Hace poco hablábamos de la
frivolidad; hagámoslo ahora de una prima hermana suya: la vulgaridad. Nuestro diccionario define lo vulgar como lo común o general; persona o cosa que es muy normal o que no tiene ninguna característica especial ú original, o que no tiene elegancia o buen gusto, usándose también para definir al lenguaje que utiliza la gente corriente, en contraposición al que utilizan los especialistas. Otra acepción de vulgar hace referencia a la persona, al lenguaje o a la costumbre que es poco refinada, de poca educación o de mal gusto: de esta última acepción no hablaré en esta entrada, dado lo amplio del tema y lo escabroso de la causa: falta de educación y de cultura; ademas, ya hablé de ello en otro lugar.
Me atreveré a dar una definición, incompleta por supuesto, pero lo hago adrede: el termino vulgar es tan amplio que en esta definición recalcaré un aspecto muy concreto de la vulgaridad, sobre el que voy a incidir en esta entrada. Dícese de persona vulgar a la persona que “hace lo que hace todo el mundo, o aquel cuyo comportamiento o actitud ante la vida no tiene nada de original”, o lo que es lo mismo: sinónimo de falta de personalidad, o personalidad poco definida. Habrá mejores definiciones que esta, estoy seguro de ello: pero esta es la definición que a mi me gusta.
Lo vulgar, en consecuencia, es lo opuesto a lo original. Lo vulgar es lo común, y lo original es la especialidad singularisima de cada individuo.
La vulgaridad se ha extendido en nuestra sociedad de un modo incontestable. Grandes centros comerciales ponen de moda la ropa que se llevará la próxima primavera o verano, casi de modo vinculante, quedando inmediatamente “demodé” o mal visto el que no se somete a la tendencia mayoritaria. El poder de la televisión y de Internet es tal que no solo en cuestión de moda marcan tendencias, sino también en hábitos, comportamientos, costumbres, espectáculos, etc, y todos estos sectores están invadidos por la vulgaridad. Los niños han de tener –todos- una “nintendo” para que sus compañeros de escuela no los miren como criaturas extrañas: faltaba más. Y el dia que comienzan las rebajas todo el mundo acude a las grandes superficies comerciales, aunque realmente no tengan nada que comprar. Llega el dia 14 de Febrero: dia de los enamorados. Resulta que ahora es cuasi-obligatorio comprar algo a la esposa ese dia (nueva y cursi moda importada no sé de donde) y llevarla a cenar a un restaurante por lo caro. Todo o casi todo el mundo pasa por el aro. Halloween, Navidad…etc. ¿Dónde va Vicente? ¡Donde va la gente! Salvese el que pueda.
Y por cierto, la vulgaridad, "per se" no tiene por que ser intrinsecamente mala o dañina: es lo que hace todo el mundo. Pero asfixia, cuando no impide, el desarrollo de la individualidad: ahi esta el caballo de batalla de esta entrada. La vulgaridad aparece como un gigante enorme que devora a la preciosa singularidad de cada individuo, que tiene la osadia de desmarcarse y seguir su propia idea. Y no solo devora la singularidad: la critica, la arrincona, la maltrata sin misericordia. Fulmina, literalmente hablando, a todo aquel individuo que no se comporta como "es debido": como hace todo el mundo. Finalmente, la fagocita. Dicho sea entre paréntesis, os pondré un ejemplo mejor que mil palabras: que a nadie se le ocurra aparecer por la plaza de su pueblo completamente empapado en sudor, en zapatillas de deporte y pantalon corto, despues de haber corrido 10 km. Si lo sabré yo. Y menos mal que es a una hora prudente (sobre las 16, o 16,30 aproximadas), aunque me han dicho de todo. ¡Imaginaros a otra hora...! (Bueno, que sigan hablando, porque yo no voy a dejar de correr, mientras los dioses quieran y las lesiones no me lo impidan).
¿Qué hay en nuestro comportamiento que sea genuinamente nuestro, parido por nuestro intelecto, y no adaptado de la sociedad o copiado de ella? ¿Lo hemos pensado alguna vez? Y que conste que a todos nos pasa en mayor o menor medida: nadie está libre de la poderosa influencia de la vulgaridad.
