Se supone que la falta de educación afecta solo a los más jóvenes, por aquello de que el sistema educativo se ha quedado en los huesos en las últimas dos décadas. Nada más lejos de la realidad. Y no hablo de la España rural, no. Ayer, en Jaén capital, me sucedieron dos anécdotas que me preocupan y que me dan mucho que pensar. Acudí a la Audiencia Provincial a consultar un Sumario. Cuando iba a dejar el vehiculo en uno de los aparcamientos de la Plaza de las Batallas, no observé (juro que no fue con intención) que un coche, un poco retirado, estaba aguardando cola, pero no se movía. Yo supuse que el vehiculo estaba detenido allí por algo, con lo cual introduje el mío en el aparcamiento. Justo en ese momento el conductor de dicho vehiculo empieza entonces a insultarme e injuriarme, y a sacarme el dedo con la mano, con el típico gesto del dedo para arriba. Mi sorpresa fue comprobar que se trataba de un individuo ya con muchas canas, tendría más de 70 años, y se crió en la época en que la educación era “dorada”. Cuando le pido disculpas por no haberlo visto, no hizo sino incrementar sus insultos y sus grandes voces, con su dedo en alto.
Luego, en la Audiencia Provincial, lo mismo: otra persona de unos 55-60 años, me pega una gran voz, diciéndome que él estaba primero que yo, y que aguardara mi turno, cosa que no era cierta porque yo habia llegado antes que él.
En muchos Organismos tratan también a las personas con una desfachatez, con una estupidez y con una falta de educación e imbecilidad, sencillamente, increíbles.
Termino mi gestión y acudo a tomarme un café con la intención de relajarme un poquito, y en la cafetería ídem: otro cincuentón con muy mala educación, increpando al camarero porque en vez de servirle un café solo, por error le había servido uno con leche.
Pues, ¡para que hablar de los “graciosillos ocurrentes”, esos personajillos que están hablando media hora, al cabo de la cual no han dicho absolutamente nada importante ni interesante, sino sacar su ironía mordaz de leche agria y atacar a las buenas personas que pone en su punto de mira! Y que no se le ocurra a la pobre victima (que normalmente suele ser mucho más inteligente que su agresor) defenderse, porque entonces el graciosillo idiota de turno se lo puede “comer crudo”, ante la rechifla y el aplauso de la corte de eunucos mentales que siempre rodea a estos tontos.
Que bárbaro, se bajan los altares y se suben los muladares. Me preocupa muchísimo esta cuestión, porque por desgracia no son sucesos aislados: son pautas de comportamiento que observo que se repiten con demasiada frecuencia en esta sociedad.
Cada día es más habitual ver cómo las personas olvidan la buena educación (dudo que alguna vez la hayan tenido) y el respeto a las más mínimas normas de comportamiento y urbanidad, y se convierten en personajes soberbios, engreídos y endiosados que no pueden perder su precioso y ocupado tiempo para atender a cualquier humano normal que ose molestarles. Porque, cada vez más, la mala educación, adobada de mala leche, se está imponiendo. Por cierto, defino la mala educación como la ausencia de las mas mínimas normas de comportamiento y urbanidad, carencia total del respeto a las mínimas normas de cortesía, y omisión de formas y desaparición de una etiqueta en las relaciones laborales y sociales.
Terrible la falta de puntualidad. Da lo mismo que nos citen a las cuatro. Aparecemos a las cinco, ya que lo elegante es llegar tarde y que el otro espere.
Si escriben solicitándote alguna información, o invitándote a un acto comercial o social, ¿para qué contestar agradeciendo la invitación y excusando nuestra imposible asistencia? ¿Para qué confirmar por mucho que lo diga la invitación? Si voy, voy; y si no lo hago, más pierde el que invita.
Si llaman por teléfono, cuanto más difícil sea dar con uno, más importante parece, y más tratan de localizarle.
Escenas reales observada por mí: tres personas están tomando café, sentadas en una terraza, hace poco tiempo de esto. Una de ellas reprende a un niño que empieza a jugar con la fuente publica de agua, y las estaba poniendo, literalmente, perdidas de agua. Acude el padre del niño como una fiera amenazadora diciendo: “¿¡Es que la fuente es suya…!?Deje usted a mi hijo que haga lo que quiera!” Se tuvieron que ir de allí.
Otra más: un vehiculo llega a las 4 de la madrugada con la musica a todo volumen, despertando al vecindario. Uno de los vecinos sale al balcón de su casa, y pide, educadamente, al conductor que baje el volumen, que no son horas. El hombre tuvo que esconderse ante la lluvia de piedras que recibió.
