"Cree a aquellos que buscan la verdad, duda de los que la han encontrado" (André Gide)
"No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defendería con mi vida tu derecho a expresarlo" (Voltaire)

"La religión es algo verdadero para los pobres, falso para los sabios y útil para los dirigentes" (Lucio Anneo Séneca)
"Cualquier hombre puede caer en un error, pero solo los necios perseveran en él" (Marco Tulio Cicerón)
"Quien no haya sufrido como yo, que no me de consejos" (Sófocles)
"No juzguéis y no sereis juzgados" (Jesús de Nazaret)
. . .

21/11/2009

Carta a un maltratador

"Que orgulloso te debes de sentir cuando golpeas una y otra vez a la mujer que te ha dado tus hijos, que te ha dedicado su vida, y que aguanta tus impertinencias en silencio un día si y otro también por miedo a tu violencia.

Que inteligente te has debido de considerar, cuando a fuerza de golpes consigues que tu victima acceda a sus deseos.

Que engreído debes de sentirte cuando tu mujer, muerta de miedo, te ha servido la mesa, como si fuera tu esclava.

Que valiente que te has sentido cuando en público has desacreditado a tu esposa, que ha callado por prudencia, no porque no tenga salidas, argumentos o maneras de contestarte.

Que fuerte de debes de sentir cuando después de una paliza, ella llora tumbada en el suelo, sin fuerzas siquiera para poder levantarse.

¿Sabes? En el fondo...¡solo eres un muñeco con apariencia de hombre, imbécil, repugnante y cobarde hijo de puta!"

Pero bueno, ¿Qué te pasa hoy, Cornelivs?

Pues que jamás he podido tolerar a un maltratador. Pocas cosas me hacen perder los estribos, pero esta es una de ellas. Acabo de enterarme un nuevo caso de violencia doméstica, los conozco a los dos. Lo he sentido especialmente porque no me lo esperaba de él; y ella es una auténtica delicia, bella, elegante, educada, con formación universitaria y más inteligente que él.

Estos maltratadores son auténticos seres odiosos e incalificables, disfrazados de hombres, aunque no tienen ni una sola pizca de hombría. Un hombre de verdad, un hombre que se precie de serlo, jamás injuria o golpea a alguien inocente e inerme, ¡y mucho menos aún a su propia esposa! Os juro que no lo entiendo. Además son auténticos ciegos, no llegarán a comprender jamás que las mujeres son seres entrañables, dignas de ser amadas, no maltratadas.

En este caso concreto juro por lo más sagrado que no acierto a comprender lo que ella vería en él. Y es que muchas veces, salvando la comparación y por seguir el clásico refrán, "al peor puerco le toca la mejor bellota".

Que dura es la vida a veces, maldita sea...

Saludos.

20/11/2009

En camino hacia la venta.

Para el grupo de lectura del Quijote en La Acequia.

Este capitulo 24 de la 2ª Parte comienza con obvias dudas sobre la verosimilitud o falsedad de todo lo que D. Quijote dijo haber visto en la Cueva de Montesinos. Cervantes introduce a los lectores en el debate ("Tú, lector, pues eres prudente, juzga lo que te pareciere"), pero nos da una pista al sugerir sobre D. Quijote que “dicen que se retrató della y dijo que él la había inventado por parecerle que convenía y cuadraba bien con las aventuras que había leído en sus historias.”

Cervantes insinúa que ello fué “al tiempo de su fin y muerte” y he de confesar que he sentido inquietud al leer lo anterior, una especie de escalofrío me ha sacudido. Cervantes ya nos avisó claramente sobre ese final en el Prologo a la 2ª Parte; ¡pero lo teníamos olvidado, ahora estamos disfrutando a tope y queda mucha novela! D. Miguel, genial, no lo olvida y nos da un nuevo aldabonazo para que recordemos que nada es eterno, quizás para que nos vayamos haciendo el ánimo a la idea de que D. Quijote un buen dia partirá. Cervantes ya tiene “in mente” la muerte de su héroe, que no saldrá con vida de esta segunda parte. Quedarme sin mi caballero andante me apena, pero ánimo Cornelivs, arriba el corazón, queda todavía mucha novela para disfrutar. Apostaría, eso sí, a que Cervantes ya ha leído el Quijote apócrifo de Avellaneda, aunque no dice nada hasta bastantes capítulos después.

