Últimamente se habla mucho del proyecto de ley de ampliación de los supuestos del aborto. Es un tema espinoso, que genera pasiones desatadas en mucha gente, y creo que el gobierno no ha podido elegir mejor (o peor, según se mire) momento para suscitarlo: justo cuando tenemos una apoteósica crisis económica, y a los mandamases de arriba quizás les interese que nos olvidemos de lo que pronto será una macrotragedia social de cuatro millones de parados, a fin de que hablemos de lo que a ellos les interesa cuando a ellos les interesa, y nos despistemos un poco de la dura realidad; o al menos que les demos un corto respiro pues mientras estamos hablando del aborto no estamos tan encima de ellos. Lo malo de esa cortina de humo es que es un remedio mediocre y nada original, que ya está muy visto; aunque es efectivo momentáneamente, pues se suscita un debate social sobre un tema ajeno a lo que al gobierno le preocupa o, corrijo, debería preocuparle: la crisis. Y vaya por delante mi intención de no causar polémica. Habra posturas a favor y en contra y las respeto todas, cada uno tiene todo el derecho del mundo a pensar como quiera. En esta entrada no voy a abordar el aspecto religioso; ni tampoco el aspecto biológico en el cual descollan eminentes especialistas que podrán informarnos exhaustiva y fundadamente a todos.
Estas criaturas, a quienes hoy denominaré con todo mi cariño
los santos inocentes vienen a este mundo
porque alguien los ha llamado o han dado lugar a que vengan: han efectuado lo que en términos juridico-canónicos se denomina “el acto de por si apto para engendrar prole”, pues para ello es preciso el concurso de un hombre y de una mujer. Comienzan a existir el día en el que un ovulo femenino es fecundado por un espermatozoide masculino. La vida se abre camino: desde ese mismo momento, una nueva vida, repito, una NUEVA VIDA, autónoma e independiente de la vida de la madre, ya
existe, ya
es, ya
está aquí en este mundo, gestándose en el vientre de la madre, totalmente indefenso y dependiente; y si todo va bien y nadie lo evita, nueve meses después un nuevo ser humano nacerá.
Me voy a limitar a dar mi opinión, y me andaré sin rodeos y sin largos preámbulos: estoy a favor de la vida.
Si a la vida. Pienso que nadie, repito por si alguien no lo ha entendido, nadie tiene derecho a decidir sobre la vida de nadie. Soy contrario por definición, por ética y por profundas convicciones personales, a la pena de muerte. E interrumpir un embarazo es condenar a muerte a un inocente que ningun daño ha hecho a nadie. Es una cuestión de principios: insisto, pienso que nadie tiene derecho a decidir sobre la vida de nadie, estoy seguro de que a nosotros no nos gustaría que nadie decidiera sobre si tenemos derecho a vivir o si por el contrario tenemos que morir, antes del tiempo que la naturaleza nos predetermine.
El problema que veo en este tema, que me parece de capital importancia, es que ha suscitado un debate social tan cutre, tan mediocre y tan imbécil que no se si es que la sociedad es asi, o es que a los de arriba les interesa: no se qué pensar. Creo que es necesario un poco más de rigurosidad y de sensatez, y éstos son dos ingredientes que no veo desde hace tiempo por ningún lado. Veamos varios botones de muestra.
Hablan de que una comisión de expertos dictamina que es perfectamente posible que una niña a partir de los 16 años pueda abortar sin el permiso paterno. “Manda cojones”, como dijo alguien. ¡Me encantaría saber quienes son los miembros de esa Comisión de Expertos! De modo que esa niña de 16 años no puede votar hasta los 18 años, porque se supone que no tienen madurez suficiente como para elegir una opción política, pero si pueden abortar libremente desde los 16, al “suponérseles” maduras ya con tan corta edad para decidir sobre si interrumpen o no una nueva vida. ¡¡¡Maldita sea, por todos los dioses!!! ¿Pero qué es mas importante: decidir sobre si votar a fulanito o a menganito, o decidir si interrumpo o no una vida inocente, que no tiene culpa de nada? ¿QUE ES ANTES, LA POLITICA O LA VIDA? Aparte de que todos sabemos que una critaturita con 16 años no tiene madurez suficiente para nada, y hablo en general, y salvo casos aislados; y menos aún para un tema tan importante como éste. Ademas, ahora la gente se casa mucho mas tarde; están en casa con los padres hasta los treinta y pico años, viven agusto asi, no quieren responsabilidades: ¡como van a ser maduras con tan solo 16 años! Me gustaria que alguien me lo explicase.
