Jesús lo dijo con
una claridad eterna: “No sólo de pan vive el
hombre.” Pero parece que no
escuchamos, todo el mundo busca solo ese pan que se
pudre al poco tiempo, el alimento del cuerpo, olvidando el pan del alma, que es
el amor, la compasión y la paz interior.
Buda enseñó que “la raíz del sufrimiento es el deseo”, y
basta con mirar alrededor nuestro para entender que vivimos presos de ese mal.
Queremos más, siempre más: más dinero, más poder, más reconocimiento, mas
control de todo. No hay reposo en ese querer, solo una sed que se multiplica. Y el otro mal que señalaba Buda es el apego: cuando tenemos algo...¡cuanto trabajo nos cuesta soltar, y cuanto miedo tenemos a perderlo...! Como si fueramos a vivir mil años...que equivocados estamos.
Y recuerdo, como no, a Séneca, con su sabiduría eterna: “No es pobre quien tiene poco, sino quien desea más”. O como también decía él: “No te prohíbo la posesión de los bienes, quiero que poseas las cosas, pero sin temor, y esto lo conseguiras únicamente si te persuades dee que aun sin ellas puedes vivir feliz, si las contemplas siempre como son: como cosas perecederas.
Ahí
está una de las muchas claves que unen a los tres: cada uno, desde su tiempo y
su voz, nos indica claramente que la paz no se encuentra fuera, sino dentro;
que no hay salvación en lo material, sino en el espíritu.
Quizás porque uno va aprendiendo con los años “de que va esta película” en la que todos estamos inmersos, tengo ya una edad en la que, a veces, esa comprensión me duele. No por mí, sino por el mundo. Me entristece ver tanto ruido, tanto egoísmo, tanto miedo, tanta ceguera voluntaria. Pero no puedo quedarme en esa pena: sé que también hay luz, que todavía hay muchas almas que buscan, corazones que sienten, personas que aman sin medida, y que estan en el camino.
Esa tristeza espiritual, si se acepta con humildad, puede ser maestra. Nos recuerda que el alma despierta no sufre por desesperanza, sino por amor: quien ve la verdad no se lamenta por haberla visto, sino por los ojos que aún duermen y que no han despertado. ¡Creen que estan en la cúspide, y no se dan cuenta de que se están perdiendo lo mejor!
Y escribo esto no
desde la queja, sino desde la gratitud. Porque incluso esta tristeza es una
bendición: me mantiene despierto, humano, sensible. Y si alguna palabra mía
sirve, aunque sea un instante, para que alguien mire hacia dentro y encuentre
su propio centro, entonces habrá valido la pena escribir.
Termino con otras dos frases: “Vive conforme a la naturaleza, y nunca serás
pobre; vive conforme a la opinión, y nunca serás rico.” "El que tiene en paz su conciencia, no necesita testigos." No os sera dificil adivinar quien las dijo. Y si, cada dia estoy mas convencido de que ahi esta la verdadera riqueza:
tener paz en medio del ruido, fe en medio de la duda, y amor en medio del
miedo.
Y surge la inevitable pregunta: ¿mientras tanto, que podemos hacer? Cada uno, dentro de su pequeño ambito, lo que buenamente pueda y se me ocurre que lo primero es: mirar a los demas como a nosotros mismos. El budismo, luego Jesus ("ama al projimo como a ti mismo") y tambien el estoicismo, llevan miles de años incidiendo en esa misma idea. El mundo cambiara cuando consigamos meternos de una vez en la cabeza una idea sencillisima: ver a los demas no como competidores o adversarios, sino como lo que son: nuestros hermanos.
Teresa de Calcuta lo tenia clarisimo, decia: "no tenemos en nuestras manos la solucion de los problemas del mundo, pero ante los problemas del mundo...tenemos nuestras manos".
No hay comentarios:
Publicar un comentario