Publio miró intensamente a Isania, que se puso colorada y bajó los ojos al suelo. Las mujeres la rodearon y comenzaron a hablar todas al mismo tiempo, sonriendo unas con curiosidad y las otras con evidente picaresca, produciéndose una no pequeña algarabía. Lucio miraba tambien a Drusila, pensando en que sus rasgos le recordaban muchísimo a los de Iulia, aunque Drusila era mucho más joven: tenia su mismo pelo negro azabache, como ella, y unos ojos inmensamente bellos y azules. El breve aperitivo duró cosa de una hora; tras de lo cual los hombres se encaminaron directamente al sitio donde tenian previsto asar a dos de los cuatro venados cazados ese dia, como a un tiro de piedra de donde habían colocado las mesas, pues la carne ya se habia enfriado lo suficiente. Al poco rato, un agradable olor a carne asada comenzó a esparcirse por el ambiente.
-¿Recordais aquella noche del 11 de Enero, en el Rubicón? –preguntó Lucio-.
-Ya lo creo que lo recuerdo –intervino Póstumo-. ¡Que tiempos aquellos, daría cualquier cosa por volverlos a vivir…! Fue tres años después de lo de Alesia. César siempre tuvo un temperamento tranquilo, sosegado, educado y era muy reflexivo, aunque cuando tomaba una determinación era muy rapido en ejecutarla. Por eso estábamos todos muy preocupados, porque aquella noche estaba fuera de si; nervioso, preocupado, irascible, y por si fuera poco la tarde anterior había sufrido otro ataque del mal de los dioses (1). Aquello no era propio de César. Parece que lo estoy viendo, a la orilla del rio, mirando al cielo y gritando de vez en cuando: “¡Oh, Dioses! ¿Que he de hacer? ¡Decídmelo!”
-No lo tenia facil, desde luego –añadió Marcelo-. El primer Triunvirato de Pompeyo, Craso y el propio César, que eran entonces los tres hombres mas poderosos de Roma, no duró mucho porque después de conquistar la Galia, Julia, su hija, falleció de parto y Craso también había fallecido en su campaña contra Persia. Cuando ese triunvirato se acabó ya sabíamos que los vientos de guerra soplaban en el horizonte, pues ya solo quedaban César y Pompeyo. Los conservadores eran contrarios a César, por eso se aliaron con Pompeyo, a quien los dioses maldigan, que siempre fue envidioso y receloso de la gloria de César. Cuando el Senado le ordenó devolver la legión que Pompeyo le había prestado y enviarla junto con otra de las suyas a Italia obedeció, desprendiéndose de dos legiones completas. Pero pidió garantías al Senado, y el Senado respondió anulando todas las leyes de César. Los tribunos de la plebe, que eran intocables por Ley, vetaron la orden y estuvieron a punto de ser linchados por los senadores. Recordad que huyeron a la Galia y se presentaron ante César con los vestidos rasgados y llenos de magulladuras, todos lo vimos. No olvidaré el rostro de sorpresa e incredulidad de César, que trató de llegar a un acuerdo con Pompeyo, pero éste se negó a dialogar. Entonces el Senado, envalentonado, ordenó que los legionarios galos fueran expulsados de las legiones de Roma y todo el ejército se volvió hacia César, su general, que estaba atónito, esperando una respuesta.
-Si –dijo Quinto-. César, no queriendo abusar de la situación, en un último intento por seguir contando con el apoyo de Pompeyo y prevenir una guerra civil, le ofreció la mano de una de sus sobrinas, pero Pompeyo se casó con Cornelia Metella, hija de Metellus Scipio, uno de los peores enemigos de César. Feas se ponian las cosas para nosotros.
-Lo recuerdo. César estaba enfurecido –dijo Lucio, con una indignación creciente-. El Senado al final tomó la decisión: exigió a César deponer su ejército, licenciar a las tropas y entrar en Roma como simple ciudadano, o bien declararse enemigo de Roma. Nunca me fié de esos perros del Senado, eternos desagradecidos. ¡Vaya manera de recompensar al hombre que conquistó a media Europa para Roma!
Los contertulios disfrutaban de aquellos recuerdos, fueron protagonistas directos de aquel memorable dia. Todos estaban entonces en la Décima, con César. En sus ojos brillaba la emoción del recuerdo.