El primo siguen siendo tan “primo” como siempre, ahora descubre algo importantísimo: la edad de los naipes, por la frase que dijo Durandarte (“paciencia y barajar”). Es tan obvia su zafiedad y su tontería que D. Quijote lo tiene calado, al dudar de que alguien le dé jamás licencia al primo para imprimir sus libros. D. Quijote le pregunta a quien piensa dirigir los libros, y habla de los señores. Por su modo de hablar, me recuerda que la primera parte de la novela Cervantes la dedica al Duque de Béjar, pero parece que no le fue muy bien con él, algo tacaño tuvo que ser este duque, porque esta segunda parte cambia el tercio, y la dirige a otro señor: al Conde de Lemos, gran protector de Cervantes, ya lo vimos en el prólogo.

Los protagonistas piensan dirigirse a una ermita donde vive un ermitaño “que dicen ha sido soldado y está en opinión de ser un buen cristiano”. Sancho, siempre con hambre va a lo suyo, pregunta directamente que si tiene gallinas ese ermitaño (¡como se acuerda de la espuma de las ollas de las bodas de Camacho!). Pero D. Quijote dice algo sobre el ermitaño que me intriga: “menos mal hace el hipócrita que se finge bueno que el público pecador”, lo cual me da a entender que no tenía muy buena reputación ese ermitaño, o que acaso es un ermitaño respecto del cual puede decirse que las apariencias de las buenas obras presentes van borrando en la memoria las malas obras pasadas, o bien que es una persona que cubre con la capa de la hipocresía todas sus faltas.

Aventuro una hipótesis: quien sabe lo que sucediera dentro de esa ermita. Lo confirma el hecho de que el ermitaño no estaba, quizás llegaron a destiempo y le piden vino del bueno a “una” sotaermitaño que había alli; parece que es una mujer. ¿Una mujer en una ermita en aquella época viviendo con un ermitaño que habia sido soldado? Pero bueno, ¿no será la querida del Ermitaño? ¿O era una chica que vivía con él?

Y aparece en escena el simpático mozo de dieciocho años que se va alistar en el ejército. Lo hace porque no tiene dinero. Es enternecedora la historia de este joven; leyéndola no puedo evitar acordarme del propio Cervantes, siempre pendiente de un cargo en la corte, que también sirvió a “cantariberas y gente advenediza”, y que quizás sufriera lo que el jovenzuelo: que apenas le daban un vestido, se lo volvían a quitar. Por eso se va a la guerra, “para tener por señor al rey, y servirle en la guerra, que no a un pelón en la corte.” Y hace muy requetebién, ya está bien de tanto impresentable.

La respuesta de D. Quijote es sensacional. La he leído infinidad de veces. Nuestro héroe le da ánimos al futuro soldado, y recordando sus discursos pasados sobre las armas y las letras (de la 1ª Parte) tiene un detalle encantador: ¡vuelve a hablar de mi adorado Julio Cesar!, para el cual “la mejor muerte era la impensada, la no prevista, la que sucede de repente”. ¡Y también habla de Terencio…! O sea, Publio Terencio Africano, citando su conocidísima frase que apela al valor. Esa frase se me quedó grabada a sangre y fuego la primera vez que lei el Quijote, y personalmente me ha ayudado mucho en momentos de indecisión: “más bien parece el soldado muerto en la batalla que vivo y salvo en la huida”. ¡Ahí es nada! (¡Tambien a Cervantes le gustaba la antigua Roma....!)

Alonso Quijano le da ánimos al jovencito ante la muerte y le dice que no le tenga miedo. “Que puesto caso que os maten en la primera facción y refriega o ya de un tiro de artillería, o volado de una mina, ¿qué importa? Todo es morir, y acabóse la obra”. Y le advierte que podrá llegar a viejo, o podrá quedar inválido, o cojo, pero no por ello sin honor. Cervantes mismo es un lisiado de guerra, y se mostró muy dolido cuando el de Avellaneda le dijo que era viejo y manco, a lo que respondió Cervantes así: “Lo que no he podido dejar de sentir es que me note de viejo y de manco, como si hubiera sido en mi mano haber detenido el tiempo, que no pasase por mí, o si mi manquedad hubiera nacido en alguna taberna, sino en la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros” (Lepanto, 7 de Octubre de 1.571).

Cervantes, que también fue soldado, ya viejo y enfermo, parece añorar su vida militar.

Magnifico D. Quijote. Este muchachito acepta su invitación y cenará con él y con Sancho en la venta. ¿He dicho “venta”? Si, pues por tal le pareció a D. Quijote, el cual sigue haciendo gala de su nueva prudencia, elevada y sabía, ahora no ve castillos, sino que ve la realidad. Una venta.

