Comienza el capitulo 29 de la segunda parte, el último de D. Quijote y Sancho “al aire libre” antes de la larguisima estancia en el castillo de los Duques. Don Quijote es un caballero enamorado y Cervantes comienza este capitulo en un estilo casi romántico, destacando que la vista del río desató en D. Quijote sus pensamientos más amorosos. Se encuentran con un barco, al parecer era argumento típico en las novelas caballerescas, donde el caballero andante se encontraba por casualidad un barco que llevaría al caballero por arte de magia a un sitio muy lejano, donde acabaría una aventura.
Sancho, que ya está escarmentado de tantas y tantas desventuras, tilda a esta como de “disparate”, pero obedece puntualmente, no sin antes recordarle la realidad a D. Quijote: que es una barca de pescadores. Parece que a Cervantes le apetece ironizar, y dice, esto es delicioso, que Sancho ató a las bestias “dejándolas a la protección y amparo de los encantadores con harto dolor de su ánima”. Que bueno.
Finalmente, ambos se introducen en la barca. Pero Sancho, cobardemente, comienza a llorar apenas desplazado unos metros en el río cuando oye rebuznar a su queridísimo y amadísimo asno, lo cual despierta la cólera de D. Quijote, que le urge a que eche ánimo.
Creo que el breve paseo en barco despierta las añoranzas caballerescas de D. Quijote, y así, vemos que le explica a su escudero diferentes pormenores marineros y detalles técnicos del viaje, habla de astrolabios, de la línea equinoccial, de las leguas que habían caminado, etc. El amo le habla también al escudero de Ptolomeo, y Cervantes vuelve a ironizar moviéndonos a risa, como a D. Quijote, pues Sancho lo llama “puto y gafo”.
Bien, tras este corto paseo, D. Quijote “parece” que vuelve a “equivocarse” de nuevo, pues ve castillos donde solo hay “aceñas”. ¡Que pena que los demás no podamos ver las maravillas que veía D. Quijote con sus ojos! ¿Verdad? Me recuerda a las aventuras de la primera parte, pero aquí veo una enorme y abismal diferencia, pues D. Quijote percibe claramente la realidad (“aunque parecen aceñas, no lo son”). O acaso duda desde el primer momento D. Quijote de lo que ve.
Me explico. Una de dos: o es que en el fondo D. Quijote no está muy convencido de que aquello sea un castillo, o es que inteligentemente, quiere probar a Sancho. Es decir, recuerda a Sancho el encantamiento de Dulcinea y le echa la culpa, no a él sino a los encantadores: claro, lo mismo que transformaron a Dulcinea en rustica labradora, han transformado ahora el castillo en unas aceñas. Apostaría a que D. Quijote quiere probar a Sancho, y se inventa conscientemente lo de la fortaleza: es una prueba, quiere probar a Sancho, pero este, que será patán pero no tonto, guarda silencio.
El final es claro: D. Quijote ve a los molineros enharinados, cree, o dice creer que son fantasmas y malandrines que tienen secuestrada a una princesa, y los amenaza. Los molineros hacen naufragar la barca y rescatan a D. Quijote y Sancho del rio. Fin de la aventura.
Otra diferencia fundamental con las aventuras de la primera parte: cuando los molineros le muestran la verdad a D. Quijote, éste paga los daños causados, y si paga es que acepta la realidad. Y dice algo muy curioso: “Dios lo remedie, que todo este mundo es máquinas y trazas, contrarias unas de otras. Yo no puedo más”. Tenia dudas al principio; pero las dudas se desvanecen al final: triunfa la realidad.
“¿Qué no puede más?”
¿Qué quiere decir D. Quijote con eso? ¿Está reconociendo que la fuerza de la realidad le vence, por fin? ¿Está reconociendo que su mundo ideal de sueños fantásticos solo es eso, un mundo ideal?
¿Se está dejando D. Quijote vencer por la realidad?
Saludos.
P.D.) Esta entrada es una entrada programada con antelación, el 22/12/2009.
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