"Cree a aquellos que buscan la verdad, duda de los que la han encontrado" (André Gide)
"No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defendería con mi vida tu derecho a expresarlo" (Voltaire)

"La religión es algo verdadero para los pobres, falso para los sabios y útil para los dirigentes" (Lucio Anneo Séneca)
"Cualquier hombre puede caer en un error, pero solo los necios perseveran en él" (Marco Tulio Cicerón)
"Quien no haya sufrido como yo, que no me de consejos" (Sófocles)
"No juzguéis y no sereis juzgados" (Jesús de Nazaret)
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24/03/2023

Cuando la vida te da una segunda oportunidad

 

Te puede cambiar la vida en un segundo. El destino, ese extraño desconocido e inexorable nos depara  sorpresas como la que yo me llevé hace pocos dias.  Llevo  28 años ejerciendo la abogacía,  y además los últimos doce años haciendo deporte con regularidad y siguiendo una dieta saludable.  No obstante, la sombra de mi pasado  (hablo de mi pasado anterior al deporte, pues empecé a hacer deporte ya con 44 años) es alargada, y todo, absolutamente todo, deja su huella.  Acudo a mi cardiólogo tras un pequeño desmayo que me asustó un poco a mediados del pasado mes de Enero, y me prescribe un cateterismo, esto es, un examen de las arterias coronarias,  pues mis niveles de colesterol no son los mas adecuados  y  a mis 58 años, como suele decirse, estaba  “a punto de caramelo”.   

Yo pensaba que se trataría de una revisión normal y que el cateterismo iria bien.  Sin embargo, mi sorpresa  es mayúscula cuando me encuentro con que en vez de 20 minutos, estoy en el quirófano casi 2 horas, los cirujanos se encontraron con un panorama muy peligroso: la arteria cardiaca  circunfleja, a la altura del cruce con el TCI  estaba  “casi” completamente ocluida por el dichoso colesterol calcificado (vamos, a punto del infarto),  con lo cual salgo de allí con dos  stents coronarios colocados en dicha arteria cardiaca.  Tras el enorme susto, todo bien.

Al dia siguiente me dan el alta, y me explican que la arteria estaba “casi” completamente obstruida, si bien no llegó a obstruirse del todo gracias al deporte y al saludable cambio de dieta y habitos que hice hace doce años, doy gracias a Dios y a ese “casi” que me ha salvado la vida (mis carreras de atletismo).   Bendije de nuevo al deporte.  Y me dan una enorme alegría,  que dias despues confirmaria mi cardiólogo:  ¡Me dicen que puedo seguir corriendo…!, Ole, ole, y ole,  :) eso si,  tras un  periodo de dos  o tres semanas de adaptación con moderación a la nueva situación.  He tenido muchisima suerte.


Inicialmente afronté la intervención quirúrgica con entereza, y toda la fortaleza  estoica que pude; regrese a mi habitación, algo mas animado, pero aun con el susto en el cuerpo. No obstante, al amanecer del dia siguiente, en medio de mi soledad, cuando por fin comprendí y fui consciente del riesgo tan grande que se había cernido sobre mi,  dado que es tan delgada la linea que separa la vida de la muerte, y me di cuenta de que la vida me había dado una “prorroga” como segunda oportunidad,  experimenté una intensa alegria y emoción. Contemplé  el sol saliendo en un amanecer que no olvidaré; me pareció el amanecer mas bello que había visto nunca. Di gracias por esta nueva oportunidad. Luego regrese a mi domicilio y me reintegré a mi trabajo.

Llevo casi catorce años teniendo casi a diario  provechosas “conversaciones” con  mis amigos  estoicos: Seneca,  Marco Aurelio y Epicteto, y  con algun que otro invitado ilustre mas, como  Cicerón, con musica de Mozart y Bach de fondo.  No solo los leo, sino que me los tomo muy en serio, trato de ejercitar la coherencia: procuro que las palabras se conviertan en hechos,  intento a diario, con toda la humildad que puedo,  interiorizar y aplicar en mi vida practica  su doctrina.  El mensaje de estos hombres tan sabios que nos precedieron siempre ha sido para mi una luz que me ha alumbrado y guiado en medio de la oscuridad que proporciona la incertidumbre de la vida.

En esos momentos del amanecer en el hospital  al día siguiente del cateterismo, me di cuenta de que su doctrina está  mas viva que nunca.  Y constaté por enésima vez  que llevaban razón, y la siguen llevando dos mil años después.  En ese amanecer se me hizo más patente que nunca nuestra propia fragilidad. La fragilidad del ser humano. Nos creemos gran cosa, cuando la verdad es que somos una minúscula fracción, una insignificante partícula en medio del universo.  El mundo de hace dos mil años y el actual  no se diferencian grandemente (excepto por el avance tecnológico), el ser humano siempre ha tenido y tendrá los mismos defectos. 