La actual ley que regula el aborto me parece muy actual, fruto de la prudencia y del consenso de nuestra Transición, y no soy partidario de ampliar los supuestos. Por supuesto que hay circunstancias personales y casos concretos que permitirían interrumpir el embarazo, violación, peligro para la madre o malformaciones del feto. ¡Pero para eso ya tenemos la ley actual! Y por cierto, en mi opinión, cumple bien su función, no soy partidario de sustituirla por otra nueva.
Porque no se trata ya de si el feto es persona o no; si tiene alma o no; que no hombre, que no. Es una NUEVA VIDA, y que yo sepa, el primer derecho fundamental que todos tenemos, tanto en la Constitución como en las Cartas y Tratados internacionales, es EL DERECHO A LA VIDA. La vida es un regalo: de Dios para los creyentes, o de la Naturaleza, para los escépticos, o de quien se quiera. Pero es un regalo. Yo no elegi venir aquí cuando lo hice: vine cuando me llamaron. Por eso creo y pienso fundadamente que NADIE debería de arrebatarnos ese derecho.
Ya quisieran estos aprendices de legisladores modernos tener la milésima parte de la sabiduría que tuvo nuestro legislador del S.XIX, si, el que refundió el derecho vigente desde las Partidas de Alfonso X el Sabio, pasando por la Nueva y la Novisima Recopilación, y lo unificó todo en una maravilla legislativa: nuestro Código Civil, promulgado en Mayo de 1.888. Ese legislador, sabio, sí sabia lo que hacia. En el art. 29 ya defiende el derecho del concebido y no nacido, se preocupa por el: “el nacimiento determina la personalidad; pero al concebido se le tendrá por nacido para todos los efectos que les sean favorables…”. Es decir, se preocupa ya de él, recogiendo una tradición legislativa milenaria, de siglos. Deberian de tomar nota.
El “nasciturus”, es decir, el concebido y no nacido, tiene derecho a la vida. El ha venido porque lo hemos llamado nosotros, el acto sexual de un hombre y de una mujer lo ha ocasionado. Y tiene derecho a que alguien lo defienda. Eso si: defendemos a Jeffrey Dammer (el carnicero de Milwakee, caso real, recordareis, era el que despedazaba y se comia a sus victimas), o al Monstruo de Ambstetten, del que hablamos hace poco, que fueron y serán VERDADEROS CRIMINALES integrales; ellos si tienen derecho a la defensa.
¿Por qué entonces no va a tener ese mismo derecho un ser inocente de toda culpa que no le ha hecho daño a nadie, y que, perdonad mi insistencia, no viene por su propia voluntad, sino porque nosotros lo llamamos?
Y por supuesto que no voy a entrar siquiera en la famosa, traída, manida y llevada frase del “nosotras parimos, nosotras decidimos”, que siempre me ha parecido un insulto a nuestra inteligencia y una frase que, ademas de ser hija del egoismo más recalcitrante, está carente del mas minimo atisbo de elemental lógica y humanidad. No mire usted, esto no es extirparse un tumor o un riñon: es una nueva vida, independiente a usted, que esta dentro de su cuerpo, pero que no es un órgano de su cuerpo, y para cuya génesis una tercera perona (el padre), tiene mucho que decidir. Si queremos igualdad de sexos en todos los aspectos, ¿porque no tenerlo en todos y en este también, concediendo al padre la posibilidad de ser co-decisor en esta cuestión?
Cuando alguien compara a los linces con las personas, diciendo que es reprobable que el lince tenga mas protección que los seres humanos, leo luego en el periódico que los partidarios de la ampliación de los supuestos legales arguyen que el lince esta en peligro de extinción y el ser humano no, lo cual me parece el colmo del disparate. ¡Ea, pues entonces, si es asi, vamos a matar todos los años a cientos de miles de seres inocentes! Como no estamos en peligro de extinción…¡oh dioses! Que barbaridad.
Sí a la vida. Y sí a las políticas de planificación familiar que eviten tener que asesinar a una criatura inocente que ningun mal ha hecho a nadie.
Saludos.