¿Nuevo intento de Cervantes de desmarcarse de Avellaneda o más bien de consumar la evolución de la personalidad de Alonso Quijano?

Saludos.

19/11/2009

Roberto Jimenez. El Ente.

Se llama Roberto Jiménez y responde al nombre de "El Ente", con el que lo conocemos en la blogosfera. Lo aviso, es una especie en vias de extinción, desgraciadamente quedan ya muy poquitos como él. Nos venimos tratando desde que desembarqué en este puerto de la blogosfera, y cada dia que pasa, a través de sus escritos, este bendito malagueño nos demuestra a todos hasta donde llega su gran humanidad, su extrema sensibilidad y su noble alma. Leerlo es todo un placer, una delicia para el espiritu.

Roberto "El Ente", es alguien, en resumen, extraordinario. Tengo la gran suerte de que es fiel seguidor de mi blog, y tambien de mis colaboraciones radiofónicas de los viernes en la sección "Tiempo de Cornelivs", del programa La Otra Mirada (Onda digital Andalucia). Es una de esas personas que te reconcilia con el ser humano, con la vida y con la alegria de vivir; inteligente, de finos sentimientos y grandes reflejos y recursos.

Bien, mi amigo Roberto "El Ente" me emocionó ayer hasta el extremo de que se me saltaron las lágrimas, literalmente hablando. Me dió una sorpresa entrañable porque ayer en su blog publicó este post, una bellisima y sentida poesía que compuso en mi honor, que me sorprendió completamente por lo inesperado y por lo inmerecido de los elogios que vierte hacia mi. Si veis el post, podréis ver tambien el comentario que le hice, y para evitarme reiteraciones, lo doy aqui por reproducido. Gracias de nuevo, Roberto.

Y aprovechando que hoy es su CUMPLEAÑOS -me lo ha dicho un pajarito- le envio desde este espacio mi más sentido abrazo junto con mi sincero deseo de que pase un dia extraordinario y que sea feliz. Le deseo que cumpla muchos más. Feliz cumpleaños, querido amigo.

No lo conozco personalmente, pero como este verano voy a ir por Malaga, quiero conocerlo, y tambien a su inseparable compañera y tambien amiga mia, esa belleza llamada Loose, ya me gustaria abrazarlos a ambos y tomarme un largo café con ellos. Cornelivs os quiere, amigos.

Saludos


17/11/2009

Contemplarte

Te estoy mirando y la verdad es que me siento como si estuviera en el mismísimo cielo ¿sabes? Me encanta mirarte. Estás tumbada en la cama, desnuda, durmiendo con esa elegancia y gracilidad que tanto me conmueven. No te das cuenta, pero te estoy contemplando furtivamente, con una sobrecarga de lascivia y de lujuria reconcentradas, y no me arrepiento en absoluto: estoy gozando, te estoy dando un buen repaso y además lo estoy haciendo a conciencia. En estos momentos eres mía. Si tu supieras la tormenta que brama dentro de mi ahora mismo...

De pronto te das media vuelta e inadvertidamente dejas al descubierto tus senos. Que preciosidad, esto si que es algo sacrosanto y maravilloso, de hecho es lo más lindo de toda la creación: poder apreciar tu cuerpo desnudo. Si, me gusta contemplarte, me apasiona, me excita hacerlo. Ahora me acerco levemente a ti y aspiro el dulce perfume de tu cuerpo desnudo, llenándome los pulmones con esa irresistible fragancia...haces que me hierva dulcemente la sangre, me haces sentirme vivo, este deseo que siento dentro de mi me tonifica y me fortalece.

No me canso del gozo de mirarte. Pero tu sueño es profundo, y prefiero no despertarte, aunque quizás te gustaría. De modo que me introduzco en el lecho y, con un suave beso, intento dormir. Pero no lo consigo, el aguijón del deseo me tiene inquieto. De pronto abres los ojos, te inclinas y me miras, con ese contemplar tuyo, entre tímido y anhelante, que tantas cosas me dice. Me llamas.

-Ven –dices.

