Ante los insultos que recibió del eclesiástico, en este capitulo 32 D. Quijote realice una valerosa y elegante defensa de su profesión, Cervantes pone en su boca unas razones asombrosas: esta defensa es increíblemente buena, al menos a mí me lo parece. D. Quijote sabe usar las armas de los togados: la palabra, ya lo creo que si.
Pero Sancho corta el discurso y el eclesiástico pregunta si este es ”…aquel Sancho Panza que dicen, a quien vuestro amo tiene prometida una ínsula”, ante lo cual Sancho contesta que sí. Y como estos duques tan desalmados no desaprovechan ni la más mínima oportunidad para reírse y burlarse de D. Quijote y de Sancho, la pregunta del eclesiástico “les pone a tiro” su nueva burla: el duque nombra en el acto a Sancho Gobernador de la ínsula. Sancho se hinca de rodillas a indicación de D. Quijote y besa al duque a quien agradece su merced.
Esto es el colmo para el eclesiástico, que se levanta enojado y en un gesto valiente llama “sandio” al duque, pues reprueba la mala fe tan hiriente de los duques, no queriendo ser cómplice de ese divertimiento tan malsano: no esta bien reirse de nadie. Ya dije en mi anterior entrada que el eclesiástico -del que Cervantes "parece" no hacer buen retrato, si bien esto me parece discutible-, merece solo por ésto mi aplauso y mi reconocimiento, y lo reitero aquí.
Omito comentario alguno sobre el gran párrafo que D. Quijote dedica a distinguir el agravio de la afrenta: la sola lectura nos ofrecerá el mejor comentario que pueda hacerse.
Los malintencionados y bellacos duques se lo están pasando muy bien. “Perecía de risa la duquesa en oyendo hablar a Sancho”, dice Cervantes, que más adelante insiste: “Perecida de risa estaba la duquesa viendo la cólera y oyendo las razones de Sancho”.
Por cierto, y dicho sea entre paréntesis: como los duques cada vez me caen peor, no pienso ahorrar calificativos hacia ellos -como habréis observado y observaréis- ni ocultar la antipatía que este par de malandrines me inspira.
Y se avecina una nueva burla: la del lavado de barbas. Y es curioso porque los duques no sabían nada de esto, todo parece obedecer a iniciativa exclusiva de sus servidores. La burla sale tan bien que no saben si castigar a sus sirvientes por su atrevimiento, o premiarlos por la risa que les provoca ver a D. Quijote de esta forma. Que hatajo de perversos, tanto ellos como el personal a su servicio.
Es llamativo hasta donde llegan: para que D. Quijote no cayese en la cuenta de la burla, el duque hace que lo laven a el también. Pero me da en la nariz que no solo lo hace con esa obvia finalidad, sino que también persigue evitar todo enojo de D. Quijote, pues un eventual enojo de éste supondría el fin de la comedia y de su divertimento. Así D. Quijote no sospecha nada y podrán seguir burlándose de el. Menudos bandidos: lo tenian todo planeado.
Sancho se va con los criados a lavarse, y comienzan los duques las hostilidades, atacando a D. Quijote, a quien preguntan por Dulcinea, personaje que va a cobrar protagonismo en los próximos capítulos. Pero Don Quijote se defiende con elegancia y suma prudencia, brillando a gran altura. Primer ataque: ante la pregunta de la duquesa de que Dulcinea fue inventada por la imaginación de D. Quijote, este responde “Ni yo engendré ni parí a mi señora…”, razonando muy bien y haciendo gala de una extraordinaria retórica, la misma que uso para defenderse del ataque del eclesiástico. (D.Quijote 1, Duques 0). Segundo ataque: ahora es el duque el que compara el linaje de Dulcinea con el de otras heroínas de novela, y nuestro inmortal caballero responde que “Dulcinea es hija de sus obras y las virtudes adoban la sangre” frase con la que estoy completa y absolutamente de acuerdo: la nobleza no se define por el nacimiento, sino por nuestros actos. (D. Quijote 2, Duques, O).
El rival esta siendo mas duro de lo que parecia, de modo que la duquesa, más perversa de lo que imaginábamos, insiste y sigue ahondando en la herida con un tercer golpe: le echa en cara a D. Quijote que cuando Sancho le llevó la epístola, estaba ahechando trigo, y no era candeal precisamente, sino “rubión”, o sea, trigo de mala calidad, y de paso le da en el rostro, Sancho no estuvo nunca en El Toboso, pues no le dio tiempo, asi lo dice la 1ª Parte que los duques leyeron (y nosotros tambien).
Pero D. Quijote no pierde los estribos. Muy inteligentemente le echa la culpa de nuevo a los encantadores que lo persiguen, y narra el suceso del encantamiento de Dulcinea, pero parece que se le traslucen sus dudas pues "cambia el tercio" introduciendo en el debate a Sancho, a quien elogia inicialmente, si bien reconoce que no sabe a qué atenerse con el. El propio D. Quijote manifiesta: “…que Sancho Panza es uno de los más graciosos escuderos que jamás sirvió a caballero andante: tiene a veces unas simplicidades tan agudas, que el pensar si es simple o agudo causa no pequeño contento; tiene malicias que le condenan por bellaco y descuidos que le confirman por bobo; duda de todo y créelo todo; cuando pienso que se va a despeñar de tonto, sale con unas discreciones que le levantan al cielo…”. Finalmente, duda de su capacidad para gobernar la ínsula. (D. Quijote 3, Duques O). Victoria de D. Quijote.
Parece como si lo anterior no se lo dijera D. Quijote solamente a los duques... Y por cierto, ¿es D. Quijote el que habla a los duques o es D. Miguel de Cervantes el que nos habla a nosotros? Luego digo por qué.
En esto están, cuando Sancho vuelve corriendo a la sala, perseguido por diversos rufianes y truhanes de cocina, que querían burlarse de él, se conoce que no habian tenido bastante con su amo. Sancho se defiende apoyado por D. Quijote. Nuestra finisima y etica duquesa se va a reír de nuevo, y ya van tres veces (“A esta sazón, sin dejar la risa, dijo la duquesa”, dice Cervantes). Es como si Cervantes estuviera enojado con ella, pues resalta su risa por tres veces en un solo capitulo. Y es que un poquito más y la duquesa no llega viva al siguiente capitulo, pues se nos muere de la risa, que barbaridad.
Lo que si creo percibir muy claramente es que Cervantes nos habla del efecto que su novela produjo en su propia audiencia y mima a su personaje. Cuando D. Quijote les contesta a los duques y se defiende de sus ataques, veo también a Cervantes defendiendo a su personaje y hablándonos…a nosotros mismos: a sus lectores de ayer, de hoy y de siempre.
En fin, asombroso Cervantes: hace que caballero y escudero brillen a gran altura. Y análogamente, deja a los duques a la altura del betún, porque no merecen estar en otro sitio: el que corresponde a los ruines y rufianes como ellos. Vaya par de mequetrefes.
Saludos.