"Cree a aquellos que buscan la verdad, duda de los que la han encontrado" (André Gide)
"No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defendería con mi vida tu derecho a expresarlo" (Voltaire)

"La religión es algo verdadero para los pobres, falso para los sabios y útil para los dirigentes" (Lucio Anneo Séneca)
"Cualquier hombre puede caer en un error, pero solo los necios perseveran en él" (Marco Tulio Cicerón)
"Quien no haya sufrido como yo, que no me de consejos" (Sófocles)
"No juzguéis y no sereis juzgados" (Jesús de Nazaret)
. . .

06/11/2010

Fugacidad

Hoy me he encontrado con un viejo amigo de la familia. Hacia más de veinte años años que no venía por aquí, y el destino ha hecho que nuestros caminos se crucen de nuevo. Que curioso...todos sabemos que el paso del tiempo hace estragos con la fisonomia de algunas personas, pero una cosa es saberlo y otra cosa comprobarlo...viéndolo.

Que barbaro...me ha costado trabajo reconocerlo. De hecho, ha sido él quien me ha llamado la atención a mi, yo no lo habia reconocido. Pero si, era el, y ha sido para mi un grato reencuentro.

Veinte años...y parece que fue ayer.

Lo que no me ha hecho tanta gracia es comprobar que los veinte años no solo  han pasado para él...¡Pero bueno, aqui estamos!

Saludos.

04/11/2010

La muerte del héroe. Carta abierta a D. Quijote de la Mancha.


Los jueves, Quijote. Para el grupo de lectura del Quijote en La Acequia.

D. Quijote se nos murió. ¿Por qué se nos muere nuestro héroe? ¿Por saberse vencido por el caballero de la Blanca Luna? ¿Porque se le antojó demasiado el año de retiro forzoso que éste le impuso? Yo creo que no.

Como siempre, haré mi propia y personal lectura. Mi humilde opinión es que, más bien, D. Quijote muere de realidad: la realidad se impone sobre su mundo de sueños, y una profunda tristeza y melancolía se adueña del corazón de nuestro hidalgo manchego (de la que no podrá sobreponerse) que, finalmente, lo llevará a la tumba. A ello se une el sentido del ridículo que tuvo que experimentar cuando, recobrado el juicio, mirara para atrás, y observara su propio comportamiento.

No olvidemos que D. Quijote es un pequeño hidalgo (el escalafón mas bajo de la nobleza), que sale de una aldea perdida, cuyo nombre no se aclara: es un pequeño propietario, humilde, que no se contiene “en los límites de la hidalguía, y que se ha puesto don y se ha arremetido a caballero con cuatro cepas y dos yugadas de tierra, y con un trapo atrás y otro adelante”, como nos dice el propio Cervantes en el capitulo II de la II Parte.

Su vida debía de ser muy aburrida, y para salir de la monotonía, tiene la peregrina idea de hacerse caballero andante. “De tanto leer el romancero/ ha dado en ser caballero”, y de la andante caballería, nada mas y nada menos. Recordemos como perdio el juicio: “del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro de manera que vino a perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encantamentos como de pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles; y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones que leía, que para él no había otra historia más cierta en el mundo”.

¿Como sale D. Quijote de cada tropiezo con la realidad? Con un remedio muy socorrido: los encantadores que lo persiguen transforman los gigantes en molinos, los ejércitos de Miramamolín en rebaños de ovejas y carneros, el yelmo de Mambrino en bacia de barbero y las figurillas de Maese Pedro parecen tener vida propia. No es el quien se confunde: ¡son los malditos encantadores los que, una y otra vez, lo trastocan todo…!

Bien es verdad que a lo largo de la segunda parte se aprecia muy al vivo el cambio de actitud de Cervantes hacia su personaje: lo mima, lo protege, casi estoy por decir que lo estrecha contra su pecho, acaso influenciado por el apócrifo de Avellaneda, de quien trata de protegerlo. Pero Cervantes no olvida: inmisericorde, golpea a nuestro héroe una y otra vez, con la dura realidad, la cual, paulatinamente, junto con el cansancio, vence a nuestro hidalgo. La realidad gana siempre, como no podía ser de otro modo.

Finalmente, cuando D. Quijote decide hacerse pastor, el ama y la sobrina le dan la estocada final, recordándole que el pastoreo es cosa de gente joven –inconveniente que, acaso, nuestro hidalgo no había previsto-, de modo que nuestro héroe se derrumba del todo, como vimos en el capitulo anterior. Ahí empezó a morir D. Quijote, de pena, de amargura, de desilusión, de profunda tristeza, pues no supo o no quiso aceptar la realidad, que quizás le pareció tan insoportablemente anodina y gris que no lo pudo soportar: prefirió irse a los Campos Eliseos, a cabalgar para siempre con Amadís de Gaula y Florismarte de Hircania, susurrandole bellas palabras de amor a su bella Dulcinea.

