Los jueves leemos el Quijote.
Para el grupo de lectura del Quijote en La Acequia.
Comienza este capitulo 56 de la Segunda Parte con los duques disfrutando cuando su mayordomo les cuenta muy por extenso todos los dichos y hechos del gran Sancho Panza en la ínsula Barataria. Bueno, menos mal que estamos asistiendo a los últimos actos burlescos de los duques para con nuestros protagonistas. Estos duques de pacotilla lo preparan todo bien, y el duque advierte especialmente a Tosilos “… una y muy muchas veces …cómo se había de avenir con don Quijote para vencerle sin matarle ni herirle”, y cuando un duque ordena hay que obedecer, y más si eres un lacayo suyo. Cervantes lo repite de nuevo: “Venia el valeroso combatiente bien informado del duque su señor de cómo se había de portar con el valeroso don Quijote de la Mancha, advertido que en ninguna manera le matase”.
Como estamos en la Edad Moderna, y se trataba de imitar a un combate de la Edad Media, con razón nos dice nuestro insigne novelista que la gente del pueblo, y aun de los vecinos, estaba asombrada: “…que nunca otra tal no habían visto ni oído decir en aquella tierra los que vivían ni los que habían muerto”, y lo recalca luego: “infinita gente que esperaba ver el riguroso trance nunca visto”, gente a la cual, por cierto, luego llama “turba”, con lo cual la ironía vuelve a salir al aire; de ahí el titulo del capitulo: “nunca vista batalla”.
Es un auténtico gusto leer los preparativos del combate y como se engrasa la maquinaria de la burla, por cierto, más que chabacana, lo cual es muy propio de estos tontisimos duques que siempre tienen que cometer errores y descuidos: el caballo de Tosilos, muy lanudo, no parece ser el más apropiado para un torneo.
Estos duques no querían matar a D. Quijote, sino reirse de él. Por eso, para evitar percances indeseables le quitan los hierros a las lanzas, con pretexto de no desafiar al Santo Concilio (¿Trento?). Son crueles y mezquinos de corazón de principio a fin estos duques tan asquerosamente impresentables.
Pero a los duques "le sale el tiro por la culata", como suele decirse. La hija de Dª Rodríguez debia de ser muy guapa, porque el buen mozo Tosilos se enamora de ella al primer golpe de vista, dándose por vencido y, atención, bajo el influjo del amoroso hechizo osa desobedecer las expresas y muy precisas órdenes del duque, ahora quiere casarse con la muchacha de la cual se ha enamorado. Fin del asunto. Y ahora ¿qué?
Cervantes nos dice que el duque se enfadó enormemente. Aquello no es lo que los duques esperaban, y menos aún la “turba”, la cual quedó triste y melancólica “…de ver que no se habían hecho pedazos los tan esperados combatientes, bien así como los muchachos quedan tristes cuando no sale el ahorcado que esperan porque le ha perdonado o la parte o la justicia”.
Creo que Cervantes se alegra enormemente de este inesperado final. Es como un corte de mangas de nuestro novelista a estos “duques” y, de paso, a la expectante “turba”.
Saludos.
Para el grupo de lectura del Quijote en La Acequia.
Comienza este capitulo 56 de la Segunda Parte con los duques disfrutando cuando su mayordomo les cuenta muy por extenso todos los dichos y hechos del gran Sancho Panza en la ínsula Barataria. Bueno, menos mal que estamos asistiendo a los últimos actos burlescos de los duques para con nuestros protagonistas. Estos duques de pacotilla lo preparan todo bien, y el duque advierte especialmente a Tosilos “… una y muy muchas veces …cómo se había de avenir con don Quijote para vencerle sin matarle ni herirle”, y cuando un duque ordena hay que obedecer, y más si eres un lacayo suyo. Cervantes lo repite de nuevo: “Venia el valeroso combatiente bien informado del duque su señor de cómo se había de portar con el valeroso don Quijote de la Mancha, advertido que en ninguna manera le matase”.
Como estamos en la Edad Moderna, y se trataba de imitar a un combate de la Edad Media, con razón nos dice nuestro insigne novelista que la gente del pueblo, y aun de los vecinos, estaba asombrada: “…que nunca otra tal no habían visto ni oído decir en aquella tierra los que vivían ni los que habían muerto”, y lo recalca luego: “infinita gente que esperaba ver el riguroso trance nunca visto”, gente a la cual, por cierto, luego llama “turba”, con lo cual la ironía vuelve a salir al aire; de ahí el titulo del capitulo: “nunca vista batalla”.
Es un auténtico gusto leer los preparativos del combate y como se engrasa la maquinaria de la burla, por cierto, más que chabacana, lo cual es muy propio de estos tontisimos duques que siempre tienen que cometer errores y descuidos: el caballo de Tosilos, muy lanudo, no parece ser el más apropiado para un torneo.
Estos duques no querían matar a D. Quijote, sino reirse de él. Por eso, para evitar percances indeseables le quitan los hierros a las lanzas, con pretexto de no desafiar al Santo Concilio (¿Trento?). Son crueles y mezquinos de corazón de principio a fin estos duques tan asquerosamente impresentables.
Pero a los duques "le sale el tiro por la culata", como suele decirse. La hija de Dª Rodríguez debia de ser muy guapa, porque el buen mozo Tosilos se enamora de ella al primer golpe de vista, dándose por vencido y, atención, bajo el influjo del amoroso hechizo osa desobedecer las expresas y muy precisas órdenes del duque, ahora quiere casarse con la muchacha de la cual se ha enamorado. Fin del asunto. Y ahora ¿qué?
Cervantes nos dice que el duque se enfadó enormemente. Aquello no es lo que los duques esperaban, y menos aún la “turba”, la cual quedó triste y melancólica “…de ver que no se habían hecho pedazos los tan esperados combatientes, bien así como los muchachos quedan tristes cuando no sale el ahorcado que esperan porque le ha perdonado o la parte o la justicia”.
Creo que Cervantes se alegra enormemente de este inesperado final. Es como un corte de mangas de nuestro novelista a estos “duques” y, de paso, a la expectante “turba”.
Saludos.
Entrada programada.
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