En este
capitulo XVIII de la segunda parte, sigue D. Quijote haciendo gala de una gran prudencia y buen comportamiento, merece destacarse aún mas "
la olímpica serenidad de su alma, no sabemos si regocijada o resignada", como diría Menéndez Pelayo. Hasta cuatro días se va a detener hospedado en casa de D. Diego de Miranda.
Muy rápidamente, quizás demasiado, se forma el hijo de D. Diego su opinión sobre D. Quijote: piensa que es un
loco con intervalos lúcidos. Me parece un diagnóstico incompleto,
primero, por su manifiesta precipitación, dado que se basa unicamente en que D. Quijote cree a pies juntillas que existieron caballeros andantes en el mundo; y
segundo, porque podria ser al revés, dado que ahora D. Quijote parece comportarse, digámoslo así, más bien como un
lúcido (?) con intervalos locos, aunque, cuidado, no estoy diciendo que esté cuerdo. Creo que el hijo de D. Diego toma la parte por el todo y además, lo hace ignorando obviamente todas las circunstancias que rodean el actuar y el hablar de nuestro caballero, cuyo "trastorno mental" parece tener unas características y sintomatología mucho más complicadas que la de un simple loco con intervalos lucidos. (Desde aqui mando un entrañable abrazo a mi querido jodeño de adoción cordobesa, mi viejo amigo Rafa, medico psiquiatra, con el cual conversé en mi juventud durante horas y horas sobre el proceso mental de D. Quijote).
Y vemos tambien que en esta segunda parte, Cervantes (que conoce a D. Quijote mejor que nadie)
parece que se abstiene de juzgarlo y magistralmente, nos da detalle exhaustivo de las obras y palabras del hidalgo manchego, para que seamos nosotros los que saquemos nuestras conclusiones, e incluso nos vuelve a dejar la duda al final del capitulo pues D. Quijote vuelve a dar una de cal y otra de arena, "dejando las cosas en el aire" y creo que nuestro inmortal novelista lo hace adrede. Además, destacan esos cuatro dias de reposo y sosiego en casa de D. Diego, en los cuales no consta que cometiera disparate alguno -y cuatro dias son muchos dias de sosiego, demasiados, para un presunto "loco".
Para colmo de confusiones, el hijo de D. Diego lo denomina "loco bizarro", y el termino bizarro, segun el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, tiene dos acepciones: la primera es "
valiente o esforzado" y la segunda "
Generoso, ¡lucido! y espléndido". En castellano antiguo, loco bizarro podria traducirse por loco curioso.
Y por cierto, entre paréntesis: en este tema vuelvo a acordarme de Erasmo (otro de mis oráculos) y su Elogio de la Locura -publicado en 1511- que Cervantes tuvo que conocer.
Por lo demás mi humilde opinión sobre el proceso "mental" de D. Quijote ya consta detenidamente expresada en mis dos precedentes comentarios con lo cual
me afirmo y ratifico en todas cuantas conclusiones se contienen en mis dos análisis anteriores, a las cuales me remito para evitar inútiles reiteraciones.
Antes D. Quijote veía castillos en vez de ventas. Ahora vemos que…¿es el propio narrador? el que juega a no tener claro si es un castillo o es una casa, no hay más que leer el titulo de este capitulo. Y Cervantes no dice que a D. Quijote le pareciera castillo, no, D. Quijote la ve correctamente, como lo que es: como una casa (“Halló don Quijote ser la casa de don Diego de Miranda ancha como de aldea…”). Ahora el narrador, Cervantes, ¿ve las cosas desde la óptica de D. Quijote, o es el acercamiento del novelista a su protagonista? Yo creo que Cervantes simpatiza con su protagonista, y se contagia del buen humor de éste último.
Ya teníamos noticias de que nuestro caballero no era rico ni mucho menos; era de la baja nobleza, hijodalgo. Cervantes ya nos lo avisó en el capitulo segundo de esta 2ª Parte, por boca de Sancho: Alonso Quijano era un caballero que
"no conteniéndose en los límites de la hidalguía, se puso don y se arremetió a caballero con cuatro cepas y dos yugadas de tierra y con un trapo atrás y otro adelante" siendo un hidalgo “de los que dan humo a los zapatos y toman los puntos de las medias negras con seda verde”, lo cual en aquel tiempo era un signo de pobreza muy próximo a la miseria.
Cervantes ahorra detalles en la descripción de la casa de D. Diego, pero a la hora de describir a D. Quijote lo hace con un lujo de detalles exhaustivo, y lo hace fría y asépticamente, sin la ironía y la sorna de la primera parte: lo hace al natural. ¿Qué apariencia tenia D. Quijote? Veamos. Dice Cervantes que “
Entraron a don Quijote en una sala, desarmóle Sancho, quedó en valones y en jubón de camuza, todo bisunto con la mugre de las armas: el cuello era valona a lo estudiantil, sin almidón y sin randas; los borceguíes eran datilados, y encerados los zapatos. Ciñóse su buena espada, que pendía de un tahalí de lobos marinos; que es opinión que muchos años fue enfermo de los riñones; cubrióse un herreruelo de buen paño pardo...”
