Ya sabemos que a Sancho le caen muy mal las dueñas, por las cuales siente profunda animadversión. Bueno, pues si no quieres caldo, tomate tres tazas Sancho, porque en este capitulo 38 van a abundar en numero: no una, ni dos, ni tres, sino hasta una docena de presuntas dueñas, vestidas hasta los ojos, con monjiles de “anascote batanado”. Batanado viene de batán, lo cual parece que quiere decir que eran pasados por batanes. Quizás fuera una indirecta de los duques hacia D. Quijote, echándole en cara el ridículo tan espantoso que hizo con los batanes en la primera parte (que recordemos, los duques ya habían leído), batanes a los que D. Quijote tanto aborrecimiento había cogido.
Los bellacos redomados de los duques, he de reconocerlo, han escogido mejor esta vez a los guionistas del teatrillo burlesco-dueñesco, que han mejorado un poco. Al menos la puesta en escena.
Y me da la impresión de que nuestro inmortal novelista se recrea en la descripción, dando detalles de todo el ceremonial de la lenta y solemne procesión de dueñas; parece como si disfrutara haciendo gala de esta ironía suya tan deliciosa y magistral, se le ve en muchos detalles. Y comienza nuestro novelista a jugar con la ironía y el doble sentido; si, porque él, que siempre ha sido tan “puntualísimo escudriñador de los átomos desta verdadera historia”, como decía en otro lugar, ahora dice esto: “la cola o falda, o como llamarla quisieren”. Pero bueno, ¿Es cola o es falda? Porque no es lo mismo una cosa que otra. ¿Habla Cervantes de ambigüedad sexual?
Es obvio: nos indica que la Condesa Trifaldi hablaba “con voz antes basta y ronca que sutil y delicada”, y continuamos con los despistes de estos actores mediocres, la Condesa comete un grave error de principio, que la delata: “Vuestras grandezas sean servidas de no hacer tanta cortesía a este su criado, digo, a esta su criada…” Puede que sea demasiado obvio, pero yo lo veo asi. ¡De modo que es otro actor...! La Condesa Trifaldi es un hombre. Lo de estos duques es que no tiene nombre, vamos: ¿no tenian actrices que interpretaran los papeles femeninos? ¿O es que querian conseguir, digamoslo asi, otro efecto? Y no es la primera vez, recordemos el paje -un hombre- que hizo el papel de Dulcinea en la burla de los encantadores.
He de reconocer que me he reido muchísimo, con el término “condesa lobuna”, llamándose asi porque en su tierra había muchos lobos. Cervantes sigue con su doble y triple sentido delicioso, diciéndonos algo encantador: “…que si como eran lobos fueran zorras, la llamaran la condesa Zorruna”, lo cual despierta mi abierta sonrisa y mi profundo agradecimiento a nuestro novelista por su sacrosanta y magistral ironía de genio, tan amena y deleitosa. Por cierto, ¿eso de condesa zorruna, o zorra, tiene un significado claro: ¿promiscuidad sexual de la Condesa Trifaldi?
El patio está que arde; higos y cabrahigos sin ton ni son…ambiguedad... Me hubiera gustado ver por un agujero lo que sucedía en más de un palacio habitado por estas dueñas en una noche cualquiera, con estos duques tan amigos de actores travestidos, cuando se cerraban las puertas y todos los gatos eran pardos.
Por cierto ¿Que rostro tenían las dueñas y la Condesa? Imposible distinguirlos: tenian unos velos negros tan espesos, que no se podia adivinar nada. Sancho rabiaba por verles el rostro, pero mejor que no lo vea por ahora, si no quiere llevarse un susto como el de la imagen; porque -hipótesis personal mia, quizás algo arriesgada-, me vuelvo a apostar otro par de rondas de cervezas a que eran todos hombres. Alli no habia doce dueñas, sino doce dueños; no habia higos, sino cabrahigos. Y ello incrementa la risa y la hilaridad de la escena anterior.
La condesa comienza a hablar abusando de los “isimos” e “isimas”, se nota a kilómetros que está exagerando; Sancho acusa el golpe y lo devuelve, diciendole a la dueña que puede : “…decir lo que quisieridísimis, que todos estamos prontos y aparejadísimos a ser vuestros servidorísimos.”
La Trifaldi (o el Trifaldi, que ya no me fio) se dirige a D. Quijote y a Sancho, y estos contestan, provocando la risa de estos duquisimos tan tontisisimos. Y comienza Trifaldi a contar sus cuitas y por ende, la burla y el escarnio, y no solo por el contexto sino por los abundantes detalles: los nombres de los protagonistas (el que me dio la pista y que a mi mas me gustó, “Archipiela”, vaya con el nombrecito); el modo que tiene la dueña de contarlo; luego dice que Clavijo rindió la voluntad de la propia dueña antes que la de la princesa Antonomasia; el hecho de que Clavijo “le dio brincos” a la dueña (¡pero bueno! ¡quieto!... ¿que quiere eso decir?), reconociendo la dueña que fue victima de las artes seductoras de Clavijo, y que fue su propia “liviandad” la que la hizo ceder. Lo cierto es que parece algo “ligera de cascos”, y por cierto, ella misma se llama “medianera”, o sea, alcahueta; por si fuera poco la princesa Antonomasia se queda, o parece quedarse encinta, de Clavijo, lo cual complica aún más las cosas; en fin, todo me da a entender burla chabacana.
Si es que estos duques no aprenden: preparan bien la puesta en escena, pero luego los protagonistas vuelven a fallar en la interpretación; en este caso el/la Condesa Trifaldi tiene una voz muy varonil. Demasiado: como que es un hombre. Quizás otro paje, como el que hizo de Dulcinea.