Hasta Cervantes se conmueve con la muerte de nuestro inmortal hidalgo. Ved el video del maestro Jorge Luis Borges, que aquí os traigo.




Sancho, en este ultimo capitulo, parece verdaderamente apesadumbrado, llora sinceramente: pero para D. Quijote no hay vuelta atrás: “donde hubo nidos antaño, no hay pájaros hogaño”. Así, D. Quijote, pasa a la eternidad, y nadie podrá resucitarlo: no habrá mas Avellanedas que valgan.

Por cierto: el soliloquio final de la pluma de Cervantes...absolutamente maravilloso.

Se nos murió Alonso Quijano. Pero no el personaje que éste creó: D. Quijote; este es inmortal, y siempre estará con nosotros.

Ha sido para mi un placer y un autentico honor estar con vosotros en esta grata y amena lectura del Quijote, que con mano sabia ha dirigido nuestro amigo y maestro Pedro Ojeda Escudero. Y ahora, permitidme que le escriba una carta abierta a D. Quijote.


Carta abierta  al inmortal hidalgo Alonso Quijano,  tambien conocido como "D. Quijote de la Mancha".

Mi Querido Alonso Quijano.

Acabas de otorgar testamento, y todos han salido de la habitación. Están tristes y llorando. Sancho, el cura, el barbero, el bachiller; el ama, tu sobrina… Te queda muy poco tiempo. Ojala puedas leer lo que aquí te escribo antes de partir: lanzaré esta carta esta noche a los cuatro vientos, en la dudosa esperanza de que las fuerzas de lo desconocido atraviesen la frontera del tiempo y…te la hagan llegar.

Quiero que sepas que he leído la historia de tu vida, tanto la primera parte como la segunda parte, que tú no has podido leer, pues te hayas a punto de partir rumbo a las estrellas: las escribió -ambas- Cide Hamete Benengeli. En dicha segunda parte, Cide Hamete lo narra absolutamente todo, desde que saliste de tu aldea, rumbo al Toboso (para conocer a Aldonza Lorenzo, a quien tu llamaste Dulcinea e hiciste dueña de tus pensamientos), y sigue con todo lo que te pasó después, hasta el momento de tu próxima muerte. Lo narra fielmente, ajustándose a la realidad de lo que te ha sucedido. El narrador nos cuenta que has recuperado el juicio y que, finalmente, has tenido la inmensa suerte de morir cuerdo, santamente, en tu cama; volviendo a ser Alonso Quijano “el bueno”. De hecho, observa que no me dirijo a ti llamándote D. Quijote, sino por tu verdadero nombre: Alonso Quijano.

Dicho esto, mi querido hidalgo, me imagino que querrás saber y conocer el por qué yo, un español de otra época y de otra región al que tú no conoces, te escribe esta carta; y máxime a una criatura no real, sino de ficción, como tú. Satisfecha quedará tu curiosidad cuando te diga que solo es para darte las gracias. Gracias sinceras y de todo corazón. Y para despejar tus razonables dudas y hacerte comprender en que me pueden haber ayudado a mí tus peripecias cuando eras caballero andante, no tendré por más tiempo en vilo tu curiosidad, y te lo narraré inmediatamente.

Conocí la historia de tu vida y de tu transformación en caballero andante cuando yo era un niño de doce años. La historia de un hidalgo que se pone don y que se arremete a caballero con cuatro cepas y dos yugadas de tierra, y con un trapo atrás y otro adelante, (perdona mi sinceridad) me sedujo desde el primer instante. (¡A quien se le ocurre!). Me enfrasqué leyendo tu historia, que me apasionó sobremanera. Y te cuento lo que me sucedió: a mis doce años mi alegre niñez se alejaba casi sin darme cuenta y comencé a pisar los primeros peldaños de la escalera de la adolescencia, justo cuando comencé a madurar y a percibir la realidad de la vida. Fue una época muy difícil para mí, y muchas tardes se mezclaban mis lágrimas adolescentes con la risa que me provocaban tus hazañas. Por eso tu historia fue para mí un bálsamo reparador. Recuerdo perfectamente aquellas tardes, después de estudiar, en las cuales sentado frente a mi máquina de escribir (una pequeña Olivetti Dora, de teclas, es un artilugio que tu no conoces) mecanografié la historia de tus hazañas, íntegramente, las dos partes. Me ayudaste a mantener la mente ocupada y a sustraerme del vendaval del sufrimiento, poniéndose a cubierto. Convendrás conmigo en que solo por esto ya mereces mi eterno agradecimiento; pues los dos años que tardé en mecanografiar la obra fueron una especie de refugio que me protegieron contra la lluvia de los pesares y el viento del dolor.