-Que frío que hacia aquella noche –prosiguió Lucio-. Y encima, con la humedad del Rubicón, que se nos pegaba hasta en los huesos. Pero ninguno nos movimos de allí. Recuerdo la cara de preocupación que puso César cuando vio el Senatus consulto que está grabado en piedra, en el camino de Rimini a Cesena. Al leer que se entregaba a los dioses infernales y se declaraba sacrilego y parricida a cualquiera que con un ejercito, con una legión, o simplemente con una cohorte, cruzase el Rubicón, Cesar se detuvo en seco, y toda la Décima y las otras legiones hicimos lo propio; se quedó montado en su caballo, quieto, inmóvil, mirando al suelo. Los soldados estabámos en silencio. No se oía ni el aleteo de un pajarillo.
-Si, hacia mucho frío, tanto como la noche de la gran nevada en Massalia –Postumo le guiñó aquí un ojo a Lucio-. Pero naturalmente le tuvo que costar mucho trabajo aventurarse a cruzar el rio, porque nadie antes de él lo había hecho. A ningún general le estaba permitido cruzarlo con su ejército en armas. El rio era el limite del poder de César, que era el amo de toda la Galia, y cruzarlo era cometer una ilegalidad y un sacrilegio. Recuerdo su breve arenga: “Hermanos, todos sabeis como está la situación y lo que significa cruzar este rio. Hasta ahora os he ordenado y mandado como a mis soldados. Ahora os hablo como a hermanos. ¿Quién quiere seguirme?” Nuestro grito fue unanime: todos lo amabamos hasta el paroxismo, si nos hubiera pedido nuestra sangre se la hubieramos dado. Todos fuimos con él. Parece que fue ayer y sin embargo ya han pasado veinte años. ¡Veinte años, maldito Cronos…!
-Todos esperábamos su contestación –añadió Lucio-. Cuando pronunció “Alea iacta est”, la suerte esta echada, todas las legiones estallamos en gritos de júbilo. Era lo que estábamos esperando. Nos importaba un rábano el cumplimiento de la Ley: amábamos a Cesar y no teníamos más voluntad que la suya. Recuerdo su mirada, cuando dijo esta frase, mirando a las estrellas. En ese momento, me pareció un Dios. Esa madrugada, a la hora prima, todas las legiones seguimos a César y cruzamos el Rubicón.
Los viejos legionarios guardaron un breve silencio mientras le daban vueltas al asado. Añoraban terriblemente su vida militar y se sentian dichosos de haber participado en esa odisea que pasaría a la historia.
-César nos amaba, era nuestro padre –intervino Póstumo- . Todas las noches le rezo una oración. No habrá otro igual que él, los dioses lo bendigan. Fijaros, era el aristócrata de más alta cuna que había en Roma, pero siempre defendía al pueblo, y lloraba ante los cadáveres de nuestros compañeros de armas. ¡Cuantas veces lo hemos visto llorar derramando enormes lágrimas cuando uno de los nuestros caia! Siempre nos ensalzaba. Era el mas grande general que ha dado Roma, y sin embargo acordaros de que dormía en el suelo, al raso, con nosotros, y comía el mismo rancho frio que comíamos todos. ¡Hablaba siempre con nosotros como si fuéramos sus iguales! Pero luego fue demasiado bueno, porque durante la Guerra Civil no proscribió a sus enemigos, ni los encarceló ni confiscó sus bienes. Cuando ganamos la guerra civil los mantuvo en sus puestos, algo completamente ilógico en Roma, y eso le costó la vida. ¿Recordáis a Marco Antonio como se lo reprochaba una y otra vez? “¡César, eres demasiado confiado, al enemigo se le aplasta, no le des oportunidad alguna!”. Pero jamás lo escucho. Nunca se le puede dar la espalda a un enemigo y César lo hizo. Hubo en Roma quien le atacó cruelmente, como Cicerón y Cátulo, que le acusaron de tirano y César, incomprensiblemente, les protegió. Fué muy confiado tratando con estos miserables.