Y el caso es que Sancho algo intuye y sospecha (“También en Candaya hay alguaciles de corte, poetas y seguidillas, por lo que puedo jurar que imagino que todo el mundo es uno”), pero D. Quijote vuelve a creérselo todo enterito...¿o hace como que se lo cree?
Espero que no se le indigesten estos cabrahigos…
Saludos.
Y me da la impresión de que nuestro inmortal novelista se recrea en la descripción, dando detalles de todo el ceremonial de la lenta y solemne procesión de dueñas; parece como si disfrutara haciendo gala de esta ironía suya tan deliciosa y magistral, se le ve en muchos detalles. Y comienza nuestro novelista a jugar con la ironía y el doble sentido; si, porque él, que siempre ha sido tan “puntualísimo escudriñador de los átomos desta verdadera historia”, como decía en otro lugar, ahora dice esto: “la cola o falda, o como llamarla quisieren”. Pero bueno, ¿Es cola o es falda? Porque no es lo mismo una cosa que otra. ¿Habla Cervantes de ambigüedad sexual?
Es obvio: nos indica que la Condesa Trifaldi hablaba “con voz antes basta y ronca que sutil y delicada”, y continuamos con los despistes de estos actores mediocres, la Condesa comete un grave error de principio, que la delata: “Vuestras grandezas sean servidas de no hacer tanta cortesía a este su criado, digo, a esta su criada…” Puede que sea demasiado obvio, pero yo lo veo asi. ¡De modo que es otro actor...! La Condesa Trifaldi es un hombre. Lo de estos duques es que no tiene nombre, vamos: ¿no tenian actrices que interpretaran los papeles femeninos? ¿O es que querian conseguir, digamoslo asi, otro efecto? Y no es la primera vez, recordemos el paje -un hombre- que hizo el papel de Dulcinea en la burla de los encantadores.
He de reconocer que me he reido muchísimo, con el término “condesa lobuna”, llamándose asi porque en su tierra había muchos lobos. Cervantes sigue con su doble y triple sentido delicioso, diciéndonos algo encantador: “…que si como eran lobos fueran zorras, la llamaran la condesa Zorruna”, lo cual despierta mi abierta sonrisa y mi profundo agradecimiento a nuestro novelista por su sacrosanta y magistral ironía de genio, tan amena y deleitosa. Por cierto, ¿eso de condesa zorruna, o zorra, tiene un significado claro: ¿promiscuidad sexual de la Condesa Trifaldi?
El patio está que arde; higos y cabrahigos sin ton ni son…ambiguedad... Me hubiera gustado ver por un agujero lo que sucedía en más de un palacio habitado por estas dueñas en una noche cualquiera, con estos duques tan amigos de actores travestidos, cuando se cerraban las puertas y todos los gatos eran pardos.
Por cierto ¿Que rostro tenían las dueñas y la Condesa? Imposible distinguirlos: tenian unos velos negros tan espesos, que no se podia adivinar nada. Sancho rabiaba por verles el rostro, pero mejor que no lo vea por ahora, si no quiere llevarse un susto como el de la imagen; porque -hipótesis personal mia, quizás algo arriesgada-, me vuelvo a apostar otro par de rondas de cervezas a que eran todos hombres. Alli no habia doce dueñas, sino doce dueños; no habia higos, sino cabrahigos. Y ello incrementa la risa y la hilaridad de la escena anterior.
La condesa comienza a hablar abusando de los “isimos” e “isimas”, se nota a kilómetros que está exagerando; Sancho acusa el golpe y lo devuelve, diciendole a la dueña que puede : “…decir lo que quisieridísimis, que todos estamos prontos y aparejadísimos a ser vuestros servidorísimos.”
La Trifaldi (o el Trifaldi, que ya no me fio) se dirige a D. Quijote y a Sancho, y estos contestan, provocando la risa de estos duquisimos tan tontisisimos. Y comienza Trifaldi a contar sus cuitas y por ende, la burla y el escarnio, y no solo por el contexto sino por los abundantes detalles: los nombres de los protagonistas (el que me dio la pista y que a mi mas me gustó, “Archipiela”, vaya con el nombrecito); el modo que tiene la dueña de contarlo; luego dice que Clavijo rindió la voluntad de la propia dueña antes que la de la princesa Antonomasia; el hecho de que Clavijo “le dio brincos” a la dueña (¡pero bueno! ¡quieto!... ¿que quiere eso decir?), reconociendo la dueña que fue victima de las artes seductoras de Clavijo, y que fue su propia “liviandad” la que la hizo ceder. Lo cierto es que parece algo “ligera de cascos”, y por cierto, ella misma se llama “medianera”, o sea, alcahueta; por si fuera poco la princesa Antonomasia se queda, o parece quedarse encinta, de Clavijo, lo cual complica aún más las cosas; en fin, todo me da a entender burla chabacana.
Si es que estos duques no aprenden: preparan bien la puesta en escena, pero luego los protagonistas vuelven a fallar en la interpretación; en este caso el/la Condesa Trifaldi tiene una voz muy varonil. Demasiado: como que es un hombre. Quizás otro paje, como el que hizo de Dulcinea.
Y el caso es que Sancho algo intuye y sospecha (“También en Candaya hay alguaciles de corte, poetas y seguidillas, por lo que puedo jurar que imagino que todo el mundo es uno”), pero D. Quijote vuelve a creérselo todo enterito...¿o hace como que se lo cree?
Espero que no se le indigesten estos cabrahigos…
Saludos.