Y ese paraíso divino de tenerte entre mis brazos... siempre resulta mucho más placentero y celestial de lo que nadie podría imaginar. Que dulce seria morir así, entre tus brazos, para llevarme al otro mundo el eterno recuerdo de tu sonrisa y de tu mirada, esa mirada profunda, serena y azul que, lo sabes, tanto me impresiona; para llevarme allá la imagen de la absoluta belleza de tu desnudez; y dar gracias a todos los dioses por haber dado luz a estos dos ojos con los cuales he gozado de la dicha de contemplarte tantas veces.

Saludos.

¡Va por ti, Enrique!

Hoy hace diez años.

Un 17 de Noviembre de 1.999, Enrique Urquijo, alma de "Los Secretos", decidió partir y se nos fué para siempre.

Me resisto a dejar pasar este dia sin recordarlo, agradeciéndole los buenos ratos que su música me hizo pasar. Compositor de gran sensibilidad, transmitía emociones y sentimientos de una forma sencilla y directa, siendo considerado uno de los mejores compositores de su generación.

Cuelgo en mi blog, a modo de humilde tributo en su recuerdo, un video correspondiente a una de sus inolvidables canciones: "Ojos de gata".

(Por favor, silenciad la música del ipod -en la columna de la izquierda- si deseais escuchar bien el video. Gracias)



Saludos.

16/11/2009

Polémica increible

Y a estas alturas: lamentable e incomprensible. Grande es la polvareda y el revuelo que las declaraciones de Martinez Camino, portavoz de los obispos españoles (en la imagen de la izquierda) han causado en los últimos dias, a propósito de la Ley sobre el aborto. Ha dicho que “quienes apoyasen así estas legislaciones, se encontrarían en una «situación objetiva de pecado público» y añade, que «Quien está en situación de pecado público no puede ser admitido a la Sagrada Comunión» y otras lindezas semejantes. Bien, no voy a comentar estas declaraciones, pues no me parece correcto perder el tiempo analizando tonterías.

Eso si: conviene calmarse y recordar que España se define como un país aconfesional, que proclama como principio fundamental de su ordenamiento la libertad religiosa. Constitución de 1.978. Quiebra, en consecuencia, el principio de libertad religiosa cuando los poderes públicos permiten a determinada confesión un protagonismo que, por definición, NO corresponde a ninguna, pero que también podrían reclamar las otras confesiones religiosas (a las cuales se les agravia comparativamente, lo cual supone la quiebra de otro principio: el de igualdad), y que se podría extender a las demás, como en un extraño “efecto dominó”.

El legislador del 78 que redactó nuestra Constitución, infinitamente mas sabio que el actual, ya lo previno: “ninguna confesión tendrá carácter estatal”, si bien (advirtiendo que España es un país mayoritariamente católico por tradición) dijo que el estado mantendría relaciones con la Iglesia Católica y el resto de confesiones.

Nuestros poderes políticos deberían de recordarlo, porque nuestra Carta Magna es norma fundamental del Estado. Si en las escuelas se pone un crucifijo y se permite, ¿por qué no también una media luna, o una estrella de David, o el Ying y el Yang? Constitucionalmente tienen el mismo derecho a coexistir tanto el primer simbolo como los restantes.

Por ello, reivindico un Estado de Derecho fuerte, poderoso y hábil que no entre en esa polémica y que no se deje asustar por el primero que llegue, y sobre todo que no consienta protagonismos o alarmas o revuelos sociales por cuestiones religiosas (muy respetables todas ellas por supuesto, pero que por definición, pertenecen a la esfera íntima, a la conciencia individual o arcano de cada sujeto). Porque de lo contrario me temo que dentro de poco veo en los telediarios a los miembros de otras confesiones religiosas, amenazando con azotar a toda mujer española que no se cubra la cabeza, por ejemplo. Repito, es solo un ejemplo. El Estado de Derecho NO debe de consentir niñerias consistentes en espectaculos lamentables como el que da pie a este post.

Y al socaire de la polémica suscitada a raiz de las declaraciones de Martinez Camino, traigo aquí un excelente y luminoso articulo publicado en la pagina web de Juan Torres Lopez, titulado “Matadlos a todos. Dios reconocerá a los suyos”. Os recomiendo encarecidamente que lo leais.

Helo aqui.

Matadlos a todos. Dios reconocerá a los suyos

"La frase que encabeza este comentario es la que utilizó el cruzado católico Arnaut Almaric para justificar su matanza en el asalto a la ciudad de Béziers en 1209. La historia la cuenta Alfredo Fierro en un artículo sobre la reciente beatificación de medio millar de curas católicos asesinados en la guerra civil española.


