Para el grupo de lectura del Quijote en La Acequia.
Prosigue en este capitulo 48 de la 2ª Parte la fina ironía de Cervantes, que empieza describiéndonos la soledad y la tristeza de D. Quijote, vendado el rostro aún como consecuencia de los arañazos gatunos.
Prosigue en este capitulo 48 de la 2ª Parte la fina ironía de Cervantes, que empieza describiéndonos la soledad y la tristeza de D. Quijote, vendado el rostro aún como consecuencia de los arañazos gatunos.
Las circunstancias en las que se produce el encuentro nocturno entre D. Quijote y la dueña, y la magnifica descripción que hace Cervantes de todo ello, hace disfrutar al lector, sencillamente. Me saldrían pelos en la lengua antes de expresar la admiración que este humilde lector siente hacia el genio cervantino. D. Quijote piensa que primero es un fantasma lo que se acerca; y luego, cuando ve quien es, piensa que trae "recado" ("terceria" dice Cervantes) de alguien, es decir, que trae una misiva amorosa de alguna chica. Cervantes nos hace reír y sonreír una y otra vez, con este relato intemporal en el que reconocemos fácilmente las emociones humanas de todas las epocas: cambia el tiempo, la tecnología y la ciencia avanza, pero el corazón humano sigue siendo el mismo.
Asi es; pues vemos a D. Quijote hablando en alta voz de su fidelidad hacia Dulcinea, sin duda pretende que se le oiga y, de paso, desengañar a quien venga a verlo con intenciones “libidinescas”. Pero ya es tarde, porque la dueña abre la puerta, y tras los iniciales y mutuos recelos, vemos que la dueña se sienta en la silla y D. Quijote se mete en la cama, embozado hasta los ojos.
Cide Hamete Benengeli daria cualquier cosa por verlos asi cogidos, y no me extraña. Pero yo daria cualquier cosa por ver a D. Quijote un poquitin antes: cuando se pone de pie al acercarse Dª Rodriguez con la "galocha" en la cabeza "...en el cual traje parecía la más extraordinaria fantasma que se pudiera pensar".
D. Quijote piensa en voz alta, mientras que Dª Rodriguez va a buscar una vela. Hombre, al fin y al cabo, D. Quijote trata de dominar sus impetus amorosos. "¿Y quién sabe si esta soledad, esta ocasión y este silencio despertará mis deseos que duermen, y harán que al cabo de mis años venga a caer donde nunca he tropezado? Y en casos semejantes mejor es huir que esperar la batalla. Pero yo no debo de estar en mi juicio, pues tales disparates digo y pienso, que no es posible que una dueña toquiblanca, larga y antojuna pueda mover ni levantar pensamiento lascivo en el más desalmado pecho del mundo." Delicioso.
Y vienen mas ironias, porque Dª Rodríguez, (creo que es la misma dueña a quien Sancho encomendó tuviera cuidado con su rucio apenas llegado al castillo de los duques), va a buscar a D. Quijote a contarle su desgracia: la dueña le cuenta su vida, tiene una hija que ha sido engañada por un labrador rico, que le dio palabra de matrimonio y luego, una vez gozados de los encantos de la chica, se arrepiente, no queriéndose casar.
Pretende Dª Rodríguez que D. Quijote fuerce al tal labrador a que cumpla su palabra y se case con su hija.
Para desgracia de Dª Rodríguez, el duque no le quiere ayudar, pues el padre del tal labrador es rico, y le presta dinero al duque, como “fiador de sus trampas”, de modo que con el duque –que no quiere enojar a su generoso benefactor- no puede contar para nada, viendose la dueña obligada a recurrir al estrafalario y arañado caballero andante manchego.
La historia de la dueña parece, a mi al menos me da la impresión, que es real; se mezcla la realidad con la ficción, es maravilloso todo: una dueña real, con un problema real, pide ayuda, a la desesperada, a un caballero andante de novela: la dueña no pretende burlarse esta vez de D. Quijote. Es como si se mezclaran realidad y ficción. Cervantes sabe, magistralmente, mantener ese clima durante toda la novela.
Finalmente, para encumbrar aun más a su hija, dice la dueña que a Altisidora le huele el aliento y que es demasiado desenvuelta; y revela el secreto de las fuentes en las piernas de la duquesa. Casi inmediatamente, vemos que los encantadores se lian a palos y mamporrazos con la dueña y con D. Quijote.
Esta visto que hay muchos encantadores (o acaso encantadoras) sueltos por la noche en el castillo de los duques.
Saludos.