Los que solemos correr carreras
de medio fondo y fondo nos hemos topado con ellos en alguna ocasión, pero para
los que no corréis, os diré que no es extraño ver de vez en cuando a
corredores como el que os pongo en la fotografía de arriba, si, corredores (como los demás, con su dorsal y todo) que participan en
nuestra misma carrera, y que arrastran un carro o silla de ruedas con personas con alguna minusvalía (hijos,
hermanos, etc…).
La primera vez que me topé con
estos corredores fue en una de las primeras medias maratones en la que tomé parte. Los corredores estábamos cada uno pendiente
de nuestro ritmo y de nuestro objetivo de tiempo, intentando arrastrar nuestros
ya cansados y fatigados cuerpos unos kilómetros más, hasta llegar a la
meta. Como sabéis una media maratón son
21 km, y recuerdo que iba por el km. 17 o asi, ya nos
quedaban solo 4 para terminar, cuando he aquí que de pronto me topé con el primero: otro
corredor, más joven que yo, arrastraba
una silla de ruedas en la cual viajaba un muchacho, supongo que su hijo. Llevaba un ritmo muy alegre, y nos sobrepasó
con autoridad “Siempre a tu lado, Carlos”, ponía su camiseta en letras grandes, no lo olvidaré. Me quedé estupefacto. Si los demás
apenas podíamos seguir… ¿Cómo
podía este corredor con sus huesos, y ademas con la silla de ruedas con su hijo? Ese fue mi primer contacto con uno de estos héroes,
recuerdo que llevaba un ritmo endiablado, me adelantó a mí y a muchos corredores más. No supe reaccionar porque me pilló de sorpresa.
Mi segundo encuentro si que fue mas emotivo, y
os cuento: maratón de Madrid 2013, aproximadamente ya llevaba unos 30
kilómetros, cuando me topé con otro de estos héroes, si, vuelvo a llamarlo héroe,
pero esta vez me fijé con más detalle, era mayor que yo, abundantes canas poblaban su cabeza, y el enfermo
de la silla de ruedas, imagino que también sería su hijo, viajaba con la cabeza ladeada, el muchacho tendría sobre unos 14 o 15 años. Por el kilómetro 30, un corredor de maratón esta
ya cansado, y queda lo mas duro de la prueba, los últimos 12 kilómetros, y ese
corredor, más viejo que yo, también nos sobrepasó, arrastrando
su carro o silla de ruedas con su hijo. ¡Son rápidos!
Todos los que ibamos juntos nos miramos estupefactos. Yo corrí detrás de él unos seiscientos o setecientos metros aproximadamente (no pude aguantar más su ritmo), y con los ojos de agua, le toqué en el hombro, y le dije algo asi como: “ole tus…”. Se volvió brevemente para mirarme, y algo debió de notar en mi mirada, porque me
dirigió una sonrisa de lo mas espeluznante, y solo me dijo: “animo, nos vemos
en la meta”. Yo seguí corriendo, contemplando con asombro como se perdia por delante de mi, adelantando a unos y otros corredores... Cuando
llegué a la meta del Retiro, lo busqué afanosamente, me hubiera gustado darle un enorme
abrazo, pero no conseguí volverlo a ver.
Tras aquellas primeras experiencias ha pasado el tiempo. En más carreras,
pero fundamentalmente en las maratones y medias maratones, me he vuelto a encontrar de vez en cuando con
estos titanes, y siempre me ha producido una enorme emoción verlos correr a nuestro lado.
Prescindo aquí de narraros lo que
pasa por mi mente cuando los veo, y guardaré un respetuoso silencio sobre su
motivación, sobre que pretenden, sobre su dolor, y sobre su por
qué.
Solo puedo decir que, estén donde
estén, estas líneas van en homenaje de todos ellos, junto con mi aplauso y mi admiración.
Saludos.
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