-Si, todos adorábamos a César. Y luego -añadió Publio, especialmente dolido- esos malditos envidiosos lo acusaron de haberse convertido en amante del rey Nicomedes de Bitinia, porque le sirvió de copero. ¡César, el más terrible fornicador que ha dado Roma! Esos acusadores tienen que estar ardiendo en el fuego del averno, por mentirosos, aunque no me extraña que esa mentira fuera inventada por aquellos a los que César ponía los cuernos. Todos lo conociamos: no era raro que se prestara a esas ceremonias que a el no le importaban nada, pero que en esas tierras lejanas tenían importancia. ¡César era un hombre, un hombre de verdad! ¡Maldita la envidia, que hizo que acusaran a Cesar de homosexual, cuando lo cierto es que él se acostaba con las mujeres de esos retorcidos! ¿Recordais lo que cantábamos cuando volvíamos de la Galia? “A casa traemos al puñetero calvo…romanos, encerrad a vuestras esposas...”. Nosotros lo conocíamos bien... CONTINUARÁ.
Saludos.
-¿Recordais aquella noche del 11 de Enero, en el Rubicón? –preguntó Lucio-.
-Ya lo creo que lo recuerdo –intervino Póstumo-. ¡Que tiempos aquellos, daría cualquier cosa por volverlos a vivir…! Fue tres años después de lo de Alesia. César siempre tuvo un temperamento tranquilo, sosegado, educado y era muy reflexivo, aunque cuando tomaba una determinación era muy rapido en ejecutarla. Por eso estábamos todos muy preocupados, porque aquella noche estaba fuera de si; nervioso, preocupado, irascible, y por si fuera poco la tarde anterior había sufrido otro ataque del mal de los dioses (1). Aquello no era propio de César. Parece que lo estoy viendo, a la orilla del rio, mirando al cielo y gritando de vez en cuando: “¡Oh, Dioses! ¿Que he de hacer? ¡Decídmelo!”
-No lo tenia facil, desde luego –añadió Marcelo-. El primer Triunvirato de Pompeyo, Craso y el propio César, que eran entonces los tres hombres mas poderosos de Roma, no duró mucho porque después de conquistar la Galia, Julia, su hija, falleció de parto y Craso también había fallecido en su campaña contra Persia. Cuando ese triunvirato se acabó ya sabíamos que los vientos de guerra soplaban en el horizonte, pues ya solo quedaban César y Pompeyo. Los conservadores eran contrarios a César, por eso se aliaron con Pompeyo, a quien los dioses maldigan, que siempre fue envidioso y receloso de la gloria de César. Cuando el Senado le ordenó devolver la legión que Pompeyo le había prestado y enviarla junto con otra de las suyas a Italia obedeció, desprendiéndose de dos legiones completas. Pero pidió garantías al Senado, y el Senado respondió anulando todas las leyes de César. Los tribunos de la plebe, que eran intocables por Ley, vetaron la orden y estuvieron a punto de ser linchados por los senadores. Recordad que huyeron a la Galia y se presentaron ante César con los vestidos rasgados y llenos de magulladuras, todos lo vimos. No olvidaré el rostro de sorpresa e incredulidad de César, que trató de llegar a un acuerdo con Pompeyo, pero éste se negó a dialogar. Entonces el Senado, envalentonado, ordenó que los legionarios galos fueran expulsados de las legiones de Roma y todo el ejército se volvió hacia César, su general, que estaba atónito, esperando una respuesta.
-Si –dijo Quinto-. César, no queriendo abusar de la situación, en un último intento por seguir contando con el apoyo de Pompeyo y prevenir una guerra civil, le ofreció la mano de una de sus sobrinas, pero Pompeyo se casó con Cornelia Metella, hija de Metellus Scipio, uno de los peores enemigos de César. Feas se ponian las cosas para nosotros.
-Lo recuerdo. César estaba enfurecido –dijo Lucio, con una indignación creciente-. El Senado al final tomó la decisión: exigió a César deponer su ejército, licenciar a las tropas y entrar en Roma como simple ciudadano, o bien declararse enemigo de Roma. Nunca me fié de esos perros del Senado, eternos desagradecidos. ¡Vaya manera de recompensar al hombre que conquistó a media Europa para Roma!
Los contertulios disfrutaban de aquellos recuerdos, fueron protagonistas directos de aquel memorable dia. Todos estaban entonces en la Décima, con César. En sus ojos brillaba la emoción del recuerdo.
