fuera por los pensamientos extraordinarios de don Quijote, que se dio a entender que el bachiller no era el bachiller, el señor bachiller quedara imposibilitado para siempre de graduarse de licenciado, por no haber hallado nidos donde pensó hallar pájaros.” Es precisa una lectura muy meticulosa de la novela para darse cuenta: Cevantes, un genio, que lo tiene todo muy bien pensado, aqui no es padrastro, sino padre de D. Quijote, y lo defiende frente a los malandrines y follones que se rien de él, criticándolos a su vez, una y otra vez. Estoy completamente seguro de ello. Cervantes, asi, apalea y maltrata a todo socarron que se rie de un loco enfermo. Es como si le dijera a Sansón: tú te has reido tanto de D. Quijote, y ahora nosotros nos reimos de tí. El burlador...burlado. Por cierto, jamás me fié del bachiller Sansón Carrasco, pues nunca tuve fe en sus aparentemente buenas intenciones... es un malvado cínico.
Pero Carrasco solo es un instrumento: el que necesita Cervantes para trazar el hilo argumental de la novela y el final de nuestro noble caballero. Y se me antoja que Cervantes, más que criticar a Sansón -que lo hace, indudablemente-, critica a la socarronería en general: no olvidemos que Cervantes es de castilla la vieja, serio, sobrio, noble, de altas y nobles miras, y no muy amigo de tonterias ni de burlas.
La socarronería se define como burla encubierta efectuada con astucia o disimulo, es decir, con ironía. Un socarrón es, en el fondo y en la forma, una persona que se burla de los demás. Y creo que no era el único que se burlaba de D. Quijote: también el cura y el barbero lo hacían y, en general, todos los que conocían a D. Quijote. Ello llegará a su colmo con los duques.
Alonso Quijano era todo un espectáculo. Con sus locuras “grande gusto recibían” todos; y se lo pasan tan bien con él, que alguien sugiere que, “si no fuese anticristiano, que nunca sane D. Quijote, porque seria siempre mayor el gusto que recibirian con su locura que con su sanidad", que bárbaro; muchos disimulan las risas en su presencia, en fin, es objeto de burla y escarnio generalizados.
Lo que es el mundo. Me recuerda a las escenas que se daban en nuestros pueblos, con la figura del “tonto del pueblo”, y la gente riendose de él a su alrededor: bastante desgracia tenia con ser deficiente, que encima se reian del infeliz. Habia algo de animal, de instintivo y de perverso en dicha risa. Si el tonto del pueblo fuera su hijo, seguro que no les haria gracia ninguna que se mofaran de él. Y no hace falta ir tan lejos: ¡quien no se ha reido ante un mero resbalón de un peatón! Natural condición humana.
Yo pienso que hay que ser alegre, es bueno reirse, hasta que te duela el estómago si es preciso; pero para ello no es necesario burlarse de nadie. Pues bien, hete aquí que ahora el socarrón de Carrasco hace algo que nadie se atreve a hacer: va mas allá, y no solo que se ríe de D. Quijote, sino que se presta al mismo juego caballeresco, así aprovecha para pasárselo bien, y canoniza sus mismas locuras, lo cual acarreará el enojo de personas sensatas, como cierto eclesiástico, no adelantemos, y también del propio Cervantes.
Pregunta: ¿No habrá mejor manera de curar a un loco que reírse de el? O por mejor decir: Para procurar la sanidad de un enfermo ¿es necesario, además, reirse de él?
Por supuesto que no. Es decir: supongamos (he dicho supongamos, que yo no lo creo) que inicial y aparentemente la intención de Sansón alguna vez fuese buena. El problema es que el socarrón lo es tanto que aprovecha la más mínima oportunidad para seguir riéndose de D. Quijote, con lo cual se deslegitima el solito. Eso me rebela por dentro. Es como si un médico cura a su paciente riéndose de él o burlándose de su padecimiento: no es admisible. Pero es que encima lo hace cobardemente, porque como no se atreve a decirle a D. Quijote las cosas claramente con palabras llanas, tiene que estar ideando y maquinando continuamente su astucia y su disimulo.