En esos momentos tambien pensé que solo tenemos una vida, y perdemos mucho tiempo sufriendo inutilmente por cosas que, en el fondo, solo son tonterías. El orgullo, por ejemplo. Yo creo que nuestro estúpido orgullo es  muy pernicioso y dañino para nosotros mismos,  pues nos damos mas importancia de la que realmente  tenemos.  Sabemos que tuvimos un principio al nacer, y que tendremos un final al morir, pero pasamos por ese final de puntillas, nos sentimos muy incomodos hablando de él, la muerte es una inseparable y molesta compañera a la que nadie quiere acercarse; quizás nuestro orgullo innato provenga de que, en nuestro fuero interno, nos cuesta infinito trabajo aceptar que todo lo que tiene principio, tiene que tener forzosamente su fin.  Y la muerte es igual para todos; pero mientras que cuando muere un vecino decimos “cosas de la vida”, por el contrario cuando muere uno de los nuestros, decimos: “¡ay, que desgracia!”, nadie quiere tenerla cerca.  Es bueno meditar en esto con frecuencia, y mis estoicos me ayudan un montón en eso.

Hijo del anterior orgullo es nuestra codicia y nuestra falta de generosidad.  No nos damos cuenta de que nacemos desnudos, y que desnudos nos iremos, estamos muy apegados a lo material, al sentimiento de “lo que es mio”,  y se nos olvida con demasiada frecuencia que  ninguna posesión material nos podremos llevar de aqui.  Consideramos el dinero y las riquezas como un fin en si mismo (atesorar y  tener mas que el vecino, para que nos digan “don Tomas” y no “Tomas, na’mas”, como dice la canción de Lolita, parece ser una de nuestras metas principales en este mundo)  y  buscamos la riqueza fuera de nosotros cuando deberíamos de buscarla dentro,  si, dentro de nosotros: en explotar las cualidades que tenemos cuando nacemos y somos niños (generosidad, sinceridad, ayudar a los demás) y que los años y los consejos de nuestros mayores  nos van quitando poco a poco. “No llego a comprender porque siendo los niños tan inteligentes, los mayores son tan tontos, debe ser fruto de la educación”, dicen que decía André Gide, y yo lo digo también.

Si os dais cuenta he hablado de los dos primeros pecados capitales: soberbia y avaricia,  que muchos consideran como una ofensa a Dios.  Con el maximo respeto a todas las maneras de pensar, yo creo que Dios es algo demasiado grande e inmenso como para que nadie insignificante como nosotros pueda hacerle el mas minimo daño ú ofenderlo, y  creo firmemente que la soberbia y la avaricia son algo mas: son pecados contra nosotros mismos, son pecados contra nuestra propia humanidad; son pecados motivados por nuestra propia estupidez, avaricia e ignorancia: creemos que somos eternos y no es asi; creemos que vamos a gozar sin límite de los bienes, y tampoco es asi... ¡Que esto se acaba, señoras y señores!  En definitiva, no somos conscientes de nuestra propia fragilidad y finitud en el tiempo, sobre dimensionamos nuestra propia importancia, como antes decia. 

Y por si fuera poco, siempre estamos  amargados por el pasado, o bien agobiados y preocupados  por el futuro.  Afortunadamente, mi amigo Lucio Anneo Séneca  se  vino conmigo al Hospital y me dijo esto: (“Cartas a Lucilio”, y “Sobre la tranquilidad del animo”):

“ Si terminas de esperar, terminaras también de temer. No sabemos acomodarnos a las circunstancias presentes, sino que remitimos el pensamiento hacia adelante, a la idea de un futuro remoto.  Asi es como la previsión, bien supremo de la naturaleza humana, se torna en mal.  Las fieras huyen de los peligros que ven, y cuando han huido están tranquilas; nosotros nos atormentamos por el futuro y el pasado”.

Mire el sol del amanecer. Me pareció precioso. Sentí paz.   Y me dijo igualmente esto:

“El mal no esta en las cosas, sino en nuestra alma. Aquello mismo que nos hacia insoportable la pobreza nos hará insoportable la riqueza. Tal y como es indiferente que pongas a un enfermo en un lecho de madera o en uno de oro, pues donde sea que le acomodes llevara consigo la enfermedad, tampoco tiene ninguna importancia que un alma enferma se encuentre entre la riqueza o entre la pobreza: su mal le sigue por todas partes”.

Os juro que estas "conversaciones"  reconfortan mi alma, y me animan a seguir adelante. Solo tenemos una vida, que es un auténtico regalo.  ¿Por que no la aprovechamos para detenernos de vez en cuando en medio de nuestro frenesí diario  y meditar un poquito sobre todo esto? Quizas pudieramos ser un poco mas felices de lo que lo somos, acaso cometeríamos menos errores y viviriamos con mas alegria: yo creo que merece la pena.

Saludos.