Lo tengo en mi biblioteca, y asi se llama precisamente: "Del sentimiento tragico de la vida". Autor: Miguel de Unamuno. Una obra maestra de inaplazable lectura.
He de confesar que durante mucho tiempo, cada vez que lo he mirado, he sentido un escalofrio, recordando la epoca en que leí este libro por primera vez, cuando era joven. Me dejó un sabor de boca agridulce; y es que hay que saber entender a Unamuno, autor que siempre ha gozado de mis simpatia, la cual se convirtió en admiración cuando conocí su incidente con Millan Astray en la universidad de Salamanca, incidente del que alguna vez os hablé en este blog.
Ahora, mucho después, creo compenderlo bastante mejor, pues los años te brindan la experiencia necesaria como facilitarte la comprensión de lo que se resiste a tu intelecto de joven.
De modo que, con el ánimo bien dispuesto, me propongo releerlo este verano, con tiempo, veinte años despues de la primera lectura que hizo aquel joven que fuí. Despacio, tranquilamente, sin prisas: gozando de su prosa y, sobre todo, de su mensaje, intentando comprenderlo. ¿Que es nuestra vida al fin y al cabo, sino una eterna lucha por comprender las cosas...?
Y no he podido resistirme. Voy a mi biblioteca, buscaba jurisprudencia y doctrina sobre un determinado aspecto concreto del juicio cambiario, cuando, de pronto lo he visto allí: Lo he cogido: tiene el olor a viejo, un olor caracteristico que a mi me gusta: el del papel que ya tiene años.
Lo abro por la primera pagina y al leer estas razones, lo juro, he sentido un mágico hechizo:
"...Kant reconstruyó con el corazón lo que con la cabeza había abatido. Y es que sabemos, por testimonio de los que le conocieron y por testimonio propio, en sus cartas y manifestaciones privadas, que el hombre Kant, el solterón un sí es no es egoísta, que profesó filosofía en Koenigsberg a fines del siglo de la Enciclopedia y de la diosa Razón, era un hombre muy preocupado del problema. Quiero decir del único verdadero problema vital, del que más a las entrañas nos llega, del problema de nuestro destino individual y personal, de la inmortalidad del alma. El hombre Kant no se resignaba a morir del todo. Y porque no se resignaba a morir del todo, dio el salto aquel, el salto inmortal de una a otra crítica.
Quien lea con atención y sin anteojeras la Crítica de la razón práctica, verá que, en rigor, se deduce en ella la existencia de Dios de la inmortalidad del alma, y no esta de aquella. El imperativo categórico nos lleva a un postulado moral que..."
Mas abajo leo tambien esto:
"Por lo que a mí hace, jamás me entregaré de buen grado, y otorgándole mi confianza, a conductor alguno de pueblos que no esté penetrado de que, al conducir un pueblo, conduce hombres, hombres de carne y hueso, hombres que nacen, sufren, y aunque no quieran morir, mueren; hombres que son fines en sí mismos, no sólo medios; hombres que han de ser lo que son y no otros; hombres, en fin, que buscan eso que llamamos la felicidad. Es inhumano, por ejemplo, sacrificar una generación de hombres a la generación que le sigue, cuando no se tiene sentimiento del destino de los sacrificados. No de su memoria, no de sus nombres, sino de ellos mismos..."
Tengo que dejarlo aquí porque el tiempo me persigue; tocan al timbre, tengo visita, y he de atender.
Definitivamente: creo que voy a disfrutar de su lectura este verano. Y os animo a que hagais lo propio
: en serio, merece la pena.
Saludos.