Vivimos en un mundo tecnologicamente muy avanzado pero, paradójicamente, muy atrasado espiritualmente. En esta frenética sociedad de la información ultrarápida e instantánea, veo que el ser humano vive mas cómodamente que nunca porque lo tenemos todo, sin embargo la pregunta es: ¿somos mas felices que antes? Y la respueta que me surge es un rotundo NO. Hablando en general, y sálvese quien pueda, estamos muy desorientados. Dirigimos nuestra atención hacia afuera, hacia la comodidad, hacia los bienes materiales, hacia lo superficial y lo rápido; buscamos los “likes” rapidos y mientras mas mejor; si tienes mil o cinco mil “likes” crees que eres alguien, y si no piensas que no eres nadie. Vivimos pendientes del parecer ajeno, de los “influencers” y de la inmensa galeria de mercachifles y toreros de salón que hay por ahi; y no nos damos cuenta de que hemos esclavizado nuestra propia felicidad: la hacemos depender de los demás.
Nos quedamos en la forma de las cosas y no penetramos en el fondo. Y lo que es peor: no nos damos cuenta de que lo mas precioso que tenemos no hay que buscarlo fuera: está ya dentro de nosotros, lo que pasa es, eso, que hay que buscarlo. Y mucha, muchísima gente, tristemente, llega al final de su vida sin darse cuenta.
¿Y que es eso que tenemos dentro? Te animo a que lo
descubras por ti mismo/a. Si dejas de dirigir tu atención hacia el exterior
continuamente, buscando la aprobación externa, y la diriges hacia tu interior,
puede que te lleves una inmensa sorpresa.
Puedes descubrir muchas cosas.
Por ejemplo, puede que un buen dia te des cuenta de
que el mero hecho de estar vivo ya es, por si mismo, un auténtico regalo, un regalazo. Se nos ha dado todo sin pedir
nada a cambio. No hemos pagado nada por
estar aquí, todos los días abrimos los ojos gratis. Nacemos, respiramos,
andamos, nos sentamos, corremos, comemos, bebemos, hacemos el amor, dormimos,
disfrutamos: estamos aquí. En resumen: el Universo nos ha creado, gratis, y para mi eso es la máxima manifestación
del amor de Dios (llamalo, si lo prefieres, “Energía Creadora”) hacia sus criaturas, como nosotros.
Yo pienso que la vida es maravillosa, pero tiene un
problema que nos impide disfrutar de ella: nuestro ego. Nuestros padres, abuelos, y anteriores
generaciones, podrían alegar su ignorancia como excusa, pues la alfabetización completa de la sociedad
solo llegó a España en el Siglo XX, en
definitiva, ellos NO eran responsables.
Sin embargo, nosotros no podemos alegar ninguna ignorancia porque tenemos el móvil en las manos, tenemos el mundo de la información en nuestras manos; y si no hacemos uso de esa magnifica oportunidad para aprender cosas nuevas y evolucionar como seres humanos, o hacemos un mal uso de ese conocimiento y de internet, los únicos responsables seremos nosotros, y solamente nosotros.
Por tanto, si buscas en internet un poquito, te darás cuenta
y descubrirás que la felicidad humana no
termina de llegar porque hay un enemigo suelto desde hace miles de años, que se
encarga de hacernos desgraciados: nuestro ego, el cual es definido por la mayoría
de los autores como la construcción mental que hacemos -en nuestra mente- de
nosotros mismos, esto es, una identidad que nosotros mismos nos forjamos y que basamos
en nuestros pensamientos, recuerdos, roles sociales, creencias, logros,
fracasos y etiquetas como “yo soy esto” o “yo no soy aquello”. Es decir, es el “yo” que creemos ser, pero que en
realidad no somos en esencia. Es una especie de personaje, una careta o un
disfraz que nos creamos para movernos por el escenario del mundo, y que muchas veces, por desgracia, se apodera de toda nuestra conciencia.
Nuestro ego nos quita la alegría de vivir porque nos
desconecta de la realidad tal como es y de nosotros mismos en nuestro estado
más auténtico.
Y es que el ego es terrible, he aquí alguna de su fechorías: busca
validación externa de modo constante, el ego necesita ser aprobado,
admirado, reconocido (y esto nos mantiene atados a la opinión de los demás y
nos hace vivir en función de expectativas externas, lo que genera ansiedad y
frustración); además, siempre se apega a la imagen del “yo”, pues el ego
construye una identidad rígida: "yo soy exitoso", "yo soy
fracasado", "yo soy diferente", etc, con lo cual defender esa
imagen consume mucha energía y genera sufrimiento cuando la realidad no encaja
con ese ideal; además, nos hace competir en lugar de conectar, pues el
ego compara, juzga, envidia, y en vez de disfrutar el presente o celebrar a
otros, siempre está viendo quién tiene más, quién vale más, lo cual bloquea la empatía y la gratitud. Por si fuera
poco, el Ego reacciona desde el miedo y la carencia, el ego teme perder
lo que tiene o no obtener lo que desea, y vive en un modo de defensa o ataque,
lo que impide sentir paz y gozo interior. Por si fuera poco, y no contento con
esto, el ego nos desconecta del presente, siempre está en el pasado
(culpa, rencor) o en el futuro (ansiedad, expectativas).