He meditado mucho sobre la causa de la vulgaridad: ¿por qué nos dejamos atrapar en sus redes? Yo creo que la principal causa de la vulgaridad es la comodidad, la pereza (la misma fuente de la frivolidad) el deseo de no trabajar, de no pensar, de no meditar: de no estrujarse un poco la materia gris, de no desmarcarse, de no seguir tu propio camino. El individuo no se toma trabajo de pensar, o de innovar, o de crear cosas nuevas, y fundamentalmente de hacer las cosas como a él le gusta hacerlas: supone enfrentasrse al monstruo de la vulgaridad y exponerse a la crítica. El esfuerzo personal siempre tiene un premio, pero inicialmente supone mucho sacrificio, y el individuo no está dispuesto a pagar ese precio, porque supone remar contra corriente, como el piraguista de la imagen.
Y merece la pena el sacrificio: los grandes éxitos históricos han venido de gente que ha innovado, que ha estudiado; que ha decidido buscar otro camino diferente; de gente que ha ignorado los anchos caminos por donde va todo el mundo y ha buscado sendas intrincadas por las cuales han llegado a auténticos tesoros de saber y conocimiento, de actitudes, de moda (Coco Channel, p. ej., simpre hubo un antes y un después de ella) ¿Por donde va Vicente? Por donde va la gente. Bien, ellos fueron por su propio camino.
Pero no solo la comodidad es causa de la vulgaridad: también el miedo lo es, es decir, el miedo del individuo a significarse. “Allá donde fueres, haz lo que vieres”, dice el clásico refrán. El individuo se siente arropado, cobijado en la masa, no se distingue y así no se significa, ni se señala: hace lo que hacen todos y así no es el blanco de las miradas ajenas, ni de comentario alguno. Se siente agusto. ¿Como va Vicente? Como va la gente.
Fundamentalmente, pienso que la vulgaridad obstaculiza, o al menos ralentiza el libre desarrollo de la personalidad. Si uno actua como actua todo el mundo no se toma el trabajo de meditar que respuesta es la que mas cuadra con su escala interior de valores, o simplemente, lo que a él le apetezca en un momento dado: ¡se lo dan todo hecho! No tiene mas que hacer lo que hace todo el mundo, cuando, como y donde lo hace todo el mundo.
Pienso que la prudencia, una vez mas, es una buena tabla a la que agarrarnos. siempre hay que mantener el equilibrio: ni ser siempre vulgar ni estar siempre obsesionado por ir contra corriente: todo en su justo término. Si te apetece algo que la mayoría comparte, cógelo. Pero que sea porque a ti te apetece, no por no significarte ni para evitar que te señalen con el dedo.
Sobre todo, tengamos con nosotros siempre la libertad. Hagamos lo que hagamos, que sea porque sea eso lo que nos llena por dentro. Hay que sentirse libre: tanto frente a la vulgaridad como frente al deseo exhacerbado de innovar o de desmarcarse. Esto no es una carrera de obstáculos ni ninguna competición. Y hay que tener en cuenta que hay tantas originalidades como personas, y todas son preciosas. Quiero decir con esto, que siempre habrá alguien mas listo que tu, mas alto y mas guapo que tu, o mas simpático que tu, por ello puede que no ganes la carrera del más listo/a o del mas guapo/a. Pero una cosa es segura: nadie habrá como tú, porque eres único/a. Esa batalla, de seguro, la tienes ganada, amigo y amiga. Por ello, no compitas con los demás a ser más que nadie: compite con los demás a ser tu mismo.
Demárcate así de la vulgaridad. Cultiva tu individualidad, no tengas miedo a ser tu mismo. Y no te dejes frenar, ni amedrentar ni coaccionar por el monstruo de la vulgaridad, o por el miedo a ser criticado, o por la conveniencia de usar patrones de conducta que no son tuyos: sortéalos, ignóralos, y se tu mismo: deja que tu personalidad se desarrolle libre y espontáneamente. ¡Se tu mismo! Sin olvidar tu entorno, ni donde vives, cultiva lo que te distingue, y no temas remar contra corriente cuando sea necesario.
Quizás debiéramos de recordar que “el mayor desafío es ser tu mismo”. Le moleste a quien le moleste.
Saludos.