Para el grupo de lectura del Quijote en La Acequia.
Capitulo 35. Ya sabemos que Sancho fue el encantador y embustero en el asunto del encantamiento de Dulcinea, y “tanta su simplicidad”, dice Cervantes, que creyó que real y verdaderamente estaba encantada. Ahora bien ¿lo creyó de veras o es que quiso creerlo, por la cuenta que le traía? ¿Qué motivaciones tuvo Sancho para creer tan semejante disparate, o hacer como que lo creía? Porque lo que “no me trago” es que Sancho se lo creyera a pies juntillas: ha progresado mucho, como persona y como personaje, y podrá ser rústico, poco espiritual, lo que se quiera: pero no tonto, desde luego. Sancho vio lo que vio: tres labradoras. ¡Y ahora quieren hacerle creer que era Dulcinea! ¡Que su mentira es verdad!
Capitulo 35. Ya sabemos que Sancho fue el encantador y embustero en el asunto del encantamiento de Dulcinea, y “tanta su simplicidad”, dice Cervantes, que creyó que real y verdaderamente estaba encantada. Ahora bien ¿lo creyó de veras o es que quiso creerlo, por la cuenta que le traía? ¿Qué motivaciones tuvo Sancho para creer tan semejante disparate, o hacer como que lo creía? Porque lo que “no me trago” es que Sancho se lo creyera a pies juntillas: ha progresado mucho, como persona y como personaje, y podrá ser rústico, poco espiritual, lo que se quiera: pero no tonto, desde luego. Sancho vio lo que vio: tres labradoras. ¡Y ahora quieren hacerle creer que era Dulcinea! ¡Que su mentira es verdad!
Pero si D. Quijote desea que Dulcinea vuelva a ser la que era, es decir la sin par princesa universal de la hermosura, tendrá que ser a costa de los lomos de Sancho, que deberá de darse 3.300 azotes, quizás sea además un castigo del destino por mentiroso y por haber engañado tan delicadamente a su señor don Quijote. Por cierto, lo que no entiendo es el número. ¿Tiene alguna simbología? Ni idea. Me gustaría que Pedro Ojeda Escudero nos explicase el por qué del numero (han de ser justamente 3.300 y no 1.758 o 6.600).
Pero esto…es muy extraño, muy grotesco, muy basto, no se…me recuerda a la película de Berlanga “La escopeta nacional”, o “El disparate nacional” (con el inolvidable Luis Escobar interpretando al “marqués de Leguineche”, adorables films), lo veo todo muy absurdo, muy “chabacano”, empezando por el “actor” que hace de Merlin, que comienza su interpretación “con voz algo dormida y con lengua no muy despierta”. Por si fuera poco, luego aparece Dulcinea con un lenguaje tan basto, que hasta Sancho el rústico se da cuenta: quiere saber “adónde aprendió el modo de rogar que tiene”, pues viene a pedirle que se abra las carnes a azotes, y lo llama “alma de cántaro” y “bestión indómito”. Hombre, eso no es muy propio que digamos. Mas adelante, el propio Merlin, mago de magos, al referirse a Montesinos dice que aun le falta la “cola por desollar” (¡pero bueno, ni que estuviera en una matanza!); de modo que Sancho les insta a todos que aprendan “a saber rogar y a saber pedir y a tener crianza”, es decir, que se comporten como lo que son: gente de titulo. Hasta Sancho es más elegante que ellos, y eso que Sancho es rústico –y no poco-.
En fin, algo si esta claro: los “guionistas” de la burla no eligieron un lenguaje muy fino, ni muy señorial, ni se distinguieron por su elegancia ni por su sofisticación, no. E inevitablemente, ello me hace pensar que quizás los duques no eran duques “viejos” o de raigambre, sino nuevos, y me explico: seguro estoy que eran duques de un ducado de reciente creación, y apostaría un buen par de rondas de cervezas (que ya hacia tiempo que no apostaba) a que el padre o los abuelos de los duques debieron de ser plebeyos, estoy casi seguro. Obviamente esto es una hipótesis personal mia, quizás errónea, pero es que el comportamiento de este par de “bellotos” (palabra muy “jaenera”, de mi tierra) me lo da a entender; porque si verdaderamente fueran duques de raigambre, hijos, nietos y biznietos de duques, mostrarían mucha más elegancia, nobleza y grandeza de espíritu que la que muestran este par de mequetrefes bellacos. Cervantes sabe retratarlos muy bien, e inteligentemente oculta su titulo: escribiría muy mal de estos duques.
Ante tal panorama, la cólera de Sancho se dispara: Abrenuncio, es decir, ¡a mi culo no lo toca nadie!
No obstante, al final la codicia y el interés (¡ay!) consiguen ablandar a Sancho: sin azotes no hay gobierno que valga. Y este gobierno le ha costado muchos palos, kilómetros, manteamientos y ratos de hambre como para echarlo ahora todo a rodar por tan solo 3.300 miserables azotes. De eso nada, monada. Con harto dolor de su anima, el interés por el tan ansiado gobierno le lleva a aceptar su precio: la azotaina. Y es que todo tiene un precio en este mundo.
"Paris vaut bien une messe”, como dijo aquel famoso rey.
Saludos.