El ser humano, y yo
no soy ninguna excepción, está atrapado entre las añoranzas del pasado, y el
temor por el futuro, pero se olvida de vivir el presente. El temor
hacia el futuro llena hoy las consultas de los psicólogos y de los psiquiatras;
y cuando hemos de tomar medidas, en vez de intentar serenarnos un poco y
meditar sobre nuestro camino y como afrontar esas incertidumbres que nos
corroen por dentro, cometemos otro error mas: nos refugiamos en
nuestro moderno narcótico (el móvil), pero este es un remedio transitorio,
porque cuando terminamos de navegar por watahspp y por Facebook y similares,
nuestra inquietudes no se han ido: siguen ahí.
Por eso, hay momentos en los que la vida te hace un
regalo que vale su peso en oro: una buena conversación con un buen
amigo. Es un placer celestial el poder hablar libremente con
un buen amigo, a quien confiarle tus preocupaciones, tus dudas y tus problemas,
y con quien hablar con entera franqueza, como si estuvieras a solas contigo
mismo. Yo he tenido esa inmensa suerte; y en esos momentos en los que la
inquietud me atenazaba, este verano, aprovechando mis cortas vacaciones, en vez
de recurrir a navegar por facebook o de estar "toqueteando" el móvil,
he optado por algo muchisimo mejor: he tenido muchas conversaciones con
un gran amigo, cuyo nombre luego os diré, que me ha dado
muchos consejos, algunos de los cuales quiero compartir hoy con vosotros,
y que para mi han sido un autentico bálsamo tranquilizador.
Cuando le planteé la duda sobre si mis angustias
tienen un fundamento real o son imaginarias, él me contestó lo siguiente:
“He aquí la regla para distinguirlas; o nos
atormentamos por las cosas presentes o por las futuras, o por unas y otras. Por
lo que se refiere a las presentes, el juicio es fácil: si tu cuerpo goza de
libertad y de salud y no sientes el aguijón de injuria alguna, ya veremos lo
que acontece mañana, pues por hoy no sentimos ninguna inquietud.”
Y por lo que se refiere a las futuras, me
dijo que “los males quiméricos alarman mas, tal vez porque los
verdaderos tienen medida; todo cuanto proviene de lo incierto queda a merced de
conjeturas y fantasías del alma atemorizada. Por tal razón no existen terrores
tan perniciosos e irremediables como los terrores del pánico, ya que los otros
nos arrebatan la reflexión, pero los primeros aun la misma razón.”
Comprendiendo mi amigo mis agobios y temores, me
exhortó a que no me precipitase:
“¡Cuantos males han caído sobre nosotros sin que los
hayamos aguardado! ¡Cuántos que eran esperados no han llegado jamas! Y aunque
un mal deba venir, no veo por qué precisa que le salgamos al
encuentro. Cuando haya llegado, bien presto te darás cuenta de ello;
mientras tanto, prométete cosas mejores. Que ganaras con ello: tiempo…. Tal vez
será, tal vez no será; pero como de momento no es, estate tranquilo, y piensa
lo mejor.”
Sentí alivio. No obstante, cuando le pregunté
cómo afrontar la espera, si con esperanza o con temor, mi amigo acudió solicito
a responderme:
“Pondera la esperanza y el miedo, y siempre que el
resultado sea dudoso, inclínate a lo mas favorable, cree aquello que prefieras.
Si el temor tiene mayores probabilidades, a pesar de todo, inclínate a favor
tuyo y abandona la preocupación; no eches en olvido que la mayoría de los
mortales, cuando no padecen desgracia alguna, ni ninguna ceguera les amenaza,
se atormentan y agitan… nos dejamos arrastrar, tememos las cosas dudosas como
ciertas, no guardamos la medida natural, al punto la sospecha se torna temor”.
Añadió:
“¿Que necesidad existe de llamar a los males que
pronto acudirán a hacernos sufrir, de tenerlos que soportar antes de hora y de
echar a perder el tiempo presente por temor al futuro? Es sin duda cosa necia
ser ya desgraciado porque tendremos que serlo en lo venidero. Si quieres
librarte de toda inquietud, cualquier mal que puedas temer imagínalo,
ciertamente, como venidero, y, sea lo que fuese, pondéralo en tu consideración,
compara con el tu temor, y bien pronto comprenderás que aquello que temes, o no
es cosa grave, o no es cosa larga”.
E inmediatamente, me exhortó a que tuviera
valor y animo:
“Me avergüenza hablarte en un lenguaje parecido y de
tratar de fortalecerte con tan endebles medicinas. Que sea otro el que diga:
“Tal vez no será”. Tu tienes que decir: “Y si es, ¿qué? Veremos quien vencerá;
tal vez será para mi un bien."
Finalmente, me exhortó a buscar la sabiduría antes que
la riqueza, como medio para llegar a ser libre, pues con ella ganaremos un
inmenso premio:
“La libertad perpetua, y no vernos
obligados a obedecer a ningun dios ni a ningun hombre.
Hemos de alcanzar esta meta aunque sea pasando hambre…pues para muchos haber
ganado riquezas no fue acabamiento de sus miserias, sino cambio de
unas por otras”.
Y por último, me aconsejó no temer a la muerte:
“No temas a la muerte, pues finalmente habra de
llegar; y no tiene sentido ninguno estar temiendo toda la vida a aquello que
sucede en un solo instante ... pues aquel que ignore o no quiera
aceptar que al nacer firmó su capitulación, ignora gran parte de la
naturaleza. Ademas, la muerte o nos aniquila o nos despoja. Si salimos del
cuerpo, abandonando el peso, nos queda la mejor parte; si somos aniquilados, no
nos queda nada; bienes y males, todo nos ha sido quitado. ¿Que temes,
pues?"
Se me olvidaba. Este buen amigo, que tan buenos consejos me ha
ofrecido este verano, como seguramente ya habrás adivinado, responde al nombre
de Lucio Anneo Séneca, y estos sabios consejos, escritos
hace dos mil años, están tomados, entre otros, de su libro “Cartas a
Lucilio”, cuya lectura recomiendo a todo el mundo, y especialmente a ti, lector
amigo; si lo lees, notaras alivio inmediato; que en mi opinion, no solo
el cuerpo necesita alimento: el alma tambien necesita su cuidado; pero vivimos
tan deprisa que apenas nos damos cuenta de ello. Séneca habla en estas cartas de numerosos temas; el culto al cuerpo, el miedo a la enfermedad o a la muerte, como sobrellevar nuestras pasiones, nuestros exitos y fracasos, etc; y afortunadamente estan a disposicion de todo el que quiera leerlas.
Parece mentira que estas sabias razones hayan sido escritas hace dos mil años...
Saludos.