Tu no te diste cuenta, pero cabalgué contigo y con Sancho, conocí a Dulcinea; fui testigo del episodio de los Molinos de Viento, de la paliza que te dieron los desalmados yangüeses; vi cómo en la venta mantearon a Sancho Panza, observé como preparabas el bálsamo de Fierabrás (¿recuerdas el nauseabundo olor a vino barato y a romero que se expandió por toda la estancia?); vi las cabriolas y la penitencia que hiciste en Sierra Morena; asistí al encantamiento de Dulcinea, en el cual Sancho fue el encantador, como tu mismo sabes; me irrité sobremanera con el duque y la duquesa, que se burlaron de tí. Odié terriblemente al bachiller Sansón Carrasco, primero Caballero de los Espejos, y luego Caballero de la Blanca Luna, y me deprimí enormemente cuando te venció en la playa de Barcelona; y finalmente, lloré  desconsoladamente cuando te vi en tu lecho de muerte, del cual no volviste a levantarte.

También en tus momentos de soledad he estado contigo; he sido testigo de tus pensamientos, he oído tus lamentos en la noche, mientras Sancho dormía he presenciado tus sucesivos e inevitables desengaños, he admirado tu esfuerzo para recuperarte e intentar seguir adelante;  lo se todo, hasta lo que pensaste con la desgracia de tus medias en casa de los duques,  o  aquella vez que te quedaste suspendido del brazo en la venta o aquella otra noche oscura que dedicaste integramente a tus amorosos pensamientos.  Finalmente…te he acompañado hasta tu aldea, siguiendo tus pasos hasta el crítico momento de tu muerte, ya cercana.

¡Cuantas horas de placer me habéis proporcionado Sancho y tu! De niño fuisteis uno de mis paraguas protectores, no lo olvido. Y vuelvo a agradecértelo, querido hidalgo; puesto que no solo que me ahorrasteis muchos malos ratos, sino que me enseñasteis, Sancho y tú, muchas cosas. Sancho, el pragmatismo y sentido práctico de la vida. Tu...infinidad de cosas más. Y no te sorprendas, pues ya sabes que cuando no hablabas de caballerías tenias un ingenio libre y bueno, de modo que aquel niño de doce años que fuí aprendió muchas y provechosas enseñanzas, oyéndote hablar y aprendiendo de tu sagacidad. Oi de tu boca sabios consejos, hijos directos de la educación clásica y humanista de tu autor que, con el tiempo, aprendí a valorar; muchos de ellos los sigo cumpliendo hoy día: que el sentido común y el ingenio humano no tienen épocas. En definitiva: fuiste una influencia muy beneficiosa para el niño que yo fui; tu autor, Cervantes, colocaba en tus labios sabias y provechosas enseñanzas –insisto- que leí, rumié, medité y digerí en la difícil época de mi primera adolescencia, justo cuando más lo necesitaba.

El mundo tiene una eterna deuda de gratitud contigo y con Cide Hamete Benengeli, que narró tu historia, que hoy es mundialmente conocida. Haces reír al lector joven que te lee por primera vez, como me pasó a mi hace ya tantos años; haces pensar el hombre maduro; pero viejo lo haces llorar, o al menos lo emocionas. Tu dura lucha de titán contra la realidad pasó a la historia y se hizo eterna.

¡Como me hubiera gustado, créeme, que no fueras solo una criatura de ficción, sino un ser real, de carne y hueso, y conversar contigo y con el cura y con el barbero! Eso si, que no esté delante Sansón Carrasco: ya sabes cómo aborrezco a ese malicioso.

A pesar de tu locura, tus ideales no eran los de un loco;  eran ideales nobles, altruistas, que rezumaban generosidad, tan necesarios en tu mundo como en el mío: mundos sin ideales y poblados de bellacos. Quizás la forma en que luchaste por ellos no fue la más adecuada; tu estampa era ridícula y anacrónica, ya lo sabemos  (recuerda el episodio de tu primera comida en la venta, apenas armado caballero, y tantas y tantas otras).  Pero lo que destacaría de ti es tu lucha, tu valor, tu arrogancia, y el hecho de que fuiste inasequible al desaliento. Nadie pudo contigo: solo la realidad consiguió vencerte. ¿Verdad, querido amigo? Solo ella te pudo vencer.