-Que frío que hacia aquella noche –prosiguió Lucio-. Y encima, con la humedad del Rubicón, que se nos pegaba hasta en los huesos. Pero ninguno nos movimos de allí. Recuerdo la cara de preocupación que puso César cuando vio el Senatus consulto que está grabado en piedra, en el camino de Rimini a Cesena. Al leer que se entregaba a los dioses infernales y se declaraba sacrilego y parricida a cualquiera que con un ejercito, con una legión, o simplemente con una cohorte, cruzase el Rubicón, Cesar se detuvo en seco, y toda la Décima y las otras legiones hicimos lo propio; se quedó montado en su caballo, quieto, inmóvil, mirando al suelo. Los soldados estabámos en silencio. No se oía ni el aleteo de un pajarillo.
-Si, hacia mucho frío, tanto como la noche de la gran nevada en Massalia –Postumo le guiñó aquí un ojo a Lucio-. Pero naturalmente le tuvo que costar mucho trabajo aventurarse a cruzar el rio, porque nadie antes de él lo había hecho. A ningún general le estaba permitido cruzarlo con su ejército en armas. El rio era el limite del poder de César, que era el amo de toda la Galia, y cruzarlo era cometer una ilegalidad y un sacrilegio. Recuerdo su breve arenga: “Hermanos, todos sabeis como está la situación y lo que significa cruzar este rio. Hasta ahora os he ordenado y mandado como a mis soldados. Ahora os hablo como a hermanos. ¿Quién quiere seguirme?” Nuestro grito fue unanime: todos lo amabamos hasta el paroxismo, si nos hubiera pedido nuestra sangre se la hubieramos dado. Todos fuimos con él. Parece que fue ayer y sin embargo ya han pasado veinte años. ¡Veinte años, maldito Cronos…!
-Todos esperábamos su contestación –añadió Lucio-. Cuando pronunció “Alea iacta est”, la suerte esta echada, todas las legiones estallamos en gritos de júbilo. Era lo que estábamos esperando. Nos importaba un rábano el cumplimiento de la Ley: amábamos a Cesar y no teníamos más voluntad que la suya. Recuerdo su mirada, cuando dijo esta frase, mirando a las estrellas. En ese momento, me pareció un Dios. Esa madrugada, a la hora prima, todas las legiones seguimos a César y cruzamos el Rubicón.
Los viejos legionarios guardaron un breve silencio mientras le daban vueltas al asado. Añoraban terriblemente su vida militar y se sentian dichosos de haber participado en esa odisea que pasaría a la historia.
-César nos amaba, era nuestro padre –intervino Póstumo- . Todas las noches le rezo una oración. No habrá otro igual que él, los dioses lo bendigan. Fijaros, era el aristócrata de más alta cuna que había en Roma, pero siempre defendía al pueblo, y lloraba ante los cadáveres de nuestros compañeros de armas. ¡Cuantas veces lo hemos visto llorar derramando enormes lágrimas cuando uno de los nuestros caia! Siempre nos ensalzaba. Era el mas grande general que ha dado Roma, y sin embargo acordaros de que dormía en el suelo, al raso, con nosotros, y comía el mismo rancho frio que comíamos todos. ¡Hablaba siempre con nosotros como si fuéramos sus iguales! Pero luego fue demasiado bueno, porque durante la Guerra Civil no proscribió a sus enemigos, ni los encarceló ni confiscó sus bienes. Cuando ganamos la guerra civil los mantuvo en sus puestos, algo completamente ilógico en Roma, y eso le costó la vida. ¿Recordáis a Marco Antonio como se lo reprochaba una y otra vez? “¡César, eres demasiado confiado, al enemigo se le aplasta, no le des oportunidad alguna!”. Pero jamás lo escucho. Nunca se le puede dar la espalda a un enemigo y César lo hizo. Hubo en Roma quien le atacó cruelmente, como Cicerón y Cátulo, que le acusaron de tirano y César, incomprensiblemente, les protegió. Fué muy confiado tratando con estos miserables.
-Si, todos adorábamos a César. Y luego -añadió Publio, especialmente dolido- esos malditos envidiosos lo acusaron de haberse convertido en amante del rey Nicomedes de Bitinia, porque le sirvió de copero. ¡César, el más terrible fornicador que ha dado Roma! Esos acusadores tienen que estar ardiendo en el fuego del averno, por mentirosos, aunque no me extraña que esa mentira fuera inventada por aquellos a los que César ponía los cuernos. Todos lo conociamos: no era raro que se prestara a esas ceremonias que a el no le importaban nada, pero que en esas tierras lejanas tenían importancia. ¡César era un hombre, un hombre de verdad! ¡Maldita la envidia, que hizo que acusaran a Cesar de homosexual, cuando lo cierto es que él se acostaba con las mujeres de esos retorcidos! ¿Recordais lo que cantábamos cuando volvíamos de la Galia? “A casa traemos al puñetero calvo…romanos, encerrad a vuestras esposas...”. Nosotros lo conocíamos bien... CONTINUARÁ.