El hecho de que la Iglesia Católica solo haya tenido en cuenta a los curas asesinados por la izquierda y que incluso haya dejado fuera a otros sacerdotes asesinados por las tropas franquistas es una muestra palpable de su sectarismo y de su inhumanidad. El artículo de Fierro va más allá, y es esclarecedor y lúcido.

Mártires y víctimas
Alfredo Fierro (Catedrático de la Universidad de Málaga)

La Iglesia ha magnificado siempre el número y la calidad de sus víctimas. San Agustín enumeró diez persecuciones de cristianos en el Imperio romano. Es dato incierto, por no decir falso, pues no hubo tales diez. La de Nerón se limitó a Roma capital tras su incendio. Fue una locura y crueldad, entre otras, del descerebrado y criminal emperador para desviar la ira del pueblo hacia un colectivo muy impopular por entonces: los cristianos, que fueron inculpados. Hubo luego persecuciones en provincias, brutales a veces, como la de Lyon, a mediados del siglo II. Pero los emperadores aplicaron con laxitud las normas mismas en que exigían el culto a los dioses protectores. Así se desprende de una epístola de Trajano a Plinio el Joven, entonces legado en Bitinia. Persecuciones en regla se produjeron sólo bajo Decio, entre los años 250 y 260, con dureza agravada en algunas ciudades, como Cartago, por coyunturas locales, al coincidir allí con una pandemia de la que se responsabilizó a los cristianos; y luego bajo Diocleciano durante otro decenio: según estimaciones de Gibbon, en toda la extensión del Imperio, unos 150 mártires por año, que las leyendas han amplificado luego en “innumerables”, como los del año 303, en Zaragoza, que fueron, en exacto número, dieciocho.

Las víctimas cristianas recibieron enseguida una aureola de valor testimonial (“mártir” = testigo) y de santidad. Tertuliano aseguraba, a finales del siglo II, que la sangre de los mártires iba a ser “semilla de nuevos cristianos”. Y Pascal dijo fiarse sólo de una fe cuyos testigos se dejaran matar (circunstancia también dada en el Islam). Han sido, pues, llamados “mártires”, aunque a menudo fueran pura y simplemente víctimas. Ahora bien, como Manuel Alcántara comentó con su habitual desparpajo ante el primer anuncio de la beatificación colectiva de estos días, “para ser mártir no es necesario poseer una habilidad especial, basta con ser víctima y esa condición la eligen otros”.

La Iglesia, sin embargo, nunca se ha resignado a que sus víctimas sean eso y sólo eso: víctimas, con todo el crédito y dignidad de cualquier víctima. Ha necesitado elevarlas a los altares, beatificarlas, canonizarlas. Y hace esto de modo rutinario con un proceso sencillo, donde ni siquiera exige constancia de “milagros”. Para entrar en el martirologio, basta el hecho de haber vivido piadoso y haber sido muerto con violencia (o aun sólo esto último, como Thomas Becket en su catedral, año 1170).

Sólo la Iglesia puede permitirse la elevación de las víctimas a la condición de santos o beatos. Ella administra el cielo, no menos que el infierno, mientras, por otro lado, el Papa es infalible. Así que si éste dice que hay un cielo y que en él han ingresado 498 víctimas -con nombres, apellidos y biografías publicitadas por la Conferencia Episcopal-, inicuamente muertas en una guerra civil, es que todas ellas, en efecto, se encuentran ahora ya en la gloria. De las demás víctimas, sean de guerras, terrorismos, crímenes comunes, o penas de muerte injustas (e incluso “justas”), no se sabe, en cambio, nada. Ninguna institución, ni ley de memoria histórica, ni anulación de pretéritas sentencias, es capaz ya de protegerlas. Nadie puede otorgarles cielo alguno, ni siquiera nueva vida sobre la tierra para restituirles los años que les fueron impíamente arrebatados.

El soberbio victimismo de la Iglesia al exaltar a sus mártires tiene otra cara: el desprecio de la humanidad exterior a ella. Ahí se ha resarcido bien, con creces. Por acción directa o por complicidad, a lo largo de su historia de poder, ha causado más víctimas de las que hubo de sufrir en los tres primeros siglos. En su informe al Papa Inocencio III sobre el asalto a la ciudad de Béziers (año 1209), refugio de herejes cátaros, el jefe de los cruzados, Arnaut Almaric, no deplora, antes bien, se jacta de que “perecieron acuchilladas cerca de veinte mil personas sin distinción de sexo o edad”. Una crónica añade que, antes del asalto, se le hizo ver a Arnaut que en la ciudad vivían buenos cristianos, que no merecían morir. ¿Cómo discernir a éstos en medio de los herejes? El caballero despachó la duda con genial respuesta teológica: “Matadlos a todos. Dios reconocerá a los suyos”.