Vas a fallecer como todo el mundo: desencantado de casi todo, y me conmueve profundamente verte asi. Ahora que has recuperado el juicio te has visto a ti mismo como lo que eres: un hidalgo pobre, que no es joven, ni nunca ha sido caballero andante, con un rocin que tiene mas cuartos que un real, y con una princesa que no es princesa, sino una simple labradora, llamada Aldonza Lorenzo. Si; quizas por ello estas tan triste, tan cansado, tan desilusionado de esta  cruel realidad, que prefieres  irte a los jardines elíseos, a cabalgar eternamente junto con Amadís de Gaula y Florixmarte de Hircania… Y no te lo reprocho. Nosotros nos quedamos en este mundo frío, gris, materialista e hipócrita.

Y, por cierto, no partas de esta vida con escrúpulo por haber dado motivo para que se escriba de ti, ni sientas verguenza alguna por las "locuras" que has cometido. ¡Ya eres inmortal! Y pronto saldrá a la luz la Segunda Parte de tu historia, la que ha de escribir tu autentico narrador, Cide Hamete. Tu vida será conocida en todo el mundo y no habrá nacion ni lengua a la que no sea traducida. De modo que parte tranquilo, generaciones y generaciones hablarán y discutirán sobre tí.  El mundo admirará  la crónica de tu vida, serás una continua enseñanza y pasatiempo para las pasadas, presentes y futuras generaciones. Fíjate lo que hiciste conmigo: tu historia me proporcionó muchísimos ratos de placer, y de enseñanza, pues entre locura y locura, tu hablar y tus profundos conocimientos eran algo delicioso; al tiempo que me enseñó a amar la literatura, la buena literatura; aprendí muchas cosas de la vida gracias a tu experiencia con la realidad.  Como antes te he dicho, si de joven me hiciste reír, de mayor me hiciste pensar, y ahora, querido hidalgo, que tengo casi tu edad, a veces has conseguido emocionarme, habiendo sido esta última lectura la que, con mucho, más me ha impactado. Y como a mí, has enseñado y enseñarás a muchísima gente más.

Con los años, aprende uno no solo a entenderte, sino también a quererte. La triste, pero inevitable realidad…siempre igual. Ayer mismo dijiste: ”donde hubo nidos antaño no hay pájaros hogaño”. Eso es lo malo que tienen los sueños: que siempre termina uno despertándose. ¡Si supieras como te entiendo! Por ello, descansa en paz, Alonso Quijano. Te queda apenas un soplo de vida; pero la criatura que encarnaste, D. Quijote, no morirá jamás: ya es inmortal, siempre lo tendremos como maestro, guía, amigo y pasatiempo. Y gracias -de nuevo- por tu extraño género de locura, y por haber encarnado al caballero andante más gracioso, simpático y sabio de toda la historia; pues, afortunadamente para nosotros, continuarás por siempre cabalgando a lomos de tu Rocinante, y pensando en los amores de tu princesa, la sin par Dulcinea del Toboso…rumbo a las estrellas.

Me despido ya de ti, querido hidalgo,  con palabras de un escritor al que tu no conocerás: Fiódor Dostoyevski, un escritor... ¡ruso! que en su libro "Diario de un escritor" (1876), escribirá esto de la historia de tus hazañas:

"En todo el mundo no hay obra de ficción más profunda y fuerte que ésa. Hasta ahora representa la suprema y máxima expresión del pensamiento humano, la más amarga ironía que pueda formular el hombre y, si se acabase el mundo y alguien preguntase a los hombres: «Veamos, ¿qué habéis sacado en limpio de vuestra vida y qué conclusión definitiva habéis deducido de ella?», podrían los hombres mostrar en silencio el Quijote y decir luego: «Ésta es mi conclusión sobre la vida y... ¿podríais condenarme por ella?».


Hasta siempre, Alonso Quijano.

Saludos.

03/11/2010

Corre

Asi es nuestra vida: siempre corriendo de aqui para alla, sin tiempo para nada, ni siquiera para respirar. ¿A quien se le ocurriria la malisima idea de hacer el dia solo con 24 horas?


"¡Corre, corre, corre, que te van a echar el guante!"


Aunque pensándolo bien, el tiempo... siempre  ha corrido a la misma velocidad.

Entonces, ¿donde está el problema?.


Saludos.

02/11/2010

Lastre

-Todo el mundo sabe que el dinero ha de ser un medio, no un fin en si mismo. 

-Eso es obvio, si. 

 -Pero actuamos como si no lo fuera.

-¿Como?

-Si es tan obvio como dices,  ¿por qué nos resulta tan dificil llevarlo a la practica? Hace falta tiempo, mucho tiempo (a veces, una vida entera)   para conseguir liberarse del duro lastre de lo material. 

-Bueno, quizas nos ayude a ello el recordar de vez en cuando que nacimos completamente desnudos y nos iremos de aquí del mismo modo.

Saludos.

01/11/2010

In memoriam

 
Para ti, padre. 


Estés donde estés. 


Sabes que no te olvido.



Saludos.