Saludos.
(1) Epilepsia. Siempre se habia pensado que Cesar sufria de ataques de epilepsia. Y es muy posible, pero nuevas investigaciones lo ponen en duda. Lo que si está claro es que sufria frecuentes migrañas, mareos y dolores de cabeza.
25 comentarios:
Veo que me perdí algunos capítulos. Así que me pongo el albornoz de lector. A ver que me cuentas de ese viejo centurión.
Un abrazo
Gracias Cornelivs por hacer vola a esos tiempos que fácil no han sigo me imagino pero si enigmáticos
Un cariño
Noe
Me ha encantado la escena junto al río, épica entre las épicas.
Un abrazo
Esto es historia pura, aunque lo de la homosexualidad de César no lo había oído nunca. Está visto que nadie se libra!.
José María
Pasión a raudales, ambiciones desmedidas, implacables acechanzas, un mundo de tensión y miradas a lo lejos y a lo cerca. Mas también la sdensibilidad aflora, lo humano aparece y la búsqueda de la verdad acompaña tan sorprendente peripecia. Un abrazo, campeón
Muy interesante... Me gustaría saber cómo te organizas, de dónde sacas tiempo para cada día deleitar a tus admiradores (en los que me incluyo) con extensos y fascinantes relatos escritos de tu puño y letra.
Eso sí que es un misterio sin resolver.
Ánimo y hasta pronto.
Un fuerte abrazo.
Nada que objetar; como amante de la historia, he disfrutado como un enano conociendo un poco más de ese gran personaje que es Julio César.
Quizás debieras dar más detalles sobre esa enfermedad de los dioses, por si alguien tiene dudas sobre qué se trata. Aunque tampoco es tan importante.
Un abrazo.
Compruebo querido Cornelivs que estas totalmente en forma!!! jejeje. Voy a intentar ponerme al dia con esta historia, porque al menos este fragmento que he leido me ha encantado.
Un abrazo!!
Todos sabemos por que cayó… tres factores, calamidades naturales, decadencia interna e invasiones extranjeras. Factor decisivo en interno, aumento de divorcio; deterioro de la dignidad y santidad del hogar, base de la sociedad; impuestos cada vez más altos y aumento del gasto público para darle pan gratuito y entretener con circos al populacho. La locura de los“placeres”;los deportes más emocionantes y brutales.…Y si era o no homo o bi;era su problema… Jajajajaj…Quiero saber donde su mujer y los hijos…¿??… Cornelivs … Espero que en la próxima digas algo...¡? Besitos. Silvi.
JAN PUERTA: Muchas gracias amigo Jan, eres muy amable. Un abrazo.
PEQUEÑOS SOLES DE NOE: Gracias a vosotros por vuestra compañia y por vuestro cariño. Un abrazo.
LUZ DE GAS: Gracias amigo, me animas a seguir...! Un abrazo.
GENIALSIEMPRE: "Aunque seas casto como la nieve y puro como el hielo no escaparas de la calumnia" (Shakespeare). Ya ves, nadie se escapa. Un abrazo.
FERNANDO MANERO: Enormes gracias, querido amigo. Tu amabilidad y tu benevolencia hacen que mires esto con buenos ojos, pero solo es un relato que escribo para relajarme y pasarmelo bien. Un enorme abrazo, querido Fernando.
ROSA SANCHEZ: Mi querida Rosa. Te voy a contar mi secreto. Estoy muy agobiado, pero me las procuro para sacar media horita (entre las 14,30 y las 15,00 horas aprox., justo antes de comer) y luego sobre todo, despues de cenar, a partir de las 22,00 horas. Observa la hora en la cual colgué anoche el post. Otras veces lo dejo hecho y lo cuelgo a primera hora de la mañana. Pero sobre todo, despues de cenar. Como no me gusta mucho la TV, dedico ese tiempo al blog. Me relaja un monton. Un enorme abrazo.
