En España en el año 1.800 muy poquitas personas sabian leer y escribir. En el año 1.930, habia aproximadamente un 45 % de analfabetismo. Hoy, en pleno siglo XXI, afortunadamente quedan ya muy poquitas personas que no saben leer ni escribir, normalmente son personas de edad avanzada que en su juventud carecieron de la oportunidad de acudir a la Escuela.
Vivimos en la Sociedad de la información. Radio, televisión y fundamentalmente Internet y las nuevas tecnologías nos brindan la oportunidad de conocer muchas cosas y de acceder a grandes cantidades de información con solo un click. Si quiero saber algo, tecleo en “google” ú otro buscador el objeto de mi búsqueda y puedo localizar decenas, cientos o miles de páginas en las cuales documentarme bien.
Vivimos en la Sociedad de la información. Radio, televisión y fundamentalmente Internet y las nuevas tecnologías nos brindan la oportunidad de conocer muchas cosas y de acceder a grandes cantidades de información con solo un click. Si quiero saber algo, tecleo en “google” ú otro buscador el objeto de mi búsqueda y puedo localizar decenas, cientos o miles de páginas en las cuales documentarme bien.
Asi adquiero información sobre lo que yo pretendo. Se supone que estamos bien informados porque tenemos los medios tecnicos adecuados para ello. ¡Y que decir de nuestros jóvenes! Tienen moviles de ultima generación, con videoconferencia, acceso a Internet desde el movil, y tienen un dominio de la tecnica increíblemente bueno.
Pero…¿estamos avanzando en el conocimiento?
En mi humilde opinión no es lo mismo información que conocimiento. Por supuesto, es importantisima la información, y no sere yo quien niegue las bondades de la misma; pero no creo que el estar bien informado sea, por si solo, garantia de tener mayor conocimiento o mayor educación. Y me explico. Puede uno estar bien informado; pero pienso que para que esa información llegue a convertirse en conocimiento no solo se trata de almacenar datos, sino que es preciso un proceso de elaboración interna, de meditación, de pensamiento individual; hay que contrastar esa información con nuestro ser interior, con nuestra escala de valores o, si se prefiere decirlo asi, con nuestra personalidad, para ver si se adecúa o no a nuestro yo interior, y a nuestra escala de valores. Hay que desmenuzar esa información, pensarla, meditarla, desde nuestra propia voz interior, desde nuestra realidad personal, para incorporarla a nuestra mente y corazón, a nuestro ser interior, y utilizarla para dar respuesta a nuestros problemas, dudas, o cuestiones que nos interesen.
Nuestros jóvenes poseen acceso a un ingente volumen de información. ¿Tratan de seleccionar la paja del grano, es decir, saben buscar bien? ¿Intentan seleccionar lo que verdaderamente puede ayudarles a ser felices en este mundo, dejando de lado la información que no les sirva para gran cosa, atendiendo a sus objetivo y a sus finalidades? Y luego, una vez localizada esa información, ¿la meditan, la rumian, tratan de digerirla y asimilarla?
¿Tienen curiosidad, no ya por conocer, sino por saber? Y sobre todo, ¿por asimilar y digerir ese saber? Por ello me parece que es fundamental este proceso: que la información elegida, previamente desmenuzada y analizada por una persona, sea luego digerida y asumida por la misma e incorporada a su acervo vital, a su personalidad, a su yo.
Me quedo con la duda de haber sabido explicar bien lo que pretendo.
Recuerdo hace años, cuando era mas joven. Internet no existía. En mi grupo de amigos a todos los gustaba leer. Era el encanto que tenían los libros, el papel y la tinta. Cuando compraba un libro nuevo, disfrutaba abriéndolo por la mitad y aspirando el olor a la tinta recién impresa. Por supuesto, luego lo leía de cabo a rabo. Leer en papel para mi es mas cómodo que leer en el PC, y en mi humilde opinión “tiene mas encanto clásico” (por supuesto, habrá quien lo vea de otro modo), y además, mis ojos sufren menos. Nos dejábamos los libros unos a otros, y después de leidos los analizábamos y los comentábamos; podíamos estar de acuerdo con ellos o no; pero los meditábamos, los pensábamos; intercambiábamos las ideas que habíamos extraído de los mismos; asimilábamos dicha información y la convertíamos en conocimiento. Recuerdo aquellas inolvidables tardes de verano, jugando al ajedrez o al poker, y sosteniendo buenas conversaciones con ellos, de todos estos temas. Disfrutábamos tanto leyendo como comentando despues lo leido; y nuestras discusiones, siempre pacificas, a veces duraban tardes enteras. ¡Que tiempos!
Por ejemplo, leiamos a Seneca, Ciceron, Robert Graves, Calderon de la Barca, Cervantes, Maquiavelo, o mil otros más. Bien, ya he leido los libros. Se lo que dicen: tengo información. Ahora bien, ¿he dado el paso siguiente? Es decir, ¿los he meditado, los he analizado, he intentado meterme en el pellejo de estos autores para intentar comprender, no ya lo que escribieron sino por qué lo escribieron? ¿Me he preocupado por examinar a la luz de mi propia conciencia y de mi personalidad, si las conclusiones y los postulados de esos autores me convencen o no? Y, finalmente, ¿las he incorporado a mi modo de pensar, en caso de que esté de acuerdo con ellas?
Era una aventura…apasionante.
"¿Era?" Si; porque ahora, en este mundo tan vertiginoso en el que vivimos…¿tenemos tiempo para convertir esa información en conocimiento? Quizas fuera bueno leer mas; y no muchos libros, sino buenos libros, que nos hagan pensar y meditar.
Es solo mi humilde opinión.
Saludos.