En la vida nos persiguen las incertidumbres. La concepción de lo que “debe” ser el mundo choca abiertamente con lo que realmente “es”, y entonces nos invade esa sensación de desesperanza e impotencia hacia la realidad. La realidad siempre se impone a la ilusión. La realidad siempre gana.
El soñador, el bendito soñador, sufre porque la justicia y la verdad no terminan de imponerse, se sube al caballo de la esperanza, del cual mil veces se cae para volverse luego a subir. No suele ser un tipo práctico, pero, aún así, es una figura que siempre he contemplado con mucho cariño.
Por su parte, el realista, que muchas veces adopta una actitud comprensiblemente ácida, mordaz y a veces irónica contra todo y contra todos, tampoco es feliz porque no confia demasiado en nada y piensa que la esperanza no va a cambiar el mundo, y ojo, no le falta la razón. Desazonado, viaja por la vida con su muy escondido dolor a cuestas, consciente de que esto es un valle de lágrimas. Esta figura la contemplo con admiración, ese pragmatismo que irradia para mi tiene también mucho valor.
También tenemos al escéptico. La definición que más me convence del escéptico es la que ofrece la wikipedia, que lo define como la persona "
que duda, que investiga". Los escépticos no creen en una verdad objetiva, porque para ellos todo era subjetivo, depende del sujeto y no del objeto. Por ejemplo un escéptico diría "
siento frío" pero no "
hace frío", ya que él sólo puede saber que
él tiene frío. Me identifico mucho con este grupo. El escéptico es, además, un permanente buscador de la verdad de los eternos misterios del ser humano, siempre anda buscando la verdad (¿Dónde esta la verdad?)
En mi caso esa duda es una duda “honrada”, es decir, no se trata de una duda maliciosa, demagogica, o que trate de combatir o minar los fundamentos de otras formas de pensar, no, nada de eso. Que cada uno piense como bien desee. Siempre he respetado a todas las ideologías y a todos los pensamientos. Es una duda sincera y sencilla: solo queremos encontrar la verdad de las cosas.
En mi caso, esa busqueda de la verdad, además, es “realista”, y quiero decir con ello que soy plenamente consciente de que será harto difícil (casi mejor diria que imposible), el conseguir encontrar esas verdades alguna vez. Lo sé. Si me preguntáis ¿que vas a conseguir demostrar o alcanzar siendo escéptico? No os responderé. Pero si me preguntais: ¿por qúe eres escéptico? Entonces os responderé inmediatamente, lo tengo muy claro: soy escéptico porque intento formar mis opiniones siguiendo la senda del librepensamiento, esto es: sobre la base de la razón, e independientemente de la tradición, religión, autoridad e ideas establecidas; un librepensador es una persona que es dueño de sus propias decisiones. Al menos lo intento. Sé que este camino del librepensador escéptico está sembrado de dudas, de dificultades y de sufrimiento. Muchas veces, algunos amigos me dicen: ¿por qué le das tantas vueltas a las cosas?” Muy sencillo: porque no me convencen muchas de las explicaciones clásicas de siempre.
Pero fundamentalmente lo soy porque siento una profunda y placentera sensación de libertad siguiendo mi propio camino, abriendo mis propias sendas, sin seguir las huellas de otros caminos que otros abrieron en el pasado. Eso no quiere decir que niegue la bondad de dichas sendas: simplemente que tras su análisis cojo de ellas lo que mi razón acepta, y desecho lo que a mi sentido racional le choca. Además, me lo tomo con mucha tranquilidad, sin prisas, meditando todo lo serenamente que puedo.
Por cierto, y dicho sea entre paréntesis: hablo del mundo de la razón y del pensamiento. El mundo de los sentimientos y del corazón…eso es otra cosa muy distinta.
Lo que sucede es que es tan misterioso todo (hablo de los grandes dogmas de la humanidad como la salvación, historia y origen del Cristianismo, o de otras religiones, los grandes dogmas de las creencias religiosas, etc), y han sido tan maquillados, retocados y reinventados durante siglos esos dogmas y esos misterios que creo que es muy difícil dar con la verdad histórica de las cosas. Insisto: quizás nunca las encontremos. Usando un símil sencillo, es como encontrar un diamante que se halla escondido en medio de toneladas de papeles. Pero al menos soy libre buscándolos por mi propio camino, aunque no los encuentre nunca.
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Lo que si une al esceptico, al soñador y al realista es que ninguno de ellos está conforme con la sociedad en que vive, aunque, obviamente, varian sus actitudes y modos de demostrar esa disconformidad.
Resulta admirable la vida de los antiguos, de nuestros padres, abuelos, bisabuelos. ¡Que placer! No había estrés, no había coches, ni móviles, ni teléfonos, ni faxes, ni siquiera luz. Encendían velas. Estoy hablando de hace unas cuantas décadas ya. No quiero hacer aquí un elogio de épocas pasadas, no se trata de eso; solo de comentar los aspectos positivos (que muchos tenían también) de aquellos tiempos. Se vivía más despacio, más tranquilo. Apenas había consultas de psicólogos o de psiquiatras. Hacían su trabajo dura y honradamente sin complicarse demasiado la vida en temas profundos (mas bien nada). Sabían vivir. En verano se sentaban después de cenar en las puertas de sus casas, y hablaban con los vecinos con total tranquilidad, hasta que el sueño les hacia que se fueran a dormir. Todo era más lento: nada de estar mirándose el reloj en la muñeca cada 10 minutos ¡lo que tenga que pasar pasará! Eran felices, y eran emocionalmente más estables que nosotros. Había más confianza entre las personas. Un simple apretón de manos era una escritura. Quizás tuviera el inconveniente de que era una sociedad más inculta, tradicionalista e inmovilista: pero lo bueno es que la gente no pensaba demasiado en los misterios profundos. A lo mejor sabían pocas cosas, pero tenían tranquilidad para vivir.
Se supone que nosotros sabemos mucho más: estamos en la era de la tecnología y de la aventura espacial, pero parece que somos individuos permanentemente salpicados por millones de estímulos inutiles y acosados por los falsos dioses del dinero y del poder, y no tenemos tranquilidad para vivir. Y tenemos que hacerlo en este mundo que nos ha tocado: no vamos a estar encerrados en una cápsula. Además, somos seres sociales por naturaleza. Pero, ¿como hacerlo, manteniendo tu propio yo incontaminado de tanta tontería? Esa es la cuestión.
Puede que me equivoque, pero muchas veces pienso que, en cuanto a tranquilidad de ánimo, los antiguos vivían mucho mejor que nosotros. Creo que estamos pagando el terrible precio de la cara oculta del progreso.
Saludos.
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