PEDRO: Recogida tu sugerencia, querido amigo. Un abrazo.
EL ENTE: Gracias mi estimado amigo, me animas a seguir. Por cierto, te he dejado un comentario en tu blog. Gracias por anticipado y un abrazo...!
REIKIJAI: "¡Un petit patience, s'il vous plait!" Un poco de paciencia, por favor, querida amiga...si te digo lo que pasa le quitamos todo el encanto a esto (jejejej, seré malo...). Abrazos y besos.
Saludos cordiales, de vuelta del Sur.
Jesus
No Malo MUY MALO ... Besitos.
El post, EXCELENTE.
Lo del amigo Julio... debía ser muy difícil tener una frase para el mármol en cada uno de los momentos de su vida ;-)
Repito a Pedro, disfruto esta historia como una enana jajaja
Y lo de la homosexualidad de Cesar, jamás lo había escuchado nunca.
Bravo Cornelivs, nos tienes a todos en vilo
Un abrazote
Además de bien narrado, excelentemente documentado. Qué interés tiene esta historia.
Imprimo y guardo, te dije que me haría mi novela particular... jaja
Besos
Lástima haberme perdido varios capitulos , es una historia muy interesante y como ya dijeron de donde sacas tiempo amigo ?
Un abrazo enorme !!
JESUS y ENCARNA. Espero que os haya gustado esto...! Un abrazo.
REIKIJAI: Jejej. Besos...!
FRANCISCO O. CAMPILLO: La verdad, amigo, es que la vida de Cesar da para mucho...! Un abrazo.
GIZELA: Muchas gracias por tu amabilidad, querida amiga. Un enorme abrazo.
PEDRO OJEDA: Gracias, querido Pedro, es un honor para mi que te guste. Un abrazo.
AMIGA MIA: Gracias Montse, otro abrazo para ti.
INDELEBLE: Bueno, te repito lo que ya le he dicho a Rosa: fines de semana (sabados y domingos), y fundamentalmente por las noches, a partir de las 22 o 22,3o horas. Un abrazo.
Cornelivs, enhorabuena, escribes muy bien, tanto que conseguiste atraparme dentro de la historia y mi imaginación voló, imaginando cada palabra tuya puesta en escena.
un abrazo enorme y un beso,
Inés
Sigo atenta viajando al pasado
Un gran abrazo amigo y gracias
Noe
INES: Muchas gracias, mi estimada amiga, eres muy amable. Un entrañable abrazo.
PEQUEÑOS SOLES DE NOE: Te digo lo mismo, estimada amiga. Otro entrañable abrazo para tí.
Es considerable el amor profundo que sentían por ese César que sentían como Dios,pero al que no soportaban pensar como no "hombre" capaz de enamorar y hacer sucumbir a cualquier fémina hasta su lecho...
Impresiona siempre ese desvivirse de los soldados por el ejército,la lucha y las intrigas.
Yo, tampoco lo habría imaginado,la verdad. Y lo de las migrañas o ataques tampoco lo había escuchado nunca.
Claro que tú,con lo que te gusta todo esto,como no ibas a saberlo!
Besos,Cornelivs.
En verdad que muchas veces soñamos con los tiempos pasados, es mas hay un refrán que dice, los tiempos pasados siempre fueron mejores.
A veces hay fornicadores contra la paz, contra la república, contra el ser humano, fornican y se prostituyen.
Sabes que excelente relato, quedo extasiado uno a uno, como sabes de historia, de batallas, de cómo escribir tan fluido y con se hilo conductor, esperemos a ver como sigue la historia.
Yo vi una seria que se llamaba Yo Claudio, para mí una de las mejores series de la TV, era impresionante, las ambientaciones y las actuaciones.
Saludos
Has salido bien al paso. No hay que ponerles las cosas demasiado difíciles a los lectores, sólo un poquito, lo suficiente.
Y cuando se trata de datos históricos, mejor dar rienda suelta que quedarse cortos.
Tu Centurión va camino de convertirse en epopeya.
Saludos.
pd.: el domingo me quedé esperando tu llamada. Supongo que no podrías ir. Otro día será.
Hola! ya lo lei con calma!
Que lindo recordar la Historia, a través de tus palabras!
Si.... este Cesar!!! este Cesar!!! y la rabia que les daba a las 3 Corni, Pompi y Calpurcita!!!!!!
Besos
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