Y así sucesivamente. Ante cualquier escena de las que he narrado antes. ¿Quién se atreve a protestar ahora? Todo el mundo a callar, si no quieres llevarte una pedrada.
Pienso que una sociedad avanzada cuida o ha de cuidar muy especialmente de la educación de sus ciudadanos, pero compruebo con pesar que aquí no parece preocupar a nadie. Por favor, si estoy en un error que alguien me lo indique; porque lo que yo observo es que cada vez en mayor medida la mala educación reina en las relaciones profesionales, comerciales y humanas, en esta sociedad que antepone la cantidad (el “tanto vales cuanto tienes”) a la calidad (cuanto más sé, más se me valora). Y así nos va. Posiblemente no seamos conscientes de que nuestra actual educación (mejor, falta de educación) no crea hombres libres, sino esclavos y/o amos de clichés y comportamientos ajenos, moralmente reprobables. Parece que España se ha convertido en un país donde para muchas personas el servilismo o el despotismo es la única alternativa posible.
Las personas que poseen nobleza e inteligencia normalmente pasan desapercibidas, su mayor tesoro consiste en hacer felices a los que le rodean, en no amar el poder, en detestar la tiranía y a los tiranos. El verdadero inteligente no gusta de someter, ni de ser sometido. Creo que los verdaderos cambios sociales comienzan con los cambios en los sistemas educativos. Observo que en muchas reuniones sociales (no en todas, afortunadamente, pero si en muchas, cada vez más), falta inteligencia y sobra charlatanería e idiotez. Cada cual adopta su papel, como en una obra de teatro barato, o de vodevil. Y no veo gran cosa en esas reuniones sociales que me incentive o me motive para acudir. Prefiero leer, estar con mi familia, o escribir en este humilde blog mio y comunicarme con todos vosotros, fantásticos amigos y amigas que me leéis. Alguien puede confundir mi desidia y silencio con falta de elocuencia, y se equivoca, pues lo único que sucede es que mi desidia y silencio es fruto de mi aburrimiento ante la ausencia de inteligencia, y la estupidez envuelta en palabras vanas. Además: no es que yo sea muy listo: es que ellos son muy tontos.
Luego, en la Audiencia Provincial, lo mismo: otra persona de unos 55-60 años, me pega una gran voz, diciéndome que él estaba primero que yo, y que aguardara mi turno, cosa que no era cierta porque yo habia llegado antes que él.
En muchos Organismos tratan también a las personas con una desfachatez, con una estupidez y con una falta de educación e imbecilidad, sencillamente, increíbles.
Termino mi gestión y acudo a tomarme un café con la intención de relajarme un poquito, y en la cafetería ídem: otro cincuentón con muy mala educación, increpando al camarero porque en vez de servirle un café solo, por error le había servido uno con leche.
Pues, ¡para que hablar de los “graciosillos ocurrentes”, esos personajillos que están hablando media hora, al cabo de la cual no han dicho absolutamente nada importante ni interesante, sino sacar su ironía mordaz de leche agria y atacar a las buenas personas que pone en su punto de mira! Y que no se le ocurra a la pobre victima (que normalmente suele ser mucho más inteligente que su agresor) defenderse, porque entonces el graciosillo idiota de turno se lo puede “comer crudo”, ante la rechifla y el aplauso de la corte de eunucos mentales que siempre rodea a estos tontos.
Que bárbaro, se bajan los altares y se suben los muladares. Me preocupa muchísimo esta cuestión, porque por desgracia no son sucesos aislados: son pautas de comportamiento que observo que se repiten con demasiada frecuencia en esta sociedad.
Cada día es más habitual ver cómo las personas olvidan la buena educación (dudo que alguna vez la hayan tenido) y el respeto a las más mínimas normas de comportamiento y urbanidad, y se convierten en personajes soberbios, engreídos y endiosados que no pueden perder su precioso y ocupado tiempo para atender a cualquier humano normal que ose molestarles. Porque, cada vez más, la mala educación, adobada de mala leche, se está imponiendo. Por cierto, defino la mala educación como la ausencia de las mas mínimas normas de comportamiento y urbanidad, carencia total del respeto a las mínimas normas de cortesía, y omisión de formas y desaparición de una etiqueta en las relaciones laborales y sociales.
Terrible la falta de puntualidad. Da lo mismo que nos citen a las cuatro. Aparecemos a las cinco, ya que lo elegante es llegar tarde y que el otro espere.
Si escriben solicitándote alguna información, o invitándote a un acto comercial o social, ¿para qué contestar agradeciendo la invitación y excusando nuestra imposible asistencia? ¿Para qué confirmar por mucho que lo diga la invitación? Si voy, voy; y si no lo hago, más pierde el que invita.