Ahí está el asunto. La Iglesia puede permitirse el lujo y el error de condenar a muerte sin demasiado escrúpulo, porque Dios reconocerá a los suyos y subsanará los yerros e injusticias de este mundo. Así, la heroína nacionalista Juana de Arco, condenada en 1431 a la hoguera por un tribunal eclesiástico, puede ahora constar en el martirologio como virgen y mártir: el crimen queda supuestamente reparado. Pero Juana de Arco es sólo un caso entre millares -“brujas”, “herejes”, “infieles”- nunca reparados ni con buenas palabras. Entretanto, por otro lado, la Iglesia, perseguidora durante quince siglos, no cesa en sus plañidos. Basta que un cómico, bufón o caricato, un creador de imágenes artísticas o publicitarias, ponga en solfa crítica a algún clérigo, algún dogma o algún rito, para sacar voz quejumbrosa de inocente doncella presuntamente perseguida, condenada a los leones o a las catacumbas: Iglesia virgen y mártir.

La Roma católica dice haber “rehabilitado” a Galileo, condenado, aunque sólo a cárcel, en 1633. A Giordano Bruno, al que llevó a la hoguera en la propia Roma en 1600, ¿se le “rehabilitará”? ¿Y qué sentido tendría hacerlo ahora? ¿Se le devolverá a esta vida, cuando menos, si es que no mereció la otra? Y pasando a otra banda: ¿a qué esperan las sinagogas para canonizar, en bloque, a millares de judíos?

Juana de Arco, Giordano Bruno, los degollados de Béziers y todos los muertos en cruzadas o a mano de tribunales eclesiásticos han deslegitimado para siempre el victimismo de la Iglesia y reclaman la moratoria de un milenio sin ampliar el autocomplaciente martirologio. Al airear sólo sus víctimas, al alzarlas a los altares, la Iglesia está ofendiendo la memoria de otras víctimas, en especial, de aquellas que, por haber sido muertas sin esperar cielo alguno, todavía más merecen un digno memorial sobre la tierra.


Saludos.


15/11/2009

Sensaciones

Aquel desasosiego no lo dejaba tranquilo. Sentado en aquel sillón tan cómodo al lado de la chimenea contemplando el crepitar de las llamas, aquella tarde meditó sobre ello, quizás así intentaba espantar esa sensación y de paso adivinar la causa. Era como un gélido frio que se instalaba en su pecho. Fuera hacia frio, no quería salir.

¿Que buscaba? ¿Quizás la inmortalidad? ¿Le gustaría acaso hacer algo para ser digno de ser recordado su paso por este mundo? No exactamente. ¿Quería dinero, fama, poder, sexo desenfrenado, mujeres, aplauso, reconocimiento? Bueno, aquello era algo muy tentador, pero tampoco había buscado estas cosas con demasiado ahínco.

¿Y esa sombra que se ha cruzado por la ventana? Parecía un niño… ¡Bah! Imaginaciones. Un escalofrío recorrió su espalda; pero trató de relajarse. ¡Oh, dioses! No, otra vez no. En la otra habitación, su mujer y los niños jugaban y veían una película infantil en la televisión, comiendo palomitas de maíz.

Su nerviosismo interior no cesaba, y sintió deseo de dar un paseo, pero no quiso salir con ese frio tan invernal que hacia fuera. De modo que siguió pensando, intentando apartar de su ánimo esa triste e incómoda sensación. Con su familia le iba bien, era feliz con su esposa y con sus hijos; y en el trabajo no se podía quejar. Entonces, ¿que le sucedía?

Empezó a sentirse mal, de modo que, a pesar del frio, decidió salir fuera. Se asomó a la ventana y al divisar su propio reflejo en el cristal, lo vió, comprendiendo perfectamente todo lo que le sucedía: era de nuevo aquel niño. Tras meses de ausencia había vuelto, le llamaba y le contemplaba con sus ojos muy abiertos, tristes y llorosos. Acababa de llorar intensamente y decía que su madre había muerto.

Pero aquello no podía ser posible: ella estaba en su casa, viendo la televisión. Y de pronto nuestro protagonista comprendió... y palideció.

Seguía haciendo mucho frio.

Saludos.