Y lo que si está claro es que ningún noble corazón se burla de otro. Y Sansón lo hace sin cesar.
Si tu intención es buena -curar a un loco-, haz todo lo posible, pero no te rías de él, porque así estás demostrando cuán mezquino eres. Y si te resulta muy dificil no reirte (reconozco que en este caso lo es), hazlo para tus adentros, pero no te burles encima. Y en el caso de Sansón, no serian muy consistentes sus aparentemente buenos sentimientos, porque pronto se tornan en pura y simple venganza. Tras el varapalo que le da D. Quijote, Carrasco reconoce claramente que ira a buscarlo, “pero no ya por compasión, sino por venganza, porque el dolor de sus costillas no le permitía hacer mas piadosos discursos”.
De modo que ya no va a buscarlo con buena intención: ahora es la venganza, pura, simple y ruín venganza, la que domina la línea de conducta del socarrón Sansón Carrasco.
El Quijote para mi tiene notas de tragedia: la tragedia de la propia vida. La primera vez que lo rei me hizo reir a carcajadas; la segunda lectura me hizo pensar. Mas recientemente..., me hizo llorar. El mundo, malo y perverso, se rie de D. Quijote, es más, disfruta de sus locuras y de su desgracia. Y Cervantes, magistralmente, cerrará así el circulo mágico argumental de la novela de D. Quijote. Ya lo veremos.
Pregunta: ¿No habrá mejor manera de curar a un loco que reírse de el? O por mejor decir: Para procurar la sanidad de un enfermo ¿es necesario, además, reirse de él?
Por supuesto que no. Es decir: supongamos (he dicho supongamos, que yo no lo creo) que inicial y aparentemente la intención de Sansón alguna vez fuese buena. El problema es que el socarrón lo es tanto que aprovecha la más mínima oportunidad para seguir riéndose de D. Quijote, con lo cual se deslegitima el solito. Eso me rebela por dentro. Es como si un médico cura a su paciente riéndose de él o burlándose de su padecimiento: no es admisible. Pero es que encima lo hace cobardemente, porque como no se atreve a decirle a D. Quijote las cosas claramente con palabras llanas, tiene que estar ideando y maquinando continuamente su astucia y su disimulo.
Y lo que si está claro es que ningún noble corazón se burla de otro. Y Sansón lo hace sin cesar.
Si tu intención es buena -curar a un loco-, haz todo lo posible, pero no te rías de él, porque así estás demostrando cuán mezquino eres. Y si te resulta muy dificil no reirte (reconozco que en este caso lo es), hazlo para tus adentros, pero no te burles encima. Y en el caso de Sansón, no serian muy consistentes sus aparentemente buenos sentimientos, porque pronto se tornan en pura y simple venganza. Tras el varapalo que le da D. Quijote, Carrasco reconoce claramente que ira a buscarlo, “pero no ya por compasión, sino por venganza, porque el dolor de sus costillas no le permitía hacer mas piadosos discursos”.
De modo que ya no va a buscarlo con buena intención: ahora es la venganza, pura, simple y ruín venganza, la que domina la línea de conducta del socarrón Sansón Carrasco.
El Quijote para mi tiene notas de tragedia: la tragedia de la propia vida. La primera vez que lo rei me hizo reir a carcajadas; la segunda lectura me hizo pensar. Mas recientemente..., me hizo llorar. El mundo, malo y perverso, se rie de D. Quijote, es más, disfruta de sus locuras y de su desgracia. Y Cervantes, magistralmente, cerrará así el circulo mágico argumental de la novela de D. Quijote. Ya lo veremos.
Y por cierto, un presentimiento muy personal: creo que la elección del nombre (Sansón) fue todo un acierto de Cervantes que, a su vez, se socarronea de su propio personaje, pagándole con su misma moneda. Seguro que se lo puso por lo minúsculo de su cuerpo y de su espiritu. ¿A que si?
Saludos