Cuando ayer publiqué mi entrada, algo me decía que no tendría muchos comentarios, y así ha sido. Quizás muchos de vosotros os sentiríais algo incómodos al tratarse de un tema de estas características. Lo que no me imaginé es los correos tan amables que he recibido, los cuales agradezco. Muchos están cargados de frases de ánimo; otros de cariño, y algunos me avisaban que no comentarían quizás por ser algo complicado, y lo comprendo perfectamente. Por supuesto que agradezco todos vuestros correos electrónicos, todos... y en cuanto a vuestros comentarios, exactamente igual.
Pero ¿había que escribir de sobre este tema en un blog? Muy sencillo: ya dije desde el primer momento que para mi un blog no solo es un medio idóneo para hacer amigos, sino también un vehiculo de desahogo: cuando por las noches, con el sereno, todos los míos duermen y me pongo a escribir mi alma se desahoga. En un blog puede uno (con el debido respeto a todo pensamiento, idea y persona) escribir de todo, de modo que si no pudiera escribir libremente en mi blog lo que yo quisiera -que para eso es mío-, perdería para mí gran parte de su sentido. Salvando las distancias, seria como un niño al que le regalan un juguete pero luego no puede jugar con el: ¿Para que lo quiere? Absolutamente para nada. Mejor tíralo, y a otra cosa, mariposa.
Otra cosa distinta es la multitud de ojos que leen nuestras entradas. Publicado algo en el blog se convierte automáticamente en algo público: es del dominio de todos. Muchas veces tal cuestión ha frenado mi lengua, y pugnaba mi deseo de escribir y de relatar cosas y desahogar emociones, con la cautela que te producía el no saber quien leerá esto. Afortunadamente, tal conflicto interior ya pasó: desde el momento en que se escribe algo, uno es responsable de lo que escribe, con todas las consecuencias; y así lo asumo. Y he de ser fiel a mis amigos, no puedo engañaros, aunque antes que nada, he de ser fiel a mi mismo.
En la entrada anterior yo relaté, grosso modo, lo que yo pensaba sobre el tema. Otra cosa son mis sentimientos, mis más profundos e íntimos sentimientos: éstos me los reservo para mí, y se que lo comprendéis. Aunque no rehuyo hablar del tema, en absoluto. Y asi, me propongo con esta entrada sentarme a reflexionar en voz alta con vosotros, no ya de mi caso en si, sino desde una perspectiva global, en general porque si el futuro esta en nuestros hijos, creo que su educación es algo que debemos de cuidar, y no solo eso, sino tambien su salud emocional; que una educación integral no consiste solo en acumular conocimientos.
Vuestros comentarios son respetuosos y comprensivos, y lo agradezco. Pero creo deterctar dos corrientes de opinión: una, de Montserrat Sala, se que me ha hecho el comentario con cariño y afecto, y se lo agradezco, pero no lo comparto. El otro es el comentario de Hada Saltarina, con el que estoy totalmente de acuerdo. Porque en mi opinión, toda generalización es perniciosa: hay casos y casos, causas y causas, circunstancias y…circunstancias. Me propongo en sucesivas entradas (espero que el tiempo me deje hacerlo, hoy imposible) hacer hincapié en algunos de los errores que los padres solemos cometer en la educación de nuestros hijos, que aquí no se salva nadie, y obviamente yo tampoco.
Ser padre/madre es fácil: cualquiera lo puede
ser. Es un acto biológico.
Saberlo ser…eso ya es otra cosa completamente distinta. Tener muy clara la diferencia entre los terminos progenitor y padre se me antoja, sencillamente, fundamental, y necesario punto de partida para comprender mi modo de pensar. Insisto: hablo en general.
Un padre/madre siempre será un padre/madre, solo si ha sabido serlo, actuando como tal. De ello ya hablé
aquí.
Presupuesto lo anterior, la idea que os planteo hoy es esta, y estoy completa y absolutamente convencido de ello: ser madre/padre no confiere a nadie “patente de corso” para abusar de su prevalimiento y colocarse en una atalaya desde la cual actuar aleatoria e impunemente sin dar explicaciones, encubriendo los propios defectos, falta de argumentos ú otras carencias bajo el báculo de la autoridad paterna (“¡porque lo digo yo!”) y actuar conforme a sus intereses. ¡Seamos sinceros, por favor! A veces (y el que esté libre de pecado que tire la primera piedra) los padres hemos abusado de nuestra posición de padres para asignar determinados comportamientos a nuestros hijos o imponerles determinados puntos de vista “-¿Por que tengo que hacer eso, papa/mama? -Porque soy tu padre/madre, y no hay mas que hablar” ...Y una mierda.
Mi humilde punto de vista es que es mejor razonarlo, conversarlo con los hijos; si verdaderamente lo sabemos hacer, lo convenceremos. Y si no, ordenémoselo de todos modos si queremos, pero al menos intentemos dialogar y razonar con el hijo porque tienen derecho a saber el "por qué" aunque no lo compartan, pero respetando siempre su personalidad. Yo, maestro de nada y aprendiz de todo, al menos estoy intentando educar a mis hijos inculcándoles valores éticos, ayúdandole a fomentar su autoestima, e intentando granjearme su cariño, porque soy consciente de que el resto me vendrá por añadidura. Y siempre tengo presente algo: que esto no es el ejército.
Y si tenemos defectos, que todos los tenemos (y a lo mejor yo mas que nadie) pienso que lo mejor que podemos hacer es reconocerlo abiertamente, incluso ante nuestros hijos si es preciso: no perderemos ninguna autoridad con ello, al revés, la ganaremos, y les enseñaremos a saber rectificar. “Cualquiera puede caer en un error, pero solo los necios perseveran en él”. De nuevo Cicerón.
Alguien me pregunta que si conocí bien a mi padre. Le responderé con una breve anécdota. Dos o tres años antes de fallecer, hablando un día con él del pasado, me dio algunos consejos: le gustaba aconsejarme cuando yo se lo pedía, si bien me indicaba siempre: “y ahora medita bien mi consejo antes de actuar, y si no te convence, deséchalo, actúa siempre por ti mismo”. Pues bien, es el caso que en cierta ocasión mi padre se emocionó al rememorar ciertos sucesos de su juventud, y rompió a llorar. Me dijo que lamentaba profundamente haber actuado de determinada forma, y que reconocía que se había equivocado. Reconoció muchos errores. Y no por ello menguó su autoridad ante mi: antes al contrario, me pareció mas grande aún. Y admitía la posibilidad de haberse equivocado en mas cosas.
Y algo muy importante: estoy firmemente convencido de que no por ser padre lo tengo todo hecho. De eso nada. Ser padre no es un titulo académico, sino una obligación diaria: si quiero el cariño de mis hijos tendré que ganármelo yo. Porque siempre seré progenitor; pero ser padre, saberlo ser, es una asignatura difícil, en la cual hay que esforzarse todos los dias. Si; quizás deberíamos de cuidar de ganarnos el amor y el cariño de nuestros hijos, y no tanto su respeto, porque yo pienso que el cariño normalmente trae aparejado el respeto.
Pero no necesariamente sucede al revés. Porque siempre se respeta a quien se ama. Pero no siempre se ama a quien se respeta.