Veamos si conseguimos imaginárnoslo. Consultando los datos
aquí, aquí y aquí, creo que lo aclararemos todo:
Bisunto es tanto como decir sucio.
Los
valones eran los calzones o greguescos recogidos en las rodillas. Su uso era muy normal.
Tambien habla Cervantes del
Jubón de camuza: El jubón era una especie de camisa, (aunque no propiamente tal), que cubría desde los hombros hasta la cintura, ceñida y ajustada al cuerpo. El jubón en este caso era de camuza, es decir, de piel de gamuza. La piel de este animal después de curtida es muy fina y flexible. También de uso muy extendido.
El cuello era
valona a lo estudiantil, sin almidón y sin randas: es decir, era el cuello liso de lino o algodón, redondo, propio del S. XVI, y era a lo estudiantil por su sencillez, porque no estaba almidonado ni llevaba randas (adornos de blonda, de encaje o de ganchillo). El almidón era la sustancia que se ponia en el cuello de las camisas, antes de su planchado, para que quedaran rígidas. Podemos concluir con que el cuello de D. Quijote a lo estudiantil era muy normalito.
Veamos ahora los
Borceguíes datilados: los borceguíes eran botas altas (o medias calzas) fabricadas con cuero, especialmente adecuadas para proteger la pierna y el muslo del jinete, y sobre ella se ponían luego los zapatos, también conocido como chinelas. El cuero solía estar coloreado de tonos muy vivos, entre ellos se mencionan negros, colorados, leonados, datilados (de color dátil, estos fueron los de D. Quijote), azules, verdes, amarillos, morados, etc.
Tahalí de lobos marinos: el tahalí era la correa de cuero o de otro material que sostenia la espada. La de D. Quijote no era de cuero, sino de lobos marinos, o lo que es lo mismo, de piel de foca. Cervantes nos dice que D. Quijote padeció de los riñones y es que a la piel de foca en aquella época se atribuían propiedades curativas de dichas enfermedades: D. Quijote tenía algún tipo de uropatia, quizás obstructiva.
Herreruelo: capa corta que solo cubría parte de los hombros, del pecho y la espalda. Para más señas la de paño pardo, como la que le pusieron a D. Quijote, era propia de los campesinos.
Podemos ahora imaginar a nuestro D. Quijote, cuan largo y seco era, vestido con ese atuendo de hidalgo pobre y no puedo evitar sentir pena por él.
Para colmo de desgracia, el polvo del camino y los requesones lo dejaron tan sucio que es sometido a sucesivos lavados con calderos de agua. Aquí Cervantes ¿bromea? con el número de calderos pues el autor, tan puntilloso para la ropa, nos deja en la duda sobre su número, lo cual interpreto en el sentido de que fue menester mucha agua para lavarlo, y nos lo confirma diciendo que el agua quedó de color suero.
Y ya de paso pienso que Cervantes desplaza el objeto de su ironia desde D. Quijote a Sancho: ahora se enoja con el escudero. Antes tenia “muy poca sal en la mollera”, pero ahora Sancho se ha convertido en un “inteligente bellaco malicioso”, llamémoslo asi. D. Miguel ya venia enfadado con el por haber sido el encantador de Dulcinea. Y ahora, como la idea de comprar los requesones fue fruto de un capricho (golosina) de Sancho, el novelista los llama “negros requesones”, por no decir
odiados requesones lo cual me indica la posible cólera de Cervantes con el escudero por haber manchado a su señor con dicha sustancia. Juega muy gráficamente con la ironía ("negros requesones que tan blanco pusieron a su amo") moviendonos a risa, pero ahora es una risa más respetuosa.
Tras la adulación de D. Quijote hacia las dotes como poeta del hijo de D. Diego, el capitulo termina como empezó, con las dudas. El magistral Cervantes nos vuelve a dar una de cal y otra de arena, es decir, juega con la locura de D. Quijote (ser emperador en daca las pajas, o en un "periquete", como diriamos ahora), y con su cordura (...será sabio si se guia mas por el parecer ajeno que por el propio, etc), cosa que no cesará de hacer a lo largo de esta segunda parte.
Pero D. Quijote era siempre D. Quijote, de modo que así ataviado, a pesar de todos los pesares,
“…con gentil donaire y gallardía, salió a otra sala, donde el estudiante le estaba esperando”.
En resumen
: puede que no tuviera muchos “dineros”, pero es incuestionable que poseía una mente maravillosa.
Saludos.