Que se lo pregunten a mi admirado Séneca, que en su
tatado “De la tranquilidad del
alma" (De tranquillitate animi),
ya decía que los animales salvajes, cuando no están siendo perseguidos,
disfrutan de una paz natural y estan tranquilos, mientras que los seres humanos, incluso en
ausencia de peligros inmediatos, se perturban a sí mismos con recuerdos del
pasado y temores sobre el futuro.
El ego NO tiene en cuenta, ni sabe, que la alegría de vivir solo se encuentra en el aquí y ahora. Estar aqui y ahora, plenamente presentes. ¿Te duele algo ahora mismo? No. ¿Tienes todo lo que necesitas ahora mismo? Si. Entonces, ¿cual es nuestro problema ahora mismo? No mañana ni pasado, ¡ahora mismo ¿cual es tu problema?! Ninguno ¿verdad? ¿Entonces, por que no disfrutamos mas de las pequeñas cosas que la vida nos regala a cada instante, como p. ej., el placer de comerse un buen plato de manitas o unos esparragos trigueros con unos buenos amigos bebiendo un buen vino, o dar un paseo por la playa, o hacer deporte, o ver una buena pelicula, o mil ejemplos más como estos?
Y soltar el ego no significa dejar de tener
identidad, sino liberarnos del sufrimiento.
Por ejemplo, podríamos empezar preguntándonos cada dia varias veces: ¿Quién soy
yo? Diras: yo me llamo fulano/a de copas, vivo en la calle tal, de tal ciudad, mi
profesión es tal y cual, tengo esposo/a y tantos hijos. Bueno, esa es tu etiqueta externa o tu disfraz social,
pero no eres tu. Despójate de todo eso que crees ser y piensa: aparte de eso, ¿Quién
soy yo realmente, quien soy yo de verdad? ¿Quién más vive dentro de mi?
Comprobaríamos que al dejar de identificarnos con lo que no somos
realmente, regresan la paz, la
autenticidad y una alegría que no depende de las circunstancias.
Los estoicos y los budistas aconsejan superar nuestro ego de varias maneras: primeramente, observándonos sin juzgarnos. La
conciencia es el antídoto del ego. Cuando observas tus pensamientos, emociones
y reacciones sin juzgarte, creas una distancia entre “tú” y el ego. Ejemplo: en
vez de decir “soy una persona impaciente”, dices “hay impaciencia en mí ahora”.
En segundo lugar, practicar la
presencia con atención plena. Dado que el ego vive en el pasado o el futuro, el
presente lo desarma. Cuanto más presentes estamos (con la atención puesta en lo
que hacemos, sin distracción), menos poder tiene el ego. Una buena práctica
seria hacer cualquier tarea al dia, con
plena atención, sin prisa, concentrados en lo que estamos haciendo. En
tercer lugar, cultivar la humildad y la gratitud, y ojo, porque la humildad no es pensar menos de ti,
sino pensar menos en ti. En
cuarto lugar: aceptar las cosas como son. Hay que aceptar lo que es, como
es. El ego lucha contra la realidad: quiere que las cosas sean como él
desea. Trascenderlo implica aceptar las cosas como son, sin resignación,
pero sin resistencia mental. En quinto lugar, hay que conectar con algo
mas grande que nosotros. Y es que el ego
se cree el centro del universo. Sentirnos parte de algo más amplio (la
naturaleza, una comunidad, la conciencia universal) lo relativiza, con lo cual quizás
sea bueno dedicar tiempo a actividades
que nos conecten con lo sagrado, lo natural o lo colectivo: estar en la naturaleza,
ayudar a otros, practicar silencio, arte o espiritualidad. Y en sexto y
ultimo lugar, aceptar nuestros defectos. El ego es soberbio y orgulloso y suele
rechazar las partes de ti que no encajan en su “imagen perfecta”, por lo cual solo
integrando tu sombra (tus miedos, defectos, heridas) puedes liberarte de su
control. P. ej., podemos hacer una lista de cosas que criticamos en los demás,
y preguntarnos: “¿Esto existe también en mí?”
Superar el
ego es un arduo trabajo, es un camino de conciencia, que puede durar toda una
vida, y no es una meta que se alcanza de una vez, sino progresivamente. Cada
paso que damos en esa dirección nos trae mas paz, libertad y verdadera alegría.
Podríamos dejar un rato el móvil y pensar más en estas cosas, pero, claro, necesitamos tiempo. Y ese es el problema, que no tenemos tiempo. ¿No tenemos, o es la excusa que nos buscamos? Porque si algo nos interesa de verdad, si que encontramos tiempo.
La respueta, como siempre, la tienen los sabios que nos precedieron, muchos de los cuales ya he nombrado antes, y como no, nuestro Jesus de Nazaret: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios." Y si quieres otro ejemplo, Séneca (lee la epístola 17 a Lucilio, si no me crees) dijo lo mismo con otras palabras; también vió que merecia la pena seguir la senda de la iluminación espiritual: "Cuánto mejor lo que aquí se promete: ¡la libertad perpetua y no vernos obligados a obedecer a ningún dios ni a ningún hombre! Hemos de alcanzar esta meta, aunque sea pasando hambre."
¿Te animas? ¡Es una busqueda apasionante...!
Saludos.
Pablo J. Gámez Rodriguez.