Si llaman por teléfono, cuanto más difícil sea dar con uno, más importante parece, y más tratan de localizarle.
Escenas reales observada por mí: tres personas están tomando café, sentadas en una terraza, hace poco tiempo de esto. Una de ellas reprende a un niño que empieza a jugar con la fuente publica de agua, y las estaba poniendo, literalmente, perdidas de agua. Acude el padre del niño como una fiera amenazadora diciendo: “¿¡Es que la fuente es suya…!?Deje usted a mi hijo que haga lo que quiera!” Se tuvieron que ir de allí.
Otra más: un vehiculo llega a las 4 de la madrugada con la musica a todo volumen, despertando al vecindario. Uno de los vecinos sale al balcón de su casa, y pide, educadamente, al conductor que baje el volumen, que no son horas. El hombre tuvo que esconderse ante la lluvia de piedras que recibió.
Y así sucesivamente. Ante cualquier escena de las que he narrado antes. ¿Quién se atreve a protestar ahora? Todo el mundo a callar, si no quieres llevarte una pedrada.
Pienso que una sociedad avanzada cuida o ha de cuidar muy especialmente de la educación de sus ciudadanos, pero compruebo con pesar que aquí no parece preocupar a nadie. Por favor, si estoy en un error que alguien me lo indique; porque lo que yo observo es que cada vez en mayor medida la mala educación reina en las relaciones profesionales, comerciales y humanas, en esta sociedad que antepone la cantidad (el “tanto vales cuanto tienes”) a la calidad (cuanto más sé, más se me valora). Y así nos va. Posiblemente no seamos conscientes de que nuestra actual educación (mejor, falta de educación) no crea hombres libres, sino esclavos y/o amos de clichés y comportamientos ajenos, moralmente reprobables. Parece que España se ha convertido en un país donde para muchas personas el servilismo o el despotismo es la única alternativa posible.
Las personas que poseen nobleza e inteligencia normalmente pasan desapercibidas, su mayor tesoro consiste en hacer felices a los que le rodean, en no amar el poder, en detestar la tiranía y a los tiranos. El verdadero inteligente no gusta de someter, ni de ser sometido. Creo que los verdaderos cambios sociales comienzan con los cambios en los sistemas educativos. Observo que en muchas reuniones sociales (no en todas, afortunadamente, pero si en muchas, cada vez más), falta inteligencia y sobra charlatanería e idiotez. Cada cual adopta su papel, como en una obra de teatro barato, o de vodevil. Y no veo gran cosa en esas reuniones sociales que me incentive o me motive para acudir. Prefiero leer, estar con mi familia, o escribir en este humilde blog mio y comunicarme con todos vosotros, fantásticos amigos y amigas que me leéis. Alguien puede confundir mi desidia y silencio con falta de elocuencia, y se equivoca, pues lo único que sucede es que mi desidia y silencio es fruto de mi aburrimiento ante la ausencia de inteligencia, y la estupidez envuelta en palabras vanas. Además: no es que yo sea muy listo: es que ellos son muy tontos.
Pienso que ser inteligente no es ser un charlatán, no es hablar por los codos para no decir solo lo políticamente correcto y/o lo soez. Ser inteligente no es sinónimo de ser un palabrero. No. Ser inteligente es otra cosa. Las personas que poseen inteligencia no hacen ostentación de ella, simplemente cumplen con su trabajo, ya sean ingenieros, agricultores, comerciantes, da igual la profesión o estudios que posean, y pasan desapercibidas, su mayor tesoro consiste en hacer felices a los que le rodean, en no amar el poder, en detestar la tiranía y a los tiranos. El verdaderamente inteligente no gusta de someter a nadie, ni ser sometido. Es un observador de la vida y de la naturaleza en todas sus manifestaciones y es respetuoso con la misma. Detesta cualquier tipo de relevancia o distinción por encima del resto. Sabe que no sabe nada y por lo tanto es sencillo y humilde. Que gran razon llevaba Seneca: “la estupidez es ruidosa; la virtud, muda”.
He detectado muchísimos casos, harto lamentables, en los que los tontos charlatanes (verdaderos necios que "creen" que saben), conscientes de su inferioridad, y acomplejados por ello, en vez de intentar aprender algo, se dedican a hundir literalmente a toda persona inteligente, e intentan manejarlos como hacen con el resto del mundo, y cuando comprueban que no pueden con estos hombres virtuosos, entonces procuran anularlos.
En muchas ocasiones es normal sentirse completamente desprotegido. Y creo que en la educación y en la ética está la clave y la solución de este terrible problema. ¿Qué tipo de personas estamos formando? ¿Que sociedad es aquella que silencia a la virtud y deja triunfar a la idiotez?
Saludos.
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